• A dos años de ser juramentado como presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó sigue siendo reconocido por la comunidad internacional. Todavía no ha logrado el cese de la usurpación. Sin embargo, asegura que solo la constancia en el objetivo garantizará la victoria

Al oír el nombre de Juan regresa el recuerdo de quien bautizaba en el río Jordán y pedía al pueblo su conversión. Dice la Biblia que era una voz que clamaba en el desierto y que el agua que vertía sobre las personas limpiaba sus errores o malas decisiones.

El Juan con el que conversamos para hacer esta entrevista vive, junto a su esposa, Fabiana Rosales, y su hija, Miranda Eugenia, de tres años de edad, en un edificio de Caracas, en la urbanización Santa Fe.

Pareciera que después de tener dos años repitiendo el mensaje de llamado a la población civil y militar sobre los riesgos de vivir en un país en dictadura, su voz clamara en el desierto.

Es un país agotado. Registra 5,4 millones de migrantes, una inflación anualizada de 4.087% (entre octubre de 2019 y noviembre de 2020). 94% de su población carece de ingresos para pagar la canasta de alimentos y los servicios básicos, y buena parte de las transacciones que se realizan diariamente son en dólares, sin que la mayoría de su gente gane siquiera dos billetes de la más baja denominación de esa moneda.

Ahora hay un propósito más apremiante: entrevistar a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, y preguntarle qué sucedió para que todavía hoy, a dos años de ser juramentado en su cargo, no haya logrado materializar sus promesas.

Juan Guaidó: No podemos quedarnos en la frustración
Foto: Víctor Salazar / @Vaskdc

—En enero de 2019, cuando fue juramentado como presidente interino de Venezuela por la Asamblea Nacional electa el 6 de diciembre de 2015, usted dijo que la presidencia de la República no se encontraba vacante, sino usurpada, y que su reto sería restituir el Estado de derecho en el país. ¿Qué ocurrió desde entonces?

—Hemos cometido errores y eso lo tenemos que solucionar en el corto plazo: los mecanismos de mediación que hemos utilizado (Dominicana, Noruega, etcétera). Sin embargo, el propósito se mantiene y se agudiza. Se hace más urgente todos los días.

La alternativa a un proceso de mediación o de negociación no puede ser otra negociación. Tiene que haber consecuencias para lograr una solución al conflicto. Porque si para la dictadura una alternativa es volver a negociar, entraríamos en un loop eterno, ¿no?

Hoy la Corte Penal Internacional está en fase de Examen Preliminar y pasará a investigación formal, que direcciona directamente, como le sucedió a Gadafi en su momento. Hoy Maduro se parece más a Gadafi que a cualquier otro dictador y por cierto, jamás en la historia de América se había señalado a un dictador actuante, usurpando, como es su caso.

Segundo tema: Maduro tiene hoy una denuncia por terrorismo y narcotráfico en los Estados Unidos, y una recompensa por 15 millones de dólares. Es decir, ha habido consecuencias. Ahora, lo que nosotros queremos es la democracia y la libertad. ¿Por qué digo esto? Porque cualquier mecanismo de presión, de mediación, de solución, tiene que contar con alternativas reales al conflicto.

Ni la elección es un fin en sí mismo, ni la negociación es un fin en sí mismo, ni la protesta es un fin en sí mismo.

—¿Podría explicarle a una ama de casa venezolana, que ahora mismo esté en el Zulia, cocinando con leña y sin agua para bañarse, qué pasó con la promesa del cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres?

—Lo que tiene que tener claro nuestra gente que está cocinando con leña, como los maestros que protestan porque ganan uno o dos dólares al mes (con suerte), es que con Maduro no van a poder cocinar ni con leña ni con gas ni con electricidad, porque no tendrán qué cocinar. No habrá qué comer. Entonces, es evidente que tenemos que reunir esfuerzos, triplicarlos, o lo que sea necesario, para salir de Maduro.

Maduro sigue usurpando funciones porque es un asesino, un dictador que está señalado por narcotráfico y terrorismo. Esa es la verdad, y la frustración es natural.

¡Él sigue ahí a sangre y fuego!, ¿Por qué? ¡Porque mataron a Rafael Acosta Arévalo! (capitán de corbeta de la Armada, muerto bajo custodia de agentes de la Dirección General de Contrainteligencia Militar, Dgcim); quien estaba en el proceso de trabajo con los militares. ¡Porque mataron a Fernando Albán! (concejal detenido por supuesta traición a la patria que murió luego de caer desde el décimo piso de la sede de la policía política en Caracas, según la versión oficial).

Juan Guaidó en su oficina
Foto: José Daniel Ramos

¡Porque mataron a Edmundo Rada! (dirigente del partido Voluntad Popular y exconcejal del municipio Sucre). ¡Porque hay 400 presos políticos!, ¡Porque se reúnen con el Ejército de Liberación Nacional y la disidencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para secuestrar a la Fuerza Armada Nacional!

