La fotografía poética de Luis Brito

José Miguel Ferrer
11 Min de lectura

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  • La obra del fotógrafo venezolano es un referente primordial para el oficio en el país. El Diario conversó con Ricardo Báez y Sandra Pinardi, encargados de la exposición “Luis Brito. Paralelismos: Selección de fotografías (1975/1986) del archivo de la Fundación Luis Brito» en la galería Carmen Araujo Arte

Las manos arrugadas, envueltas en capas de piel, se posan paralelas al rostro de la señora, rozando con las falanges de los dedos la sien. Sus rizos blancos se compaginan con los restos de cabello negro. Las arrugas de su cara eclipsan su mirada. Oscurecen, por otra parte, los ojos escondidos detrás de la bruma de la vejez. Su boca se encoge entre las manos y solo queda un pedazo de mentón ante la cámara. Es la imagen 27 de la serie Anare o Los crímenes de la paz, por Luis Brito, en 1976. 

“Yo soy de Río Caribe. Es un lugar que gira alrededor de tres cosas: la religión, la locura y la muerte”. Una de las máximas más conocidas del fotógrafo venezolano. Estos tres elementos deambulan, como aureolas, la obra de Luis Brito durante toda su vida. Tres aspectos que definen la relación del individuo con su propio lugar de nacimiento, con la vida que está atravesada por el imaginario de la fe, por aquello que no se encuentra en la normalidad y, al final de todo, por el único destino posible: la muerte. 

Luis Brito falleció el 1° de marzo de 2015, pero su obra es un testimonio que se mantiene latente, como un corazón que no termina de morir y que, quizás, nunca lo hará. En la Galería Carmen Araujo Arte, con la curaduría de Ricardo Báez, se presentó la exposición llamada “Luis Brito. Paralelismos: Selección de fotografías (1975/1986) del archivo de la Fundación Luis Brito”. El texto introductorio fue escrito por Sandra Pinardi, doctora en filosofía, expone: “Luis Brito logra ‘capturar’ los cuerpos en sus pieles, en el parecer sensible y sintiente de sus formas, de su topografía”. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario

Ambos conversaron en exclusiva con El Diario sobre las características de la obra de Luis Brito, la importancia de la mirada y el enfoque del fotógrafo de Río Caribe, y su vigencia. La fotografía, en algunos casos, se considera un arte mimético, que se despoja de las imprecaciones del tiempo y deja plasmado, en un segundo, un hecho. Pero, al momento de entrar a la sala de la galería, -ubicada en el edificio San Carlos, piso 2, urbanización Las Mercedes, calle California con avenida Jalisco-, la obra de Brito es un reconocimiento, como explica Pinardi, de la vida, de su paso, de su huella que está plasmada en la geografía del rostro. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario | Sandra Pinardi

Por ende, el trabajo curatorial realizado por Báez busca, mediante el encuentro de las distintas series trabajadas por Brito, establecer un hilo unificador. Los Desterrados (1975/1976), Anare o Los crímenes de la paz (1976), A ras de tierra (1978/1980), Geografía humana (1979/1982), Invertebrados éramos (1980/1981), Segundo piso, Tercera Sección (1985/1986), Relaciones Paralelas (1983/1984) y Sevilla (1986) son las series presentes en la galería. 

Cada una de ellas, aunque distintas en el foco, tienen como temática la expresión humana y su encuentro con el devenir de la vida. Además, la máxima alguna vez dicha por el fotógrafo, analizando aquello que caracterizaba a su pueblo, está presente en la recopilación. La religión, la locura y la muerte. Desde Los Desterrados, donde el fervor religioso y el rostro sosegado de la fe construye los signos de una foto que, aunque podría considerarse documental, tiene las características de un testimonio, hasta Relaciones Paralelas, donde la teatralidad de la realidad se abre ante el diafragma de la cámara de Brito; cada serie escarba entre los escondrijos de lo real. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario

La locura en la fotografía de Brito, como dice Pinardi, tiene que ver con la proliferación de elementos que confluyen en la vida venezolana y latinoamericana. “Es un territorio de divergencias, de diferencias, de encuentros. No hay una unidad, una coherencia, sino que podemos transitar de cosas muy distintas entre sí”, agrega. 

