- Lilian Gluck creó el lugar con la finalidad de llevar juguetes en buen estado a niños que, por diversas circunstancias, viven etapas difíciles
Son pacientes atípicos en un espacio que comparte muchas de las filosofías de un centro médico habitual, aunque, aquí no hay cuidados extras, medicinas o máquinas. El lugar no tiene como premisa salvar seres humanos pero su labor, en muchos casos, ayuda indirectamente a hacerlo: dibujan sonrisas a los niños en los momentos más grises.
Se trata de un hospital dedicado a “salvar” peluches con hilos, botones y la pasión por ayudar de su fundadora y encargada, Lilian Gluck, una venezolana solidaria que ha regalado una cantidad incontable de peluches y de alegría en casi todo el territorio nacional en los últimos dos años.
Relata para El Diario que decidió llamar su idea como el Hospital de los Peluches. Asegura que nombrarlo no tuvo nada de extraordinario, es un nombre si se quiere común, pero sin duda, la labor que realiza junto a voluntarias es la que los distingue.
Su casa como hospital
Una residencia ubicada en el este de Caracas es la sala de atención de esta iniciativa que ha ido sumando voluntarios en los últimos tiempos. No hay rincón de la casa de Lilián donde no se observe algún peluche: están en el patio, otros apostados en el mueble de la sala, hay más en cajas situadas en el porche. Su hogar es ahora un centro de acopio donde cada vez llegan más juguetes para ser entregados a los pequeños.
A “Lili”, cómo prefiere que la llamen, la pasión y amor por lo que hace se le nota apenas comienza a hablar de su iniciativa, la cual comenzó en 2017 luego de que sus tres hijos emigraron del país.
Un año más tarde, Lilian junto a su hija emprendieron una campaña para hacer conscientes a las personas sobre la importancia de donar juguetes a otros niños. El mensaje fue viral en redes sociales y las primeras donaciones comenzaron a llegar. Ahora recibe ayudas de todas parte del país y también del exterior, llegan de Texas, Miami, Houston, Tenerife, Ciudad de México, entre otras ciudades.
El apoyo de las fundaciones y otras personas que hacen labor social en Venezuela también han sido importantes para el éxito de la causa. Lili concreta con cada fundación o casa hogar para llevar cargamentos a zonas populares o a hospitales donde hay niños recibiendo quimioterapias y en delicado estado de salud.
Mucho más que un peluche
En su infancia tuvo la fortuna de tener varios peluches, en ese entonces desconocía que arreglarlos y repartirlos se iba a convertir en su misión de vida. Lilian ahora conoce con exactitud qué arreglos necesita un peluche con solo verlo, también sabe cuáles serán los preferidos de los niños.
“Es mejor más grande que pequeño, un peluche que puedan abrazar es maravilloso, muchas veces influye el color, los coloridos encantan”, explica.
Aunque más allá del aspecto, Gluck en enfática en afirmar que se trata mucho más que un peluche, los ve como vehículos que pueden fomentar la importancia de dar y también como un apoyo importante para los niños.
“Es el vehículo de un movimiento educativo que hemos iniciado, hemos hechos talleres para fomentar el reciclaje y crear conciencia sobre el valor de dar. Ayuda además para que un pequeño enfermo entre más fácil a un hospital porque lo van a atender, es un compañero de un niño que se siente solo, es más que juguete”, asegura.
Este año en época navideña, Lilian repartió alrededor de 4.000 juguetes a niños de bajos recursos y en estado delicado de salud. Este arduo trabajo no solo se percibe en estas fechas, ya piensa en lo que será el hospital a mediados de febrero cuando tiene planeado retomar sus labores.
“Le vamos a dar un aspecto más de hospital, vamos a incrementar el contenido educativo, vamos a darle un semblante mejor al peluche, más llamativo, con más respeto para los niños y ampliar la red de aliados en el interior, quiero tener una fundación aliada en cada estado “, explica de los pasos a futuro.
A Gluck el éxito de una iniciativa que empezó con unos 300 juguetes le revivió sus ganas de crear y de seguir aportando por el país. No titubea cuando afirma que la labor social es su pasión y que continuará ayudando a través del hospital de peluches.
“¿Sabes cuándo encuentras la pasión de tu vida? Bueno, yo la encontré a los 58 años de edad. Estoy apasionada con los muchachos jóvenes, la cantidad de personas en el servicio social: payasos, mujeres que se disfrazan de princesas. Acompaño a una generación que está haciendo maravillas en el país”, dice Lili ansiosa por seguir brindando sonrisas a los más vulnerables.