• Buscando una ayuda para mi hijo es la segunda entrega del seriado Amazonas a la sombra de la pandemia, producido con el apoyo de Rainforest Journalism Fund en colaboración con el Pulitzer Center

Amazonas a la sombra de la pandemia es un reportaje en formato podcast, de cuatro episodios, que explica los riesgos ambientales de la minería ilegal y agrupa historias de personas afectadas por enfermedades que siguen presentes en tiempos de coronavirus.

Este episodio narra la travesía de Andreína, una madre asalariada, sin recursos económicos, que emprende un viaje hacia las minas del estado Amazonas, Venezuela. Ella toma esta decisión desesperada porque debe conseguir el dinero para operar a su hijo en una clínica privada, debido a que padece de una enfermedad congénita.

La crisis de los servicios hospitalarios en Venezuela dificulta la aplicación de una cirugía electiva para su pequeño. Y en esa búsqueda de una ayuda para curar a su hijo, ella misma se enfermó.

Tentada por el brillo del oro en las minas del Yapacana, esta madre se interna en la selva intentando recibir ayuda de un supuesto movimiento indígena que domina algunos campamentos ilegales. La realidad está llena de obstáculos y ella arrastra consigo el padecimiento de enfermedades, que se originan por convivir en una zona contaminada.

Buscando una ayuda para mi hijo

Transcripción: Buscando una ayuda para mi hijo

Andreína 

Lo que me motivó a ir (…) Yo pienso que a nadie le gusta ir a las minas. Tengo un niño enfermo y se escuchan tantos cuentos de allá. Mis hermanos, la mayoría, se encuentran allá desde hace cuatro años. Uno de ellos no ha regresado más nunca.

Yo le planteo (a mi hermano) la situación, que me han contado que el movimiento (indígena) da ayuda a personas que van allá con informes médicos, eso lo escuché y uno de mis hermanos me confirmó que eso era cierto. Me ocupo de sacar todo, el informe médico de mi hijo, fotos de sus condiciones para yo irme. Prácticamente lo que me motivó a ir hasta allá fue la necesidad de tener un dinero para poder irme con mi hijo fuera de aquí para que a él lo operen. 

Narradora

El 10 de mayo de 2020 se detectó el primer caso de covid-19 en Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas, Venezuela.  Habían pasado dos meses y, sin importar las consecuencias, Andreína, nombre que utilizaremos para proteger su identidad, emprendió su viaje al Parque Nacional Yapacana con el pasaje enviado por su hermano radicado en las minas, en ese momento costaba unos 150 mil pesos colombianos, que equivalen a 40 dólares americanos.

Este episodio, Buscando una ayuda para mi hijo, forma parte del seriado Amazonas a la sombra de la pandemia, producido con el apoyo de Rainforest Journalism Fund en colaboración con Pulitzer Center.

Andreína 

Desde que sales de tu casa y tú te montas en el autobús que va directo, empiezas a pasar trabajo. Nos montamos y nadie llevaba comida, yo me llevé que si tres kilos de arroz, tres kilos de pasta, un café, un azúcar y un aceite, sin un medio.  

Ya el pasaje se lo habían pagado a la muchacha, pero mi tío y mi hermanito iban a ver quién les daba la cola.

Narradora 

Su recorrido inició en la carretera desde Puerto Ayacucho hasta Puerto Nuevo, municipio Autana. Desde este punto, tomó una embarcación y navegó por el río hasta el Parque Nacional Yapacana, municipio Atabapo, para llegar a una zona conocida como Caño Carmen. Lo hizo impulsada por sus dos hijos, uno de ellos con una malformación congénita en la médula espinal: su motivo para luchar, e incluso, para arriesgar su vida.

Estuvo tres días en Puerto Nuevo esperando para salir, pues la intermediaria que la llevaría a su destino tenía problemas con su mercancía.

