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  • Lavar carros a domicilio o vender hamburguesas desde la casa son parte de los emprendimientos que algunos venezolanos impulsan para sortear la situación económica en el país. Foto: AFP

“En épocas de crisis hay unos que lloran y otros que venden pañuelos”, reza el refrán refiriéndose a la capacidad de reinvención del ser humano en determinadas situaciones de adversidad. “Pero los pañuelos hay que hacerlos y hay que presentarlos de la mejor manera al cliente”, agrega Michelet Castellanos, un venezolano de 50 años de edad quien, aunque como camarógrafo ha dedicado más de tres décadas al mundo de la televisión, también se ha visto obligado a buscar otras entradas de dinero, inclusive, las menos pensadas.

Él y su esposa, a mediados de 2020, en plena pandemia del covid-19, se preguntaron a qué se podrían dedicar que pudiera representar una inversión pequeña pero provechosa. “Obviamente siempre hemos estado buscando mayores ingresos porque nuestra situación país te lleva a eso. O tienes un excelente ingreso o estás destinado a tener tres trabajos, entre formal e informal. En los últimos tiempos, se mantiene la necesidad de percibir más dinero porque la inflación en Venezuela es una locura total”, dice Castellanos en entrevista para El Diario.

Fue en una conversación telefónica con su yerno, quien está en España, que su esposa identificó lo que podría ser un negocio en Venezuela: lavar carros a domicilio. “Él mandó a lavar su carro con un vecino y quedó muy satisfecho con el servicio. Ahí nos dijimos: ‘Si allá se puede, ¿por qué aquí no?”, rememora.

Actualmente, el salario mínimo integral se ubica en Bs. 1.800.000, que equivale a 0,99 centavos de dólar, según la tasa del Banco Central de Venezuela (BCV) al lunes 23 de marzo de 2021. Esto posicionaría a un venezolano que devenga esta cifra mensual por debajo de la línea internacional de pobreza diaria que, según estimaciones del Banco Mundial, se ubica en 1,90 dólares desde 2018. 

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Ahora Castellanos lidia con sus dos responsabilidades: continúa como jefe de operadores en un canal de televisión online, al tiempo que se planifica para lavar carros a domicilio. Esto pese a vivir a las afueras de Caracas, en el kilómetro 19 de El Junquito, municipio Libertador.

Rebusques de los venezolanos
Castellanos ofreciendo sus servicios

Antes de eso, él y su esposa habían optado por la venta de protectores faciales, como instrumento fundamental, y de gran demanda, para evitar la propagación del virus en el país, que, según cifras oficiales, se reportan más de 150.000 casos de contagio en un universo de más de 26 millones de personas. Sin embargo, el negocio no prosperó ante la competencia inminente de otras marcas ya consolidadas.

La reinvención

El sociólogo Edison Arciniega, director ejecutivo de la ONG Ciudadanía en Acción, advierte que “el venezolano se está reinventando y está naciendo una nueva cultura del trabajo y del emprendimiento. Los rubros de mayor crecimiento son las prestaciones de servicio y de pago rápido (el reparar cosas); los asociados a traslados (toda esta industria del delivery que es cada vez más grande); la comercialización de bienes como resolución de un problema a los primeros (alquiler de locales para las ventas en físico); y los servicios transfronterizos (diseños de páginas web, comunity manager o consultorías)”, adelanta sobre un estudio que realizó desde octubre de 2020 hasta febrero de 2021 en casi 600 comunidades del país. 

La investigación —próxima a publicar— devela que del universo estudiado en 60% de la población más pobre de Venezuela, un 45% de la ciudadanía percibe ingresos privados laterales (popularmente conocidos como “rebusques”). 

Es decir, según este estudio, casi la mitad de la población con menos recursos se ha dedicado a realizar actividades por cuenta propia; el resto dependería de transferencias públicas del Estado, con los denominados “bonos de la patria”, algunas remesas y la pensión (que equivale a un salario mínimo).

Creo que en el marco de la crisis, está surgiendo un nuevo modelo económico, desde el pensamiento de la gente. Se trata de un modelo profundamente desconcentrado que surge de las respuestas individuales, enfocado en la prestación de servicios que tradicionalmente pudieron prestarse por vía de empresas y ahora los individuos lo prestan de forma individual”, comenta Arciniega.

