Laleska Seidel se crió en el occidente de Venezuela, entre su natal Valera (en Trujillo) y Barquisimeto (Lara), de donde era su papá y donde comenzó su formación en ballet clásico. En la escuela de María Teresa Alford dio sus primeros pasos en la danza, aquellos que la llevaron a consolidarse como la primera bailarina del Ballet de Santiago de Chile.
La noticia de su ascenso se la dieron durante el cierre de la temporada 2024 y asumió oficialmente el puesto con 25 años de edad para el inicio de 2025. Para llegar allí enfrentó varios desafíos, como el tener que irse a vivir sola en su adolescencia o emigrar para buscar mejores oportunidades.
“Ese momento fue muy emocionante porque todos mis compañeros empezaron a aplaudir, a gritar, fue hermosísimo y a mí en ese momento me dieron muchas ganas de llorar”, expresó Laleska en entrevista para El Diario.
Una actividad más para Laleska Seidel
Laleska contó que durante su infancia sus padres siempre buscaron inscribirlas a ella y a su hermana en actividades extracurriculares para hacer al salir de la escuela. Antes de incursionar en el ballet, vio clases de flamenco, de pintura; e incluso de gimnasia. Pero la danza clásica la atrapó.
“Cuando entré, conecté mucho con las niñas, hice amiguitas de una vez. La verdad es que al principio iba era a pasar el rato, no estaba tan enfocada, tenía cero disciplina, no conocía muy bien cómo era la onda del ballet”, explicó.
En tan solo un año su mentalidad comenzó a cambiar gracias al apego que tenía con su grupo de amigas. Con ellas se reunía para hablar sobre el ballet, ver videos de danza y comenzar a admirar a grandes bailarinas de la historia. También se despertó en ella el espíritu de competitividad, porque su escuela de ballet participaba en competencias regularmente.
“Desde los 10 años empecé a ir a competencias en Caracas de ballet clásico. En mi primera competencia no gané ningún premio, pero gané una beca para estudiar en Estados Unidos. Esa vez no pude ir porque mis papás pidieron la visa y no se las dieron”, indicó.
En su segunda competencia sí logró ganar el primer lugar en su categoría y además consiguió que la becaran para seguir estudiando pero en el Ballet de las Américas en Caracas.
“La beca comenzaba a partir de septiembre de 2012 y duraba un año. Yo pude asistir gracias a mis papás, que siempre estuvieron apoyándome. En ese momento decidieron que mi mamá se fuera a vivir conmigo a Caracas y mi papá se quedó con mi hermanita en Barquisimeto”, explicó la bailarina.
La primera vez de Laleska en un gran escenario

Estar en Caracas durante ese año le dio la oportunidad de optar por un papel en El Cascanueces, que se realiza cada año en el Teatro Teresa Carreño junto a su compañía de ballet. En esa ocasión logró representar a una de las niñas de la fiesta.
“Fue una experiencia hermosa y creo que con eso agarré mucho amor al ballet: el ver como las chicas grandes bailaban, la hermosa coreografía y sentir un público muchísimo más grande que cualquier otro es increíble porque El Cascanueces del Teresa Carreño y la sala Ríos Reyna son como un sueño hecho realidad”, expresó.
En el proceso de los ensayos para El Cascanueces la apodaron “el monstruito”, en referencia a la habilidad que tenía para aprender las coreografías y ejecutar los pasos a pesar de su edad.
En 2013, cuando aún estudiaba con su beca en el Ballet de las Américas, asistió a una competencia internacional en Panamá, impulsada por el maestro Rumen Rashev, un bailarín búlgaro que enseñó por muchos años en Venezuela y actualmente es director del Ballet Nacional de El Salvador.
“Fue una experiencia increíble, ahí gané el primer lugar en mi categoría, así como dos becas, una para Estados Unidos y una para Alemania. Mis papás querían que yo fuera para Alemania, pero la verdad es que nos pedían muchas cosas, muchos trámites y era bastante dinero y se nos complicó un montón, así que seguí estudiando en Caracas hasta que terminó mi beca y regresé a Barquisimeto”, explicó la bailarina.
Lo agridulce del camino
Laleska nunca dejó de bailar a pesar de que, en ocasiones, no podía aprovechar todas las oportunidades que ganó por su talento.
Cuando estuvo por primera vez becada en Caracas tuvo que adaptar el resto de su vida para poder ver clases en el Ballet de las Américas. Ella y su mamá se mudaron con unos familiares, quienes las ayudaron a conseguir un cupo para seguir estudiando en la capital.
“El colegio nunca fue mi mayor motivación, la verdad, y hacerlo en otra ciudad, tener que conocer gente nueva a los 13 años, cuando uno está en la adolescencia, fue muy duro, pero cuando llegaba al ballet, todo se me pasaba”, confesó.
Contó que al crecer entendió los sacrificios que sus padres hicieron para ayudarla a cumplir sus sueños. A pesar de las becas, el ballet puede implicar gastos constantemente: trajes, zapatillas, inscripciones en competencias y viajes.
Explicó que en su adolescencia su papá corría con todos esos gastos con los ingresos que percibía gracias a una imprenta que tenía en Barquisimeto. Su mamá era ama de casa, por eso se dedicaba 100 % a acompañarla en sus actividades.
De regreso en Caracas

