• El estudiante de 24 años de edad ganó el 8° Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas con su obra En los dominios del alba. En entrevista para El Diario, habló sobre cómo su inquietud creativa busca delimitar nuevos paisajes entre lo real y lo imaginario, de la misma forma en que construye bestiarios dentro de lo visual | Foto portada: Cortesía Raúl Romero

Felipe Ezeiza creció rodeado de poesía. De una vocación heredada de su madre, para el joven de 24 años de edad la normalidad estaba en el convivir con el verso, entre libros y la taciturna tranquilidad de Los Teques, estado Miranda, su ciudad natal y en la que todavía vive. Eventualmente fue convirtiendo su escritura en un susurro de lo genuino, una continua búsqueda de plasmar lo personal y lo colectivo bajo una misma voz.

El estudiante de Psicología de la Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA) fue el ganador del 8° Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Su poema, En los dominios del alba, fue reconocido por el jurado, conformado por María Ángeles Pérez López, Luis Moreno Villamediana y Gina Saraceni, como “un entramado que señala una estrecha relación con el paisaje”, inspirado por la tradición poética venezolana e inquietudes ecológicas.

El certamen, organizado por la Fundación La Poeteca, Autores Venezolanos y Team Poetero, con el apoyo de Banesco, otorgó además el segundo lugar al texto Conversación de sobremesa, de César Ernesto Torres (Mérida, 29 años de edad) y el tercero a Enredadera a musgo, de Alma Romero Stephany (Caracas, 25 años de edad). Se anunció también menciones especiales para Erickson José Bautista y Carlés Soriana Brito.

“Desde mi punto de vista, este certamen es el más importante de la poesía joven en este momento en Venezuela y siempre es genial ser parte de un concurso que tiene tanta atención y que genera tantas expectativas”, indicó Ezeiza en entrevista para El Diario

Escribir para ser feliz

Felipe Ezeiza: “Hablo de las cosas que son genuinas para mí”
Foto: Cortesía

Ezeiza se ha mantenido constante en la postulación ante diferentes concursos literarios en los últimos años. En 2021, obtuvo el primer lugar en el 5º Concurso Nacional de Joven Poesía Hugo Fernández Oviol, organizado por la Universidad Experimental Francisco de Miranda (Unefm). Ese año recibió mención honorífica en el I Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit, de Ediciones Palindromus, el cual ganó en su segunda edición. En 2022 también se alzó con el 6º Concurso de Poesía Descubriendo Poetas.

En el caso del Concurso Rafael Cadenas, ya había participado en su sexta edición, donde quedó en el grupo de poetas finalistas seleccionados para su antología. Volvió a intentarlo en la séptima edición, aunque sería en su tercer intento que lograría el premio mayor. Por otro lado, ha publicado los poemarios Osario (Petalurgia, 2022) y Bestiario del viento (Buscadores de Libros, 2022).

“Aspiro explorar tanto como pueda y hasta donde pueda la poesía, esa es mi meta. Escribo porque eso me hace feliz y ser feliz es muy difícil. Más allá de eso, no me siento inquieto por la trascendencia o el reconocimiento, me gusta que la gente me lea, pero veo el esfuerzo por ser leído aparte, como algo que opera en otro espacio. Lo principal, desde mi punto de vista, tiene que ver con lo creativo, el placer, el descubrimiento de jugar y hacer cosas con las imágenes y con el lenguaje”, explicó. 

Autodidacta

Como un testigo, Ezeiza contó que su interés por la poesía vino desde casa, pues su madre también es poeta, y para él actividades como leer y escribir eran tan cotidianas como cocinar o ver la televisión. “Con el paso del tiempo fui encontrando cosas distintas en la lectura de la poesía. Cosas que sentía que tenían que ver íntimamente conmigo y que era un espacio de encuentro, aprendizaje y de muchísimas posibilidades desde lo creativo y lo sensible”, señaló.

Por eso en su adolescencia revisitó a muchos autores que lo guiaron en su camino, en medida que fue acumulando experiencias que le hacían entender aquellos pasajes que quizás en un principio le parecían enigmáticos. Carlos Drummond de Andrade, Eugene Guillevic, Jaime Sabines, Nâzim Hikmet, Robert Frost. De las letras venezolanas, entre varios, mencionó a Ramón Palomares, Juan Sánchez Peláez, Emira Rodríguez, y Eugenio Montejo.

Agregó que siente una gran atracción por el haiku, un estilo de poesía japonesa que se compone de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Destacó entre sus autores favoritos a Santōka Taneda y Kobayashi Issa. Ezeiza completó su formación autodidacta con diferentes cursos y talleres. Uno de ellos fue el diplomado de Reflexión y creación poética, dictado por La Poeteca.

Yo creo que el camino en la formación del escritor se va complementando con todos estos incentivos, si se quiere, que van llegando desde distintos espacios y conjuga lo que viene de la experiencia de lo vivencial con todas las formaciones que vienen desde la lectura, los cursos y las clases. Es algo que se va entrando en la obra”, indicó.

Una montaña mágica

Felipe Ezeiza: “Hablo de las cosas que son genuinas para mí”
Foto: Eloísa Soto

También resultó clave para la formación de Ezeiza su paso por el grupo Habitantes de la Calima, un movimiento de jóvenes creadores de Los Teques, al estilo de otras agrupaciones de antaño como Tráfico, Guaire o el Techo de la ballena. El grupo publicó una antología de sus poemas titulada Sequía (2022), de la colección editorial de la Fundación Senzala. 