Ah, ¿que si hemos cometido errores? ¡También hemos cometido errores!, pero la razón principal es que Maduro es un asesino y se mantiene, a sangre y fuego, a pesar del descontento del 90% de los venezolanos, que no les gusta cocinar con leña”.

Esto hay que explicarlo y no hay espacios para hacerlo porque ya cerraron VPItv, que salía por Internet, (el 8 de enero de este año una comisión de Conatel llegó a la sede de la televisora en Caracas y se llevaron los equipos). Y cerraron, además, los diarios Panorama y Tal Cual, que no tenían papel desde hace dos años.

Home Office en el cuarto del bebé

El presidente interino recibió al equipo de El Diario en su casa. Comentó que a raíz de la pandemia tuvieron que transformar uno de los cuartos de su residencia, el de su niña, en una oficina de trabajo. Denunció que hace exactamente un año, funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) rodearon y restringieron el acceso a sus oficinas.

Dice que se robaron equipos y material de trabajo. Así que, por los momentos, el mandatario interino responde tras un escritorio blanco, con una bandera de Venezuela a su derecha y una ventana con persiana beige a su izquierda. A sus espaldas, en la pared, hay colgada una foto de tamaño mediano con la imagen de la avenida Francisco de Miranda repleta de personas. El encuadre capturó un deseo: el de cientos de venezolanos que salieron a la calle el 23 de enero de 2019 a respaldarlo y exigir un cambio de gobierno.

Juan Guaidó en su oficina
Foto: José Daniel Ramos

En febrero de ese mismo año, el también presidente del Parlamento aseguró el ingreso de ayuda humanitaria para enfrentar la grave crisis del país; y la respuesta de Maduro fue voltear dos contenedores y un camión cisterna sobre el puente binacional Tienditas, en la frontera con Colombia, para así bloquear cualquier tipo de acceso.

Recordar los inicios del año 2019 es recordar el concierto Venezuela Aid Live, donde 32 artistas internacionales cantaron para un público de ambas naciones. Recordar la reconciliación de los cantantes Chino Miranda y Nacho (Miguel Mendoza), quienes se abrazaron ante las cámaras, sobre aquel escenario; y también recordar las refriegas y los disturbios producto de los enfrentamientos con los organismos de seguridad del Estado.

Las noticias de la época informan que al menos cuatro personas murieron y otras 285 resultaron heridas, en el marco de los esfuerzos del presidente interino por conseguir que entraran al país toneladas de alimentos y medicinas a través de la frontera con Colombia y Brasil. Hubo camiones que viajaban desde Cúcuta, Colombia, que terminaron incendiados y muchas fueron las personas que desafiaron las llamas para tratar de salvar parte de la carga de comida.

Asegura que todas las tareas que se ha planteado en la vida las ha cumplido, aunque a veces se tarde un poco más de lo previsto.

“Este ejemplo de la ayuda humanitaria es pertinente. Una cosa es lo que se percibió: que iban a entrar militares y otra, la ayuda humanitaria como tal. Aquí el enfoque es importante: la ayuda humanitaria sí entró y sigue entrando a Venezuela, gracias al esfuerzo que se ha hecho. A la canalización y al empeño que han puesto organizaciones no gubernamentales como, por ejemplo, Cáritas de Venezuela, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y la Cruz Roja Internacional.

Y no solamente eso, nosotros tenemos más de cinco millones de venezolanos, muchos de ellos con el carácter de refugiados, que han sido atendidos por agencias como Acnur, Unicef, y muchas ONG de Colombia, Ecuador y Perú. Sin olvidar el apoyo que le hemos dado directamente al personal médico.

Ahora, no podemos confundir lo que fue el ingreso de ayuda humanitaria con la participación militar en el ingreso de ayuda humanitaria. A lo mejor se generó esa percepción, pero es un tema de percepción.

La dictadura bloqueó el ingreso de ayuda. ¿Por qué? Porque son unos sádicos. Porque hasta ese momento negaban la Emergencia Humanitaria Compleja. Finalmente, la ayuda humanitaria ingresó al país, y esto fue en varios formatos: el más reciente es el bono directo a las enfermeras, que también lo intentaron bloquear, pero logramos entregarlo a través de criptomonedas”, añade.

—Entonces, ¿usted no cree que fallaron en aquel momento?

Se pudo haber fallado en la generación de expectativas. Por eso creo que es importante decir lo que sí logramos en ese momento: poner a Venezuela como foco de una emergencia humanitaria sin precedentes en el continente.

