• Ha hecho una docena de telenovelas en México. Pero es ahora, cuando llega a la plataforma de Netflix la serie de suspenso que él protagoniza junto con Manolo Cardona y Eugenio Siller, que sus coterráneos comienzan a reconocerlo como lo que es: uno de los nuevos rostros de la actuación

El suyo no es un nombre sumamente conocido en Venezuela. Será acaso porque Alejandro Nones ha vivido los últimos 21 años fuera del país. Primero en Cuba, a donde partió en 2000 para estudiar percusión, y donde por ir tras los pasos de una chica terminó convertido en modelo de pasarela. Luego en México, donde ha construido la mayor parte de su carrera como actor de telenovelas (ha hecho al menos una docena y de gran envergadura como Cuna de lobos y Amar a muerte).

Pero es ahora que llega a la plataforma de Netflix, gracias a la serie mexicana de suspenso ¿Quién mató a Sara?, un fenómeno de audiencia en toda Iberoamérica que él protagoniza junto con Manolo Cardona y Eugenio Siller; que Nones comienza entonces a ser reconocido por fin por sus coterráneos y a ser percibido como lo que es: uno de los nuevos rostros venezolanos de la actuación.

Y más allá de que tenga que usar en su trabajo términos como “la neta” o “la chingada”, él, que dice pensar, vivir y sentir “en venezolano”, asume ese nuevo reconocimiento como un elogio. Un elogio a lo que ha conseguido por sus propios medios. Y más aún: al arte de la transformación.

¿Quién mató a Sara?

—Ha logrado lo que muy pocos: apuntarse un gran éxito en plena pandemia.

—Yo tenía mucho tiempo queriendo trabajar con Netflix, con ganas de buscar historias diferentes, que me llevaran a otros lugares como actor, y entonces llegó ¿Quién mató a Sara? Empezamos a grabar en febrero del año pasado, es decir, pre pandemia. Luego tuvimos que parar por cuarentena, pero ya Netflix había editado los primeros cinco capítulos. Y finalmente retomamos para terminar y hacer de una vez la segunda temporada.

—¿Se esperaba de verdad un éxito semejante?

—La respuesta y el éxito que ha tenido la serie ha sido algo totalmente inesperado. No porque no tuviera expectativas, las tenía todas, pero para que fuera la número uno en todo el mercado de habla hispana… no en el mundo. Y está de número uno en el mundo. No, no lo esperábamos.

—Si uno revisa su trayectoria, nota cierto interés por los personajes de villano. ¿Es azar?

—Ha sido algo totalmente circunstancial. Ha sucedido, pero no es lo que me interesa. Lo que me mueve es contar historias. Y he tenido oportunidad de hacerlo como antagónico, pero no es todo lo que he hecho. En ¿Quién mató a Sara? parece que soy el malo, pero no es tan sencillo como eso. Sara es la novia de Rodolfo. Es también la hermana de Alex, que es el mejor amigo de Rodolfo. Y de pronto Sara muere en un accidente y todo parece indicar que Rodolfo es el culpable de ese accidente. Entonces desde afuera mi personaje puede ser visto como malo. Pero si hay algo que no quiero en mi vida son etiquetas.

—¿Diría que es posible que un actor interfiera en el proceso de contar una historia?

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—Cuando digo que lo que me gusta es contar historias, me refiero a ser parte de todo ese rompecabezas que se tiene que armar para que puedan ser narradas. Eso me mueve la vida. Desde que tengo uso de razón, el cine me produce unas sensaciones indescriptibles. Recuerdo muy bien cuando fui al cine Plaza de las Américas con mi mamá a ver Il postino (1994).  Yo no pude dormir durante días por lo que había producido en mí esa película. Yo tendría diez, once años, pero siempre he tenido una conexión especial con el arte y con lo que transmite.

Alejandro Nones sobre su participación en ¿Quién mató a Sara?: “No es una telenovela. Es un híbrido loco”

—Se lo planteo de esta manera: El personaje está en el papel. ¿Cómo construye un actor como usted los personajes?

—Yo leo primero la historia como un espectador, sin analizar absolutamente nada. Intento abrirme a esa historia como un lector. Luego empiezo un proceso de análisis enfocado en mi personaje. Trato de entenderlo. Hago incluso una especie de árbol genealógico de todos los personajes y me fijo en cómo se van uniendo esas partes diferentes. A cada personaje le hago una sinopsis de acuerdo con lo que yo recibí de él. Y después hago dos listas. En la primera escribo hechos irrebatibles con respecto a mi personaje. Por ejemplo: Rodolfo es de género masculino. Y en la segunda escribo características del personaje, pero basadas en decisiones mías. Entonces comienzo un trabajo de exploración a través de lo físico. Conecto toda la información que tengo con un estado emocional de mi cuerpo, de la voz, de la expresión corporal. Y entonces salgo a la calle, comienzo a caminar como el personaje a ver cómo reacciona la gente a esa energía. Yo amo ese proceso, es lo que más disfruto de ser actor, porque entre más me arriesgue y más “la ponga”, no importa, ¡mejor! Porque es el espacio para poder equivocarte y hacer una locura absurda con tu personaje.