Andreína 

Esa noche no salimos, la señora colaboró con nosotros. Dijo “Vamos a darles comida porque en realidad ustedes son mi compromiso”, y nos dio comida. Al día siguiente no salimos temprano, cayó un palo de agua, ya eran dos días lloviendo, iban a ser las 12 del mediodía cuando salimos en un barco que no tenía techo. Ella decía que a Atabapo llegábamos a las 6:00 pm. Nos fuimos con el palo de agua prácticamente en el medio del río, casi nos volteamos en “el chorro El Muerto”, nos llevamos muchos sustos. Yo le preguntaba a una indígena piaroa cuánto nos tardaríamos. Íbamos 30 en la embarcación, ninguno llevaba salvavidas, ella tenía solo dos salvavidas y me dijo: “Si te doy a ti, debo dárselos a todos”. Yo pienso que es una irresponsabilidad.

Leer más  Detuvieron a una mujer en Falcón por causarle quemaduras a su hijo 

Narradora 

Luego de tres días de fuertes lluvias en medio del río Orinoco, Andreína logró reencontrarse con sus hermanos. Su estadía se extendió por dos meses, porque la situación no era tan fácil como pintaba.

Andreína 

Desde que uno sale de Atabapo para ese entonces había 40 alcabalas indígenas, no habían arrancado y a los cinco minutos estaba la otra. En cada alcabala pedían colaboración: “Mira ¿cuántos kilos de queso llevan?”. Ellos pedían comida prácticamente, eso es fastidioso. ¡32 alcabalas y que todos te digan lo mismo! Entonces tú llegas a una alcabala y todos están con flechas.

Desde que tú entras a las minas todo es campamento de plástico y lona, unos pegados, otros separados. Llegué a donde estaba mi hermano. Dos horas desde La cuarenta hasta la mina donde está mi hermano. La gente decía: “la mina es una ciudad”. Yo me imaginaba otra cosa, y le digo a mi tío: “Aquí no hay casa, es pura lona y plástico”.  La cantidad de niños que empecé a ver desde que llegué (…) Para mí entrar ahí fue impactante, a lo mejor un niño no lo nota por su inocencia. Desde que vi el agua me dio sed, yo llegué a La cuarenta sin nada, muerta de hambre, el último día que comí fue el día anterior antes de llegar. Sí hay agua potable donde sea, pero la gente no te vende, prefieren regalarte un refresco, una cerveza, yo no lo entendía. 

Si te pones a beber agua del caño, el caño está contaminado, obviamente la gente que tiene tiempo allá, imagínate, se ha enfermado. Tienen enfermedades intestinales, lo vi yo así de esa manera. Cuando le pregunto a mi hermano me responde: “No, chica, es mejor que te tomes un refresco, vamos a esperar que llueva y que corra el agua”. Me imagino que para que corriera todo el desperdicio. Ese día cayó un palo de agua y ese día me bañé en un caño muy bonito, pero lleno de todo de basura, contaminado.

Narradora

La extracción minera repercute en toda la Amazonía venezolana, generando un impacto negativo en el ambiente y sus aguas. El investigador Héctor Escandel explica en profundidad sobre las cuencas afectadas.

Héctor Escandel 

Es difícil que haya una cuenca importante que no haya sido intervenida. En algunas la presencia es más consistente que en otras, probablemente porque la cantidad de oro era muy baja, pues la intervención fue corta. Pero hay cuencas como en el Guainía, como en el Atabapo, como en el Ventuari, ahora mismo en el área del Sipapo, también en el río Guayapo, donde sabemos que se está desarrollando un proceso minero bastante intenso con muchas contradicciones, con muchos riesgos, con mucha afectación desde el punto de vista ecológico.

Hay muchas otras enfermedades que se van a asociar al impacto generado por la minería, cuando usted vierte mercurio en el agua, usted está envenenando el agua, usted toma esa agua, aunque no tenga mercurio, simplemente con los elementos producto de la deforestación, de la remoción del suelo, usted está contaminando el agua. Esa es el agua que va a consumir, en consecuencia, a partir del consumo, el uso de esa agua contaminada, pues muchas son las enfermedades que han comenzado a proliferar. 