Gracias a esto, se movilizaron recursos del mundo libre para apoyar a refugiados y migrantes venezolanos en extrema vulnerabilidad. Tanto así que hoy, por ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos de la Organización de Naciones Unidas no ingresa a Venezuela por culpa de la dictadura, porque compite con su programa de control social, con su negocio de sobreprecio por el cual está preso Alex Saab en Cabo Verde, África.

Esto, a pesar de que, como ya hemos denunciado previamente, 9.3 millones de venezolanos están en riesgo, vulnerabilidad e inseguridad alimentaria. La frustración la compartimos, ¡pero no podemos quedarnos en ella! No solo pusimos a Venezuela en el centro, se movilizaron recursos para atender la emergencia.

Por la vía de los hechos, la dictadura reconoció la Emergencia Humanitaria Compleja al permitir el ingreso de la alta comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet; el  trabajo de la Cruz Roja Internacional y la donación de plantas de electricidad que, luego del apagón, llegaron directamente a través del Banco Interamericano de Desarrollo y fueron entregadas a través de Cáritas, por ejemplo.

Juan Guaidó en su oficina
Foto: José Daniel Ramos

Ni títere ni colaboracionista

En la red social Twitter algunos usuarios que respaldan al mandatario interino son descalificados con el nombre de “Guaidó lovers”; mientras que otros lo acusan (sin mostrar pruebas) de ser ficha de Leopoldo López o, incluso, de colaborar con Nicolás Maduro. Juan Gerardo Guaidó Márquez responde ambas acusaciones. Comienza por rechazar la aseveración de ser manejado por López:

“No solamente respeto a Leopoldo López. Yo respeto a todos los líderes que han trabajado por Venezuela: Henrique Capriles, María Corina Machado, Delsa Solórzano, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales, Julio Borges, Andrés Velásquez, Antonio Ledezma, etc, etc, etc.

También creo que tenemos que separarnos un poco del mesianismo y de esa especie de caudillismo que venimos arrastrando desde hace 200 años. Mi formación política es de parlamentario: de construcción de consenso y generación de acuerdos, entre otras cosas.

Creo que hay una interpretación interesada que, por cierto, no es compartida en el mundo. Cuando vemos a un Alexei Navalni preso (líder de la oposición rusa detenido luego de denunciar que fue envenenado por las autoridades de su país), también vemos reflejada nuestra lucha: en esa cárcel, con persecución política, por ser alternativa democrática.

¡Yo me monté en ese avión dos veces, de regreso a Venezuela, con las amenazas de “ponerme los ganchos” y el costo político que eso representó!

La persecución política a Roberto Marrero (su anterior jefe de despacho), a mi tío, Juan José Márquez, (fue acusado de trasladar, en un avión y sin advertirlo, explosivos químicos y chalecos antibalas), quien estuvo detenido durante cuatro meses en la Dgcim, y en junio del año 2020 fue trasladado a prisión domiciliaria.

Entonces, a veces nosotros mismos, en Venezuela, nos queremos colocar unas etiquetas que no son así, y que cuando vemos la lucha en otras partes, dimensionamos un poco lo que estamos haciendo. Cuando nos encontramos con un Navalni o con una Svetlana Tijanóvskaya, en Bielorrusia, dimensionamos lo que estamos haciendo. En ese sentido, yo creo que tenemos que respetar a todos los liderazgos de Venezuela y sumarlos al proceso.

¡Estamos enfrentando una dictadura señalada de delitos de lesa humanidad, que no tiene miramientos en asesinar, perseguir, torturar, censurar al periodismo y a la prensa libre en Venezuela!

Y, para los que me acusan de colaborar con el régimen, puedo decir que es como cuando a alguien se le muere un familiar en un accidente. Cada uno empieza a buscar culpables. Sobre todo cuando el familiar es joven. Uno dice: “¿Por qué te lo llevaste, Dios mío?” y a cualquiera le preguntas: “¿Por qué le prestaste el carro?”

Uso este ejemplo porque todos nos preguntamos lo mismo: “¿Si teníamos todo para ganar, por qué no lo hicimos? Y cada uno tiene una respuesta diferente. Lo primero que se nos ocurre es que algo pasó. Y empezamos a dar respuestas que no se acercan, sino que nos dan respuestas a nosotros mismos para justificar lo ocurrido.

¡Yo solo puedo insistir en que acá sigo luchando! Lo que pasa es que responder de esta manera es difícil si no tenemos los medios adecuados. ¿Por qué está preso mi tío, o 24 personas de mi entorno? ¿Por qué tenemos el reconocimiento de los primeros países del mundo?

Hay una respuesta más sencilla: ¡Maduro es un dictador que asesina, persigue, reprime, y por eso se mantiene ahí!”.

Guaidó ríe. Acaba de leer, vía celular, que Antony Blinken, el nuevo secretario de Estado de los Estados Unidos, lo reconoce como presidente interino de Venezuela; así como también a la Asamblea Nacional elegida en el año 2015, como la única institución elegida democráticamente en el país.

