- La Poeteca, Autores Venezolanos y Team Poetero publicaron, en alianza con Banesco, la antología del 9° Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas
“Voy, abriéndome paso por entre la aspereza, al lugar donde está guardado mi retrato futuro”, reza el poema Nuevo mundo (1977) de Rafael Cadenas. Después de días oscuros cuya sombra aún se extiende, poco a poco emergen nuevos brotes del futuro que florece desde la cultura. Como la máxima del poeta venezolano, ganador del Premio Cervantes, y quien se ha convertido en una suerte de padrino para toda una generación de creadores.
Precisamente el 12 de septiembre se presentó en el auditorio Fernando Crespo Suñer de Ciudad Banesco, en Caracas, la antología del 9° Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas. Este año el libro, que recoge los poemas ganadores y finalistas del certamen, luce una portada de un amarillo cálido, casi optimista, en contraste con su contraportada morada, color usualmente asociado a la intuición y creatividad.
Su publicación surge de la alianza de las organizaciones Autores Venezolanos, Team Poetero y Fundación La Poeteca con el banco Banesco. “Hoy nos sentimos muy honrados de poder entregar esta nueva antología que significa para muchos de los poetas publicados, su primer poema en papel impreso. Detrás de este libro hay un año de trabajo, desde la convocatoria al concurso, la recepción, el jurado, el veredicto, la edición, la curaduría, el diseño y la impresión”, declaró durante el acto Marco Tulio Ortega, presidente de la Junta Directiva de Banesco.
Esta antología, al igual que las anteriores, se puede descargar de forma gratuita en la página web de La Poeteca.
Los ganadores
El 9° Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas recibió más de 220 manuscritos y contó con los escritores Natasha Tiniacos, Gabriela Rosas y Luis Miguel Isava como jurado. “Los poemas ganadores marcan un corte con las presiones de nuestro presente, reconociéndolo, sin aspirar a una imposible desunión porque trabajan desde lo compartible, una vez más: el lenguaje, y desde ahí replantean el amor y el dolor, la historia, la política, la familia y la vocación literaria”, destacan en su veredicto, publicado el 12 de julio.
En este sentido, el jurado otorgó el primer lugar a Johan Alexander Reyes, por su poema La letra M. Nació en Santa Teresa del Tuy, estado Miranda, en 1999, y actualmente vive en Caracas. Es estudiante de Arte de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y se dedica principalmente al cine y el teatro. En su faceta como escritor ganó también este año el concurso Descubriendo Poetas de la asociación civil Buscadores de Libros con su poemario A-Hora.
El segundo lugar fue para Oriana Nuzzi, por su poema Araya. Oriunda de Maracaibo, estado Zulia, tiene 30 años de edad y actualmente reside en Nueva York, Estados Unidos. Es artista y diseñadora gráfica, posee una amplia experiencia en diseño editorial con el estudio Letra Muerta Inc. Ha combinado la imagen y la palabra en diferentes proyectos como El Telar Poético del Caribe, con su poema Sirenas de agua dulce.
El tercer lugar fue para Leonardo Rivas Lobo, por el poema Grafía salvaje. Nacido en Valera, Trujillo, en 1995, vive en la ciudad de Mérida, donde estudió Letras en la Universidad de Los Andes (ULA). Ganó el Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit (2021). También obtuvo el segundo lugar en el IV Concurso Nacional de Joven Poesía Hugo Fernández Oviol (2020). En 2022 publicó su primer poemario Liminares y transversales, con la editorial Palindromus.
Finalmente, el jurado decidió otorgar una mención especial al poema Has de cerrar la boca de tu padre, de Andrea Sofía Crespo Madrid. Nacida en Valencia, Carabobo, en 1995, es traductora y licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca. Actualmente reside en Madrid, España. Ha publicado los poemarios Tuétano (La Poeteca, 2018), Tuétano/Marrow (Ojos de Sol, 2020) y Ayes del destierro (Libero Editorial, 2021).
Los finalistas
En el libro, además de los tres ganadores y la mención honorífica, también se recopilan 17 poemas de los autores finalistas, Estos son:
– Camino de memoria, de Yoselin Goncalves (30 años, reside en Panamá)
– Comunicación corporal para jóvenes adultxs o también sobre “crecer sobre-pensando”, de Rosandra Trejo (27 años, reside en Ciudad de Mérida).
– Decir al río, de Jorge Morales Corona (28 años, reside en Maracaibo, Zulia).
– Domingo, de Gustavo Vera Febres-Cordero (28 años, reside en San Antonio de los Altos, Miranda).
– Elegía: a partir de un pensamiento recurrente, de Vanessa Mendt (28 años, reside en Madrid, España).
