- Los emprendedores venezolanos están experimentando con diferentes técnicas de producción para crear vinos locales. Estas marcas están inspiradas en la diversidad geográfica y cultural, lo que está ayudando a posicionar al país como un productor de vinos de calidad
En los últimos años, el gremio vinícola ha experimentado una transformación notable en Venezuela. El mercado que alguna vez dominado por las etiquetas convencionales y las grandes bodegas, ahora ha dado paso hacia el resurgimiento de la producción artesanal de vinos.
La elaboración artesanal se ha convertido en una tendencia de rápido crecimiento que atrae a una audiencia en el país. Los consumidores, ahora más que nunca, buscan experiencias únicas y el vino se erige como la respuesta a esta búsqueda de autenticidad. Por eso, en El Diario conversamos con tres productores artesanales, quienes compartieron su perspectiva sobre este mercado y cómo el movimiento de emprendedores ha elevado su oferta.
Los emprendedores coinciden en que la calidad es la piedra angular de su propuesta. El cuidado en cada etapa del proceso, el respeto a los procesos tradicionales y la conexión con la tierra son elementos recurrentes que definen la esencia de estos vinos artesanales.
Agua de Luna: un ejemplo de emprendimiento y resiliencia en Mérida
En la vía hacia el páramo de Mérida, en San Rafael de Tabay, un matrimonio ha tejido su propia historia en cada botella de vino que produce. Agua de Luna, un emprendimiento de vinos artesanales de moras, principalmente, nace en 2017 con la pasión y el empeño de elaborar un producto de calidad para abrirse paso en el extenso mercado que ha caracterizado a la región. Aunque no ha sido fácil este camino para lograr el reconocimiento local, es precisamente esa lucha lo que ha forjado la identidad del emprendimiento de José Luis Loaiza y Angelica Valero.
Lo distintivo de Agua de Luna radica en su enfoque totalmente artesanal. No hay maquinaria imponente ni procesos automatizados. Loaiza y Valero trituran las moras con sus propias manos. Este proceso manual no solo garantiza la frescura de las frutas, sino que también imprime a cada vino la esencia personal de quienes lo elaboran.
El amor por la tierra también se refleja en la elección de utilizar botellas de vidrio recicladas. Por eso, muchos vecinos les hacen llegar botellas para su reciclaje y esterilización. Cada envase cuenta su propia historia, anteriormente usado con otro propósito, ahora reimaginado para albergar un vino artesanal. Una decisión que no solo abraza la sostenibilidad y el trabajo remunerado en la comunidad, sino que además añade un toque de autenticidad a su negocio.
El proceso de producción, aunque desafiante, es para el matrimonio una manifestación de su creatividad y compromiso. Se apegan a la idea de hacer las cosas bien para que el negocio también le vaya bien. Utilizan frutas de primera calidad y su procesamiento es orgánico sin agentes tóxicos utilizando la maceración carbónica. Es así como han extendido su oferta de productos que van desde el vino tinto seco y semiseco de mora, hasta el ponche crema, licor de café y pétalos de rosa y champán de flores de saúco.
La fabricación de este vino champañizado es muy poca debido a que no existen plantaciones de esta flor, lo que lo convierte en un licor único de la zona.
“Lo hacemos gracias a que algunas personas de la comunidad tienen un arbolito en su casa, por eso su elaboración es limitada. Sin embargo, es un licor nuestro que no se encuentra en ninguna otra parte”, indicó Loaiza.
El emprendedor destaca que la región de los Andes venezolanos ha ido incrementando la cultura de elaboración de vinos artesanales a través del gremio de productores. Loaiza manifiesta que la crisis del país ha obligado a muchas personas a abandonar el negocio, lo que se convierte en un empuje para ellos en el sacrificio por seguir manteniendo la tradición. “En nuestro caso, decidimos apostar por esta idea en el momento más crítico de nuestra economía. Pusimos todas nuestras esperanzas aquí y apostamos todo nuestro empeño para salir adelante. Aunque luego vino la pandemia y nos asustamos un poco, nunca nos dimos por vencidos en este proyecto”, acotó Loaiza.
Una de las metas de Agua de Luna es conseguir la denominación de origen, una certificación internacionalmente que otorga la Unión Europea a un producto originario de un lugar determinado, una región o, excepcionalmente, un país, cuya calidad o características se deben fundamental o exclusivamente a un medio geográfico particular, con los factores naturales inherentes a él.
“Queremos que el vino de mora tenga la denominación de origen porque está arraigado a la cultura gastronómica de los andes venezolanos. Hay algunas marcas que han tenido la certificación, pero la han perdido con el pasar del tiempo porque no es solo obtenerla sino también mantenerla”, refirió.
Por eso, la visión de los creadores de Agua de Luna no se limita a las fronteras de Mérida; aspiran a compartir su creación más allá de las montañas venezolanas. Su vino ha encontrado un lugar en eventos selectos y mesas que valoran la autenticidad en cada gota. Este emprendimiento no es solo una opción enológica; es un caso de que los sueños, cuando se cultivan con pasión y trabajo duro, pueden prosperar incluso en terrenos desafiantes.
