El silencio en Isnotú, estado Trujillo, se rompió con el sonido de las campanas del santuario. Los devotos comenzaron a llegar durante la madrugada del domingo 19 de octubre con velas y flores, muchos vestidos de blanco. La emoción se sentía en el aire mientras los feligreses se congregaban para seguir la ceremonia de canonización que se celebraba simultáneamente en Roma.
En medio de la plaza, el presbítero Magdaleno Álvarez, rector del Santuario del Niño Jesús, aseguró en exclusiva para El Diario que el pueblo trujillano estaba preparado para esta ceremonia desde hace más de 60 años. Explicó que el médico de los pobres ha formado parte de la fe y la cultura venezolana mucho antes de recibir el reconocimiento oficial del Vaticano.

En el lugar, las emociones eran personales y profundas. Royman Pérez, nacido en Isnotú y residente en Ciudad Ojeda (Zulia), viajó para reencontrarse con la devoción de su tierra natal. “Volví por amor, porque esta fe siempre ha estado presente en mi familia”, contó. Mientras tanto, José Iglesias, proveniente de Valencia (Carabobo), expresó que asistió al santuario “movido por una fe inmensa” tras haber recibido sanación gracias a la intercesión de José Gregorio Hernández.
“Fueron muchos años esperando este acto tan bonito”, agregó.

Cerca de él muchos creyentes entonaban cánticos, lo que transformó el ambiente en un fervor colectivo. Muchas personas hicieron el esfuerzo de viajar a Isnotú, el corazón de su historia, porque, si bien la declaración formal es un día especial para Venezuela, los devotos ya lo consideraban santo mucho antes de este anuncio.

Por eso, pasado el acto de canonización, muchos peregrinos comenzaron a caminar desde Valera hasta Isnotú, por la carretera de Sabana Libre, para pagar las promesas y como muestra de gratitud por los favores concedidos. Quienes participaban en esta marcha eran médicos, docentes, seminaristas y devotos de distintas edades, llevando velas, estampas y oraciones.

Claribel Ramírez, de Sabana Libre, viajó para dar gracias por su recuperación de salud, mientras que Lilibeth Gutiérrez, sanada de cáncer en 2019, afirmó: “Estoy caminando para pagar mi promesa. Gloria a Dios que ya es santo”.
Por su parte, Delcy Araujo, también peregrina y devota, interpretó la canonización como un llamado a la santidad cotidiana. “José Gregorio nos enseña que todos podemos ser santos haciendo buenas obras y caminando con Cristo”, sostuvo.

Entre cánticos y rezos, Isnotú se convirtió en un escenario de celebración, fe y esperanza compartida, reflejando la devoción de un país que reconoce a su primer santo venezolano en Roma y en su propia tierra.
Isnotú fue el epicentro de la fe, pero la devoción a los santos venezolanos se sintió en todo el país

El Santuario del Niño Jesús concentró la mayor movilización de fieles durante la canonización de José Gregorio Hernández. Sin embargo, otras regiones de Venezuela también se unieron en manifestaciones de fe y celebración.
En ciudades como Caracas, Maracaibo, Valencia y Barquisimeto, parroquias y centros religiosos organizaron misas especiales, vigilias y transmisiones en vivo para que los devotos pudieran seguir la ceremonia y participar de manera colectiva, a pesar de la distancia.
En muchas localidades, los feligreses adornaron templos y plazas con imágenes de San José Gregorio Hernández y Santa Carmen Rendiles.

La comunidad católica también aprovechó la ocasión para fortalecer la acción social y los proyectos comunitarios inspirados en los santos venezolanos.
La canonización generó manifestaciones de fe a lo largo del territorio nacional. Desde la región andina hasta los llanos y la costa, las celebraciones evidenciaron que la veneración a los nuevos santos se extiende más allá de Isnotú.
El equipo de El Diario realizó una cobertura especial desde Isnotú, cuna del santo venezolano en el estado Trujillo, y cubrió los detalles de la ceremonia oficial desde el Vaticano. Para conocer los detalles, ingresa aquí.