• Un restaurador de zapatos, un sastre y un librero le contaron a El Diario cómo es posible sobrevivir con sus oficios pese a los retos y la incertidumbre en el país

Los oficios en Venezuela siempre han sido una suerte de salvavidas a la hora de tener un ingreso que permita cubrir las necesidades básicas en medio de las dificultades económicas. Pese a ello, algunas actividades han quedado relegadas al olvido en el imaginario colectivo a pesar de que son útiles y necesarias en lo que respecta a su función en la dinámica diaria.

El restaurador de zapatos, el sastre y hasta el librero son solo algunos oficios que permanecen vigentes, a pesar del avance de la tecnología y el desconocimiento de las nuevas generaciones sobre el papel protagónico que poseen en la historia del país.

El equipo de El Diario entrevistó a tres hombres que trabajan con mística, pasión y compromiso en cada uno de sus oficios. Venezolanos que no se rinden ante las dificultades y que a diario buscan dar un servicio de calidad a cada uno de sus clientes.

“Los restauradores le damos nueva vida al calzado”

Clisanto Ramón Torres Betancourt, mejor conocido como Alex, es el dueño de Inversiones Sofianginiel 21 C.A, ubicado en el local 186, del sector Santa Teresa, en los pasillos del Centro Simón Bolívar, en la ciudad de Caracas.

Su historia comenzó a los 15 años de edad como ayudante de zapatería. Gracias al gusto que le tomó a la reparación pudo ir progresando en su oficio y perfeccionando su técnica. Con 45 años de edad, y 30 en la reparación, ha sido un trabajo del día a día que se fue consolidando en su sueño, que era tener su propio taller. Hace 13 años logró eso y ahora es dueño de su propio espacio. 

Trabajos que están desapareciendo en Venezuela oficios que ya no existen desaparecidos profesiones que se extinguieron trabajos que ya no existen Caracas El Diario Jose Daniel Ramos
Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Pese a ser llamado simplemente como zapatero, el término que mejor se ajusta a su labor es el de restaurador. Para Torres, la crisis económica ha golpeado no solo sus ganas de expandir su taller, sino el volumen de clientes que contratan sus servicios.

Al menos cuatro a cinco años atrás no nos dábamos abasto con la cantidad de clientes. Ahora las personas se acercan de forma esporádica los días 15 y 30 de cada mes. Entonces, a veces se tienen cuatro o cinco trabajos que hacer al día y en ocasiones no hay ni siquiera uno”.

Si bien las circunstancias no son las más idóneas, encuentra la manera de reinventarse y ofrecer modalidades de pago que se ajustan al “bolsillo golpeado” de sus clientes.

“Yo sé lo difícil que están las cosas pero los clientes también deben entender el trabajo que se realiza acá. Si se requiere pegar y costura lo hacemos inmediatamente, pero para un trabajo más elaborado el cliente debe abonar el 50 % y al terminar se paga el resto. A veces, por no dejar ir al cliente le recibo el trabajo sin abono, pero dadas las circunstancias no es algo que se pueda hacer con todo el mundo”, explicó.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Alex señaló que “lo bueno, dentro de lo malo”, es que la gente conoce su trabajo, sabe donde está ubicado su negocio gracias al boca a boca, y así logra captar nuevos clientes. 

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“Se cobra lo justo”

Actualmente, pegar y coser un par de zapatos tiene un precio de tres dólares, pero siempre va a depender de cuál es el daño que tiene la pieza. Según su experticia, por el trabajo que realiza está cobrando lo justo.

Consideró que la labor más importante en su oficio es ser honesto con el cliente y no limitarse a pegar y coser. “Hay que recordar que si se entrega un trabajo mal no va a ser una experiencia satisfactoria y probablemente esa persona no vaya a querer regresar”.

Insistió que lo más importante es evaluar la pieza y desde un inicio que el cliente esté de acuerdo con el presupuesto del trabajo que se le está ofreciendo. “Por ejemplo, un cambio de suela (dependiendo el tipo y el modelo) puede estar a partir de los 15 dólares. Hacerte un zapato en piel a partir de los 20 dólares”.

¿Cuánto cuestan unos zapatos nuevos en Venezuela? Un par de zapatos nuevos en una tienda tienen un precio que puede ir desde los cinco dólares, tomando en cuenta factores como calidad, modelo y tipo de calzado, hasta los 150 o más.

Se demerita la labor del restaurador

De acuerdo con Alex, hoy en día cualquier persona toma una aguja y cose pero eso no significa que se haga un buen trabajo. 

Explicó que hay personas que reciben un trabajo de pegar y coser en la calle por uno o dos dólares y lo hacen desde el desconocimiento y sin garantía. 

Consideró que la diferencia de su negocio al de cualquier persona que haga ese oficio desde la improvisación es que él garantiza la responsabilidad. 

