- Adriana y Valentina Castillo comentaron para El Diario que se inspiraron en los poemarios, pinturas y fotografías que dejó su abuelo Alfredo Saldeño Salazar, y esperan ser un canal para evitar que se pierda la obra de quienes en su momento fueron creadores poco conocidos en el país
Para un visitante pudiera parecer una habitación cualquiera, una biblioteca, como otras, pero para ellas, significó un universo de posibilidades. “¿Qué harías para no ser olvidado?”, fue la pregunta que se hicieron Adriana y Valentina Castillo luego de que su abuelo materno, Alfredo Saldeño Salazar, conocido como Papapa, muriera el 15 de febrero de 2022 a los 88 años de edad. Él formó parte vital de sus vidas. Vivieron el duelo desde la distancia, en Bogotá (Colombia), donde están radicadas desde 2017 y 2019, respectivamente. Apenas tuvieron la oportunidad, visitaron Venezuela para reconectar con sus raíces y rendirle tributo a su abuelo.
Al entrar en aquella habitación, de la que ya su mamá les había adelantado que encontrarían muchas sorpresas como cuadros, libros y otros artículos de Papapa. Allí estaba su mecedora, donde se sentaba para contar historias a sus nietos y les compartía su pasión por las artes. Los recuerdos de su niñez pasaron por la mente de Adriana y Valentina al entrar al universo que les había dejado su abuelo. En ese momento obtuvieron la respuesta a su pregunta. Para ellas, el olvido se combate con el recuerdo, fue así como surgió Papapa Project, una iniciativa transmedia que busca rescatar no solo la obra de su abuelo, sino de todas las personas de la tercera edad que se dedicaron a crear y no publicaron nada, en la que también se invita a reflexionar a otros sobre ellos a través de distintas expresiones.
Aunque estando en Colombia ya habían adelantado parte de las ideas, Papapa Project se estrenó formalmente con un video que se viralizó en TikTok e Instagram. Papapa decía en el clip: “Uno muere cuando lo empiezan a olvidar”. “Eso movió las fibras de la gente”, destacó Adriana Castillo, quien señala que ellas y millones de venezolanos tienen historias similares sobre migración y nostalgia al estar lejos de sus seres queridos.

En la Licuadora Alternativa, una vitrina para iniciativas artísticas que se realizó en la antigua plaza de toros de Nuevo Circo el 4 de marzo de 2023, se materializó la primera exposición del proyecto. Adriana Castillo comentó para El Diario que tras postularse, enviar su propuesta a la convocatoria a principios de año, fueron seleccionadas para el área de fotografía. Valentina agregó que esa exposición giró alrededor de la pregunta de la que surgió el proyecto. Para ellas se trata de una reflexión universal. Ambas hicieron una serie de fotografías analógicas en la que recolectaron fotos de personas de la tercera edad que tomamos en países como España o Italia.

Papapa, un enamorado empedernido de los Llanos y las artes
Alfredo Saldeño Salazar, Papapa, es oriundo de Arichuna, un pueblo en San Fernando de Apure. Adriana y Valentina señalaron que siempre se sintió enamorado de los Llanos venezolanos, donde nació, del país y las artes. Su sensibilidad lo llevó a escribir, a pintar y a expresarse con poemas con su círculo más cercano. Eso sí, no llegó a lucrarse de su obra, porque la realizó para él mismo. Si deseaba exponer algún libro, buscaba cómo hacerlo, ya sea por su cuenta o a través de otras organizaciones. Con el Ministerio de Cultura llegó a publicar El laberinto del ahogo, con un fondo editorial publicó Pavana para un coro universal y el libro para niños ilustrado, Cuentos para volar y soñar.


El poemario Caminos de mi sangre es uno de los más cercanos para Adriana y Valentina. Ellas explican que él mismo lo editó, diseñó la portada e imprimió con sus fondos. Sin embargo, de él no se supo más hasta 2023, cuando se realizó la exposición Licuadora Alternativa en Caracas. Durante años más de 50 de esos libros pasaron metidos en una caja, donde se pusieron amarillos, llenos de polvo, ya que nunca llegó a venderlos. Ellas explican que, cuando había una celebración o había visita en la casa, él les regalaba uno de esos poemarios. Apenas leyeron unas cuantas páginas, supieron que lo primero que harían con Papapa Project tendría que ver con esa publicación.
“Creo que era mucho para él. Llegó a publicar ocho libros, que llegaron a estar en Santillana, donde trabajó, incluyendo uno infantil dedicado a sus nietos. Gran parte de los libros que escribió eran poemarios. Lo que publicó fue menos del 2 % de las cosas que hizo. Creo que todo era para él. Él pensaba que no era tan buen pintor, decía que no sabía pintar, pero le gustaba. Si vas a la casa de mi abuela, está llena de cuadros de él. Todo lo que veía, lo pintaba, lo dibujaba, todo era para él mismo. Era una especie de catarsis constante. Su manera de expresarse era a través del arte. Él te quería dar un regalo y te pintaba, si te quería decir algo, te escribía un poema. Si se sentía mal, pintaba su tristeza”, señaló Adriana Castillo.

Inspiración para la vida
En la habitación en la que reposa parte de la obra de Papapa también están resguardados unos cuantos recuerdos. Adriana y Valentina Castillo rememoran algunas anécdotas junto a su abuelo. Aunque Adriana señala tener muchas, pero la que más quedó marcada en su mente y corazón fue la conversación que tuvieron dos meses antes de que falleciera. Ella viajó a Venezuela y pudo tomarle fotos y grabar a sus abuelos. En una de esas conversaciones grabadas está la frase que se viralizó en redes sociales sobre la muerte. Ambas estudiaron carreras relacionadas a las artes, muy influenciadas por la vida de su abuelo, como Valentina, que estudió Comunicación Visual.

