• El 28 de agosto de 1963 el reverendo, promotor de los derechos civiles de los afroamericanos, se dirigió a cientos de miles de personas. “I have a dream”, dijo. Las palabras adquirieron mucha más relevancia con el paso de los años

El miércoles 28 de agosto de 1963 cientos de negros, como les decían, no afroamericanos, se congregaron en Washington. Unas 200 mil o 300 mil personas marcharon por el Mall de la capital federal, desde el obelisco erigido en recuerdo al Padre de la Patria, el primer presidente del país, hasta el Monumento a Lincoln, el presidente que acabó con la esclavitud, símbolo de la civilidad de Estados Unidos. Los primeros trenes cargados de manifestantes habían llegado a la capital a las 8:00 am. Fueron más de 30 oradores y diversas actuaciones musicales.

A las 4:00 pm la manifestación comenzaba a dispersarse. Fue entonces cuando el reverendo Martin Luther King subió al podio para dar su discurso. El inicio fue duro, oscuro. “El negro vive en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material”. A mitad del mitin empezó a improvisar, para animar a la multitud. “Aunque afrontemos las dificultades de hoy y de mañana, todavía tengo un sueño. Yo tengo un sueño de que este país se levantará un día y vivirá el significado auténtico de su credo: ‘Afirmamos estas verdades evidentes, que todos los hombres son creados iguales’”, dijo.

“Tengo un sueño”: se cumplen 58 años del mítico discurso de Martin Luther King

Martin Luther King habló de su sueño por sugerencia de una cantante de gospel, Mahalia Jackson. “Háblales del sueño, Martin”. Desde 1961 se había referido a “el sueño” en varios discursos.

u201cTengo un sueu00f1o de que un du00eda esta naciu00f3n se levantaru00e1 para convertir en realidad el verdadero significado de su credo: u2018Mantenemos que estas verdades son evidentes por su00ed mismas, que todos los hombres son creados igualesu2019. Sueu00f1o que un du00eda en las rojas colinas de Georgia los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos amos seru00e1n capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Sueu00f1o que mis cuatro hijos pequeu00f1os viviru00e1n un du00eda en una naciu00f3n donde no seru00e1n juzgados por el color de su pielu201d.

Las personas lo ovacionaron. “Pasará mucho tiempo hasta que Washington olvide la voz melódica y melancólica del reverendo Martin Luther King Jr. gritando sus sueños a la multitud”, reseñó al día siguiente The New York Times. Sin embargo, el protagonista de ese día no fue Luther King. “El discurso no se hizo tan famoso hasta después de su asesinato. Entonces se popularizó porque era optimista y ayudaba a superar la tristeza. Él mismo había adoptado antes de su muerte un tono más duro”, explicó a El Mundo William Jones, autor del libro The March on Washington, publicado en 2013.

I have a dream (Tengo un sueño), el discurso de King, fue el menos representativo de la manifestación, aseguró el autor. De hecho, el reverendo, contrario a lo que pudiera pensarse, no fue el principal convocante de la marcha, sino A. Philip Randolph, un sindicalista que intentaba organizar la protesta desde 1941.

De acuerdo con Jones, King obvió contenidos importantes de la marcha que posteriormente influyeron en la legislación prolibertades del presidente Lyndon Johnson entre 1964 y 1968. Asuntos como las demandas laborales, que obligó a los contratistas oficiales a aplicar la discriminación positiva.

Lucha no violenta

King exhibió su carácter pacifista, al advertir a sus seguidores de las consecuencias de una lucha legítima pero violenta: “No busquemos saciar nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y del odio. Debemos conducir siempre nuestra lucha en el elevado nivel de la dignidad y la disciplina”. Él era de los líderes negros más importantes de la corriente pacífica de Gan­dhi, mientras que otro sector, bastante importante, liderados por Malcom-X impulsaba a utilizar la fuerza con la consigna “Burn, baby, burn” (Arde, bebé, arde).

A pesar de los temores de las autoridades, la marcha del 28 de agosto fue pacífica. 5.900 policías se desplegaron; no fue necesario llamar a los 4.000 soldados y marines que estaban preparados por si se salía de control. Los manifestantes llevaron pancartas exigiendo derechos. Muchos se desmayaron del calor. Los entonces jóvenes Bob Dylan y Joan Baez cantaron a coro When the ship comes in. Pero el himno de la marcha fue We shall overcome (Venceremos).

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La vu00eda violenta, para algunos, estaba bien justificada. Durante du00e9cadas sometieron a la poblaciu00f3n afroamericana a las peores situaciones. En los estados del sur, el Ku Klux Klan quemaba sus propiedades y bombardeaba sus iglesias; la segregaciu00f3n racial se practicaba en universidades y escuelas, asu00ed como en otros espacios pu00fablicos y privados; la represiu00f3n policial era brutal; muchos luchadores sociales desaparecu00edan mientras hacu00edan campau00f1a y luego aparecu00edan torturados o muertos; no se les permitu00eda votar en todos los estados, entre otras violaciones de sus derechos.

La marcha despertó la conciencia en muchos sentidos, incluso dentro de los mismos afroamericanos. Muchas mujeres negras entraron al movimiento feminista. Hasta ese momento habían tenido un papel activo en la reivindicación de sus derechos civiles, pero en la manifestación apenas tuvieron representación. Las desplazaron. “Ese momento supuso una ruptura para muchas mujeres negras que decidieron poner su compromiso con la causa de la igualdad entre hombres y mujeres por encima de su alianza con el movimiento de derechos civiles. Muchas empezaron a denunciar el sexismo”, contó Jones a El Mundo.

El sueño casi cumplido

En 1963, año de la marcha en Washington, John F. Kennedy ocupaba la Casa Blanca. El joven presidente, entendiendo la necesidad de afrontar la polarización racial, pidió al Congreso promulgar una ley de derechos civiles comprometiéndose a que “la raza no tenga sitio en la vida o en la ley del país”. Sin embargo, no llegó a ver el cambio: tres meses después, el 22 de noviembre, recibió un balazo en la cabeza y murió. Así que fue su sucesor, Lyndon Johnson, quien sacó adelante la Ley de Derechos Civiles y la ley que garantizaba el voto igual para los negros en 1964 y 1965, respectivamente.

“Es cierto que sin el asesinato de Kennedy la legislación de derechos civiles tal vez no se hubiera aprobado tan pronto, pero la que consiguió Johnson iba mucho más allá y reflejó algunas de las demandas de la marcha”, opinó el autor de The March on Washington para el medio español.

“Tengo un sueño”: se cumplen 58 años del mítico discurso de Martin Luther King

Pero el propio King no llegó a ver los cambios. El autor de I have a dream fue asesinado de un disparo en la cabeza en 1968 en el motel Lorraine de Memphis. El hecho enfureció a la población afrodescendiente, que desató la mayor oleada de disturbios, incendios y saqueos de la historia del país. En Washington incendiaron 711 edificios y se replicó en otras 168 ciudades. Los negros tomaron sus armas y 55.000 soldados fueron necesarios para restablecer el orden.

Pero hoy, casi 60 años después de la marcha, los sueños de King se han cumplido hasta el mejor extremo. En el año 2008 Estados Unidos tuvo su primer presidente negro, Barack Obama. Sin embargo, muchos de ellos siguen en reivindicación: Black lives matter

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