“Incluso en la democracia norteamericana, que es muy fuerte, se generan rumores. La dictadura quiso jugar con eso…”, comenta.

El hombre de 37 años de edad tiene bastante paciencia para responder. Es decente y sencillo. Ofreció café o agua, al inicio de la conversación. Empezó sonreído y se excusó, diciendo que solo tenía media hora para hablar; pero como ha habido que hacerle varias preguntas, se ha detenido a responder y concede tiempo adicional.

Guaidó quiere explicarse. Subraya que un cambio de gobierno no ocurrirá solo porque él esté allí. 

Pero la peor herencia de todos estos años de confrontación podría ser la falta de fe y de confianza. En las instituciones, en los líderes políticos, en el vendedor del abasto, en tu familiar cercano, en el maestro, en el presidente de la junta de condominio, en el funcionario policial, en tu peluquero, en tus amigos, tu pareja o, incluso, en ti mismo.

Plan semanal de en el hogar de Juan Guaidó
Foto: José Daniel Ramos

Operación Libertad

El 30 de abril de 2019 en las cercanías de la Base Aérea La Carlota, en el distribuidor Altamira de la ciudad de Caracas, se produjo la Operación Libertad. Ante lo ocurrido, Guaidó asegura que confluyeron muchas variables. 

“Primero, hubo una cantidad de militares que se movilizaron en contra de la dictadura. Eso crea un espíritu dentro de la Fuerza Armada que continúa o se empeora, por cierto.

Es diferente como vive hoy un general a como vive un capitán que ni siquiera tiene póliza de Hospitalización, Cirugía y Maternidad (HCM). Cuando sabemos que la mejor seguridad social, en la historia de Venezuela, era la de la Fuerza Armada, y lo sé porque mis abuelos fueron militares…”

—¿En ese momento contaron con el apoyo militar?

—Yo creo que eso se vio allí claramente. Te lo digo de un modo más coloquial: movilizamos 10 tanquetas y cuatro batallones.

—¿Qué cantidad de militares se movilizaron?

—También hubo intentos en el interior del país, y en Caracas por lo menos cuatro Comandantes. Participó el general Cristopher Figuera, exdirector del Sebin, nombrado por Maduro y 12 años edecán de Chávez; e Ilich Sánchez Farías, teniente coronel de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), quien era el encargado de resguardar el Palacio Federal Legislativo.

Sánchez Farías, quien para ese entonces comandaba el Destacamento 432 de la GNB, ha declarado en diversas entrevistas que en esa operación hubo a las 3:00 am cerca de 600 hombres, pero luego de que los comandos del Sebin se fueron a las 5:00 am, parte de su personal empezó a entrar en crisis y por eso solo se quedó un grupo muy reducido de oficiales.

El también parlamentario reitera que eso fue un movimiento en defensa de la Constitución Nacional, por lo cual no le gusta personalizarlo solo como un acto a favor de Juan Guaidó.

—¿Esta acción buscaba liberar a Leopoldo López?

La dictadura quiso ridiculizar una acción legítima por una cantidad de militares y de pueblo venezolano que ese día se movilizó.

Hoy habría que hacerse la siguiente pregunta: ¿Necesitamos o no a los militares para salir de la dictadura? ¡Es evidente que necesitamos a los militares! Y necesitamos también a los que hoy soportan y mantienen a Maduro en el poder. A lo mejor eso fue lo que nos faltó el 30 de abril de 2019”.

Sin embargo, la dictadura se vio frágil luego de eso y por ello asesinaron al capitán Acosta Arévalo. Con esa acción mandan un mensaje a lo interno de las Fuerzas Armadas.

Ellos saben que los cubanos los persiguen. Y esto tiene que ver con la primera pregunta. “¿Cómo se sostiene todavía allí Maduro?” ¡Por las labores de inteligencia y contrainteligencia de cubanos a lo interno de la Fuerza Armada! Mientras que a los periodistas los persigue el Sebin, como es el caso del periodista Roland Carreño, que hoy en día está preso. Eso es terrorismo de Estado.

¿Por qué no tuvo éxito la Operación Libertad?

¡Porque no fue suficiente, pero no es un tema numérico de cuántos militares hubo o no en ese punto! Fueron centenares inicialmente. Luego, como todo, hubo una persecución contra ellos y la dictadura hizo una contención.

De nuevo, eso nos parece evidente hoy en día pero no solo se trata de un grupo de la Fuerza Armada, o del jefe del Sebin, que sería necesario para lograr la transición en Venezuela.

También es importante que se movilice un gran sector de la población, que hoy le da soporte a Maduro; como pasó el 23 de enero de 1958 en Venezuela (fecha en la que fue derrocada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, en una acción donde participaron sindicatos, estudiantes, militares y pueblo llano).