Leer más  Nuevos lectores para la tarjeta T-Ticket en el Metro de Caracas: ¿cómo funcionan?

Narradora 

Andreína conversó con su hermano para cumplir el objetivo de su viaje: hablar con la gente del comité indígena, de manera que ellos pudieran ayudarla económicamente para poder operar a su hijo. Pero la realidad es que debió esperar dos semanas para obtener una respuesta y la situación se tornó complicada, porque en las minas “si no trabajas, no comes”. Además, cometió el atrevimiento de endeudarse con los pasajes de su tío y su hermano. 

Andreina 

Él me dice: “yo te llevo mañana hasta allá”. En la noche hablé con la jefa del movimiento indígena y le planteo mi situación, le entregué el informe y me dice: “Espérate tres días”. 

Nosotros te podemos ayudar, no con mucho, pero algo te ayudamos para que puedas solventar lo de tu hijo. Pasaron los tres días y nada, me dijeron: “Espere hasta mañana”. Y así me tuvieron por dos semanas. Mi hermano que venía sacando oro antes que yo llegara, más nunca agarró en la máquina que él trabajaba, y la muchacha de los pasajes encima de uno; nos tiró al comité, al Ejército porque creía que no queríamos pagar. Mira, yo le dije: “Si yo hubiese sabido que esto era así, yo pensaba que uno agarraba arena y ya estaba el oro, jamás pensé que fuera tan difícil así”. Pasaron tres semanas, ya las cosas en esa mina se pusieron duras y complicadas.

Narradora 

Andreína comenzó a enfermarse con dolores estomacales, fiebre con altas temperaturas. Comenzó a padecer de amebiasis, una infección intestinal que se adquiere al consumir agua o alimentos contaminados.

En el campamento pudo hacerse la prueba, pero no pudo acceder al tratamiento indicado para estos casos, que tiene un valor de 8 rayas de oro, 80 mil pesos colombianos o 21 dólares americanos.

Sin embargo, trató la enfermedad con un remedio natural que la ayudó a mejorar su condición de salud.

Andreína

Me enfermé del estómago, empezó a dolerme, me dio amebiasis. Cuando me dio eso, yo dije “¿pa’ dónde voy?”, me empezó a dar fiebre y fiebre. Y entonces me decían: “Vete pal’ monte”, te imaginarás lo que se veía en el monte, ese monte era para toda la mina. Llevé la muestra, allá hay laboratorio y gente capacitada para hacer los estudios. Eso es un campamento entablado, hay personal que tienen su microscopio, reactivos con los que se trabaja, o sea tienen todo. Sí, hay odontología, ginecología, bioanalistas.

Fui al laboratorio, no tenía oro, solo conocía a la muchacha que trabajaba allí y le dije: “me siento mal, quiero saber si me puedo tomar el medicamento”. Me hizo la prueba y me dijo: “sí, tienes amebiasis”, luego me voy a la farmacia y cuando pregunto por el Metronidazol, el blister de Metronidazol me salía en 8 rayas. Una grama de oro son 10 rayas, aquí 8 rayas, por lo más mínimo, son 80 mil pesos. La esposa del jefe de mi hermano me dice: “yo te voy a dar un remedio casero”, no sé que me dio, pero me curó, se me quitó la fiebre y la diarrea. Era un agua clara y tenía una raíz.

Narradora 

Aún afectada de salud, Andreína y su hermano menor comenzaron a trabajar. Ella, lavando ropa, y el chico, cargando tablas. Pero de pronto el joven comenzó a tener dificultades respiratorias. Para poder cancelar el tratamiento, uno de sus hermanos, trabajador de una máquina para extraer oro, solicitó un adelanto para poder adquirir el medicamento.

Andreína 

Mi hermano se enferma, fiebre, fiebre, y fiebre. Se empezó a trancar de la respiración. Llegaron allá las pruebas de covid. ¿Cómo llegaron allá las pruebas del covid?, yo no sé, pero llegaron.

