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  • Sinónimo de fiesta y éxitos para los culés, le ha bastado con la promesa de “volverlo a hacer” para ilusionar a los suyos: llevar al Barça a lo más grande del fútbol europeo y mundial. Foto principal: Gianluca Battista

Desparpajo que rebosa allá donde vaya, Joan Laporta Estruch (1962) es pura seducción. Carismático nato y edificador de triunfos -nadie más en España puede presumir de un “sextete”-, ha convertido sus victorias, personales y profesionales, en un escudo impenetrable contra sus defectos. Y es que los éxitos en su vida no son ni escasos ni pequeños. Abogado de profesión, ha sido empresario de buena reputación; independentista confeso, en el año 2010 se convirtió en diputado del Parlamento de Cataluña; culé acérrimo, no falta quienes lo consideran como el mejor presidente de la historia del Fútbol Club Barcelona (2003-2010). Este último aval ha hecho que los socios blaugranas se abracen a él nuevamente para presidir al Barça en su peor momento institucional y deportivo de los últimos años.

Lo suyo puede ser suerte o meritocracia. En cualquier caso, Laporta siempre ha estado cuando las circunstancias ameritaban un discurso como el suyo. Si en el año 2003 fue la juventud e irrupción que puso fin al todopoderoso José Luis Núñez al mando del Barcelona; en 2021 fueron los recuerdos del champán, las Champions de París y Roma, el equipo perfecto de Josep Guardiola, el Messi feliz y el Real Madrid infeliz. “El Madrid no ganó una sola Champions cuando yo mandaba”, recordó, en tono provocador -cualidad que desborda con frecuencia-, durante un debate en la televisión pública catalana. No en vano su promesa de repetirlo. “Ho tornarem a fer” (Lo volveremos a hacer) es una de sus máximas.

Joan Laporta
Foto: Juan Medina, Reuters.

Combativo no es solo su discurso sino también sus hechos. El pasado mes de diciembre una pancarta gigante en las cercanías del Estadio Santiago Bernabéu, en Madrid, era una muestra más de su picardía. “Ganas de volver a veros”, advertía, con una foto de él. El mensaje, más que para los madrileños, iba dirigido para los aficionados culés: recuperar la ilusión. Los socios compraron el mensaje y lo llevaron nuevamente a la presidencia, dejando incluso en el camino a la candidatura de Víctor Font, quien trabajó durante varios años un proyecto con miras hacia el futuro.

Entre éxitos deportivos y fracasos institucionales

Ya como abogado discreto, se acercó al Barcelona a través de la plataforma Elefant Blau (Elefante Azul) en 1997 para sacar a Núñez de la presidencia del club. No lo lograron, pero volvieron a la carga en el año 2002. En una de sus reuniones, celebradas en el restaurante La Manduca de Barcelona, Laporta dijo: “¿Por qué no soy yo el candidato?”. Algunos respondieron que era demasiado joven. Tenía 38 años de edad. Al año siguiente se convirtió en el presidente del Barcelona.

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El resto es historia: su Barça ganó 54 títulos -entre la sección de fútbol y otros deportes-; fichó -entre otros tantos- a Guardiola, a Ronaldinho Gaúcho, a Samuel Eto´o, a Gerard Piqué, a Dani Alves, a Thierry Henry, y dio confianza a la nueva generación de futbolistas como Sergio Busquets o Víctor Valdés; y llevó a la Unicef a la camiseta del equipo.

No es la suya, sin embargo, una trayectoria impecable al mando del Barcelona. Todo comenzó en 2007 con la imputación, y luego el procesamiento, por parte del exdirector del museo azulgrana, Albert Pujol, por injurias dichas en su contra. Pujol fue despedido en mayo de 2006 tras 16 años como director, por negarse a elaborar un inventario detallado de las piezas y el material museístico y así permitir el uso fraudulento de las invitaciones que el club ponía a su disposición.

Son recordados también sus exabruptos. En 2005, se bajó los pantalones y se quedó en calzoncillos ante las cámaras durante un control de seguridad en el aeropuerto de El Prat para denunciar lo que, a su juicio, era un trato desconsiderado de los agentes que estaban en el detector de metales. También en 2008, cuando gritó con vehemencia frente a 864 aficionados presentes en el encuentro mundial de peñas barcelonistas, exigiendo que no se dejen “engañar” por “hipócritas y embaucadores que se hacen pasar por barcelonistas y no lo son”. Luego soltó una de sus frase más recordadas: “¡Al loro! Que no estamos tan mal”.

Por eso mismo no le han faltado detractores incluso dentro del propio club. Uno de ellos fue Sandro Rosell, quien fuera su vicepresidente deportivo. En 2005 se hizo visible su ruptura debido a las discrepancias con Laporta y su disconformidad con los consejos de Johan Cruyff –exjugador y exentrenador insigne del club-. Laporta se define como “Cruyffista”. Un sinfín de dimisiones, entre ellas las del propio Rosell y de Josep María Bartomeu, entonces dirigente del club, marcaron su presidencia.