Añadió que en ocasiones a los restauradores les perjudica que no se valore la experiencia sobre la economía. “El trabajo del restaurador se demerita. No siempre lo más económico de la calle es el que va a salir mejor. Yo le doy a todos mis trabajos 15 días de garantía y siempre estoy abierto a escuchar lo que tenga que decir el cliente”. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Se autodenomina como un “sobreviviente” de la situación económica, y a diario debe lidiar incluso con los precios del material que cada día es más costoso. En ocasiones, cuando el cliente considera que el trabajo es costoso le pide que le traigan los materiales. Así, su clientela puede darse cuenta que los precios están ajustados a la realidad del país.

“La sastrería es el arte de hacer lucir bien a la gente”

Juan Agustín Abril, de 58 años de edad, lleva más de 40 años dedicado al oficio de la sastrería. Un trabajo que demanda mucha dedicación y sobre todo experiencia.

Se Inició en el oficio en el año 1977, donde ingresó como aprendiz en un local que estaba en la avenida Universidad de Caracas. Allí estuvo alrededor de 15 años y pudo aprender cómo se tomaban las medidas, trazaba y cortaba. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Luego, comenzó a armar las piezas. Su primera experiencia real fue como pantalonero (confección de pantalones). De ahí, comenzó a trabajar con las chaquetas o blazers. Admitió que armar las piezas que conforman las capas de una chaqueta o blazer es un trabajo arduo que requiere mucha paciencia. 

La sastrería es el arte de hacer lucir bien a la gente. Ser sastre es lo mismo que ser un artesano. Estamos hablando que al menos el 80 % de mi trabajo es a mano. Es laborioso y dedicado, por lo tanto hay que saberlo hacer muy bien”.

Abril contó que aprendió con ensayo y error el tipo de puntadas que se hace, cómo se debe sostener la aguja, cómo usar el dedal. 

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Esa experiencia diaria fue el motor para mejorar su técnica. Al retirarse de su primer trabajo como sastre pasó a otro local en La Hoyada, donde laboró durante 17 años continuos.

Lamentó que este “arte” se haya ido perdiendo un poco en el tiempo. En principio, porque “la gente joven no tiene mucha idea de la labor y la importancia que tiene este oficio”.

Su propio taller

Hace 25 años el señor Abril decidió independizarse y montar su propio taller en su residencia en La Vega. Con el tiempo, ha logrado una cartera de clientes que le permite mantenerse activo en su trabajo.

“La mayoría de mis clientes está en el este de Caracas. Generalmente, yo voy hasta sus residencias, tomo las medidas necesarias y comienzo el trabajo. La confección de un traje completo puede hacerse en alrededor de 20 días”.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Relató que, en principio, se toman las medidas del cliente en una primera ocasión, y se procede a cortar las piezas de tela que conforman el traje. Después, se hace una prueba en el cliente. Posteriormente, se afina y se bastea según el cuerpo de forma personalizada.

Un trabajo que vale lo que cuesta

Indicó que todos los materiales que son usados para la confección son importados, lo que hace que las piezas sean costosas. Relató que al que le gusta vestir de sastrería quiere algo a la medida por lo que es “un trabajo que vale lo que cuesta”. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Sus clientes le piden trajes de dos o tres piezas (con o sin chaleco) y pantalones para combinar. Por lo general, solicitan cashmere inglés o italiano por ser de buena calidad, suave al tacto y ligero.

Precios y excentricidades

En un recorrido realizado por El Diario en tiendas dedicadas a la venta de trajes para caballero se comprobó que uno de fábrica, dependiendo de su origen, cuesta unos 150 dólares como base. En ese precio no se incluyen los ajustes que en ocasiones requiere la pieza para que quede bien en el cuerpo de la persona.

En el caso del modelo hecho a la medida, la hechura, es decir, solo la confección de un traje (sin poner la tela) cuesta 400 dólares. El monto en caso que el sastre busque la tela dependerá del precio en el que se compre la materia prima. 

De acuerdo con Abril, por lo general, una buena fibra supera los 80 dólares el metro y para un traje completo se necesitan unos tres metros.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

La confección de un pantalón cuesta 60 dólares y al sumarle la tela puede ascender entre los 150 y 160 dólares. La cantidad de tela dependerá del tamaño del cliente, pero en líneas generales se usa entre 1.20 y un 1.50 metros.

Dentro de las excentricidades de algunos clientes, indicó que le han pedido trajes con colores poco convencionales como azúl rey y rojo combinados. También le pidieron hacer un traje de charro, pero al averiguar más detalles se dio cuenta de que era muy laborioso y que mínimo debía cobrar unos 2.000 dólares, por lo que prefirió no tomar ese pedido.

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Según Abril, la situación económica venezolana es muy compleja. Particularmente, durante la pandemia pasó seis meses sin tomar ningún trabajo. Dijo que en su mejor época durante su paso por la tienda de sastrería, hacía dos trajes a la semana y podía sacar los trabajos mucho más rápido.

Actualmente, aparte de un traje, si el cliente quiere algunos arreglos también los toma. “Así voy alternando el trabajo para llevar el pan a la mesa y pagar las cuentas”.

“Ser librero es una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida”

Isbert Adrián Rivera empezó con tan solo 16 años en el mundo del libro como vendedor. Las calles, las ferias y hasta las peñas literarias han sido espacios para compartir con los caraqueños esa fascinación que siente por la literatura.

