- El equipo de El Diario conversó con un papá y una mamá sobre cuánto han invertido en tiempo y económicamente para el desarrollo deportivo de sus hijos
Muchas niñas y niños venezolanos tienen el sueño de convertirse en deportistas profesionales algún día. El camino es arduo y requiere de un gran apoyo familiar para convertirse en un atleta competitivo sin dejar de lado la infancia.
Andrea J., madre de un nadador, y Federico M., padre de un futbolista, saben lo que implica enfocarse casi al 100 % en el desarrollo deportivo de sus hijos.
Ambos conversaron con el equipo de El Diario sobre sus esfuerzos y lo que significa ver a sus hijos competir en busca de sus sueños.
Andrea decidió llevar a su hijo David a actividades deportivas desde los 6 años de edad. Él ya había demostrado su deseo de hacer deportes y la intención de competir vino con el tiempo.
Inicialmente estuvo en kárate y natación, en ambas disciplinas compitió en las categorías de niños pequeños. Sin embargo, destacó rápidamente como nadador. Andrea asegura que en sus primeras competencias siempre obtuvo el primer o segundo lugar.
A los 10 años de edad, David tuvo que hacer una pausa en sus actividades deportivas por motivos personales, pero siempre insistió en que quería volver a entrenar y competir, así que a los 13 años de edad regresó a la natación.
“Siempre demostró una actitud competitiva. Esto lo motivaba a él a asistir a diario a sus entrenamientos, siempre tuvo ese espíritu competitivo desde muy temprana edad y bueno, todavía lo sigue teniendo”, explicó Andrea en entrevista para El Diario.
Aunque Daniel es su único hijo, Andrea es madre soltera y necesitó mucho apoyo de su mamá y hermanas para poder cumplir tanto con las actividades deportivas como con las académicas.
Admite que su rutina es distinta a la de otras familias, porque el deporte es una de las prioridades. El horario familiar depende, en buena parte, de los entrenamientos y las competencias de David.
“Cuento con el apoyo de mi mamá, mis hermanas, ahí nos turnamos desde siempre ha sido así y a pesar de la inestabilidad en cuanto a los entrenamientos y a estar de un lado a otro. Nos hemos ido adaptando, no ha sido fácil, pero he contado con el apoyo de ellas en este proceso”, expresó.
“En todos los deportes se deben hacer gastos para avanzar”
Andrea explicó que para que un niño o adolescente pueda desarrollarse deportivamente sus padres o representantes deben costear todo lo que tiene que ver con los entrenamientos, logística en competencias y equipos deportivos.
Costos en las competencias de natación
– Inscripción: 35$
– Hospedaje de 5 días en una habitación compartida: 190$
– Viáticos entrenador: 35$ por atleta
– Hidratación: 10$ por atleta
– Transporte al interior del país: 30$ por persona
– Transporte interno: de 2$ a 5$ por persona
La representante aseguró que sus amistades le han cuestionado los esfuerzos que ha hecho para que su hijo pudiera alcanzar un nivel de alta competitividad.
“La gente me critica y me dicen que para qué tengo a mi hijo en un deporte tan costoso, pero en todos los deportes se deben hacer gastos para avanzar”, mencionó.
Aseguró que gracias a su disciplina y el apoyo familiar, David logró posicionarse entre los mejores nadadores de Distrito Capital y clasificar a los Juegos Nacionales, aunque no pudo entrar en el podio de esta competencia.
Además de los gastos eventuales de las competencias, Andrea invierte mensualmente en trajes de baño de entrenamiento ($15 c/u), cada seis meses en lentes ($55) y anualmente en gorros ($10 c/u) y en un traje de baño de competencia ($200 aproximadamente).
Mucho más que dinero
La salud física y mental del deportista es algo que los padres intentan proteger durante su desarrollo, por lo que puede ser necesario invertir en controles y atención en especialidades como nutrición, traumatología, fisiatría e incluso psicología.