Necesidad  Vs. oportunidad

Según los datos que maneja la ONG Ciudadanía en Acción, los ingresos privados laterales —popularmente conocidos como “rebusques”—provienen de un emprendimiento “que además está obligando a un análisis de mejor calidad, de identificar qué es lo que el mercado está demandando”, señala Arciniegas.

Es el caso de Castellanos, quien ante las limitaciones de movilidad en la ciudad capital y la alerta constante de posibles contagios, optó por ofrecer un servicio a la ciudadanía que representa la reducción de riesgos.

“Hay gente que me reprocha el cobrar 15 dólares por el servicio de lavado cuando en la calle se puede conseguir a 5 dólares. Pero les explico que mi servicio tiene un agregado y es que le reduzco la probabilidad de contagio a la que están expuestos en esos lugares y además les ahorro el combustible —ya escaso— que les implicaría trasladarse”, enfatiza.

Él lleva apenas tres meses con el lavado de carros a domicilio. Su disposición está a la orden del día en toda la ciudad, excepto algunas barriadas que, según dice, pudieran ser de riesgo. No solo ofrece el servicio de lavado, sino que incluso, él mismo traslada en su carro el agua con el que presta el servicio.

Los “rebusques” del venezolano en el país: el ingenio como paliativo
Foto: Michelet Castellanos

“Aquí donde yo vivo hay muchos nacientes de agua. En algunos casos, los recipientes los lleno de esos nacientes o a veces los compro. Por lo general, requiero de un bidón de 20 litros con un grifo y tres botellones de cinco litros. Con eso puedo lavar 2 o 4 carros”, explica.

Los paliativos

Además del lavado, Castellanos ofrece servicios de desmanchado de rines (10$), fumigación contra chiripas (5$), desinfectado (5$), pulitura de pantalla (10$) y cambio de aceite (5$, solo mano de obra). 

Detalla que, en promedio, invierte dos horas en el lavado de un carro. Para él, un día productivo representa al menos tres servicios. “De verdad, físicamente, me es imposible cumplir con alguien más, si estoy solo”, advierte.

Los “rebusques” del venezolano en el país: el ingenio como paliativo
Michelet Castellanos

A la fecha atiende dos o tres servicios a la semana y espera consolidar su iniciativa hasta conformar un equipo dedicado al servicio, con uniformes y carros rotulados con algún logo. 

“Lo comenzamos con la idea de crecer, al punto de dedicarme tiempo completo a este negocio. Sí hay la posibilidad de que esto crezca y de que sea la base económica. Pero sé que eso va a tomar tiempo. Ahorita, me gustaría contar con cuatro clientes diarios, mínimo”, confiesa.

Lo que yo proyectaba en mi vida profesional era acumular conocimiento, formarme en otras áreas. Jamás imaginé hacer lo que hoy hago. Aunque siempre lo que he hecho es salir adelante con cualquier trabajo que se me presente”, resalta Castellanos, mientras también recuerda la librería que levantó en el año 2000, pero que posteriormente quebró.

“Ahora mi esposa, que es administradora, también está haciendo limpiezas faciales, peluquería y sacado de cejas en un espacio de la casa. Todos los ingresos que percibimos lo vamos utilizando para todo: servicios y gastos de alimentación. Gracias a Dios no tenemos deudas de créditos ni alquiler. Si no tuviésemos la realidad que los tres trabajamos, (mi esposa, mi hija y yo) fuera imposible”, sentencia Castellanos.

La casa como empresa

Como la esposa de Michelet Castellanos está Yelizet Durán, de 45 años de edad, quien aunque desde hace más de 20 años ofrece servicios de peluquería a domicilio, ahora también convirtió su apartamento en La Salle en una fábrica de hamburguesas y perros calientes junto a su esposo, Julio Eichner.

“Nosotros teníamos un carro de perros calientes en filas de Mariche. Pero desde que llegó la pandemia, la movilidad se redujo muchísimo. Un día le dije para hacerlas desde casa. Comenzamos haciéndole publicidad entre nuestros conocidos, vía Whatsapp. Y desde entonces no hemos parado”, señala.

Durán inició hace un par de semanas. Asegura que no tuvo que hacer inversión alguna, pues “las pinzas ya las tenía y los envases también. Las carnes las cocino en una plancha que tenía cuando era soltera. Allí voy sacando de ocho en ocho”. Así mantiene una productividad diaria, según cuenta, de unas 30 hamburguesas y 20 perros que vende en al menos 1,5 dólar por unidad.

