• La historiadora venezolana asegura que todo lo hace con pasión, se trate de historia o no, y lo que más disfruta es poder vivir con entusiasmo cada día de su vida, siempre analizando la vida, siempre contándola

Con una sonrisa enorme en su rostro y una alegría con la que pareciera contagiar a todo el mundo se levanta Inés Quintero, quien de niña jamás se imaginó que se convertiría en una de las historiadoras más reconocidas de Venezuela y la región. Su abrazo es cálido y su cercanía familiar. 

La tarde se acerca a su final y una brisa fría, típica de la época decembrina venezolana, se cuela por las ventanas. “¡Qué frío está haciendo!”, resopla siempre con una sonrisa. Le gusta conversar, reírse y disfrutar del momento.

Inés, de 64 años de edad, es una mujer que se describe a sí misma como intensa, frenética y apasionada. Mueve las manos llena de emoción, la misma emoción con la que asegura hace cada cosa en su vida. Habla de la cocina como un espacio de desconexión, casi terapéutico, mientras saborea el crujiente recubrimiento de unos tequeños bañados en papelón.

“¡Esto está buenísimo!”, asegura entre risas.

La cocina es su segundo amor, después de la historia. Cocinar es algo que disfruta y que la llena de entusiasmo. Los colores, los olores, los sabores. Su relato empieza allí, en la felicidad que encontró de pronto en la gastronomía.

La historia, su condición existencial

Pero esa misma Inés, que habla apasionada sobre las cosas que le gustan, es la misma que habla de la historia no solo como su profesión, su vida y sus logros, sino también como adicción. Habla de la cocina porque la apasiona y salta de pronto a la historia porque también es su pasión, de felicidad, de motivos.

“Para mí la historia es un vicio”, dice llena de convicción. 

Foto: Fabiana Rondón

La vida la ve siempre desde la óptica histórica, así es Inés, siempre analizando, siempre preguntándose de dónde viene aquello y para dónde va lo otro. La historia, dice ella, forma parte de su existencia, es su condición de vida, más allá de la formación académica y de lo que ha aprendido. 

Sin embargo, la historia fue algo con lo que se topó prácticamente de casualidad. Inés de niña no tenía nada que ver con la historia, fue algo que nunca pasó por su mente. Se niñez fue una gozadera sinfín al lado de sus padres y sus hermanos, vivió feliz cada momento sin imaginar que tiempo después se toparía con su más grande pasión.

Sus recuerdos están abarrotados de viajes, baños de playa, caminatas descalza sobre la arena, sol, montaña y río. Siempre estuvo muy acompañada, muy abrazada, muy plena. Cree que a eso se debe la pasión con la que hoy en día vive su vida, esa felicidad tan grande que la marcó desde que era niña, la cercanía, “la gozadera”.

Aunque en ese entonces no sabía que se toparía con su amor, la historia, cuenta que su familia siempre fue motivadora respecto a los gustos y decisiones de cada quien. Alguna vez Inés pensó que podía ser profesora, pero historiadora jamás.

Su época universitaria inició con un viaje a Mérida, allí desarrollaría su carrera, pero antes debía escoger cuál sería. Comenzó entonces un proceso de descarte. “Arquitectura, no; Odontología, no”. De ese ejercicio solo quedaron tres opciones: Educación, Letras e Historia.

Analizó esas opciones y optó por Historia, un campo de estudio desconocido para ella hasta entonces.

“Yo entré a la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes (ULA) y al día siguiente dije ‘Esto es lo que yo quiero hacer’”. Fue amor a primera vista, un frenesí que no pudo contener.

Desde ese momento no ha hecho otra cosa que encaminarse en la vía de la historia. 

Cuenta que su experiencia universitaria fue única. Después de haber cursado su pregrado en la ciudad de Mérida, regresó a Caracas y continuó con su formación académica en la Universidad Central de Venezuela (UCV), un espacio que, asegura, tiene resonancias infinitas, un lugar en el que se pudo conectar con el país y con su vida misma. 

Fue en la universidad donde trazó el camino de formación que la llevó a consagrar sus logros académicos, como ser miembro de la Academia Nacional de la Historia, y donde construyó todos los cimientos que la trajeron al presente, con sus logros y sus fallas, como ocurrió con su primer trabajo de ascenso, un hecho que le dejó una gran enseñanza por parte de su madre.

Foto: Fabiana Rondón

“Mi mamá me dijo ‘bueno, hija, eso te puede ayudar para controlar tu vanidad’”. Eso fue un llamado de atención que nunca olvidará, por lo que ha procurado llevar su carrera exactamente como ella cree que es: fresca, abierta, sin generar distancia. 

“Nada de echonerías”, reflexiona con seguridad.

Una carrera llena de logros

Publicar su primer libro fue un hecho que Inés nunca olvidará. La presentación de El ocaso de una estirpe estuvo a cargo de Ramón J. Velázquez, reconocido historiador y ex presidente interino venezolano, un recuerdo que esta historiadora venezolana siempre guardará con emoción.

