- Para del Día de la Chinita, sus devotos preparan diferentes actividades en Maracaibo y otras ciudades para demostrar su amor y agradecimiento a su patrona. El Diario entrevistó a dos devotos que explicaron la razón de su fervor y lo que representa la Virgen morena para su gentilicio
Hace 315 años ocurrió en el estado Zulia un evento que marcaría por siglos a sus habitantes. Según la tradición, el 18 de noviembre de 1709, María Cárdenas lavaba ropa en la orilla del Lago de Maracaibo cuando encontró una tabla de madera que llamó su atención. Al llevarla a su casa, la imagen de la Virgen María se reveló allí, a lo que la mujer corrió por la calle gritando “Milagro, milagro”.
Allí surgió la devoción hacia la Virgen de Chiquinquirá, patrona del Zulia y protagonista de toda una serie de tradiciones que se han arraigado en su pueblo como una parte esencial de su identidad. Una pasión que los llena de orgullo y se vive en las letras de sus gaitas, en las fiestas que iluminan las calles de Maracaibo con la Feria de La Chinita, nombre con el que por cariño llaman a su advocación mariana, de piel morena como la gente de su tierra.
Después de semanas de procesiones y de encuentro con sus feligreses, la virgen finalmente regresa el 18 de noviembre a la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá para celebrar su día. Para los zulianos, esta fecha trasciende lo exclusivamente religioso para ser una fiesta a su cultura y sus raíces, a esa pasión que los conecta espiritualmente a La Chinita.
Precisamente El Diario recoge dos testimonios que reflejan ese sentimiento tan especial y propio de sus devotos, y que el compositor Ricardo Aguirre llegó a plasmar en la canción “Reina morena”: “Mi corazón es un templo/ Donde una virgen se adora/ Mi pecho más la atesora/ Si lejos de ella me encuentro”.
Madre protectora
Ana Santiago vive en Los Teques, estado Miranda, pero es originaria de Cabimas (Zulia), mientras su esposo es de Maracaibo. Ambos son fieles devotos de la Chinita, y para ellos su fiesta es como un cumpleaños en el que incluso le cantan “Las mañanitas” a la virgen, a pesar de estar a cientos de kilómetros. En entrevista para El Diario, dice que la virgen significa para ella esperanza y alegría, y más que la protectora de su tierra, es parte de la familia.
“Lo que la hace especial es que es de nosotros. Es del Zulia, nos pertenece y es nuestra patrona. Es la madre de todos los zulianos”, expresa.
Afirma que si bien la patrona de Cabimas es la Virgen del Rosario, la devoción por Chiquinquirá es algo que se cultiva en todos los hogares de la región desde niños. La primera vez que visitó la basílica en Maracaibo y vio la tablita con la imagen, cuenta que la invadieron unas ganas de llorar. “Era como de una emoción, un llanto que limpiaba mi corazón, mi alma. Es una sensación que no sabría cómo describir”, precisa.
Por ejemplo, cuenta que la abuela de su esposo solía ir desde la noche del 17 de noviembre a escuchar las serenatas tradicionales hasta que salía el sol. A la mañana siguiente, participaba en la misa y era cuando finalmente regresaba a su hogar. “Todos los años, hasta el día que murió, ella cumplió esa promesa de amanecer con la Virgen en su cumpleaños por protección, por fe y por devoción”, agrega.
Una fiesta
La vigilia en las vísperas del día de la Virgen es un acontecimiento que se vive en Maracaibo y sus municipios aledaños como una gran fiesta. Santiago explica que las serenatas no se limitan al paseo de la basílica, sino que grupos de gaita se apostan en las principales calles de la ciudad, como la avenida 5 de Julio, Grano de Oro o el barrio El Saladillo. Para los más adinerados, también se hacían gaitazos en espacios como el Círculo Militar, el Hotel Tibisay o el Plaza Maruma.
La celebración está estrechamente relacionada con la Feria de La Chinita, que normalmente se suele celebrar en los días previos al 18 de noviembre. Una semana de eventos que incluyen exposiciones, conciertos y el tradicional encendido navideño de la avenida Bella Vista. Además de grandes espectáculos como el Festival Internacional de la Orquídea, que volvió en 2023 tras 10 años suspendido, o del tradicional juego de béisbol que las Águilas del Zulia dedican a su patrona.
En los años en los que no puede viajar, como este, Santiago organiza su propia celebración con su familia en casa. Resalta que para esta ocasión organizó una cena el 17 de noviembre con platos navideños, y preparó un altar lleno de flores e inciensos para la Virgen. Su hijo, quien toca cuatro y tambora, tocó gaitas en vivo. En Zulia, el Día de la Chinita suele ser no laborable, y este año, al caer lunes, tuvo complicaciones para ella y sus familiares en los Altos Mirandinos. Aun así, aclara que reservaron con anticipación sus días libres. “Es una fecha que no se puede dejar pasar, así uno esté donde esté”, acota.
Bendición
Para Jesús Auvert, la Virgen de Chiquinquirá es un símbolo tan representativo de la zulianidad como la gaita o el puente sobre el Lago de Maracaibo. Es una figura conciliadora y protectora, que los acompaña en su fe y que es la máxima representación del amor maternal.
“Como fieles creyentes, sabemos y tenemos la fe de que ella nos escucha, nos brinda su amor y su abrigo incondicionalmente, somos hijos de ella. De hecho, todos al visitarla, la llamamos mamá, le pedimos la bendición y tratamos de aferrarnos a ella con la buena fe de que nos va a dar su bendición e interceder ante nuestro Dios para cumplir las promesas que nosotros le hagamos”, destaca en entrevista para El Diario.