En 2015, Laleska ya se había instalado nuevamente en Barquisimeto tanto en la escuela como en sus clases de danza cuando su familia recibió la llamada del profesor Rumen Rashev, quien quería que la joven bailarina volviera a estudiar en el Ballet de las Américas de forma permanente.
“Esa vez mis papás decidieron mandarme a vivir sola para Caracas y comencé a asistir tanto al Ballet de las Américas como al Ballet Teresa Carreño, pero más que todo al de las Américas porque ese era mi compromiso principal en ese momento”, dijo la bailarina.
Ese año audicionó nuevamente en las pruebas para El Cascanueces del Teresa Carreño y consiguió dos roles principales: Clara y el Hada de Azúcar.
“Son dos roles súper importantes del Cascanueces. Aparte también hice de cuerpo de baile y de solista. Con esa experiencia también siento que aprendí un montón al estar una vez más en la sala Ríos Reyna y bailar con personas más grandes”, detalló.
Durante ese tiempo vivió con compañeros del Ballet de las Américas, incluso compartió casa con una colega que era universitaria, mientras ella terminaba el bachillerato por parasistemas para poder cumplir con todas sus responsabilidades.
Años difíciles y la decisión de irse

Mientras Laleska bailaba en Caracas, el país afrontaba una realidad económica y social que angustiaba a su familia. Sus padres pensaron en que debía buscar opciones como bailarina fuera de Venezuela, estaban seguros de que su talento le abriría puertas.
Su primera opción fue Uruguay, su papá se enteró en 2017 que se abrieron audiciones para el Ballet Nacional del Servicio Oficial de Difusión, Representaciones y Espectáculos de Uruguay (Sodre), por lo que Laleska comenzó a prepararse para esa prueba. “Hicimos todo el trámite y quedé seleccionada para la audición presencial”..
Aunque le dieron la oportunidad de dar ese otro paso, se les dificultó costear el viaje. Sus padres crearon un crowdfunding y sus familiares comenzaron a aportar dinero para la causa, pero el mayor impulso se lo dio una bailarina venezolana llamada Paola León, quien al ver la publicación le dijo a los padres de Laleska que no “permitiría que su talento se perdiera”.
No sabía qué hacer
Ya en Uruguay, la bailarina pasó por todas las fases de prueba en la audición del Sodre. Al final le dijeron que, si quedaba. recibiría una notificación por correo electrónico, pero el aviso nunca llegó.
Durante su espera se hospedó con Catherine Heredia, una profesora de ballet que le dio clases a su hermana menor en Barquisimeto.
“Como no obtuve una respuesta fue como pensar ‘¿Y ahora qué hago?’, la profesora me hospedó en su casa, pero obviamente yo no me iba a quedar eternamente allí esperando una respuesta. Me quedaban como 500 dólares y mi papá me dijo que averiguara cuánto costaba un pasaje para Chile, para irme hasta allá”, expresó.
En Chile la recibió un tío, hermano de su papá, quien le prometió conseguirle trabajo en el país para poder sustentarse.
“Aquí en Chile duré un mes sin hacer absolutamente nada. Pensé en qué podía hacer y recordé que había dos bailarinas venezolanas en el Ballet de Santiago. Le escribí a una preguntando si había audiciones allí o si dejaban ver clases”, dijo.