Vinos Galu: el legado artesanal de Walter en el estado Lara
En las tierras cálidas de Barquisimeto, en el estado Lara, existe un proyecto de vinos artesanales con tradición y dedicación: Vinos Galu, una empresa liderada por Walter Malavolta, de 59 años de edad. Desde que comenzó esta travesía en 2019, su idea es continuar el legado de su padre, proveniente de Italia y quien le enseñó a elaborar el licor.
Por eso, para Malavolta, aunque tiene muchos años de experiencia y una pasión inquebrantable por el arte de la vinificación, nunca había emprendido formalmente, por lo que Vinos Galu es un proyecto reciente. Su incursión llegó en el momento que un amigo probó uno de sus productos y quedó encantado. De allí vino la idea de producir el licor de manera regional con el propósito de compartir la tradición familiar.
Desde entonces, el larense ha convertido sus conocimientos en una producción artesanal que destaca en el mercado. Desde Vinos Galu producen licores jóvenes como el tinto de verano, vinos de frutas y de cacao, además de un bebida tipo campari macerado con especias.
La pandemia del covid-19 no hizo más que intensificar los desafíos para Walter y Vinos Galu. Sin embargo, en lugar de rendirse ante la adversidad, Walter utilizó este periodo como una oportunidad para perfeccionar aún más su producto. Actualmente lucha contra las restricciones para formalizar su producción en todo el territorio nacional. Confiesa que actualmente existen muchas trabas de permisología, pero eso no lo detiene en su deseo por continuar con el negocio. Vinos Galu destaca por su firme creencia en la calidad como su carta de presentación desde su pequeña fábrica.
“La aceptación en el estado Lara de la marca ha sido óptima. Nuestra carta de vinos va desde una opción tropical de piña, coco y parchita hasta lo más tradicional que es el tinto de verano”, explicó Malavolta.
La producción de Vinos Galu es un ejemplo de la dedicación y el trabajo manual. Desde la selección de las frutas hasta el empaque final, cada etapa es ejecutada con precisión artesanal.
Para el productor, la verdadera competencia radica en superarse a sí mismos en cuanto a la calidad de la producción. Considera que en el mercado existe mucha importación de licores, pero ninguno tiene la calidad de la materia prima venezolana. Por eso, a su juicio, cada cosecha es una oportunidad para elevar la barra, para perfeccionar el equilibrio de sabores y para refinar el arte de la fabricación de vinos.
Vinos Galu es la manifestación de la perseverancia y la pasión de Walter, un hombre que ha convertido su amor por el vino en un negocio con dedicación y tiempo.
Demorao: una historia de éxito desde Mérida hasta Caracas
DeMorao es un emprendimiento de vinos artesanales que ha crecido con fuerza, desafiando las adversidades y llevando consigo el auténtico sabor de la región andina. Desde su inicio en 2016, este proyecto liderado por Johnny Salas Orrego se ha extendido hasta llegar a Galipán en el Parque Nacional El Ávila (Caracas).
La expansión de DeMorao fue un salto audaz, respaldado por la confianza en la calidad de sus productos. En un mercado exigente como el de la capital, la empresa no solo ha sobrevivido, sino que ha florecido, capturando la atención de los amantes del vino.
El alma de DeMorao reside en las moras andinas o mora de castilla de La Grita, en Táchira, una región famosa por sus condiciones climáticas ideales para el cultivo de esta fruta. La elección de seleccionar una cosecha de moras que solo se cultivan a una altitud de 1.500 a 2.000 metros sobre el nivel del mar no es casualidad; es una apuesta por la autenticidad y la singularidad del producto. Cada mora, a juicio de Salas, contribuye a la creación de vinos que encapsulan la esencia misma de su lugar de origen.
La producción de DeMorao sigue los métodos tradicionales, un tributo a la artesanía y a la conexión con la tierra. Las moras, transformadas en vino, pasan por un proceso que respeta la esencia de la fruta y se fermentan con levaduras autóctonas, aportando notas únicas que solo se encuentran en este rincón del mundo.
Sin embargo, DeMorao enfrenta desafíos únicos en el escenario venezolano. Persistir en el mundo de los vinos artesanales venezolanos implica superar desafíos considerables. La obtención de materiales para la producción de vinos es una tarea titánica, con la variabilidad de precios como un obstáculo constante. Pero, a pesar de estas dificultades, Salas se aferra a la firme convicción de que vale la pena persistir en este negocio si se crea un producto de calidad.
La persistencia, en este caso, no es simplemente aguantar, sino evolucionar constantemente para adaptarse a un mercado en constante cambio. Salas sostiene que con DeMorao ha entendido que la calidad es la moneda más valiosa en el mundo de los vinos artesanales, y esta ha sido su bandera en su incansable búsqueda del éxito.
La historias de los emprendimientos de vino artesanales Agua de Luna, Vinos Galu y DeMorao coinciden en que la industria, si bien ha crecido, todavía tiene muchos desafíos que impone el contexto venezolano. Los tres dueños coinciden que, aunque el camino hacia el éxito no es fácil, con la dedicación y el compromiso de ofrecer lo mejor, se puede persistir para hacer de este negocio algo rentable y que contribuye con la cultura vinícola en el país.