- La exposición Homenaje a Soto muestra piezas que reflejan la evolución del maestro venezolano. Es la primera de varias actividades que la Fundación Soto prepara para el centenario de su nacimiento, el 5 de junio de 2023
Cuando se habla de la trinidad del arte cinético en Venezuela, los nombres que resuenan son los de Carlos Cruz-Diez, Alejandro Otero y Jesús Soto. De este último, quizás su obra más conocida es la Esfera de Caracas, ese gran sol anaranjado ubicado en la autopista Francisco Fajardo, y que en los últimos años se volvió parada turística para visitantes y locales. Sin embargo, resulta que la ciudad está llena de su arte: la Progresión en Amarillo y el Cubo virtual azul y negro, en la estación Chacaíto del Metro de Caracas. También el cielo que adorna el hall principal del Teatro Teresa Carreño.
Así, las contribuciones de Soto (Ciudad Bolívar, 1923- París, Francia, 2005) al arte venezolano se basan en una identidad que no solo es color, sino también movimiento, interacción y líneas que parecen apuntar al cielo o a las raíces de la tierra. Por eso no es extraño que gran parte de la comunidad artística espere con ansias al 5 de junio de 2023, cuando se cumplirán 100 años de su nacimiento.
La curadora de la muestra, Tahia Rivero comentó a El Diario que se trata de nueve piezas hechas por Soto entre 1947 y 2004. De este modo, reflejan toda la evolución que tuvo su carrera desde su formación en Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas, su paso por la abstracción, hasta su consolidación como artista.
La exhibición
Dos de las piezas que quizás resaltan en la exposición son dos bodegones (cuadros de naturaleza muerta) pintados por Soto en 1947 y 1949. Ambas obras reflejan una época muy temprana de su carrera, cuando el ambiente académico de Caracas todavía influía sobre su trabajo y todavía hay figurativismo. Aun así, Rivero señala que la primera exposición del guayanés fue en 1949 en el Taller Libre de Arte de Caracas, considerado en época como un espacio alternativo. Posiblemente allí debutaron aquellos bodegones.
También hay exponentes de la faceta de Soto en la pintura. Específicamente una de sus Vibraciones, perteneciente a la serie de 1961 coloquialmente denominada “Gomas”, y en donde abandona temporalmente la ortogonalidad de su obra. Ya en una línea más representativa de su trabajo, hay una pieza compuesta por sus emblemáticas varillas suspendidas sobre un fondo, que data de 1970.
Igualmente, hay un mural tridimensional de 1968 y su obra Tres valores con ladrillo (1980). “La persistente investigación en torno a la inmaterialidad se percibe con profundidad en los nylons y las escrituras realizadas durante sus últimos años”, acota Rivero.
Fascinación por el movimiento
Soto se mudó a París, Francia, en 1950. Para ese momento, el movimiento artístico de moda en esa ciudad era el abstraccionismo lírico y el surrealismo, con grandes exponentes como el alemán Paul Klee o el ruso Vasily Kandinski. Soto no se sintió impresionado por ninguna de estas corrientes, por lo que aprovechó un viaje a Ámsterdam (Países Bajos) para conocer la obra de Piet Mondrian y Vincent Van Gogh.
Este movimiento estaba integrado por figuras que después serían fundamentales para el arte contemporáneo venezolano, como Alejandro Otero, Pascual Navarro, Mateo Manaure, Aimée Battistini o Nena Palacios. Su premisa fue romper con las modas del momento y abrazar el abstraccionismo geométrico, para entonces algo sumamente experimental, siendo posteriormente baluartes del cinetismo.
“Los artistas jóvenes venezolanos estaban a la búsqueda de las expresiones de vanguardia en Europa. El constructivismo, de Stijl y Bauhaus. Ya en Venezuela habían dado pasos hacia la ruptura con la figuración y el abstraccionismo predominaba en París”, explica Rivero.
Destaca que Soto siempre fue un investigador acucioso, y se reunió con figuras como Jean Tinguely, Marcel Duchamp, Yves Klein, quienes influyeron en su estilo. Otros artistas que también tuvieron un rol fundamental en la creación de su identidad fueron Víctor Vasarely y Alexander Calder.
“También le interesa la obra de Josef Albers y sus estudios sobre el color. Cuando comienza a exhibir en la galería Denise René orienta su trabajo hacia el arte cinético y los fenómenos ópticos”, agrega.
Trascendencia
“El arte, la arquitectura, la industria, vivieron momentos de resurgimiento. La geometría abstracta se presentó como el estandarte de un país moderno. Esto hizo que a los artistas venezolanos, entre ellos Soto, se le encargaran importantes obras para instalarse en los espacios urbanos. Era uno de los mejores artistas del movimiento cinético y nos dejó la posibilidad de comprender la no representatividad, que no es poco”, aporta la curadora.
Así, las obras de Soto encontraron refugio en las faraónicas obras como el Teatro Teresa Carreño y el metro, sino también en espacios como el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, de la mano de Sofía Ímber. Incluso tuvo su propio lugar con la inauguración del Museo de Arte Moderno Jesús Soto, inaugurado el 27 de agosto de 1973 en su natal Ciudad Bolívar. “Soto es reconocido y está representado en los más importantes museos del mundo”, completa Rivero.
Hacia el centenario
Soto formó parte de una generación dorada de artistas venezolanos. Un reflejo de esto es que para 2023 el país celebrará no solo uno, sino tres centenarios: el suyo, el Oswaldo Vigas y el Carlos Cruz-Diez. De allí quizás la necesidad de dale un espacio propio antes a Soto con su muestra en el Cubo Negro, que estará abierto al público hasta el 4 de diciembre de 2022.
El 26 de noviembre, Los Galpones también realizará un taller infantil en el que realizarán un mural con imágenes de la exposición. Todo esto es el preámbulo de muchas más actividades en el marco del cumpleaños del maestro, cuyo cronograma será anunciado en su momento por la Fundación Soto.