“Antes de estar en este grupo, estuve en otro que conformó el poeta Pablo Molina, que al mismo tiempo era un taller en el que escribíamos obras de teatro que tenían que ver con el mundo aborigen”, recordó Ezeiza. 

Posteriormente se unió al grupo Paola de Andrade y Bryan Zacarías, con quienes el grupo mutó para convertirse en el Movimiento de Jóvenes Creadores, que comenzó a realizar recitales poéticos en la capital mirandina. Con otros jóvenes como Laura Soto, Alexandra Marcano, Krisbel Arteaga y Nelson García. Era el precedente de lo que luego se convirtió en Habitantes de la calima.

Así, tomaron Los Teques donde la calima ahora sustituye la neblina que alguna vez cubrió sus montañas, como base para su manifiesto creativo. Y lo propagaron a través de recitales, conversatorios y lecturas desde 2017, en diferentes locales y centros culturales. “Este fue un espacio que nos ayudó a crecer muchísimo, no solamente como escritores o como personas creativas, sino también a ganar cierto carácter que es sumamente necesario al momento de ser parte de estas dinámicas”, resaltó.

Un paisaje imaginario

En su cuenta de Instagram, Ezeiza se define a sí mismo como constructor de bestiarios. Estos compendios de ilustraciones y descripciones de animales fantásticos y mitológicos van en sintonía con su faceta como artista visual, donde precisamente crea criaturas de forma familiar, pero con rasgos sobrenaturales. También encaja con su estilo poético, donde afirmó que una de sus inquietudes es trazar aquella línea entre lo real y lo imaginario.

Para En los dominios del alba, el autor dibuja un paisaje muerto, donde la aridez y el silencio contienen sus palabras. “El río seco/ está moviéndose/  a través de mí/ y de todo/ entre las piedras/ el osario tiembla con los ojos abiertos/ en su caudal”, se puede leer en un fragmento. Precisamente la desaparición del paisaje es un tema recurrente en la poesía de Ezeiza, así como la preocupación por la condición de dignidad.

“Todos se juntan con la sobrevivencia y se convierte en una búsqueda de la esperanza humana, que de cierta manera está marcado por las cosas que he visto y vivido. Pero siempre desde una visión que busca unir lo imaginario con lo que es difícilmente real, y con lo que es realmente inamovible”, explicó.

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—¿Siente que la poesía, sin perder su sentido de estética, puede ser altavoz para tocar temas sociales y políticos de la actualidad?

—Hasta el silencio puede ser un acto político. Creo que esa respuesta solo depende de las preocupaciones del poeta, si propones el poema como un medio para un fin, o si el poema en sí es la finalidad de tu ejercicio creativo. En mi caso la poesía está lejos de ser un altavoz para cualquier cosa, lo veo más como un susurro de lo genuino. Hablo de lo que veo, de lo que siento, de mis experiencias. No sé si con un propósito mayor, eso dependerá del tiempo de los lectores, incluso el azar, simplemente hablo de las cosas que son genuinas para mí.

Felipe Ezeiza: “Hablo de las cosas que son genuinas para mí”
Foto: Eloísa Soto

Poesía atractiva

Aunque formó parte de un movimiento de jóvenes escritores, Ezeiza reconoció que la poesía no es actualmente una afición popular entre la gente de su generación. De hecho, afirmó que nunca ha sido un arte que atraiga multitudes. Por eso, muchas veces, la poesía queda relegada a un nicho intelectual donde sus lectores son también aspirantes a poetas.

“Se convierte en una dinámica un poco circular, en donde eres leído por personas que también están escribiendo. Entonces existe una retroalimentación y una dinámica que se sostiene justamente por las mismas personas que también están produciendo algo”, explicó. Sin embargo, para él, el gran reto es salir de esa burbuja y buscar ser leído por el público profano.

Ezeiza no cree imposible que la gente lea poesía. Actualmente trabaja como profesor en el colegio Jesús de Nazaret de Los Teques, donde precisamente emplea diferentes herramientas para enseñar, tanto a niños de primaria como a adolescentes de bachillerato, a ver la literatura como algo divertido, y no como una tarea que se debe cumplir para aprobar una materia.

“He buscado hacer las lecturas de una manera lúdica y siento que ha funcionado, que ellos han empatizado con eso. Cuando se hace desde un ejercicio castigador lleno de imposiciones e incomodidades, es decir, cuando la lectura de un poema se convierte en algo que hay que hacer obligatoriamente para conseguir una nota en una evaluación ya está el primer traspiés. Hay profesores que hacen su mejor esfuerzo,pero creo que es algo que tiene que ver más con el sistema”, razonó.

Perspectivas

Actualmente Ezeiza está enfocado en la docencia, mientras termina los últimos trimestres para terminar su carrera universitaria. Todo sin dejar de escribir, de probar suerte en concursos literarios, y tampoco de publicar. 

Espera para este año vea la luz Yagrumo, con la editorial Palindromus, y que sería su poemario más extenso hasta la fecha, con 55 textos acompañados por collages de la artista y escritora Jhensy Lucena Castillo.

“Escribir es algo muy íntimo, y quiero seguir haciendo tanto como pueda. Si un día me canso, pues lo dejaría hasta ahí, pero no creo que eso suceda hasta ahora”, apuntó.

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