Joan Laporta
Joan Laporta y Sandro Rosell. Foto: EFE

Incluso en 2014, cuando Laporta era expresidente, la junta presidida por Rosell lo acusó de haber dejado al club con pérdidas por 79,6 millones de euros cuando él aseguró beneficios de 11.1 millones de euros. El 15 de septiembre de 2014 se inició el proceso judicial por el que se pidió 2,8 millones de euros a cada imputado. Finalmente, en octubre del mismo año, un juez de primera instancia de Barcelona desestimó la demanda y el catalán más 16 exdirectivos salieron indemnes de la acción de responsabilidad.

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Pero Laporta ha sabido tejer otras relaciones sólidas: con los futbolistas. Su carisma y confianza con los jugadores llega al extremo de que un sector importante de la prensa española asegurara en campaña que la continuidad de Messi en el Barcelona dependía de una victoria de Laporta. Algunos incluso sostuvieron que la participación del jugador argentino en las elecciones tenía que ver con eso. Laporta no esconde sus intenciones: “Haremos todo para que te quedes”, le dijo a Messi este martes durante su toma de posesión como presidente del club. Otras exfiguras culés como Etoo, Henry o Valdés apoyaron abiertamente su candidatura. “Es el mejor presidente que he tenido”, dijo también Xavi Hernández.

Joan Laporta saluda a Messi
Foto: FC Barcelona

Defensor del independentismo

El don de seductor lo ha llevado también en la política, donde entró formalmente en 2010 luego de dejar la presidencia del Barcelona. Allí sacó a relucir lo aprendido en su infancia: viene de una familia de médicos en la que bebió y asumió el catalanismo. Ya en la década de los noventa, cuando el secesionismo no contaba con un fuerte apoyo social como en épocas más recientes, ya Laporta formaba parte del Partit per la Independència, una formación creada por la periodista Pilar Rahola, una de las independentistas más radicales.

Su primer paso fue crear el partido Democràcia Catalana (Dcat) que, gracias a otras coaliciones con partidos independentistas, obtuvo un escaño en el Parlamento catalán. El 22 de mayo resultó elegido edil de Barcelona por la coalición de Esquerra Republicana de Catalunya, Reagrupament y otros.

Joan Laporta
Foto: Cortesía

Siempre dijo que su paso por el club lo aprovecharía para lograr otro de sus sueños: la independencia de Cataluña. Así lo hizo. Como mandatario del Barça defendió los valores catalanistas del club, a pesar de que una de las polémicas que marcaron su presidencia tenían relación con ello. En 2005, su entonces cuñado Alejandro Echevarría —hijo del empresario Joan Echevarría Puig— dimitió tras hacerse pública su pertenencia a la Fundación Francisco Franco.

Aunque firme defensor de sus ideales, asegura que ha formado un equipo en el que hay diferentes tipos de pensamiento. “En mi Barça caben todos”, dijo en campaña. Entretanto, sigue aprovechando su visibilidad en el mando del club para dar voz al independentismo: en su Twitter, un lazo amarillo -que pide la libertad de los “presos políticos” (como los llama) catalanes- acompaña su nombre. También es bien sabida su buena relación con el expresidente catalán Carles Puigdemont.

Fiesta blaugrana

Son numerosas las fotografías que lo evidencian como hombre de fiesta, fumador de tabaco y bebedor de vino espumoso. En la más famosa está en un yate en aguas de Ibiza, en 2017, acompañado de mujeres mucho más jóvenes que él. También hay varias en las que aparece empapado en alcohol en una fiesta de 2009 para celebrar una victoria de los blaugranas ante el Real Madrid, en la sala de fiestas Luz de Gas. En otra fiesta de 2012, el entonces diputado terminó bañándose con ropa y con la corbata atada en la frente, en una piscina, durante la boda del empresario Antonio Girardi.

Foto: Eurosport

De su vida amorosa se conoce lo suficiente. En la década de los ochenta con Constanza Echevarría, madre de sus tres hijos: Pol, futbolista en el CD Montcada; Guim jugador del UD Sant Julià, club de Andorra; y Jan, el menor, que debe su nombre al apodo de su padre.  

Bueno también para las relaciones amorosas, luego de su divorcio se le conocen varios amoríos. La primera confirmada fue Flavia Masoli, camarera a la que conoció en un hotel y acabó contratando en el departamento de relaciones públicas del Barça. También Simona Ventura, una periodista italiana; María Lapiedra, una estrella porno; Gulnara Karimova, hija del ya fallecido dictador de Uzbekistán, Islam Karimov; y Sana Khouja, la última novia que se le conoce, una marroquí con la que se dejó ver en el yate.

Sus críticos le echan en cara, sin embargo, que su buena relación con las mujeres no la demuestra como dirigente del Barça. Hasta ahora se desconoce qué rol tendrán las mujeres en su nueva directiva, y en una entrevista reciente en la televisión pública catalana no reconoció a tres jugadores del equipo femenino del Barcelona.

Pero eso no ha sido impedimento para que vuelva a seducir a los culés. Quizás en algunos años se le vea nuevamente entre champán, fiestas y copas. Quizás, con él, el Barcelona retorne a lo más grande del fútbol europeo y mundial. Laporta ha prometido volverlo a hacer. 

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