Adriana migró a Bogotá en 2017 y Valentina en 2019, ambas llegaron a la capital colombiana ahuyentadas por la crisis venezolana que se vivió en esos años. Adriana comprendió que la situación no era sostenible en el país. Cuando emigró pudo conseguir trabajo y, tras establecerse, pudo traer consigo a su hermana. Por la cercanía con Venezuela, llegaron a visitar el país en varias ocasiones. Además, ambas, al dedicarse a áreas artísticas, siempre quisieron trabajar en un proyecto juntas.

“Viajé a Venezuela en 2021. Decido pasar mucho tiempo con mi abuelo. Tenía la necesidad de pasar tiempo con mis abuelos. Dije: ‘tengo ganas de hacer un libro de fotografía de ellos’. Fueron dos meses en los que les tomé fotos y los grabé mucho, les pregunté muchas cosas. Hablé con mi abuelo sobre la muerte. Yo ponía la cámara y él me decía que su mayor miedo era que lo olvidaran. En sus últimos días me dijo que quería hacer una película. ‘Yo hago el guión y tú la produces’, dijo. Yo le decía que si subía sus libros y obras los podía vender. ‘¿Quién me compraría a mí si soy un artista cualquiera?’, se cuestionaba Papapa. Yo le dije que era posible”, recordó Adriana, quien destacó que Papapa no esperó ser reconocido en algún momento.
Sanar a través del amor
Papapa Project le permitió a Adriana y Valentina Castillo incursionar en el proyecto conjunto en el que deseaban trabajar desde hace años. Empezó tras la muerte de su abuelo. Siguieron el velorio a través de una videollamada en Zoom, despidieron sus cenizas en su aposento, donde Papapa creó su universo. En el funeral leyeron parte de sus poemas, una manera de recordarlo a través de su obra. Al no poder estar en el momento en que se enfermó y tampoco durante el duelo, acompañando a su familia, deseaban hacer catarsis y expresar su tristeza.
“Todo este año ha sido para nosotras ha sido lidiar con ese luto. Nuestra mamá en Venezuela se encargó de recoger todo lo que dejó mi abuelo. Nos encontramos con un universo de libros escritos con máquina de escribir. Todo lo tenía en carpetas y decían ‘no leer’, algunas eran novelas. Encontramos cuadros metidos en un clóset, unos detrás de otro, llenos de polvo. También diarios de viaje y fotografías. Mi mamá y nos enviaba fotos de todo. Mi abuelo pasó mucho tiempo de su vida allí, pero no nos imaginábamos la dimensión de la obra que dejó”, expresó Valentina.

Ambas deseaban hacer algo juntas. Tras la muerte comenzaron a discutir ideas, pero sabían que el proyecto no podía comenzar si no iban a Venezuela. Cuando pudieron llegar al país, entraron a la biblioteca y se encontraron con su obra, finalmente pudieron despedirse de su abuelo. Ambas le hablaron, porque sabían que Papapa estaba allí. Con Papapa Project buscaron darle honor a su legado. En un principio el proyecto solo las involucra a ellas y unas cuantas personas de su familia y amigos, pero, al ser una historia universal, muchas personas se pueden identificar.
“Siempre fuimos muy unidos. Mi abuelo, hasta su último día estuvo en el grupo de WhatsApp. Se tardaba en escribir, escribía cartas, pero hablábamos con él, le encantaba ver videos en YouTube. Digamos que nunca se rompió el lazo, nos escribía poemas. Entró en la tecnología por la necesidad de tenernos cerca porque muchos de sus nietos estábamos lejos”, subraya Valentina.
Una plataforma para destacar a los creadores clandestinos de la tercera edad
Viendo los videos que grabó Adriana entrevistando a Papapa él le decía: “tú te acuerdas de mi, mis hijos se acuerdan de mí, pero, ¿y los demás? Tus hijos y mis bisnietos, ellos no se van a recordar de mi. Con los recuerdos, las experiencias y la obra de su abuelo, ellas se hicieron una promesa, combatir el olvido y llevar a un gran colectivo la obra de su abuelo para que trascienda. Ella indicó que “hay mucha gente esperando” ver el próximo paso que dará Papapa Project.


Adriana y Valentina esperan convertirse en un canal para que otras personas de la tercera edad se expresen. Ya varios las han contactado y les dicen que también ilustran, que han escrito libros infantiles, pero nunca se han publicado. Se encuentran en conversaciones para reestrenar uno de los libros de su abuelo con una revista de poemas. Quieren abrir la puerta para generar una discusión en torno a la vejez en Venezuela, ya que consideran que el mayor legado, más allá de lo material, es mantener vigente la memoria y la dignidad de quienes en algún momento colaboraron al desarrollo del país. Ellas le sacaron el polvo a los recuerdos y están listas para dar el siguiente paso.
“Creemos que para combatir el olvido hay que dignificar la tercera edad en Venezuela. Creemos que hay que desmitificar el concepto del jubilado como ente no participativo en la sociedad, creemos que merecen un espacio y especialmente pensamos que el arte puede ser una gran ventana de exposición para eso, no solo porque le permite a la tercera edad un legado tangible, también creemos que la memoria es lo que crea cultura y sociedad. Las nuevas generaciones tenemos mucha necesidad de aprender de ellos y escucharles. Nuestra misión es dejar una ventana para sanar”, concluyó Valentina Castillo.