Email
- El proyecto ofrece a jóvenes de bajos recursos una vía de escape de las adversidades que pueden conseguir en las calles. Más que un lugar de entrenamiento, esta iniciativa se convierte en un refugio donde niños y adolescentes pueden cultivar habilidades, valores y una visión de futuro alejada de la delincuencia
José Salázar, reconocido atleta venezolano y entrenador de alto rendimiento, decidió ir más allá de sus logros personales. En 2011, fundó el club deportivo de levantamiento de pesas Vikingos en el Parque Miranda de Los Dos Caminos (Caracas). La idea era brindar oportunidades a niños, niñas y adolescentes de bajos recursos, orientándolos hacia un futuro prometedor.
Hoy en día el club deportivo Vikingos abarca la inclusión y la formación integral para niños, niñas y adolescentes entre 10 y 14 años de edad. La filosofía de José se centra en la importancia de inculcar valores sólidos en sus alumnos, que si bien son fundamentales para convertirse en atletas exitosos, también lo son para ser ciudadanos ejemplares y contribuir positivamente a la sociedad.
Pero la inspiración detrás de Vikingos no proviene solo de su pasión por el levantamiento de pesas, sino también de una experiencia personal que dejó una profunda cicatriz en su vida. Esta vivencia no solo lo llevó a buscar oportunidades para sí mismo, sino que también lo impulsó a tenderle una mano a aquellos que enfrentan circunstancias similares.
El día que la violencia irrumpió en su vida
Cuando José tenía 11 años de edad, la delincuencia tocó la puerta de su casa en La Dolorita, en Petare (estado Miranda). Todavía recuerda a su papá llegar apenas sosteniéndose de las paredes y cubierto de sangre. José, quien se aferraba a la idea de que su realidad nunca se resquebrajaría por la violencia que ya rondaba cerca, sentía que tenía sobre sí un peso que ya no podía soportar. Era un presentimiento que le decía que debía salir de allí porque había conocido lo bueno y lo malo de vivir en la zona.
A José le contaron que a su papá lo secuestraron luego de una riña. Lo golpearon y lo dejaron inconsciente tendido en el suelo. Nunca quiso indagar más allá de las palabras de sus familiares. Esa versión fue suficiente para buscar una motivación para dejar las calles y sepultar esa situación. Y así lo hizo.
Él siempre fue un adolescente al que le apasionaban los deportes. Intentó primero practicando el baloncesto y aunque inicialmente le gustaba, terminó viéndose involucrado en el mundo del levantamiento de pesas gracias al entrenamiento físico para estar en la mejor forma para los juegos de básquet. A pesar de practicar ambas disciplinas, José se comprometió a seguir la regla más importante: demostrar su dedicación. Esto implicaba realizar sacrificios como caminar o pedir cola para no faltar a ninguna práctica.
Él cuenta que muchas veces llegó a pedir dinero prestado para no perderse ningún entrenamiento en el complejo deportivo Parque Miranda, en Los Dos Caminos. Pronto, las prácticas mejoraron su técnica y movimientos. La pasión ya la tenía. Los más grandes y con más experiencia le enseñaron lo que le hacía falta para no abandonarlo y lo incluyeron en el equipo. José se lo tomó en serio y se levantaba a entrenar todos los días. Tenía 13 años de edad, pero ya había abierto la primera puerta.
José había encontrado un lugar donde sentía que podía superarse todos los días. Atrás dejaba todos los problemas de su casa y se dedicaba a entrenar para algún día ser profesional. Esta motivación lo llevó a convertirse en un atleta de alto rango, a los 17 años de edad. Así llegaron los reconocimientos, medallas y diplomas. Su técnica le permitió competir en la categoría RX, el máximo renglón de las competencias de Crossfit, además de permanecer en la lista de los mejores representantes de esta disciplina en Venezuela. Pero pasaron los años y las lesiones se volvieron frecuentes.
Entonces, José empezó a bajar el ritmo. Las competencias pasaron a un segundo plano y, a las que se inscribía, lo hacía para mantener su condición física. Estaba listo para cambiar su rutina y para hacerlo volvió a sus raíces, donde empezó todo, en el Parque Miranda. A José, en el año 2011, le ofrecieron ser entrenador del gimnasio del recinto.
—¿Y a quién puedo traer?, preguntó José.