En el caso de David, Andrea explicó que debe asistir a fisiatria para la realización de terapias con descargas eléctricas antes de cada competencia, lo que puede costar alrededor de $20 cada sesión. Asimismo, si debe tratarse por alguna lesión debe pagar $15 por la consulta.
Agregó que por la atención nutricional y psicológica debe invertir un total de $30. Detalló que es importante que este cuidado de la salud sea parte de la rutina de los atletas infantiles y juveniles.
Insistió en que para lograr equilibrar todo lo que rodea al deporte es necesario un acompañamiento constante. Considera que el dedicar tanto tiempo a una actividad deportiva de un niño o adolescente es un esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a hacer.
“Nuestra dinámica es bastante fuerte y compleja porque además de su actividad deportiva, que es exigente, también está la parte académica que también debe cumplir con su responsabilidad. Nosotros invertimos alrededor de 16 horas semanales en la tarde y en el turno de la mañana serían 6 horas semanales”, detalló.
Debe ser algo que el niño o adolescente disfrute
Andrea cree que para poder acompañar a un niño en el deseo de convertirse en atleta profesional, primero deben estar seguros que se trata de una actividad que disfrute, porque el camino al deporte profesional tiene muchas exigencias.
“Mi consejo sería para estos padres es apoyar emocionalmente a su hijo, hacerles ver que esta actividad debe ser divertida y de aprendizaje. También dejar que el niño elija y para eso deben ofrecerle variedad de deportes y así él pueda descubrir su pasión”, indicó.
La madre considera importante que los representantes ayuden a los niños y adolescentes a fijarse metas realistas en el deporte. Indicó que no deben pensar en que siempre podrán ganar, porque la derrota es parte del proceso de evolución del deportista.
Transitar por distintas etapas
Federico M. transitó cada una de las etapas del desarrollo deportivo de su hijo Gabriel, quien comenzó a jugar fútbol a los 3 años. Actualmente Gabriel tiene 18 años de edad y aspira a convertirse en futbolista profesional.
“Con apenas 3 años lo llevaba a entrenar tres días a la semana por dos horas. Recuerdo que los entrenadores tenían mucha paciencia para poder atender a unos niños tan pequeños y motivarlos a jugar fútbol, pero mi hijo siempre estuvo motivado y le encantaba. Es el único deporte que realmente le gusta”, dijo Federico en entrevista para El Diario.
El padre contó que Gabriel siempre mostró la intención de competir. Aunque con los años manifestó que quería unirse a equipos mejores, más grandes o con un nivel más competitivo.
A medida que Gabriel iba cambiando de equipo, también aumentaron sus horas de prácticas y entrenamientos hasta el punto en el que se convirtió para él y su papá en una prioridad.
Relató que cada día lo buscaba al salir del colegio para que fuera a almorzar a casa o directamente al entrenamiento. Comentó que en muy pocas oportunidades lo dejó solo y que solo lo hizo por compromisos de trabajo cuando sentía que ya estaba acoplado en los equipos a los que se incorporaba.
“Poco a poco se fue soltando dentro de la libertad del mundo futbolístico, pero en lo personal yo como padre siempre estuve involucrado, hasta el sol de hoy estoy involucrado en el mundo futbolístico al que él pertenece”, explicó.
Confiesa que ahora no está tan presente, porque Gabriel está en un equipo universitario y como padre debe permitirse desenvolverse en su propio entorno. No obstante, asiste a los partidos que tiene los fines de semana junto a su esposa para no perder la costumbre.
Gastos constantes
Federico explicó que su hijo estuvo en distintas academias a medida que fue creciendo, en cada una se debía hacer un pago de inscripción y de mensualidad. En algunos casos esta inversión incluye el beneficio del uniforme y de espacios para entrenar adicionales a la cancha como gimnasios.
Estima que actualmente las mensualidades de las academias de fútbol rondan entre los $40 y los $250. Adicional a esto para que cada categoría pueda competir debe cancelar una inscripción por liga o torneo.
Explicó que varias escuelas de fútbol en el país cuentan con servicios de nutrición, psicología y fisioterapia, por lo que si esta atención cubre la mensualidad de la academia es un gasto menos para los representantes.
