• La vuelta al colegio plantea retos mayores en las condiciones actuales de la pandemia, especialmente para los niños con diagnóstico. La anticipación es la clave para evitar estallidos de ira y frustración. Este es un relato en primera persona

David tiene 10 años de edad. Hace una semana hizo equilibrio sobre una patineta. Hace un año y medio aprendió a amarrarse las trenzas. Hace dos dejó de temerle a los ruidos fuertes, especialmente al de la licuadora. Son hitos que recuerdo perfectamente porque hubo un momento en el que pensé que no lo lograría. Cuando tenía 6 años de edad lo diagnosticaron. Es un niño risueño, muy inteligente, responsable, noble. Y está dentro del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Hace dos años su diagnóstico se completó: sufre, “sufre”, de Trastorno de Procesamiento Sensorial y Dispraxia. 

Crearle una rutina ha sido fundamental para poder cumplir con las clases, las terapias y ayudarlo a adaptarse y trabajar en sus condiciones. Todo esto lo trastocó repentinamente por la declaración de la cuarentena establecida por el régimen de Nicolás Maduro en marzo de este año. Sin embargo, con mucho esfuerzo nos adaptamos a lo virtual aunque no voy a mentir: igual que muchas otras madres con las que he conversado, parte de las tareas las hice yo. Ya era demasiada presión para él aislarlo de su entorno como para cumplir con deberes interminables en la mayoría de los casos. “Ni siquiera me pude despedir de mis amigos”, es lo que lamenta David cuando habla del tema. 

Después del anuncio de Maduro sobre el regreso a clases virtuales el próximo 16 de septiembre y la posibilidad de, en algunos casos, volver de manera semipresencial a las aulas, una pregunta no abandona mi cabeza ¿cómo le explico a David que su rutina debe volver a cambiar? ¿Cómo facilito su proceso con todas las limitaciones impuestas por la pandemia y la crisis venezolana?

“La rutina es esencial con estos niños”, dice Carolina Carrasquero, psicólogo infantil. Explica que al romper el hábito de ir a la escuela, sus actividades de refuerzo y las actividades recreacionales estos pequeños son los más susceptibles. En el caso de David regresaron -aunque espaciados- los ataques de ira y frustración cuando comenzó el confinamiento. Y están reapareciendo en este momento, cuando volvemos a implementar una rutina de “nueva normalidad” de cara al inicio del año escolar. 

Niños con autismo
Foto cortesía

Carrasquero asegura que en estos casos la anticipación es la clave y con ella coincide Rusdeiba Agelvis, especialista en Trastornos del Neurodesarrollo y directora del centro Terapias del Desarrollo.

Ellos generalmente son persistentes en sus ideas. No hay que decirle que tendrán clases uno o dos días, solo que comienza el colegio y que tendrá todas las medidas preventivas ya que suelen ser muy calculadores y llevan sus agendas mentalmente de una manera ordenada. Si sale de la rutina por un cambio en las noticias se desencadena un problema adicional”.

En el caso de David siempre le he planteado la posibilidad del regreso al colegio. Responde con seguridad “supongo que es una buena idea porque extraño a mis amigos, pero todos saben que el colegio es un nido de enfermedades así que me da mucho miedo”. Al respecto, Agelvis dice que “si maneja mucha información sobre la situación del covid-19 posiblemente entre en un estado de temor al salir”. Mientras menos información al respecto, mejor, porque ellos investigan más en profundidad que cualquier otro niño. 

Por otro lado, los niños con diagnósticos adicionales requerirán sus procesos de rehabilitación de 45 minutos diarios en el área cognitiva que más se les dificulte: motricidad, atención, memoria, lectura y ejercicios de conciencia fonológica para poder enfrentar los nuevos retos por venir en el siguiente año. 

Comenzar de nuevo

Mi amiga Gabriela Agudo y yo siempre conversamos sobre las condiciones de nuestros hijos. Diego, su hijo, tiene 7 años de edad y está diagnosticado con Autismo Leve y Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). En julio incluso hablamos sobre la posibilidad –siempre negada– de retirar a los niños del colegio por la poca efectividad y los altos costos, adicionalmente nos habíamos convertido en las maestras e incluso en terapeutas ocupacionales y de lenguaje. Este año, los niños tuvieron que abandonar las terapias no solo por la dificultad de movilizarse, sino por la crisis económica. Dependiendo del centro, cada sesión de terapia puede costar hasta 10 dólares. Diego necesita dos semanales y David, tres.  

“Los niños que presentan diagnósticos evidentemente se les dificulta un poco más el proceso de adaptación. La idea es que dependiendo de la condición los padres tengan siempre una asesoría que puede ser online o con una visita (una sola vez al mes) con sus especialistas”, dice Agelvis. El esfuerzo bien vale la pena y es posible conseguir alternativas que pueden adaptarse al esquema de gastos del hogar e incluso gratuitas. 

Adicionalmente, Agelvis indica que se han visto cambios importantes en las posturas de los niños. Es enfática al afirmar que es importante que deben tener apoyo lumbar, un banquito para que los pies no queden colgando y que los brazos deben reposar sobre la mesa.

“Una mala posición no le permite prestar atención y si no hay atención sostenida por fatiga, los procesos de aprendizaje en general se verán afectados. Algunos autores hablan de 50% de objetivos no logrados en la población estudiantil y que los mismos quedan pendientes a nivelar”, añade. 

Niños autismo
Foto cortesía

Son muchos los factores que hay que tomar en cuenta. Sin embargo, la rutina sigue siendo primordial. “Lo más importante al volver a clases bajo esta nueva normalidad sigue siendo el implementar las rutinas de dormir, alimentación, trabajo y recreación lo más claras posibles.  Eso va ayudar sin duda alguna a que poco a poco salga airoso”, señala Carrasquero, quien explica que además hay que hablarles con mucha claridad, sin metáforas. “Hay que evitarles las angustias”, finaliza.  

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