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  • Cada 13 de septiembre se celebra internacionalmente el Día del Chocolate. A propósito de dicha fecha, El Diario entrevistó a dos mujeres destacadas por ejercer el oficio de la chocolatería en las montañas de la región capital venezolana

Recoger los granos de cacao de las costas de Aragua, Miranda, Carabobo, y La Guaira para procesarlos entre  1.100  y 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar es el trabajo que realizan en Cata Cacao (en la urbanización Los Campitos, Baruta) y en la Chocolatería Picacho (en Galipán). Estos son emprendimientos liderados por mujeres que han apostado por el chocolate en las alturas de la zona metropolitana de Caracas. 

Aunque el cacao venezolano es frecuentemente relacionado con el calor de la  costa, los profesionales de la chocolatería afirman que el producto final es el resultado no solo del grano de origen, sino de los procesos y el entorno postcosecha que se ejecutan una vez los sacos de cacao abandonan la hacienda de cultivo y se transforman en los talleres de producción; donde inducidos por las técnicas, procesos y el entorno, el chocolate aflorará sus diferentes matices de aromas, texturas y sabores. 

Nela Moser, la chocolatera del Ávila 

Chocolatería de montaña: dos proyectos que buscan aumentar el nivel del cacao venezolano

Desde el año 2007 Nela Moser trabaja la chocolatería en San Antonio de Galipán, en la zona montañosa del Ávila. En un silencioso pueblo, a unos 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar, Moser instaló su taller artesanal, motivada – según sus palabras- por el clima y la magia que ofrece el Parque Nacional Warairarrepano. 

Ya este año 2024 Chocolates Picacho cumplió 17 años ofreciendo una experiencia mágica de cacao y chocolate en las alturas. Hacemos chocolates todos los días para los visitantes de Galipán. Nos hemos mantenido como la chocolatería de la montaña, por eso es un plan para quienes suben hasta acá y nuestros chocolates no bajan a Caracas. No comercializamos nuestros productos en otro lugar”, resalta la chocolatera Nela Moser, en entrevista para El Diario. 

El eslogan de Chocolates Picacho es “una montaña de sabores”, frase con la que resume el concepto que integra el cacao de diferentes zonas de Venezuela con los sabores, aromas y vistas del Ávila. Moser destaca las características únicas que aporta la montaña a su chocolatería,  entre ellas enumera algunas, como la flora, los frutos propios que se cosechan en  Galipán y que sirven de relleno; la fauna, como el sonido de los pajaritos que acompañan desde la elaboración hasta la degustación del comensal y el clima que le permite temperar el chocolate sin depender completamente del aire acondicionado. Aunado a una atmósfera mágica, donde defiende que habitan hadas y duendes. 

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“En esta montaña hay un espacio infinito de silencio en las noches que sirve para la inspiración y en la mañana, con el aire fresco, comienza la faena de elaborar los chocolates con distintas formulaciones y porcentajes, logrando chocolates de leche, chocolates oscuros y bombones”, detalla Moser sobre las razones para mantener su taller en las alturas del Ávila. 

Al ser consultada sobre la receta para el éxito de una chocolatería es enfática en afirmar que hay dos ingredientes que para ella son fundamentales y no se encuentran en cualquier supermercado: la paciencia y la constancia; dos valores que han acompañado el esmero de Moser durante casi dos décadas en el mundo del chocolate. 

Chocolates Picacho abre todos los fines de semana, sábados y domingos, de 10:00 am a 5:00 pm. También reciben visitas programadas durante los días de semana, con reserva previa a través de sus redes, donde se identifican como @chocopicacho; además de ser parte de varias rutas de los operadores turísticos de la zona, quienes hallan en la chocolatería un atractivo adicional para el visitante. 

Ana Karina Silva, al rescate del cacao cosechado en Caracas 

Chocolatería de montaña: dos proyectos que buscan aumentar el nivel del cacao venezolano

A 1.100 metros sobre el nivel del mar, en lo que décadas antes fue la hacienda cafetalera Las Mercedes, y hoy se conoce como la urbanización Los Campitos de Baruta, Ana Karina Silva transformó el jardín trasero de su casa en un cultivo de cacao.  Lo que empezó como un vivero experimental con 20 plantas que buscó en Aragua, hoy se ha convertido en un cacaotal compuesto por 100 árboles que ya dan frutos. 

Silva, una ama de casa que dividía su tiempo entre la crianza de sus hijos y sus estudios de cocina, terminó fascinada por el chocolate tras participar en un curso de chocolatería en 2017. Su pasión por el cacao le conectó con un pasado agrícola que fue parte de su niñez, cuando creció en el estado Monagas. Aprendió del cultivo del cacao, sus cuidos, su genética, y empezó a plantar cacao en su casa en Caracas, con la idea de tener tabletas hechas con cacao propio. 

“Viví unos años en Bolivia, donde trabajé haciendo comida venezolana. Cocinaba y vendía comida  congelada para los venezolanos que vivían en La Paz. En 2017, tras mi regreso a Venezuela, hice un curso para hacer chocolates. Ese mismo día me traje unas mazorcas y empecé a germinar el cacao en mi casa, con poco conocimiento hasta entonces. Fui aprendiendo de cacaoteros, hablando con agrónomos y ya tengo algunas matas que el año que viene puede que me den la posibilidad de tener la cantidad para fermentar y sacar un lote pequeño de chocolates de origen Baruta”, afirma Ana Karina Silva, quien elabora sus chocolates bajo la marca Cata Cacao. 

Silva recuerda el pasado cacaotero de Caracas y las ciudades aledañas. Donde antes de la vida urbana hubo plantaciones de café y cacao, dando fama a lo que los europeos llamaban cacao Caracas. Ahora su sueño es posicionar Cata Cacao como una marca de chocolates que siembra su propio cacao en Baruta y que la gente reconozca sus tabletas como verdadero chocolate de origen local. 

La casa de Cata Cacao, además de centro de producción, abre sus puertas para realizar catas grupales para quienes busquen la experiencia del análisis y degustación de distintos chocolates elaborados por la marca. La chocolatería ofrece actualmente cuatro barras de chocolate a disfrutar: chocolate blanco, chocolate de leche, chocolate oscuro y Golden milk, una tableta que combina chocolate con cúrcuma y otras especias dulces. 

Tanto Moser como Silva coinciden en la necesidad de incentivar a los venezolanos a trabajar el cacao y aprovechar la diversidad de cultivos y sensaciones que poseen los granos cosechados en el país. Ambas están convencidas de que la chocolatería debe dejar de verse como un concepto rural y subir incluso a las montañas, a las zonas turísticas y a las urbanas, buscando espacios para otros conceptos de chocolatería a diferentes niveles de altura. 

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