La respuesta no fue la que esperaba. Los cupos en el Ballet de Santiago estaban llenos y no se abrirían audiciones hasta que hubiese una vacante. Sin embargo, ella insistió y le pidió a su tío que la acompañara hasta el Teatro Municipal de Santiago, sede de la compañía, para tratar de conseguir una oportunidad.
“Pedimos el número de alguien de la compañía de ballet para ver si podía tomar una clase. Unas personas que trabajan ahí nos dieron el número de la subdirectora. La llamamos, mi tío le contó que yo había ganado premios internacionales, medallas de oro y becas para ver si me dejaban tomar una clase. Eso fue un martes y nos dijeron ‘Que venga el jueves’ y así lo hicimos”, relató.
Su clase de prueba fue en octubre de 2017 y casualmente coincidió con la presencia de la entonces directora del Ballet de Santiago, una bailarina brasileña que no podía estar permanentemente en Chile porque también cumplía compromisos con una compañía en Alemania.
“Muchos me dijeron que corrí con suerte porque ella estaba aquí en Chile en ese momento. Ella vio la clase y al final me llamó para hablar con ella y me preguntó si quería formar parte del Ballet de Santiago”, comentó.
Una vida y una cultura nueva
Laleska se había ganado su permanencia en ese país gracias al ballet, por lo que a partir de ese momento tuvo que mentalizarse en asumir esa nueva vida. Admitió que es introvertida y le costaba salir a conocer o socializar especialmente en un país desconocido para ella.
Otra cosa a la que se debía de adaptar era a estar contratada en una compañía de ballet. Contó que al principio no entendía completamente que era un trabajo formal y que debía cumplir horarios para poder recibir un pago a fin de mes.
Entre su círculo cercano había bailarines de España, Colombia, Uruguay, Brasil, República Dominicana y Japón. “Yo creo que los extranjeros como que nos entendemos y vemos la vida de otra forma por ser migrantes”.
Confesó que lo que más la intimidaba no era la cultura chilena, sino el temor a ser ella misma. Aseguró que no fue hasta 2020 que se sintió más adaptada. En parte de ese proceso también la ayudó la maternidad, pues quedó embarazada cuando tenía 19 años de edad y tuvo que equilibrar su carrera con su vida familiar y la crianza de su hijo Santiago.
Otro reto que enfrentó en ese periodo fue la pandemia por covid-19, algo que fue muy duro para el ballet porque todos los teatros cerraron y estaba prohibido hacer clases presenciales como compañía. En 2022 volvieron a los escenarios con producciones como Giselle, el Lago de los Cisnes y Blancanieves. Allí tuvo la oportunidad de destacar como solista.
“Me pusieron a aprender roles de solistas. En Giselle no lo bailé, pero después de eso vino el Lago de los Cisnes y esa fue otra oportunidad que me dieron en el segundo reparto: estaba la primera bailarina y después seguía yo. Eso fue algo que no me esperaba, pero a partir de allí comencé a crecer mucho como bailarina”, dijo.

Su rol en el Lago de los Cisnes le valió un premio del Círculo de Críticos de Chile y le abrió las puertas para seguir interpretando papeles principales en ballets como El Cascanueces y Romeo y Julieta.
En enero de 2023, el director de la compañía, Luis Ortigosa, la ascendió a solista y durante esa siguiente temporada se esforzó todo lo que pudo para lograr el puesto de primera bailarina.
“Yo me esperaba el ascenso porque en diciembre (de 2024) el director habló conmigo y me dijo que veía futuro en mí como primera bailarina, pero que quería estar seguro de que yo estaba preparada para serlo. Desde que él me habló, obviamente lo puse en práctica y día a día yo trabajaba pensando en esas cosas que debía mejorar”, agregó.
A pesar de que tenía expectativas de ser nombrada como primera bailarina, el anuncio igual la llenó de emoción.
“En ese momento me puse a llorar, lo primero que se me vino a la cabeza fue mi hijo y mis papás que me han apoyado tanto, que han hecho tanto por mí. Fue hermoso, de verdad, no me cabía la felicidad en el pecho. Hoy lo pienso también y se me paran los pelitos”, contó.
Actualmente Laleska se prepara para interpretar el rol de Tatiana en el estreno del ballet The Dream de Sir Frederick Ashton, un famoso coreógrafo británico, en su nueva faceta como primera bailarina del Ballet de Santiago de Chile, un país que le abrió las puertas para hacer su carrera y formar una familia.