Cuando le dijeron esto, José pensó que, quizás, algunas personas se podrían sentir identificadas con su historia. Pero para él, ser atleta significaba no solo tener un buen desempeño y constancia, sino también ser un ciudadano ejemplar. Esa sería la tarea fundamental que les inculcaría a sus alumnos porque había entendido el poder transformador del deporte.
La escuelita de levantamiento de pesas del Parque Miranda
La iniciativa de José es totalmente gratuita, pero como su nombre lo indica, se trata de una iniciativa dirigida a niños y niñas y adolescentes que no tengan las posibilidades de costear una actividad extracurricular. Actualmente, su grupo lo conforman 16 niños y adolescentes, y el más pequeño, que se está iniciando en la disciplina, tiene 10 años de edad. Muchos de los integrantes del club deportivo son de planteles públicos del estado Miranda debido al proceso de captación que realiza José.
Él pensaba que para darles la mejor educación, tenía que estudiar y adquirir más conocimientos, por lo que cursó la carrera y obtuvo su título en el Instituto Pedagógico de Caracas, en la mención Educación Física. Ser profesor le permitió formar parte de las dinámicas de los colegios de la zona, por lo que se ideó un plan para captar posibles alumnos que estuvieran interesados en iniciarse en el deporte.
Cada vez que comienza el periodo de clases, José ofrece una demostración de las dinámicas con el levantamiento de pesas. Los niños que se interesaban les comunicaban a sus representantes que querían asistir y allí comenzaba el abordaje del profesor. A raíz de esto, José comenzó a conformar su plantilla, y aunque algunos desertaron, otros acuden al gimnasio todos los días porque prefieren entrenar que estar en la calle. A juicio de José, todo cambia cuando ellos tienen una meta, algo por lo cual surgir.
De esta manera, el desarrollo de los niños va fluyendo de manera más natural porque, para la mayoría, ir a la escuelita es una suerte de privilegio. Así lo entiende José al hablar sobre las pocas iniciativas de programas para empezar en el levantamiento de pesas en jóvenes. Esto debido al tabú que todavía existe en la sociedad.
Respaldado por evidencia científica, José señala que incluso niños y niñas a partir de los 4 y 10 años de edad pueden participar en esta actividad de forma segura, siempre que se siga un enfoque coherente. Para él, más que representar una amenaza para su salud, el levantamiento de pesas puede impulsar su crecimiento y mejorar su destreza motriz. José destaca también los aspectos psicológicos positivos, indicando que el establecimiento de metas y la gestión de la frustración son habilidades que pueden desarrollar a través de este deporte.
Pero consciente que la sociedad pudiera interpretar las prácticas como algo negativo, José siempre abre las puertas del gimnasio a quien desee ver y evaluar cómo los chamos se entrenan y se capacitan aprendiendo sobre la resiliencia y la búsqueda de sueños. La motivación de los jóvenes en la escuelita de levantamiento de pesas es palpable, especialmente cuando observan a sus compañeros de equipo alcanzar el éxito en competiciones a nivel nacional e internacional. Laura Peinado, Carlos León y Ariadna Hernández, representando las categorías sub-17 y sub-20, son ejemplos inspiradores de esta dedicación y talento.
Destacando aún más la excelencia del club, está Keydomar Vallenilla, un campeón olímpico que ha demostrado su dominio en la disciplina del levantamiento de pesas. Como un símbolo de orgullo nacional, Vallenilla ha servido como una fuente de inspiración y guía para los jóvenes aspirantes dentro del club Vikingos.
Además, la proyección internacional del club se refleja en la presencia de seis de sus atletas en la selección nacional. Entre ellos se encuentra una atleta de la categoría adulta que ha asegurado su participación en los Juegos Olímpicos 2024, que se celebrarán en París. Este logro no solo resalta la calidad de los atletas entrenados en el club, sino que también consolida su posición como un semillero de talento regional.
En un momento en que la sociedad enfrenta numerosos desafíos, iniciativas como la de José Salazar son un recordatorio del potencial transformador del deporte y la educación. Para él, lo más importante es brindar una alternativa para que, así como él, los jóvenes puedan cambiar su futuro a pesar de las situaciones que afectan al país. La escuelita es un espacio para quienes deseen encontrar un camino cuando se piensa que todo está perdido.
José Salázar
Instagram: @vikingosh