– El éxtasis de Santa Teresa, de María Alejandra Colmenares (28 años, reside en Caracas)
– Fango sagrado, de Laura Eloísa Soto (26 años, reside en Mérida)
– Fantasma, de Williams Linares (27 años, reside en Caracas)
– Gestos rurales, de Jaimar Marcano Vivas (29 años, reside en Caracas)
– La luz, tu sombra, de Saúl Figueredo (29 años, reside en Buenos Aires, Argentina)
– Materia Blanca, de Rosbelis Rodríguez (29 años, reside en Mérida)
– Montañas que se estaban incendiando, de Fernando Alva (24 años, reside en Caracas)
– Morir en la orilla, de Oliver Zambrano Vegas (24 años, reside en Mérida)
– Oda a un corazón triste, de Hamid El Sayegh (26 años, reside en Caracas)
– Quinta Jenízaro, de Jorge Romhain Lazo (28 años, reside en Ciudad Bolívar)
– Sexto sumidero, de Luis César Salazar (28 años, reside en Maturín, Monagas)
– Transfiguración primera, de Elio Espósito
Legitimado
Johan Reyes se proclama a sí mismo como un “poeta de concursos”. Lo reconoce con una sinceridad frontal, a la vez que busca evadir cualquier predicción sobre el futuro de la literatura venezolana. En entrevista para El Diario, señala que la poesía era un género que le parecía difícil, quizás inalcanzable en ese universo de autores consagrados y jurados intimidantes.
Sin embargo, se atrevió a escribir para la 7° edición del Concurso Cadenas, donde resultó finalista. Eso lo animó a seguir intentando, logrando que sus textos ingresaran a diferentes antologías hasta julio, cuando simultáneamente logró ese par de triunfos en la 9° edición y la publicación de A-hora. Por eso considera que los certámenes, más que un ejercicio de ego literario, son un impulso para seguir escribiendo. “Me da seguridad para no ser tan descreído”, acota.
Y ahora que su nombre está en el centro de la conversación en el foro, comenta que lo que más disfruta es escuchar las experiencias de la gente que leyó su poema. Sobre todo cómo la gente registra a través de una experiencia ajena algo propio. “Mucha gente me ha escrito para hablar de mi texto y cómo les resuena, entonces al parecer es algo mucho más grande, pero aún no puedo verlo ni quiero verlo tampoco. Eso me permite no envanecerme”, dice.
Vehículo de la memoria
Con La letra M, Reyes logra un relato descarnado sobre la pérdida de la madre y la ausencia que deja en la casa. Una soledad que permea cada rincón hasta convertirse en un vacío capaz de borrar sensaciones, recuerdos y hasta el significado de las palabras.
“Hablo de la muerte del concepto. Cuando se nos muere un familiar sigue su recuerdo vivo, no muere en realidad, salvo que desaparezca. Cuando muere el concepto, la idea de algo, todo desaparece porque todo se vacía de sentido. Entonces hablo de la muerte de la madre no como algo físico, sino de la muerte del concepto de madre dentro de la institución familiar. Cuando ese lugar es cercenado, no hay a dónde recurrir, no hay madre posible ni en los recuerdos ni en nada. Es mucho más violento”, explica.
El autor declara que para él, la poesía es un vehículo de la memoria. Un organismo capaz de transmitir las emociones y experiencias de su creador al punto de que se pueden vivir como propias. Algo que vuelve inmortales los cuerpos mientras se puedan evocar, como proclama en un pasaje de su poema: “las estrías son memorias/ decía si preguntaba/ memorias de cosas vivas/ cosas que fueron creciendo/ convirtiéndose en machetes/ que se acicalan con la carne/ hasta que duele la lengua”.
Aliciente importante
En la misma sala, Leonardo Rivas agradeció con la voz pausada de la cordillera en nombre de los otros tres merideños que quedaron finalistas en el concurso. Señala en entrevista para El Diario que en el pasado varios autores de su tierra han sido reconocidos por el Cadenas, lo que evidencia una movida literaria llena de vida y talento que crece en su ciudad.
En su caso, narra que su acercamiento a la poesía surgió de su afición por autores como Pablo Neruda y Jorge Luis Borges. Se volvió un ávido lector, lo cual naturalmente le llevó a escribir, primero en ejercicios que califica como “pueriles”, para luego ir avanzando más hacia su norte. “Todo fue detonado por ese interés en estos poetas que me dijeron cosas que yo, que yo quería leer o escuchar”, relata.
Al igual que Reyes, ya había postulado en años anteriores al concurso, quedando finalista en su 6° edición, lo cual lo motivó para seguir participando y presentándose en otros espacios. “El Cadenas es un aliciente y es un paso que muchos deberíamos dar para seguir en este camino de la escritura”, comenta.
El topo
Con Grafía salvaje, Rivas asume un tótem animal para explorar su propia naturaleza y relación con la literatura. “Su lengua de arcilla apenas hace ruido/ entre la grava y el corazón de mamífero ermitaño;/ sostiene lo hallado en la complicidad de lo subterráneo,/ resguarda lo dicho por otros, que se filtró como agua de otro tiempo”.
El animal que recita Rivas es uno que desde la profundidad de su ensimismamiento se imagina satélites lejanos y piensa en las fuerzas que mueven los átomos a su alrededor. Sin embargo, es también una disertación sobre el propio oficio creativo, viendo entre signos y sintagmas el origen de todo.
“En el poema ciertamente el topo podría ser una metáfora de esta especie de lector-escritor, que aspira como a otras cosas fuera de lo terrenal, que podría interpretarse de muchas maneras. Esa imagen está allí, ese animal es una metaforización de ciertas actitudes y posturas ante el mundo”, acota.