Pese a esto, Federico ha invertido la educación nutricional de su hijo para que pueda desarrollarse como atleta por fuera de lo que le han ofrecido los equipos a los que ha pertenecido.
“A él se le paga por fuera un nutricionista que lo vigila acorde al peso, las dimensiones que tiene, qué necesita para poder tener más fuerza en la espalda, para poder tener mayor fuerza en las piernas, para mejorar la velocidad y se le cuida muchísimo la alimentación bajo la directrices de la nutricionista”, contó.
Explicó que con el tiempo Gabriel ha aprendido cómo debe comer y a conocer su cuerpo y saber lo que su organismo requiere para seguir creciendo como atleta.
El desarrollo emocional y la motivación son fundamentales
Federico cree que es necesario complementar el deporte competitivo con el acompañamiento psicológico y motivacional. Aseguró que los niños y adolescentes deportistas deben aprender a lidiar con la frustración y las sensaciones que genera perder un partido o torneo.
“Cuando se pierde los jugadores pueden salir muy desmotivados, tristes, deprimidos o molestos. Así es cuando se necesita de un soporte, alguien que les de una mentalidad de superación, mejoramiento y aceptación. Hace poco Gabriel perdió una semifinal y salió muy afectado y muy molesto porque la derrota fue por una diferencia de un gol, pero entre los muchachos se autoalimentaron de forma positiva y dentro de la frustración lo lograron superar como a la hora”, relató.
Además de poder contar con un psicólogo que apoye al equipo o que atienda de forma individual a un jugador, considera que es importante que los padres y representantes asuman una postura de exigencia positiva y evitar convertirse en lo que se conoce como “padres hooligans”.
Hooligan
Se le llama de esta forma a los hinchas británicos de comportamiento violento y agresivo. Desde 1898 fue un término que se asoció a la delincuencia en el Reino Unido, pero en la actualidad se utiliza para referirse a las barras agresivas de los equipos de fútbol en todo el mundo.
Comentó que cuando los representantes se dejan llevar por las emociones pueden volverse crueles o hirientes con los jugadores, porque muchas veces solo señalan lo negativo o lo que podrían estar haciendo mal.
“Eso está mal y no es una acción positiva para el hijo porque lo que hace es retraerse, jugar con miedo y con pena. Deben dejarlos vivir, que disfruten y que aprendan, pero que lo hagan ellos solos, porque ahí se debe separar la supervisión paternal de la actividad del niño, del joven o del adolescente”, argumentó.
Una nueva etapa de padre de deportista
Federico comenta que ahora que su hijo es mayor de edad tiene la oportunidad de mostrar por sí mismo el talento que tiene y probar suerte hasta convertirse en futbolista profesional.
Considera que su edad no es motivo para dejar de recibir el apoyo de su familia, debido a que todavía no puede vivir del fútbol como profesional.
“Hemos tenido la posibilidad de que la haya calificado para unas pruebas que hicieron en el fútbol de Italia. Por su excelente trabajo y condición le hicieron una oferta económica, pero el dinero para él sino que nosotros teníamos que hacer un pago bastante grande para que él fuera a jugar seis meses en Italia, pero no aceptamos”, confesó.
Posteriormente les llegó una oferta bajo las mismas condiciones, pero para jugar en España. Su familia declinó también a esta porque al aceptar podrían correr el riesgo de que después de estar seis meses en Europa regrese a Venezuela sin firmar un contrato para jugar como profesional.
“A finales de marzo se va para hacer una prueba en España con un club para lo que lo vean allá y esperemos que en esta oportunidad no nos pidan dinero sino que le ofrezcan y él pueda firmar algún contrato para jugar segunda o tercera división y que se sienta que llegó a su meta de convertirse en deportista profesional”, expresó.
Federico dice sentirse satisfecho por haber sido condicional con Gabriel en los últimos 15 años. Sabe que su camino como futbolista de ahora en adelante depende de él, pero le alegra saber que aportó su grano de arena en el camino.