• Las personas que hayan tenido contacto con algún paciente que dio positivo en pruebas rápidas son trasladadas a un hotel, pero no reciben atención médica, mientras que los habitantes de los edificios deben coordinar los planes de desinfección

Desde el comienzo de la pandemia por covid-19 todos los edificios de mi calle tomaron precauciones. Vivo en una zona al noreste de Caracas, llena de adultos mayores, la mayoría están solos en el país por la diáspora. Todos entendimos que era nuestra corresponsabilidad cuidarlos. Así, todas las residencias acordaron el uso del tapabocas en todas las áreas comunes, la desinfección constante de las mismas –que llevarían adelante las conserjerías, con el apoyo de los vecinos–, y la exigencia del uso de mascarillas a todos los visitantes. 

Sin embargo, la segunda semana de septiembre, el pánico se apoderó de los habitantes del edificio. El hermano de Francia, una vecina, dio positivo por covid-19 en tres pruebas rápidas, durante un operativo realizado en el municipio Libertador. Ella responsablemente lo comunicó a la junta de condominio.

Coronavirus en un edificio de Caracas: falsos positivos, pánico y desinformación
Resultado de la prueba rápida

La presidencia de la junta de condominio se encargó de informar al consejo comunal de la zona, a la junta de vecinos y al resto de las juntas de condominio, incluyendo a la gerencia de un centro comercial cercano. Mientras se investigaba sobre los protocolos a seguir, se le pidió a Francia que, por favor, se mantuviera confinada en su apartamento y no recibiera visitas por un tiempo prudencial. 

El comienzo

El hermano de Francia trabaja en una cadena de supermercados. Ahí fue que le hicieron la primera prueba, que dio positivo. En el transcurso de una semana le aplicaron otras dos con el mismo resultado. La junta de condominio envío la alerta a través de varios grupos de WhatsApp y el pánico no se hizo esperar, junto con recomendaciones que pueden ser tildadas de rocambolescas: hacer gárgaras con agua tibia y sal marina, oler cloro para matar el virus, tomar tés de casi cualquier rama. Todo. Pero a nadie se le ocurría recomendar que se lavaran las manos con frecuencia, que usaran mascarillas y que salieran de casa solo si era extremadamente necesario. 

El consejo comunal y la junta de vecinos ya habían coordinado con un CDI cercano, un operativo para aplicar pruebas rápidas en todos los edificios. Aunque dio negativo y no tenía síntomas, decidieron trasladarla junto con su hermano, a un reconocido hotel del este, ocupado en julio para la atención de pacientes que hayan tenido contacto con una persona infectada. Ahí comenzó su calvario.

El hotel

“Fueron tres semanas horribles en ese hotel”, cuenta Francia entre la molestia y el alivio por haberlo dejado.  No podía salir hasta que no le hicieran una PCR. Ni ella ni su hermano tuvieron atención médica. “Tienes que tener suerte para que te vea un doctor”, le respondió uno de los muchachos que le llevaba la comida. La temperatura se la medían en las mañanas con un termómetro como los que tienen en las entradas de los supermercados o farmacias. “Nunca me preguntaron si tenía síntomas, cómo me sentía. No saben si toses o no, si te duele o no”.

Desde que llegó al hotel hasta que le hicieron el hisopado para la PCR pasaron 5 días. “Y solo porque reclamé”, dice y revela que toda una torre del alojamiento estaba tomada para los pacientes, que en su mayoría estaban asintomáticos. 

La comida era mala y siempre fría. Todas las mañanas le llevaban una arepa con algo de huevos revueltos. El almuerzo era pasta con salsa de tomate o arroz con ensalada cruda. La cena, medio plátano sancochado. Un par de veces le dieron sopa. No le daban agua. Los vecinos se organizaron y cada dos días le llevaban frutas, galletas, agua mineral y alguna que otra comida caliente. La dejaban en recepción y se la subían. “Lo que me llevaban lo compartía con personas de otras habitaciones”, recuerda.

Mientras tanto, los edificios organizaban los planes de desinfección, de los que no se sabía mucho. No había información, así que los vecinos de todos los edificios decidieron llevarlos adelante ellos mismos. Solo a uno acudió la alcaldía, que limpió con hipoclorito de sodio.

El resultado

Los resultados de la prueba PCR tardaron dos semanas. Tanto la de Francia como la de su hermano dieron negativo. Nunca tuvieron síntomas. Nunca debieron estar ahí. Al salir, tuvieron que permanecer en cuarentena otras dos semanas en su apartamento. Francia recordó lo que le dijo una teniente al comienzo de todo el proceso: “ustedes no tienen nada, no se dejen presionar por los vecinos, que la gente se vuelve loca”.  Un papel cortado a mano es su certificado de que siempre estuvo sana. 

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