Y así la misma emoción que ha sentido desde entonces con el resto de sus publicaciones. Con La criolla principal tiene una anécdota que disfruta contar, pues se encontraba fuera del país cuando el libro ya se había empezado a vender. 

“Me llamó Valentina por teléfono y me dijo ‘Hermaniiiita, tu libro lo está leyendo una gente que está en Playa El Agua. Aquí en Margarita la gente tiene tu libro’”. 

Inés no lo podía creer. Jamás hubiese pensado que estarían leyendo su libro, mucho menos en una playa de Nueva Esparta. 

Valentina Quintero, su hermana y reconocida periodista venezolana, juega un papel fundamental en su vida. “Las dos nos complementamos”, asegura. De pequeñas siempre les tocó dormir en el mismo cuarto, compartir el mismo espacio, nunca han peleado, “ni un sí, ni un no”. Comparten la pasión por las cosas, eso también las une.

“Además, calzamos lo mismo”, dice entre risas. “Es una cercanía muy “sabrosa”.

Su principal promotora es su hermana Valentina. Lo mismo pasa con Inés, quien asegura que su hermana es una mujer que ha marcado la historia venezolana. Asegura que son el complemento perfecto entre creatividad y lo racional, que caracteriza a Inés, sobre todo cuando escribe, que arma todo un proceso de trabajo riguroso.

Lo que más destaca es la disciplina, incluso antes de la investigación. La continuidad debe marcar todo el proceso, continuidad entre pensamiento y ejecución. Para Inés es esencial, antes de escribir, tener todo el libro concebido en su mente. 

Foto: Fabiana Rondón

La historia en Venezuela

Inés está segura de que cada quien, desde su propia área, tiene su propia mirada sobre todo lo que ha ocurrido en los últimos años en el país. La de ella se posa sobre la manipulación de la historia durante los últimos 20 años es lo que más le preocupa, y en lo que se encuentra trabajando actualmente. 

Aunado a eso, tiene otras preocupaciones, o reclamos, si se quiere. “En estos 20 años tampoco puede ser que la atención al problema social esté sujeta a la lealtad política”, argumenta con convicción. 

Sabe que a lo largo de la historia hay situaciones que pueden ser comparadas, pero no cree en lo que muchos llaman la repetición de la historia. “La sociedad venezolana ha tenido maneras de cambiar políticamente, y en esas maneras hay variables que no es que se repiten, sino que se manifiestan en cada época, pero se manifiestan más o menos de la misma manera”.

Cree que hay dos constantes para advertir en la sociedad venezolana en términos históricos: una, que responde a la aspiración de que haya una figura que resuelva y otra, que ha estado todo el tiempo con la fuerza contraria. “Poniéndole la mano en el pecho a los mandones”. 

Inés tiene una opinión para todo, es combativa y no se queda callada. Realza y enmarca su espíritu crítico. No es pasiva y rescata sus experiencias relacionadas con la política del país, como su presentación en el acto protocolar en la Asamblea Nacional, el 5 de julio de 2017, cuando asaltaron el Palacio Legislativo, donde tuvo que afrontar muchos momentos de tensión.

Sin embargo, sigue comprometida con la situación actual. Su “conciencia histórica del momento presente”, como ella misma le llama, es la que le permite pensar que todo lo que haga ahora será lo que le permitirá ver la salida de la coyuntura actual que afronta el país. 

“Yo doy conferencias, yo doy charlas, yo me reúno con la gente”, explica. Asegura que está permanentemente activa, es imposible para ella estar ajena a lo que se vive día tras día en el país. 

No cree en el espacio para la indiferencia ni para la inacción. Es profundamente optimista y se debe a una razón más profesional que emotiva: todos los venezolanos han pasado por momentos complejos y los han superado. Cada momento de la historia ha tenido sus propios retos y el presente no escapa de esa realidad. Por eso está segura de que el país se recuperará. 

“Hay heridas terribles de las cuales te recuperas”, dice con vehemencia. 

Para Inés el gran valor de todo lo que ha hecho es que las personas hayan sentido un acercamiento a la historia, por más mínimo que sea. Su propósito es que la gente sienta que la historia le pertenece. 

Inés es la mujer más joven en ingresar a la Academia Nacional de la Historia, un logro que supone un gran cambio dentro del ámbito de la historia en Venezuela, donde la mayoría de historiadores son hombres. Pero no ve esto como un problema, sino como una oportunidad para darle otra mirada a los hechos históricos, otras perspectivas, otras visiones. 

Inés se levanta todas las mañanas, junto con su esposo, a desayunar con la vista fija en el Ávila. Durante la comida solo uno puede ver la montaña, por lo que cada mañana se turnan la vista. “Nos rotamos el Ávila”, dice entre risas. Está segura de esa vista, de la brisa y del cielo caraqueño que no ha podido encontrar en ningún otro sitio. Por eso sigue en Venezuela, esperando al desenlace de esta historia, y de todas las historias que faltan. 

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