Los venezolanos se rebuscan
Yelizet Durán

Su menú lo adereza con las tres salsas básicas (tomate, mayonesa y mostaza) además de la salsa barbecue y una de ajo que prepara artesanalmente. 

“La carne la preparo yo con pulpa negra. No le agrego nada de químicos. Comenzamos comprando apenas un kilo y ahora ya vamos por tres. El pan me lo hace una señora a quien le compro unos 50 o 60 panes para dos o tres días”, detalla. 

Como Castellanos, ella también tiene su trabajo formal. Su rutina comienza a las 8:00 am en su trabajo como maquilladora y estilista para un canal de televisión. A las 5:00 pm regresa a casa para preparar las llamadas “balas frías”, hasta las 11:00 pm. La jornada se replica los fines de semana, con la diferencia que es desde su casa donde atiende a su clientela, previamente citada. “Para nadie es un secreto que la situación país nos está comiendo. Con un solo sueldo tú no vives”, dice. 

Venezolanos y sus rebusques para obtener más ingresos
Yelizet Durán

Según datos recopilados por el Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores (Cenda), el bajo poder adquisitivo del venezolano data de al menos una década. Ya para 2011, con un salario mínimo el venezolano podía cubrir apenas el 45,8% de la canasta alimentaria. Hoy, el salario mínimo integral solo permite adquirir el 0,34%. 

En la actualidad la canasta básica se ubica en $225, por lo que el venezolano necesitaría al menos 225 sueldos para cubrir con los productos de primera necesidad.

Resiliencia laboral

Lo que hago es disfrutar porque lo que hago me gusta. A veces colapso, no te creas, por cumplir con mi trabajo formal, la casa y en el emprendimiento. La ventaja es que estás en tu casa, y es más cómodo todo. La desventaja es la pandemia y las medidas de bioseguridad. A mis clientas les pido que se quiten los zapatos en la puerta. Solo atiendo a tres personas, máximo”, señala Durán.

Ya en 2019, un estudio de More Consulting revelaba que en el sector formal, 40 % de los entrevistados dedicaba entre 31 y 40 horas de trabajo a la semana, 23 % más de 40 horas, 14 % menos de 10 horas, 13 % entre 10 y 20 horas, mientras que 10 % entre 21 y 30 horas. Alrededor de 60 % dedica 40 horas a la semana, pero también cerca de 40 % dice que dedica menos de 20 y esas horas las invierte en actividades adicionales.

En ese sentido, agrega Arciniega: “Quienes más ingresos tienen son quienes tienen trabajo formal y asisten a sus trabajos normales; pero en paralelo tienen otra actividad informal. Llama la atención que no abandonan sus lugares de trabajo. Hay una gran resiliencia laboral en torno a la privatización de la oferta. La gente obtiene las oportunidades de trabajo informal en su trabajo formal. Ese es su estímulo. El empleo formal potencia el ingreso del trabajo informal. El venezolano se ha dado cuenta que lo que él hacía en una relación de dependencia, lo puede hacer ahora en una relación de independencia”. 

Advierte el sociólogo que ya el salario mínimo no es referencial y que la mayoría de las empresas, públicas y privadas, han optado por una bonificación en moneda extranjera. En ese sentido, resalta que los datos recogidos apuntan a un ingreso promedio de $35 por persona y $80 por familia.

Tanto Durán como Castellanos estiman amplificar su alcance y hacer crecer su negocio. “El dinero está hay que buscarlo de la mejor manera y con buena actitud”, resalta Durán.

“Ya somos bastantes aguerridos por el simple hecho de permanecer en Venezuela o tomar la decisión de emigrar. Es difícil quedarse y también irse. De cada uno depende la capacidad de reinventarse y adaptarse a la realidad. Es momento que cada uno explore y consiga dentro de sí las herramientas para poder desarrollarse. Porque siempre hay una posibilidad. Ya veremos qué rol nos toca cumplir. Porque todos no podemos hacer lo mismo. No todos nacimos para ser el doctor, el abogado, el ingeniero. O el albañil, el mecánico, el expendedor de agua o el asistente del verdulero. No se puede discriminar ni desestimar ningún oficio. La clave del éxito está en la reinvención y la disposición. Una cosa es lo que hagas y otra como la hagas”, sentencia Castellanos.

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