Al final del día hay que preguntarse: ¿Cuántos militares de tropa estarán cómodos con Maduro, de esos que no tienen con qué comer en el batallón, en este momento; de los de la Escuela Militar, donde la comida es cada vez más insuficiente? La respuesta es: muy pocos. Solo los que están hoy, como se dice coloquialmente, ‘enchufados’.

Juan Guaidó en su oficina
Foto: José Daniel Ramos

El ajedrez internacional

¿Cómo cree usted que puede lograr un cambio político con el respaldo que ha recibido Maduro de naciones como China, Cuba, Rusia e Irán?

No solo es posible, es necesario. Maduro hipotecó los intereses de la nación a sus proveedores, para tratar de estabilizarse o mantenerse en el poder. En este caso, la inteligencia y contrainteligencia se la entregó a Cuba.

Para el aparato de propaganda, de relaciones internacionales, le ayuda Rusia, pero hasta allí. No le dan más nada. Irán es un proveedor caro de gasolina.

Ahora, hay que ver que no fue a la toma de posesión de sus supuestos aliados. En el caso de Argentina o de Bolivia no fue invitado.

No lo invitan porque no lo quieren ahí, porque es incómodo, es tóxico, está señalado por la Corte Penal Internacional. Es violador de Derechos Humanos, y no aguanta un debate a lo interno de ninguno de esos países.

El cambio no depende de esa geopolítica. Depende de todo lo que hemos hecho para ganarnos a los aliados que hoy tenemos. Eso es importante recordarlo. El apoyo a Venezuela vino de nuestra movilización, de construir mayoría, vino de las luchas reivindicativas, de los maestros, de los estudiantes, de los partidos políticos, de haber reconquistado el Parlamento.

¿Entonces usted cree que el juego no está perdido?

El juego está ganado pero no podemos ser cínicos, como la dictadura, para quienes el triunfo es usurpar un día más el Palacio de Miraflores. Mientras un niño tenga hambre, un venezolano quiera caminar hasta la frontera huyendo de la tragedia, haya naufragios en Güiria, o se registren casos de redes de prostitución en Apure, vinculados a la Fuerza Armada Nacional; no habremos ganado.

Hoy nuestro estado de ánimo está un poco deteriorado porque tenemos una expectativa de cambio acumulada desde hace ya muchos años.

¿Considera que Donald Trump realmente ayudó a la causa venezolana, o solo aprovechó el tema para ganar votantes de cara a la elección estadounidense?

Creo que con esta etapa abrimos un nuevo capítulo de la lucha democrática contra la dictadura. Y, más allá de la acción de Trump o no, esta es una acción venezolana. Nosotros más bien aprovechamos el apoyo decidido de Canadá, Brasil, Colombia y Estados Unidos para poder presionar a la dictadura.

¿O sea, no fue solo un discurso, él ayudó en algo? ¿Puede explicar en qué consistió su ayuda?

¡Sin duda que ayudó! En primer lugar, en el respaldo diplomático.

Juan Guaidó en su oficina
Foto: José Daniel Ramos

—¿Cómo se explicaría ese respaldo diplomático a los venezolanos que siguen sufriendo la falta de servicios causada por la gestión de Maduro?

Esa señora, que está sin cocina hoy, puede comer algo gracias a que tiene un hijo en el exilio que le manda una remesa desde donde él está: Perú, Ecuador, incluso Estados Unidos.

Esa señora comprende que su hijo tiene una identidad gracias al pasaporte extendido, que se le ha otorgado a un gobierno reconocido en Venezuela.

Esa es una de las 100 aristas que contempla el respaldo diplomático. El reconocimiento de su presencia en cada uno de estos países. En el caso de Colombia, el reconocimiento es pleno. En Argentina, el reconocimiento contempla los títulos obtenidos.

Ah, ¡pero hoy no ha salido Maduro! (dice para sí, como si alguien lo increpara). ¡Es que el reconocimiento no es para que salga Maduro!, se responde a sí mismo. ¡Es una de las herramientas para lograr la transición en Venezuela!

Entonces, no podemos caer en el simplismo de creer que el apoyo de Trump o de Duque era lo único necesario. Porque, además, ese respaldo no vino solamente porque Maduro es un dictador. Ese respaldo vino porque nos movilizamos, construimos mayoría con otros partidos políticos, denunciamos la emergencia humanitaria y las ONG lo denunciaron ante la Corte Penal Internacional.

Yo entiendo que hoy todo lo queremos reducir a una frase, a un tuit, o a un titular; pero la crisis, y todo lo que ha atravesado el pueblo venezolano, no es tan simple. Sería muy injusto para todos los chamos que protestaron (o que protestamos, porque yo no tengo dos años en este proceso; yo tengo toda mi vida útil, desde el movimiento estudiantil a la fecha, generando conciencia y construyendo mayoría) que no lo comprendiéramos.

