Escribir es un impulso instintivo. Un arrebato capaz de sacudir la mente hasta secar las neuronas y quitarle las horas a la noche frente a un teclado. Aunque cada género literario tiene sus propias particularidades y caprichos dentro del proceso creativo, en el caso de la poesía existe algo que la hace tan llamativa, tan abrasiva, que exige en sus filas escritores que compartan su misma intensidad voraz. Por algo Federico García Lorca llegó a decir: “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”.
Esa magia de la poesía para convertirse en su propio lenguaje dentro de la lengua, como un código selecto pero a la vez universal, hizo que a finales del siglo XX la idea de destinar una fecha específica para celebrarla cobrara sentido dentro de la Unesco. Así, en su 30ª Conferencia General en París (Francia), en noviembre de 1999, acordaron crear el Día Mundial de la Poesía, asignando a la efeméride el 21 de marzo, cuando llega la primavera en el hemisferio norte.
Venezuela tiene una riqueza vasta en cuanto a amantes de la poesía se refiere. Desde voces que pasaron a la inmortalidad como las de Eugenio Montejo, Ida Gramcko, Armando Rojas Guardia o Hanni Ossott, hasta otras aún presentes como las de Rafael Cadenas, Carmen Verde Arocha o Jacqueline Goldberg. También hay una generación florecida en un abismo, que ha emergido en la última década para tomar el testigo del quehacer poético.
La lista es larga, diversa, y resuena como un coro que ahora se escucha desde todos los rincones del mundo por la migración. Sin embargo, El Diario recoge el testimonio de tres poetas jóvenes dentro del país, quienes hablaron sobre lo que les impulsa a crear en estos tiempos tan agitados.
Pamela Rahn Sánchez

Nació en Caracas, en 1994. Entre sus poemarios publicados se encuentran El radio de pilas y otros poemas (2020), La luz entre las cosas (2020), Flores muertas en jarrones sin agua (2017) y El peligro de encender la luz (2016), así como su antología La silla vacía (2021). En 2019 ganó el XX Premio Gloria Fuertes de Poesía Joven, de España, por su libro Breves poemas para entender la ausencia, además de ser finalista del Premio de Poesía Joven Rafael Cadenas. Sus textos se han publicado en múltiples revistas, portales digitales y antologías poéticas.
“La poesía me permite condensar lo que siento y pienso en una forma que es tanto inmediata como enigmática. Me interesa cómo el lenguaje poético puede capturar lo incomprensible de lo cotidiano y la incomodidad de lo íntimo”, declaró en entrevista para El Diario.
Rahn participó en 2022 en residencias creativas en Estados Unidos como el International Writing Program (IWP) de la Universidad de lowa, y el City of Asylum, en Pittsburgh. Su poema Las palmeras fue convertido en canción por la soprano estadounidense Laura Strickling e incluido en su disco 40@40, el cual estuvo nominado al Premio Grammy en 2024. Recientemente formó parte también de la antología Poemas en bicicleta, de poesía orientada para niños, niñas y adolescentes, publicada por La Poeteca con Banesco y la editorial Arte.

Además de la poesía, Rahn ha destacado también en el arte del collage. Su muestra Papeles renacidos (nombre que comparte con su cuenta de Instagram) se exhibió en la sede de La Poeteca en Caracas, y participó en la colectiva Papeles alterados, a mediados de 2024 en la galería Plurarte. También ilustró el primer tomo del libro divulgativo Ellas también. Venezolanas que inspiran, de la Fundación Empresas Polar. Tanto para la escritura como para el collage, la creadora indicó que parte de un mismo origen: reconfigurar imágenes o palabras para buscar nuevas relaciones entre elementos aparentemente inconexos.
“Escribo y creo collages porque no puedo evitarlo. Es una necesidad de traducir el mundo, de procesarlo, de darle una forma que me haga sentir que hay un hilo, aunque sea delgado, entre el caos y el sentido. También me impulsa la curiosidad: ver qué sucede cuando junto dos imágenes que no deberían estar juntas, o cuando uso una palabra en un contexto inesperado”, agregó.
Felipe Ezeiza

Nació en Los Teques, estado Miranda, en 1999. Ha publicado los poemarios Osario (2022), Bestiario del viento (2022) y Yagrumo (2023). Luego de ser finalista en su sexta y séptima edición, en 2023 ganó el Premio de Poesía Joven Rafael Cadenas. Antes de eso, obtuvo el primer lugar en el V Concurso Nacional de Joven Poesía Hugo Fernández Oviol, organizado por la Universidad Experimental Francisco de Miranda (UNEFM) en 2021. En 2022 ganó también el II Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit y el VI Concurso Descubriendo Poetas.
En entrevista para El Diario, contó que su nexo con la poesía surgió a través de su madre, quien también es poeta, por lo que creció en un ambiente lleno de lecturas y reflexión sobre el acto de escribir. “La poesía se ha convertido en el único sendero: pienso en imágenes poéticas en un diálogo constante. Estoy por quedarme dormido y aparece un verso en el umbral de lo inconsciente. Vuelvo una y otra vez sobre la imagen, corrijo mentalmente y luego corrijo en el papel. A veces encuentro algo y me siento bien”, afirmó.

