- En una entrevista exclusiva con El Diario el profesional de la salud conversó sobre su labor en las comunidades indígenas para prevenir la expansión del virus
Samuel Suárez hizo todo lo posible por ejercer su carrera como médico. Pasó por tres países diferentes para lograrlo, porque a su juicio, salió como cualquier otro migrante venezolano, sin recursos. Él forjó su camino, trabajó como taxista y cantó en las calles aun teniendo en su maleta su título como médico. Nunca se detuvo. Ahora muestra su bata blanca con orgullo porque se encuentra trabajando como médico en una comunidad rural en la frontera entre Ecuador y Colombia.
Su primera opción, comenta Samuel, marcaba al sur del continente, a Argentina, con la intención de realizar un postgrado y finalmente ejercer. No fue así. Él se enteró que los trámites en Ecuador para convalidar su carrera eran gratuitos y que tenía la posibilidad de hacerlo a distancia. Fueron tres meses en los que trabajó de taxista para reunir el dinero para poder viajar a Ecuador.
“Viajé en bus hasta Quito para presentar la prueba y poder ejercer en ese país, pero me habían dado 90 días para poder quedarme en Ecuador. No quería quedarme como ilegal. Entonces fue en ese momento en que decidí irme a Perú donde un hermano que me recibió mientras me entregaban los resultados. Ahí durante tres meses ganaba dinero cantando en una plaza reconocida”, señaló.
Desde ese entonces la música fue su soporte para salir adelante. En esa plaza, relata que, siempre va a recordar a las personas que lo rodeaban en círculo y expresaban relatos cargados de nostalgia por las notas que escuchaban. Trabajaba más de 12 horas diarias en la calle, para finalmente, recibir los resultados de la prueba. Samuel había aprobado y ya podía ejercer como médico en Ecuador.
Retornó a ese país y consiguió el trabajo que actualmente realiza: impartiendo consultas en la comunidad indígena de San Francisco de Bogotá, en la frontera de Ecuador y Colombia con la intención de concientizarlos sobre el coronavirus.
Ser médico en zonas golpeadas por el conflicto armado
Samuel atiende a más de 30 pacientes. Su indumentaria cambió con la llegada del Covid-19: tapabocas, guantes y siempre tener el antibacterial a un lado de su escritorio. Él se mantiene atento a cada persona que pasa por su escritorio. Suárez también comenta que cada uno de los trabajadores hace su mayor esfuerzo para llevar un mensaje de prevención y alentar a la cultura del lavado de manos.
Su oficina la describe como un lugar hermético, una ventana deja entrar la luz que se posa en el rostro de los pacientes que van a consultar sus dolores. Un escritorio de madera, un pequeño ventilador rosa y dos sillas dan entrada a su consultorio. En la puerta están los afiches que constantemente revisan los niños curiosos atraídos por lo llamativo de sus colores. Quizás interesados por la palabra “corona”. A ellos les cuesta asociarse al uso del tapabocas. Samuel afirma que sus culturas contrastan con la prevención de un virus, y mucho más, al no ser letal.
“Recibimos personas que provienen de comunidades indígenas como lo son la etnia awá y chachi, cada una de estas etnias tiene un lenguaje. Por eso, cada vez que se vienen a atender vienen con un traductor de la misma aldea”, indicó Suárez.
El joven médico cirujano señaló que también atiende a muchos pacientes que han huido de los conflictos armados de sus países, alguna de ellas venezolanas que se encuentran en estado de refugiados debido a la situación del país.
Y es que Suárez también comenta que uno de las dificultades que ha tenido que sobrellevar en su llegada a la comunidad es persuadir a sus pacientes a mantener el aislamiento social y el lavado de manos cuando se vive en un poblado con precariedades como la falta de agua. “Es difícil luchar con el factor social porque hay personas que no están acostumbradas y nunca han visto una situación similar”, agregó.
En riesgo permanente
“Muchas personas se mueren por una gripe, será mucho peor con este virus. Además, el traslado muchas veces es limitado y no hay forma de acudir a un centro de salud”, dice Suárez.
La situación de los pueblos indígenas es de extrema vulnerabilidad. La ONU alerta que en las comunidades indígenas la prevalencia de enfermedades como la hepatitis B, la tuberculosis, la malaria o el dengue es alta. Además, las altas tasas de anemia afectan su sistema inmunológico y los dejan sumamente expuestos a las enfermedades”.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más del 50 % de los indígenas mayores de 35 años padece diabetes tipo 2. Además, los pueblos indígenas experimentan altos niveles de mortalidad materna e infantil, desnutrición, afecciones cardiovasculares, VIH/SIDA y otras enfermedades infecciosas —como el paludismo y la tuberculosis—, se menciona en la página web del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas.
“Los pueblos indígenas tienen una salud mucho más precaria, más probabilidades de quedar discapacitados y de que su calidad de vida disminuya y, en última instancia, de morir más jóvenes que los demás pueblos”, explicó la ONU.
Entre las medidas propuestas por la organización indígena regional se plantea un estricto control de entrada y salida a los territorios indígenas, en especial de las personas que no pertenecen a estas comunidades, así como limitar el acceso de los indígenas a lugares de turismo o donde se encuentren multitudes. Además, sugieren elaborar planes específicos ante posibles brotes del coronavirus.
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El líder indígena, Alex Villca, de la Coordinadora de Defensa de Territorios Indígena, Originario, Campesino y Áreas Protegidas (Contiocap), señaló que Bolivia podría convertirse en el país más vulnerable y más desprotegido para este tipo de virus. “El personal de salud no está calificado para atender en caso de que el virus aumente en el país”, indica.
Villca también teme por las consecuencias que pueda dejar la pandemia sobre las comunidades indígenas.
“Habrá un hueco grande en la economía global y, por tanto, puede ser una excusa para que se arremeta más contra la naturaleza, los territorios indígenas y las áreas naturales protegidas”, finalizó.
¿Qué medidas se toman para ayudar a los refugiados?
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados es el organismo internacional que se encarga de velar por los refugiados, tratando de que se cumpla la normativa internacional y ayudando para encontrar soluciones de protección para este grupo vulnerable. nnUn comunicado de prensa de ACNUR hacía hincapié en que cualquier persona puede contagiarse por coronavirus, pero la mejor forma de evitar la propagación es “permitir que todas las personas tengan acceso total a los servicios sanitarios, incluyendo las personas que se encuentran más marginadas en las comunidades”. nnPosibles acciones para abordar la pandemia en poblaciones vulnerables:nnInclusion en planes de gobierno. nMedidas higiénicas nDistribución agua y jabón. nCampañas información.n