Es como que nos preguntaran hoy si sirvió de algo la lucha de Martin Luther King por la defensa de los derechos civiles de los afroamericanos: “¿Pero de qué sirve que te sientes en ese autobús?”, “¿De qué sirve que te sientes en ese restaurante que es solo de blancos?” ¡Eso es injusto!

Además, insisto, no tiene que ver solo con el respaldo de Donald Trump, que debo agradecerlo, que debemos reconocer los venezolanos.

¿Por qué está preso hoy Navalni y yo estoy en libertad y ejerciendo? En parte por el reconocimiento diplomático, por el respaldo internacional, por el respaldo popular. Porque al final del día todo se reduce a la pregunta: ‘¿Por qué no salió Maduro si teníamos el respaldo internacional?’

Pero entonces el incentivo cuál es: ¿Está bien que un dictador asesine, torture, usurpe, persiga y robe; o que una sociedad luche, trabaje, conquiste, organice, movilice, busque respaldo, atienda la emergencia, construya alternativas y unifique a la población? ¡Esa es la lucha que tenemos, y lo único que garantiza la victoria, en luchas o causas justas, es la constancia!

Al sol de hoy, ¿cuántos países lo respaldan y cómo es su relación con los otros líderes políticos del país?

Se mantiene el reconocimiento de todos los países hasta el momento. Aproximadamente 60, más Cabo Verde, sumado recientemente. Y mi relación con María Corina, Capriles, Ledezma, es de respeto y de reconocimiento a su trabajo y a sus esfuerzos. Sé que la única forma de salir de Maduro es unificándonos.

Fotografía del día la juramentación de Juan Guaidó en su oficina
Foto: José Daniel Ramos

Pero uno lee y escucha que cada uno habla y propone algo distinto.

Esa es la democracia en dictadura. Cada uno tiene su opinión y debe respetarse.

Y justamente frente a lo que usted llama dictadura, ¿no habría que cerrar filas y ponerse todos de acuerdo?

Cien por ciento, y ese es el llamado que hemos hecho con el pacto unitario.

¿Por qué no lo han logrado?

Es una decisión personal. Te pondré un ejemplo sencillo: a mí me ratificaron como presidente del Parlamento por tercera vez. Fui electo en 2019, ratificado en 2020, y ahora ratificado, de manera extraordinaria, por esta situación.

Cuento con el respaldo de 104 diputados, con unanimidad de todos los partidos, incluyendo la fracción 16 de julio. Ahora, las diferencias públicas a veces son más notorias que los acuerdos. Pero sería injusto con esos 104 diputados, de 146 entre principales y suplentes, que yo diga que hay división.

Hay unos líderes que tienen sus opiniones y las expresan públicamente.

¿Cómo lograr elecciones libres?

Construyendo mayoría. Si no fuéramos mayoría no tuviéramos el reconocimiento nacional e internacional. Sin eso no tuviéramos la fuerza y el poder, en conjunto con el respaldo popular. Si no tuviéramos cada uno de esos elementos no podríamos haber logrado este momento.

Si no hay sanciones no hay mecanismos de presión contra la dictadura y si no hay Corte Penal Internacional, no habrá una dictadura que ceda.

Juan Guaidó: No podemos quedarnos en la frustración
Foto: Víctor Salazar / @Vaskdc

Un país con todo a su favor

¿Ha llegado a sentir que tuvo todo a su favor y perdió el turno?

Uno puede ganar la partida con cualquier piedra -como ocurre en el dominó-. Eso es lo interesante del juego. Creo que Venezuela tiene todo a su favor. No es un tema personal de Juan Guaidó. No llegué a presidente del Parlamento porque yo sea de La Guaira o por equis razón. Llegamos por un momento de construcción política importante.

—¿No siente que perdió la oportunidad?

¡Eso lo tiene Venezuela! La energía (con el deseo de salir de Maduro) ya estaba en diciembre de 2018. ¡Éramos mayoría! ¡Teníamos la capacidad completa de cambiar al país, y la tenemos hoy también! Lo que cambió en enero de 2019 fue la esperanza.

Pondré un ejemplo de ingeniero (Guaidó es egresado de la Universidad Católica Andrés Bello como Ingeniero Industrial y cursó un programa de estudios en Gerencia Pública, con el aval de la Universidad George Washington)

‘¿En el Guri hay capacidad de generación de energía eléctrica? ¡Infinita! se responde ¡Ah! Pero hoy no hay conexión por falta de mantenimiento. En el caso de la dictadura por corrupción, principalmente, pero ahí está el potencial de energía’.

Hoy Venezuela está así y el que no ha ganado nada es Maduro, quien tiene más rechazo es él. ¡El tema es avivar o no esa esperanza! La pregunta sería: ‘¿Tenemos la capacidad de avivarla?’, y la respuesta es que sí. ¡Cien por ciento, de cara al cambio!