Sobre el proceso interior que lo impulsa a crear, señaló que sus poemas emergen de una forma bastante autónoma, por lo que prefiere fluir con el texto mientras van emergiendo las palabras. Es a su vez algo efímero, un destello que intenta capturar y retratar, pero en el proceso, afirmó que el lenguaje se tuerce para al final formar lo que denomina como una quimera.
“Tiene la cola de algún suceso cotidiano, tiene una cabeza que mira al pasado y otra al futuro. Tiene este corazón enorme y estorboso. Tiene dientes y piezas ornamentales. Algún motivo me habrá impulsado a escribir, pero eso no es importante, pues, eventualmente, el poema se alimenta con todas las cosas de tu vida”, describió.
Zorian Ramírez Espinoza

Nació en Caracas, en 1996. Se considera “una persona que escribe”, pues constantemente juega en esa zona gris que desdibuja los géneros literarios, saltando del ensayo y la crítica literaria, a la poesía y lenguajes más allá de la palabra, como la música. Fue finalista del II Premio Internacional Bruno Corona Petit y el VII Premio Rafael Cadenas. Además de difundir sus textos en diferentes portales, publicó en 2022 la plaquette Memoria derramada, con la editorial Petalurgia. Junto a Pamela Rahn dirige el taller de escritura experimental “El objeto y la memoria”.
En entrevista para El Diario, relató que, más que elegir la poesía como medio de expresión, fue algo que se dio mientras escribía en su diario. Allí suele plasmar su percepción particular de la realidad, en una serie de ejercicios de escritura que quizás por su propia esencia fue tomando imágenes, sonidos y formas que lentamente lo encaminaron a recrear las estructuras poéticas en sus entradas. “Creo que la poesía tiene esa cualidad particular de hablar de lo que no encaja en el mundo, de lo que no tiene una lógica universal, sino una lógica individual”, acotó.

Aseveró que le impulsa a escribir de acercarse al otro de una forma diferente, de tender un puente no solo para entender lo que le rodea, sino también a sí mismo. El también músico de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas resaltó que en la intimidad de su diario ha encontrado la calma para regularse en momentos de agitación o contradicción, así como la capacidad de hilar con las palabras cada una de las partes de lo que, cree, es su ser.
“Escribo para asirme al mundo, para saber que la realidad interna que construyo tiene otras lecturas fuera de mí. Publico lo que escribo, le doy luz, lo hago nacer, y eso me permite liberarme. Toda liberación deja un vacío, una ausencia que es amarga, pero necesaria. La escritura me permite habitar esa ausencia”, dijo.
¿Hacia dónde apunta la poesía?

Después de la Segunda Guerra Mundial, tras revelarse los horrores cometidos en los campos de concentración nazis, el filósofo judío-alemán Theodor Adorno sentenció: “Escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Más allá de las múltiples interpretaciones y trasfondos de la frase, lo cierto que es que en las décadas siguientes no solo se siguió publicando poesía, sino que esta se transmutó para adaptarse al espíritu de los tiempos.
Por eso, resulta interesante pensar qué forma podría tomar la poesía en esta época tan marcada por la hiperconectividad, la posverdad y las relaciones líquidas, así como por el auge de un pragmatismo insensible y de extremismos ideológicos muy parecidos a los que cuestionó Adorno. Ramírez consideró que actualmente se podría hablar de una “poesía de la incertidumbre”, pues es difícil predecir el rumbo que tomará.
Aunque admitió que cada país cuenta con sus propios dilemas que moldean a su vez la forma en que se expresan artísticamente, dentro de esa diversidad de realidades aparentemente inconexas existe un mismo cuerpo. Y con eso, apuntó a un posible rumbo de la poesía: el reconocimiento del otro para transitar juntos la incertidumbre.

“En este reconocer conviven la poesía erótica, la poesía sexodiversa y todos aquellos ejes temáticos que las convenciones sociales han dejado atrás en los círculos de eso que nombro como “poesía institucional”, que abarca a entes oficiales e independientes. Hace falta espacio para un tipo de poesía no acorde a los lineamientos, a lo válido. Hay que incomodar”, aportó.
Por su parte, Rahn opinó que actualmente la poesía se mueve en muchas direcciones a la vez. No solo en contenido, sino también en formato, abriéndose ya de una forma más orgánica a lo digital y lo performático. Incluso, trascendiendo sus propias fronteras para mezclarse con otras disciplinas sin perder su esencia íntima.
Ezeiza cree a su vez que la poesía se encamina hacia donde se mueva la gente, sus inquietudes, y el lugar en el que desemboque todo el caos del mundo. Citó el verso del poeta turco Nâzim Hikmet: “Tengo que escribir algo / encontrar algo dentro de mí / tengo que echar un cubo al pozo que llevo dentro y sacar agua”.
En Venezuela

Dentro de las complejidades modernas, la situación particular de Venezuela no escapa de esta incertidumbre. Los efectos de la crisis económica y humanitaria, así como de la migración, han golpeado la industria cultural del país, entre librerías cerradas y editoriales mermadas. No obstante, aún dentro de este contexto de adversidad, la poesía se ha mantenido fuerte, con diferentes iniciativas, concursos, talleres y editoriales especializadas que ayudan a darle visibilidad.
“La poesía ha sido un refugio, un espacio de resistencia y de comunidad. Tal vez porque es un género que puede existir con pocos recursos, que puede sobrevivir en lo oral, en lo mínimo. También creo que la crisis ha impulsado una poesía más visceral, más urgente”, comentó Rahn al respecto.
Ramírez añadió que la poesía venezolana cuenta con una importante capacidad de resiliencia, pues históricamente ha estado acostumbrada a tener que defender sus espacios. Resaltó por eso el trabajo de diferentes proyectos para promover el género en el país, como La Poeteca, Vomité un Conejito, Poesía en casa, Escritores Cordillera o Team Poetero.
“Es mucho lo que podemos decir sobre nuestras circunstancias. No sé si la poesía resiste más que otros géneros literarios. La poesía resiste en la medida de su dignidad: se hace un enorme esfuerzo por la creación. Nacer y crecer en un estado de tensión es desgastante y la literatura, así como el amor o la amistad, nos ayuda a sobrellevar el peso de la existencia”, sumó Ezeiza.