La persona que las vendía las tenía en tres rayas, le hicimos la prueba rápida covid y salió positivo. Si él tenía, todos debemos tener, me dije. A los tres días caí yo, fiebre, pérdida del gusto, como un nudo en el pecho, 15 días estuvimos enfermos en un chinchorro los dos. 

Leer más  El Domo de Hierro: el sistema de defensa que protege el cielo de Israel

Mi tío era quien nos daba comida. Él trabajaba en una máquina y le daban comida, y él nos llevaba.

En las minas estaba la epidemia y la gente decía es paludismo, nada, era covid, todo el mundo tenía covid. Ya después de 15 días, sí mandaron tapabocas para todo el mundo, pero ya para qué si todos estaban enfermos. 

Nos llevaron un blister de cloroquina y eso nos calmó, yo tenía conocimiento de esa medicina, la pedí y me la llevaron. Efectivamente, al día siguiente se nos habían quitado el dolor de cabeza, la fiebre, pero seguía la dificultad respiratoria. Esa misma muchacha que preparó el remedio casero para la amebiasis, nos dice tómese esta mata.

Narradora 

Al sentir que ya estaba estorbando, Andreína se vio en la necesidad de pararse del chinchorro y comenzar a trabajar nuevamente.

En ese momento se inició como repelera, encargada de recolectar las sobras del oro, producto del trabajo de extracción.

Andreína 

Decidimos ir a trabajar, a repelar en la plancheta, eso es donde están las máquinas que hacen los hoyos para sacar el oro.

Eso queda a una hora de camino de dónde estábamos. Estuve desde las 8:00 am hasta las 5:00 pm metida en ese charco.

Entonces él me dice: “Cónchale, salte de ahí, ¿qué haces metida allí?” Pues me toca, si tú no estas agarrando oro, ya me da pena que los jefes tuyos nos estén dando la comida a nosotros.

En ese proceso que uno llama repelear, agarras en una batea y empiezas un proceso de seleccionar y lo que te queda lo echas en un potecito, pero eso lleva arena, oro y de todo.

En el campamento se hace un trabajo con el azogue, que es lo que recoge el oro. El azogue es mercurio, pero para que el oro vuelva quedar en su color, tienes que quemarlo. 

Narradora 

A los pocos días, Andreína comenzó a sentir dolor, ardor y picazón en la entrepierna como consecuencia de permanecer mojada todo el día en una laguna contaminada.

Andreína 

Cuando yo me veo en el baño, me salió como una roseta, era como una quemadura, mi hermano me dice: “eso es jojoy”, así le dicen ellos a ese tipo de lesión de piel. “Eso fue porque te metiste todo el día en ese charco, te va a dar fiebre”. Efectivamente así fue, además la roseta empezó a crecer más. Mi hermano de Caño Piedra me mandó a inyectar con benzetacil, a buscar, me dice vámonos, esta mina es la peor que hay.

Yo le dije a mi hermano: “Me voy, ya quiero ver a mis hijos, ya no puedo estar más aquí”, y sin una sola raya para poder irme. Entonces yo lloraba, parecía una muchachita de 5 años. No sé porque añoré tanto a mi papá en ese momento, mi hermano iba adelante y él no veía que yo iba llorando, por mis hijos, por lo que había vivido allá.

Narradora 

La ginecóloga Alida Palau señala que una mujer que se expone por más de ocho horas en el agua puede padecer de hongos vaginales, como el caso de Andreína y su experiencia en las minas.

Alida Palau

Generalmente la vagina mantiene un pH Alcalino, cuando este se altera en las mujeres, hay floras normales, por factores como la humedad, ingesta de anticonceptivos, ingesta de antibióticos, pacientes diabéticas, porque la humedad favorece el cultivo de hongos, y más si esa agua está contaminada con algún agente químico.

Otra característica que influye es la ropa mojada. Mantener humedad constante en los genitales, ingesta prolongada de antibióticos o medicamentos fuertes como es el Metronidazol.

En el caso de infecciones por hongos, principalmente producen enrojecimiento, irritación, prurito  o picor, ardor. También estos hongos tienden a infectar la parte de las vías urinarias, ya que están muy cercanas al orificio de la vagina. 

