• Desde la llegada de Donald Trump al poder, la Casa Blanca ha hecho énfasis en la relación entre los regímenes de Cuba y Venezuela. Las sanciones a ambos países se han endurecido luego de varios años de suavidad demócrata

A Donald Trump le preceden varias banderas de Estados Unidos. Está hablando con la audiencia con su estilo desenfadado, burlón. Es el año 2016, aún no ha sido electo como presidente. “Obama aterrizó en Cuba y, escuchen esto, ni Raúl Castro, o Fidel Castro, estaban allí para recibirlo”, dijo. Desde ese momento expresaba su desdeño por la prensa. “Los periódicos dijeron que estaba lloviendo, y que por eso no había nadie. ¿Ustedes se imaginan que yo hubiese estado en esa posición? Todo el mundo me hubiese criticado, y con razón”, aseveró.

Desde el inicio de su campaña, el magnate y empresario había tomado como bandera dar un paso atrás en las concesiones hechas por Barack Obama, demócrata, al régimen de Cuba. Han pasado dos años desde que Donald Trump fue electo como mandatario, y desde la Casa Blanca no han cesado las sanciones a la isla caribeña capitaneada por el Partido Comunista de Cuba.

La más reciente medida hecha por el gobierno de Estados Unidos fue sancionar a Raúl Castro y a sus familiares por violaciones de derechos humanos. El anuncio fue hecho por Mike Pompeo, el secretario del Departamento de Estado de EE UU, a través de su cuenta de Twitter, y la parte final de la sentencia hecha por la red social dice: “El régimen cubano es responsable por las crisis perennes en Venezuela y Cuba, debido a su desprecio a los derechos humanos y su gusto por la violencia”.

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En El Diario hicimos una recopilación de datos sobre la política exterior estadounidense y Cuba, que desde la llegada de Trump al poder ha estado marcada por la relación entre la Habana y Caracas.

Reversión

El primer discurso de Trump ante el Congreso de Estados Unidos como presidente, en marzo de 2017, luego de haber vencido a la demócrata Hillary Clinton, fue “tibio” con relación a la pequeña isla caribeña ubicada a pocas millas del estado de Florida. De hecho, Cuba no fue mencionada en la primera proclama del sucesor de Obama. Venezuela también brilló por su ausencia. Pero sí mencionó a Irán, e indicó que impondría sanciones a aquellos que colaboraran con el sistema de misiles del país del Medio Oriente.

Pero no duraría mucho el silencio ante ambos países. La “apertura” de Estados Unidos llevada a cabo por Obama, el primer presidente estadounidense en pisar la isla en 88 años, pronto sería revertida. Ya lo asomaba Elliott Abrams: “Un presidente republicano podría dar marcha atrás a esto”.

Año 2017. En Venezuela, miles de ciudadanos salen a las calles intentando lograr un cambio político. Sangre, perdigones, disparos, gritos y banderas. Desde Washington, inician las sanciones en contra de funcionarios de Maduro como reprimenda.

La represión arrecia, y Donald Trump llega a una Miami calurosa: “Les prometí y mantengo mi promesa. Ahora que soy presidente expondré los crímenes de Castro porque para Estados Unidos es mejor un continente en el que hay libertad, en Cuba, en Venezuela, para que la gente pueda vivir sus sueños”, asevera.

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A partir de este año, la Casa Blanca empezó a tratar la supuesta injerencia cubana en Venezuela como un asunto público. Cuba y Venezuela eran, a los ojos de los funcionarios estadounidenses, una simbiosis, unida por su afinidad ideológica.

En febrero de 2019, el vicepresidente Mike Pence declama, con un incipiente español, “Que viva Cuba libre”. “La influencia maligna de Cuba es evidente en Venezuela y Nicaragua”, dijo ante su audiencia, que lo aplaudió y vitoreó.

John Bolton, “El Halcón” de Trump que salió reciéntemente de la administración pública estadounidense por desacuerdos con el mandatario, calificó al régimen cubano como “el patrón de Nicolás Maduro”, luego de que se supiera la noticia del envío de 100 toneladas de insumos desde Caracas a La Habana tras el desastre que dejó un tornado en la capital cubana.