Desde hace 11 años ocupa el kiosco 66 de nombre El Mecenas, debajo del puente de las Fuerzas Armadas, en el centro de Caracas.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Esa experiencia lo ha llevado a compensar el no haber estudiado una carrera universitaria y recibir la influencia de personalidades en diversas áreas y ámbitos. 

Siendo bachiller su oficio le ha ayudado a relacionarse con profesores, escritores, artistas plásticos, políticos, personas de círculos sociales y culturales. Además, en los últimos 18 años he estado participando en ferias de libros donde lo han invitado.

Soy librero de años, de profesión y de corazón. Ser librero es una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Uno va leyendo y entendiendo mejor este oficio. Incluso, se dice que en algunas partes del mundo se estudia a través de cursos para ejercer este oficio. Para mí conocer el mundo del libro es un elemento fundamental para el desarrollo de la cultura y el hombre”.

Aseguró que ha sido determinante para él haber trabajado para editoriales, y empresas trasnacionales del ramo como la Enciclopedia Hispánica y el Círculo de Lectores. 

Para Rivera el libro usado tiene una energía diferente que lo ha motivado a ser un lector de todas las ramas del saber. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Detalló que la situación económica del venezolano indiscutiblemente ha incidido en la compra y venta de libros, sobre todo desde la pandemia. Sin embargo, el puente de las Fuerzas Armadas en los últimos 30 años se ha convertido en un nicho importante de libros.

Acá se fueron uniendo varios libreros con la intención de promover el libro usado. En esta zona, era normal ver a los periodistas de El Universal, los estudiantes universitarios, los políticos de Miraflores, los que trabajaban en la Cancillería, gente de todos los ministerios”.

Contó que para hacer un trabajo de investigación la gente sabía que algunas veces el libro que necesitaba no lo ibas a conseguir en una librería, pero debajo del puente sin duda era el lugar idóneo para hallarlo. “Hemos vivido en este espacio épocas muy buenas para nosotros. Especialmente, hace 11 años cuando eliminaron los latones donde guardabamos la mercancía y pasamos a tener estos kioscos modulares más vistosos y organizados que le dio un nuevo aire a la zona”.

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Afirmó que el tiempo y los cambios le han restado brillo a ese punto de la ciudad que a su juicio merece ser rescatado para el disfrute de los caraqueños. “Es necesario que las personas vuelvan a tener la seguridad que acá van a ser bien atendidos. Que se hagan ferias del libro, que sea nuevamente atractivo para quienes nunca han venido o a quienes ya no quieren venir. Eso es lo que yo deseo”.

“Libros sumamente económicos”

Ribera aseguró que sus libros son sumamente económicos, al punto de hacer promociones de varios ejemplares por un dólar. “Tengo promociones de tres, cuatro y hasta cinco libros por un dólar. Incluso, tengo libros a uno, dos y cinco bolívares. También, tengo otros a 20, 30 o 50 dólares dependiendo de lo que sea”.

Explicó que la pérdida de los cliente del este e incluso el que llegaba desde las barriadas que venía en masa a comprar motivó la necesidad de abaratar mucho más los precios, sobre todo después de la pandemia de covid-19.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

En su experiencia, considera que no es común concretar una venta de 10 o 30 dólares en libros, sin embargo, destaca que en esos espacios del libro usado hay grandes ventajas en relación con las librerías. “Acá se pueden conseguir ediciones pasadas o la misma edición pero con precios de hace dos o tres años atrás. Incluso, puedes conseguir ejemplares completamente nuevos en 18 dólares”.

La venta en línea

Para Isbert Rivera ha sido determinante adaptarse a los nuevos tiempos y promocionar los títulos disponibles a través de las redes sociales. Destacó que algunos de sus compañeros han encontrado en Instagram, Mercado Libre e incluso el WhatsApp Business vitrinas interesantes para la comercialización.

Indicó que hace unos años había siempre un flujo constante de venta de libros de literatura, historia y poesía como los de Francisco Herrera Luque, Arturo Úslar Pietri, Julio Cortázar, Andrés Eloy Blanco, José Antonio Ramos Sucre, entre otros.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Los que actualmente tienen una demanda considerable, pero no comparable a la de años anteriores, son los libros de historia, las sagas, los libros de cine e incluso de ciencia ficción.

Lamentó que en la Venezuela actual “las personas leen menos o simplemente no quieren leer”. “La gente cree que todo está en Internet. Me han preguntado que si de verdad la gente compra los libros y hasta de forma despectiva me preguntan si de verdad eso se lee”.

En su reflexión, manifestó que hay una falsa percepción de que todo está en la red y que se ha abandonado al libro físico. “La verdad es que eso no es así. El libro físico al igual que todos los que trabajamos acá nos negamos a rendirnos”.

La resiliencia quedó en manifiesto con la labor de cada uno de estos ciudadanos que continúan creyendo en sus capacidades. Se dedican a estos oficios en Venezuela y ofrecen, desde su conocimiento, un servicio que resiste a perderse en el tiempo y se niegan a creer que sus ocupaciones tengan declarada una fecha de caducidad.

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