Leer más  ¿Cuándo reabrirá la catedral de Notre Dame? 

Narradora 

Empezó la desesperación por regresar. Esa idea en Andreína siempre estuvo latente, lavaría ropa por última vez, con la intención de regresar. Se acercaba el cumpleaños de su hijo y comenzaba a pegarle la prolongada estadía.

Andreína 

Una señora nos llamó y me dice que ella buscaba alguien para que le trabajara y le atendiera el comercio, “pero no por mucho tiempo”, me dice, “solo necesito que me lo cuiden dos días”. Yo creo que no duré los dos días porque no sabía utilizar la cocinita esa.  Ella me dijo: “chica, lava esta ropa”. El agua de allá en Caño Piedra es más clara, igual de contaminada; lavé tres hamacas de esas acolchadas, tres jeans, dos bermudas y cinco pares de zapatos. La señora me pagó ese día 5.5 gramas. Ya no tengo nada que hacer aquí, me dije, ya me voy con mis 6 gramas. 

Me decían: “cómo te vas a ir con ese poquito oro, nada más en pasaje vas a gastar 4 gramas”.. Yo les dije, uno es mujer, allá en ese Puerto yo veo a quien le pido la cola, pero yo este oro no lo toco.

Narradora 

En el Puerto le preguntan ¿Cuánto tiene usted? Andreína tenía solo un gramo para regresar ella y su hermano. Al pasar una hora el dueño de la embarcación regresa y le ofrece una mejor oferta.

Andreína 

Me dice: “Dame es gramo vale que me falta la liga” o algo así, “con ese gramo lo compro y nos vamos”. Salgo, le di la grama y a las 2:00 pm e arrancamos de La cuarenta, llegamos a Manaven, que es un puerto colombiano, a las 7:00 pm. Esa noche dormimos en ese lugar en una balsa. Antes de salir de Caño Piedra yo hice 15 arepas con queso, pensando que con eso comíamos, volvíamos a comer y llegábamos a Puerto Ayacucho, sin tocar el oro. Al día siguiente arrancamos, a las 3:00 pm arrancamos, tenía tantas ganas de ver a mi hijo que en donde sea me voy.

Narradora 

En agosto de 2021, cuando conversamos con Andreína, nos confesó que no logró conseguir el dinero para la operación de su niño, se enfermó, padece de algunas consecuencias de salud y, a pesar de todas las vicisitudes, sería capaz de volverlo a intentar.    

Andreína 

No conseguí ayuda, ni por un lado, ni por otro. O sea, con el informe no logré nada. Y llegué aquí sin nada, prácticamente. Ajá llegué aquí con el oro que te dije, pero eso no cubre ni una cuarta parte de lo que necesitaba para mi hijo.

Llegué con la flora bacteriana muy afectada. El médico tratante que me vio aquí, me dijo, tú dices que te dio una sola vez amebiasis, no fue una sola vez, o fue una sola vez, pero nunca te la curaste. A lo mejor te calmaron el molestar, pero tu flora bacteriana todavía está afectada. Imagínate desde que fui a la mina y vine ya pasó un año.

Voy a volver que es lo peor, pude ver que tu llevas mercancía y la vendes. No inmediatamente, te cuesta, pero lo vendes y te traes tu oro.

Narradora 

Andreína contó que su tío le decía: “No voltees a ver el cerro porque si no, regresas”, pero ella volteó.

En la divulgación de este episodio nos acompañan el medio nacional El Diario y la emisora local Raudal Estéreo.

Coordinación general: Madelen Simó Sulbarán

Edición de Textos y Diseño Gráfico: Equipo del El Diario

Reportería y locución: Yency Dacosta

Composición fotográfica: Lucy Gualdron 

Montaje y Posproducción de audio: Carlos Romero

Los invitamos a escuchar las otras historias de este seriado Amazonas a la sombra de la pandemia, un trabajo que reúne voces de quienes se han enfermado en medio de la extracción minera en el contexto del covid-19.

Noticias relacionadas