La primera sanción expresamente relacionada con ambos países vendría en abril, anunciada por Mike Pence, vicepresidente de EE UU.

“El presidente de Estados Unidos está tomando acciones en contra de una fuente vital de recursos del régimen de Maduro. EE UU sancionará 34 buques operados por Petróleos de Venezuela, así como dos compañías que transportan crudo venezolano a Cuba. El combustible de Venezuela pertenece al pueblo venezolano”, indicó Pence a través de su cuenta de Twitter.

Dos meses después, las sanciones hacia el binomio Castro-Maduro continuaron. Esta vez, de la mano de Mike Pompeo, el secretario de Estado de la Casa Blanca que dijo que la eficiencia del espionaje radica en “lo brutal y agresivo” que pueda ser.

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“Hoy (cuatro de junio de 2019) Estados Unidos tomó medidas para prevenir el flujo de dólares estadounidenses desde Cuba a Venezuela con motivo de financiar actividades represivas y desestabilizadoras en ese país”, dijo Pompeo a través de su cuenta de Twitter.

Las sanciones en la isla se hicieron sentir.

Crisis

No son pocas las noticias que describen la escasez y ausencia de combustible en Cuba luego de las sanciones. Desde el régimen socialista, los funcionarios bajo la administración de Miguel Díaz Canel, sucesos de los Castro, exigen a Estados Unidos el cese de las penalizaciones.

“El gobierno de los Estados Unidos aplica una política brutal y genocida de endurecimiento del bloqueo y la persecución financiera, además obstaculiza el arribo de combustible a Cuba. Nuestro pueblo resiste y triunfará”, dijo Díaz-Canel en su cuenta en Twitter.

Los cubanos, que habían disfrutado del suministro energético de Venezuela durante casi dos décadas, empiezan a alarmarse ante el endurecimiento de las sanciones. Pero el régimen de Maduro, cumplidor ante La Habana, envió recientemente dos buques cargados del preciado oro negro del mundo a la isla.

Datos de Eikon muestran que, durante el mes de septiembre, se han exportado 119.000 barriles de petróleo por día a Cuba, un incremento respecto a lo enviado en agosto, que fue cuantificado en 70.000 barriles diarios.

Futuro incierto

Ante la salida de Bolton de la Casa Blanca, la opinión pública venezolana, atenta ante todo lo que ocurre en Washington, empezó a especular. Se trataba John Bolton de uno de los “halcones” de Trump, de un funcionario con tendencias belicistas y beligerantes, por lo que se temía, en los círculos opositores nacionales, que el gobierno estadounidense “se relajara ante lo que ocurre en Venezuela”.

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Sin embargo, las dudas fueron disipadas por el propio Trump poco después, quien citó al congresista Marco Rubio en Twitter para aclarar el panorama político.

“De hecho, mis puntos de vista sobre Venezuela, y especialmente sobre Cuba, eran mucho más fuertes que los de John Bolton. Él me estaba reteniendo”, aseguró.

Por lo pronto, las nuevas sanciones impuestas a Raúl Castro parecen respaldar las palabras de Trump.

Ahora, el magnate entra en un nuevo laberinto. Al llegar al poder, arrastraba consigo la pesada losa de acusaciones por parte de demócratas y liberales de haber sido ayudado por el gobierno de Rusia, liderado por el ex agente de seguridad Vladimir Putin. Desde el inicio de su mandato se escuchaban campanas de “impeachment”.

Luego de la divulgación de la conversación entre Trump y el presidente de Ucrania, Nancy Pelosi, representante demócrata, anunció lo previsto: El comienzo de un juicio político a Trump. Es pronto para saber cómo terminará esta historia, pero algo se puede confirmar: el destino de Cuba y Venezuela está atado al resultado del “impeachment”, y a que en la Casa Blanca esté un presidente demócrata o uno republicano.

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