Las relaciones del individuo, sobre todo en Latinoamérica, están signadas por el encuentro entre la narrativa fantástica del mito y la lógica identitaria de la nación. Cada una tiene un espacio en el imaginario cultural y confluyen en el encuentro social. Esa relación se conforma con un espacio, ante los cánones clásicos, de anormalidad. “No entra en la normalidad, por eso es locura”, diría Pinardi. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario

La mirada de Brito quería visibilizar a los marginados, aquellos que estaban escondidos tras la neblina del status quo. Esos espacios que, según Pinardi, eran invisibles en las décadas setenta y ochenta, son un referente en la fotografía. Por ejemplo, la mirada desviada de un joven, con la cabeza levemente inclinada, con un hoja en sus manos. No tiene fin ni horizonte, mira perdido al vacío, mientras juega con las líneas demarcadas de la hoja. Esta foto aparece en la serie Anare o los crímenes de paz (1976). 

“Eso tiene un carácter político-social importante”, puntualiza Pinardi, porque la sencilla visibilización de una situación de anormalidad absoluta mueve el foco, lo descentraliza, lo acomoda y establece la mirada en lo que, aunque está todo los días frente al espectador, este nunca es capaz de verlo. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto José Manuel Belisario

Para Ricardo Báez la obra de Brito pareciera  estar dentro de lo que se llama “documentalismo subjetivo”. Es decir, la mirada del fotógrafo determina la realidad, no la representa, ni la mimetiza. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario | Ricardo Báez

La realidad se transforma, a través de la mirada del fotógrafo, en un elemento teatral. En una de las fotografías de la serie, una familia está distribuida por la acera: la madre está sentada, mientras se cubre el rostro con la mano izquierda y sostiene las bolsas blancas con la derecha. Su pie derecho se dobla tenuemente, mientras el izquierdo se yergue. La acera aparece manchada, con retazos de sucio, de un color negro propio de la ciudad que no descansa. El padre está parado, con la pierna izquierda levemente aislada, con una posición expectante. Su traje es totalmente negro, sin manchas, casi impoluto, pero sus zapatos marrones tienen las mismas manchas negras que la acera. El hijo, por su parte, está con los brazos cruzados a pocos metros del padre. Sus ojos denotan una molestia, mientras un bolso negro se acuesta a sus piernas. Una escena, tres personajes. Cada uno en silencio, pero con pequeños detalles que desencadenan una narrativa. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario

Brito no modificaba la escena real, sino que cambiaba el foco. Ese punto, ese movimiento de la mirada, es lo que permite que la teatralidad de la ficción intervenga el hecho. “Desde su manera de hacer es una segunda lectura de la realidad”, comenta el curador.

Al tomar la fotografía como un lenguaje propio, no como una imitación de lo real, los signos en la obra se multiplican. La mirada de Brito inunda de relaciones al espectador: desde el título de la serie, hasta la narrativa que se completa imagen por imagen. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario

Para Pinardi y Báez la titulación de cada serie es importante para determinar, de alguna forma, la significación de la obra. El signo poético del título contribuye al signo de la imagen y la imagen contribuye al signo poético. Se interpelan y confluyen en el mismo espacio. 

El paisaje y el retrato, tanto en la fotografía como en la pintura, se consideran dos elementos distintos. Pero, para Báez, Brito en Geografía humana unifica los signos de estos dos aspectos. “Él está convirtiendo un retrato en paisaje”, agrega. De esta forma, la concepción del rostro se modifica y, a través de lo poético, se transforma en el mapa narrativo de cada individuo. 

La fotografía poética de Luis Brito
Foto: José Manuel Belisario

Lo mismo ocurre, de alguna manera, en otra de las series presentes en la exposición llamada A ras de tierra. El detalle de los pies, de los zapatos, de los dedos callosos genera una serie de vínculos con una historia que antecede a la imagen. “Brito logra convocar desde ese fragmento la aparición de la totalidad de una persona”, escribe Pinardi. 

La exposición en la Galería Carmen Araujo Arte es un testimonio de Luis Brito. Son sus deseos, sus maneras de ver el mundo y de enunciarlo. Cada una de las fotografías es la puerta a un universo narrativo que desde el rostro, los pies y los ojos dan a entender la totalidad de una historia. 

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