Precisa que vive en Maracaibo, donde nació y donde su familia ha honrado por generaciones a La Chinita. Es una devoción que heredó de sus padres y abuelos, y que a su vez transmite a sus hijos y demás niños de su familia, quienes crecen viendo a la Virgen como un ángel guardián o segunda madre que los acompaña.
Puente de fe
Auvert pertenece a los Servidores de María, una sociedad religiosa fundada en 1901, y que tiene sus orígenes en los antiguos trabajadores del puerto, quienes por su fuerza física se encargaban de cargar el trono de la Virgen en sus procesiones. Auvert pertenece a la promoción del año 2016, siguiendo los pasos de su hermano y de su padre, quienes también formaron parte de ella.
La hermandad, que se distingue por vestir un liqui liqui blanco y un quepis azul, no solo se encarga de cargar la imagen de la Chinita durante las fiestas, sino que tiene la labor de ser guardianes de la tablita sagrada y los espacios de la basílica. El servidor destaca además la importancia que tienen dentro del imaginario popular, por ser quienes acercan a la Virgen a su gente en las comunidades, además de recibir las ofrendas que las personas hacen en cada recorrido.
“Es una responsabilidad enorme portar el uniforme debido a que, de una forma u otra, estamos representando a la iglesia en su fe católica, estamos representando el amor del pueblo hacia nuestra Chinita y quizás seamos puente entre ella y la feligresía”, observa.
Señala que no importa las adversidades personales que atravesara en el momento, por lo que cargar la imagen de la Chinita es una experiencia que lo llena de paz y alegría. Un sentimiento de renovación colectiva que lo estremece cada vez que lo evoca.
“Esa es la parte bonita y representativa. También ver cómo mucha gente se acerca a ella, quizás con una oración o llorando en silencio, con una petición particular o con alguna ofrenda. Es una sensación indescriptible. Yo lo catalogaría, sin temor a equivocarme, como uno de los mejores momentos de mi vida y de lo que se puede vivir en el año”, afirma.
Milagrosa
El grupo de gaita Los Chiquinquireños narra en su canción “Muñeca de trapo” la historia de una niña que le pidió a la Virgen morena interceder por la salud de su madre gravemente enferma. Milagrosamente se salvó, por lo que la niña dio como ofrenda al altar su muñeca favorita, que el sacerdote, conmovido, colocó en el camarín donde está la tablilla.
El altar de la basílica, así como la capilla lateral, son auténticos museos en los que se exhiben todas las ofrendas que los fieles dejan cada año a la Chinita por los favores concedidos. Desde cartas, medallas y anillos de graduación, hasta bandas del Miss Venezuela y dos réplicas miniatura de la silla presidencial donadas en su momento por Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns.
Ana Santiago recuerda que cuando era niña, una vecina de su vereda se clavó una aguja en el pie que los médicos no podían extraer. Después de días hospitalizada, sus padres fueron a la basílica a rezarle a la Chinita. Al poco tiempo la operaron con éxito, por lo que la familia encantada alquiló un autobús para que toda la comunidad viajara a Maracaibo para llevarle un ramo de rosas como agradecimiento.
Por su parte, Jesús Auvert atribuye a la Virgen que su hijo naciera con buena salud, pues su esposa tuvo un parto adelantado y sufrió algunas complicaciones al momento de ser atendida. Agrega que la energía de la Chinita siempre se manifiesta para aquellos que tienen el milagro de verla. “Ella hace sentir mucho su presencia y más que todo para esta fecha, bien sea en apariciones, bien sea con imágenes o con reflejos, siempre hace saber que está con nosotros”, asegura.
La madre del Zulia
El servidor mariano explica que si bien existe una sola Virgen María como madre de Jesucristo, las advocaciones representan diferentes formas que ha tomado al manifestarse en este plano. En este caso, Nuestra Señora de Chiquinquirá tiene su origen en una imagen de la Virgen del Rosario pintada en el siglo XVI en el departamento de Boyacá, Colombia, y cuyo culto creció hasta convertirse en la patrona de ese país, con su propio santuario en la población de Chiquinquirá.
Aunque hay diferentes versiones sobre cómo llegó la tabla con la imagen de la Chiquinquirá colombiana a Maracaibo, Auvert presume que su advocación es especial, porque representa a su pueblo incluso en sus rasgos, similares a los indígenas wayuú, de ahí que se le diga de cariño Chinita. “El zuliano está orgulloso de su tierra, pero está más orgulloso aún de que en su tierra apareció Nuestra Señora de Chiquinquirá”, destaca.
Santiago dice que ha visitado muchos templos por toda Venezuela. Desde el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto, en Portuguesa, hasta el Santuario de José Gregorio Hernández, en Isnotú, Trujillo. Aunque asevera que siente un profundo respeto y adoración por cada santo y virgen, nunca ha sentido lo mismo que en sus procesiones con la Chinita.
“Lo que sucede dentro de mí jamás jamás me ha sucedido con otras vírgenes ni con ninguna otra deidad. Tanto así, que lo recuerdo y se me llena el pecho de alegría, de esa emoción y esas ganas de llorar. Puede que sea porque los zulianos siempre hemos sido así tan regionalistas”, comenta.
Santiago dice que en este momento tiene un milagro en proceso, por una situación de salud que afronta desde hace dos años. Espera pronto ir a Maracaibo con su familia para llevarle flores a la Chinita, como hizo aquella vecina de su infancia. “Cuando me sane completamente, voy a ir hasta la basílica para dar mi promesa, lo que le ofrecí, y por lo que ella me ha dado”, vaticina.