Juan Guaidó: No podemos quedarnos en la frustración
Foto: Víctor Salazar / @Vaskdc

¿Qué le hace creer eso?

Que lo hemos hecho una y otra vez en 20 años porque, además, yo he estado en todos los roles. Desde el movimiento estudiantil, he entregado volantes, pegado pendones, he hecho campaña, he sido candidato, jefe de fracción y hoy presidente encargado.

¿Qué me hace pensar eso? ¡Que somos mayoría! Me dirán, otra vez: ‘¿Por qué se mantiene Maduro?’ y yo responderé: Porque asesinó, porque torturó, porque genera terror, porque genera desesperanza, porque no tenemos medios de comunicación para hablar con la gente y poder explicarles esto, porque la información y la verdad es lo primero que muere en dictadura, y esto no es un cliché. ¡Esto es parte de la dinámica!

Ahora, ¿que si creo que podemos vencer esta situación? ¡Convencido cien por ciento! Lo que movilizó a la gente no fue Juan Guaidó. Guaidó pudo considerarse el símbolo de la esperanza para cambiar. Traducido en ese momento en la juramentación, y al asumir esa responsabilidad, yo lo dije: ‘Juramos’.

¿Usted se ha sentido sin ganas de seguir?

Mira, yo soy el presidente encargado de Venezuela reconocido por 60 países del mundo y tengo 37 años de edad. He sido jefe de fracción, dos veces diputado, tengo una bellísima hija, una familia que me quiere, soy ingeniero con una maestría. Ahora, yo lo que quiero es vivir con normalidad. ¡Lo que quiero es ver crecer a mi hija, que estudie en Venezuela y que sea feliz!

Entonces, lo que sí creo es que somos una sociedad fracasada. ¿Por qué? Porque un niño que nace hoy en Venezuela no tiene las mismas oportunidades que un niño que nació en Bogotá, en Medellín, en Cúcuta, incluso en Lima, en Santiago, Madrid, Miami, Londres… y utilizo esta dura frase porque esa me la dijo una vez el rector de mi universidad, sacerdote jesuita Luis Ugalde. ‘No podemos tener profesionales exitosos en sociedades fracasadas’.

Yo me siento como un profesional pleno. Un político en el máximo de su potencial, en este momento de su vida, a una edad temprana. Esto me abre una gran cantidad de posibilidades en el mundo y para mi país, en definitiva. Por la confianza que hemos generado con nuestros aliados, en el proceso que estamos llevando a cabo, que se traduce en los diferentes apoyos inéditos, por cierto. Pero, hasta que no seamos una sociedad exitosa, no podemos decir que todos somos exitosos.

¿Ha llorado en todo este trayecto?

Sí. Mira, los asesinatos de nuestros amigos nos duelen. Y uno se pregunta: ‘¿Qué más falta para lograrlo?’, ‘¿Qué más tenemos que sufrir para ser una sociedad exitosa?’ ¿Cómo no va a dolerte que asesinen a tu amigo, por el solo hecho de ser tu amigo?

Es el caso de Edmundo Rada, asesinado por Las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES). Le taparon la cara con una manta, o una toalla mojada, y lo quemaron. Eso es un mensaje para mí.

Enumero otros asesinatos: el del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo (su esposa, Waleska Pérez, denunció que el oficial murió víctima de torturas, tras ser recluido en la Dgcim, señalado de conspirar contra el régimen de Maduro).

El de Neomar Lander (joven de 17 años que murió durante las protestas de 2017 tras ser alcanzado por un proyectil de gas lacrimógeno disparado por la policía). El de Miguel Castillo Bracho, otro de las decenas de jóvenes que murieron mientras manifestaban en las protestas de ese año. Él era mi amigo y jugábamos softbol.

La muerte de Cesita (César Pereira, asesinado en una manifestación en Lechería, estado Anzoátegui, en ese mismo año). Era un joven activista de Voluntad Popular y recibió un perdigón en el pecho.

¡No te estoy hablando ni siquiera de asesinatos cometidos en el año 2019 o en el año 2020, esto fue en el año 2017!

¿Usted teme que lo encarcelen?

No. Yo estoy absolutamente consciente del riesgo de cárcel.

¿Con qué consecuencias ha tenido que lidiar su familia por su decisión de ser político?

Mi tío Juan José Márquez sigue estando preso, en régimen de casa por cárcel. Mi madre tuvo cáncer. Cuando yo estaba sentándome a iniciar una huelga de hambre en el año 2015 a mi mamá le diagnosticaron cáncer, y ella fue, ese mismo día, a donde yo estaba para decírmelo.

Tuvo cáncer en la matriz. Ya le dieron de alta por esa enfermedad, pero tiene daños colaterales muy severos. Entre ellos el intestino, que fue quemado por la radioterapia. Y respecto a mi papá, lleva 16 años fuera del país.

El hombre de carne y hueso

Nos agarró la tarde en la casa del presidente interino. Pasamos a la sala, porque el equipo audiovisual grabará algunas preguntas en cámara. El apartamento es modesto.

Observo un mueble, cerca del balcón, y muchísimas cajas marrones, como si alguien se fuera a mudar pasado mañana. Guaidó explica que desde hace dos años no han podido mudarse.

Hay tobos en la cocina (donde guardan agua como cualquier ciudadano venezolano), el coleto, los adornos de tulipanes de madera. Una decena de vírgenes saludan desde una pequeña mesita.

Sourvenir en el hogar de Juan Guaidó
Foto: José Daniel Ramos
Vírgenes en la residencia de Juan Guaidó
Foto: José Daniel Ramos
Cocina de Juan Guaidó
Foto: José Daniel Ramos

No se escuchan las risas de la niña, no hay juguetes regados, ni desorden infantil. Tampoco aparece por ningún lado la sonrisa angelical de su esposa Fabiana.

Mientras el equipo de periodistas le coloca el micrófono para grabarlo, aprovecho para preguntarle cosas de su vida sencilla: las rutinas diarias, domésticas, qué le hace feliz, qué lee, qué le divierte.

Juan Guaidó: No podemos quedarnos en la frustración
Foto: Víctor Salazar / @Vaskdc

Ahí ya no es el político que responde con cierta severidad y convicción. Es el hombre guaireño que se mete un caramelito de menta chiquitico, marca Altoids, en la boca, y escucha paciente. Sonríe.

Guaidó tiene un poco de acné en su rostro. Cree que es una somatización del estrés. Me cuenta que tiene más de tres años que no va al mar. Dice que eso es un lujo que no puede darse: estar con su familia, sentado en la arena. Tomar cerveza, conversar. O hacer una parrilla, con amigos. Y pareciera que algo tan sencillo le es tan lejano…

Entonces, la mirada deja de irse al azul de los mares y vuelve a la sala pequeña y me mira. Dice que lo único que lo divierte mucho y le enseña cosas bonitas, novedosas, es su hija Miranda. Se ha leído dos libros recientemente: uno de Obama y El Príncipe, de Maquiavelo.

¿Qué errores admitiría que cometió?

Haber subestimado a la dictadura. Creo que no tienen escrúpulos ni respeto por la norma mínima y creo que no podemos, de ninguna manera, subestimar el mal, que es lo que representa hoy la dictadura.

Hay cosas tácticas que debemos mejorar: la calidad de la unidad, organizar reuniones con dirigentes en el exilio y en pandemia, y agilizar las respuestas. Ahora todo tiene que ser todavía más rápido.

¿Qué no volvería a hacer?

A veces producto de la dinámica, buscamos la construcción de consensos y nos hemos demorado en la ejecución.

¿Cuáles son sus metas en lo inmediato, para este año 2021?

Lograr articular las fuerzas democráticas dentro de Venezuela, para forzar una situación política en el país. Esto incluye cinco cosas elementales: la dirección, la construcción, la articulación y la aglutinación de todos los factores, para transformar la lucha reivindicativa en lucha por la libertad.

Es decir, no es suficiente ningún aumento de sueldo de maestro alguno, ni que empiece a ganar ahora quinientos mil por ciento más. La única forma para conquistar todas las reivindicaciones de los venezolanos es logrando la libertad y la democracia.

Fortalecer la presión internacional y forzar la posibilidad de tener una elección presidencial y parlamentaria.

¿Qué mensaje le daría usted hoy a los seguidores del oficialismo?

Les diría que acá, hoy en Venezuela, nadie está viviendo bien. La dictadura derivó en dos cosas: en subsidio y en terror.

El subsidio se acabó, porque se robaron el dinero del país: lo que fueron las misiones en su momento, lo que fue la entrega de viviendas, lo que fue, incluso, la entrega de las cajas de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que eran un subsidio de alimentación.

¡Ya ni siquiera el subsidio llega a la gente! El carnet de la patria es insuficiente, como lo pongan. No llega a centavos de dólar.

El mensaje hacia ellos es muy sencillo: podemos vivir bien, podemos vivir con dignidad. No es cierto que la crisis sea producto del bloqueo ni de las sanciones ni de Juan Guaidó ni de la alternativa democrática”.

¡Tienen 20 años manejando el aparato del Estado! Punto. Es culpa de la dictadura.

¿Qué le hace permanecer en el país, a pesar de todas las amenazas?

Creo en Venezuela. A ella le debo mi formación, mi cariño, mis valores, mis principios y, a pesar de que fui criado en una universidad privada, deseo devolverle a mi país todo lo que me formó. Esa es la nostalgia que viven nuestros exiliados.

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