—¿Cómo hizo en el caso de Rodolfo?

Rodolfo es un personaje complejo. Lo más importante para mí fue entender que Rodolfo no era dueño de su voz, de sus puntos de vista, de sus ideales, al contrario, después de la muerte de Sara está muerto por dentro. Y al estar muerto, con una familia que te oprime, que no te deja tener voz, llega un punto en el que simplemente el conflicto interno es perenne. Ya forma parte de ti. Ya no es circunstancial. Por eso Rodolfo es muy diferente a mí. Yo gesticulo muchísimo y muevo demasiado los brazos. En cambio Rodolfo está tenso todo el tiempo, con los brazos caídos.

—Para hacer a Rodolfo parece haber hecho sobre todo un trabajo importante de voz.

Sí. Físicamente fue muy complicado, porque la actuación y la tensión no son buenos amigos. Se supone que uno debe estar relajado para poder estar ahí presente. Pero, ¿cómo logras una relajación dentro de la tensión? ¿Cómo logras mantener apretado el diafragma para que salga la voz sin tener el aire? ¡Fue muy complicado! Y Rodolfo habla sin aire, porque el aire es vida y, como te digo, él está muerto por dentro. Y como no es dueño de su voz, le cuesta que le salgan las palabras.

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—Daniel Day-Lewis ha explicado que para la película Las brujas de Salem tuvo que internarse en el bosque durante más de quince días. Christian Bale tuvo que rebajar en cambio 50 kilos para encarnar a Trevor Reznik en El maquinista. ¿A qué llegaría usted por un personaje?

—Yo le abriría la puerta absolutamente a todo, siempre y cuando no ponga en riesgo mi estabilidad emocional y física. Lo que yo hago es lo más importante de mi vida. Mi carrera es lo que me mueve. Pero nada es tan importante como para poner en riesgo tu integridad y la de los que están a tu alrededor. Christian Bale es para mí uno de los mejores actores de la humanidad. Pero creo que no estaría dispuesto a hacerme daño. Podría jugar con eso, pero con una conciencia de que hay cosas más importantes en la vida que una película o una serie.

—Marlon Brandon decía: “Mentir para ganarse la vida. Eso es la actuación”. ¿Qué es para usted?

Yo amo a Marlon Brandon, pero yo no lo veo de esa manera. Al contrario, con la mayor verdad posible me gano la vida. Siempre con verdad. En la honestidad contigo mismo, en mis decisiones actorales. Si te acercas a la verdad, hay una dosis de algo que no sé cómo explicar. Pero, ojo, yo no tengo la varita de la verdad. Y creo que no la tengo en absolutamente nada.

—Ha dicho: “No me interesa ser un galán de telenovelas ni ser la novedad en Hollywood”.

Lo que quiero decir es que ese no es mi por qué. No es mi objetivo ni mi meta. Como dije: Yo estoy para contar historias. Y en eso creo que he ido creciendo, desarrollándome. Quiero decir que cada vez he tenido más acceso a mejores historias y mejores personajes. Y en ese proceso, vas decidiendo qué quieres hacer y que no quieres hacer. Pero no lo dije quitándole peso a la telenovela.

—Después de todo tiene usted toda una carrera en el género, ¿no?

Alejandro Nones ¿Quién mató a Sara?

Y pecaría de tonto decir algo en contra de lo que me ha llevado a donde estoy. Para nada. No se trata de juzgar el género. Se trata de explicar lo que es importante para mí. Y para mí es eso que me pasa por dentro cuando estoy en una escena, lo emocionado que estoy con el éxito que está teniendo ¿Quién mató a Sara? Lo importante es poder sentarte y pensar: “Aquí seguimos, echándole pichón por algo que me mueve el alma”. Como te dije: A mí las etiquetas no me gustan.

—Si uno hace un análisis de ¿Quién mató a Sara?, se da cuenta de que es una telenovela. Cumple con la estructura del melodrama latinoamericano. Y Netflix le ha dado cabida al género, quizás con un empaque de serie. ¿Qué opina?

—Yo creo que ¿Quién mató a Sara? es una mixtura de géneros, un híbrido loco en el que hay melodrama en ciertos momentos, pero difiero… No creo que sea una telenovela, porque el melodrama clásico tiene una estructura literaria con reglas que debes seguir y esto va más allá. Aquí se están usando reglas de otros géneros. Aquí la escaleta intenta crear en todo momento incertidumbre para la comprensión de la historia, mientras que en una telenovela todo se da picadito, hecho papilla incluso, para que lo digieras.

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—Por cierto que, hablando de Netflix, mucho se ha hablado de usar desnudos como una fórmula para atrapar a cierto tipo de público. En ¿Quién mató a Sara? casi todos se desnudan…

—A mí lo que me pasa es que definir algunas cosas en términos absolutos… siento que a veces no lleva a nada. Definitivamente al latinoamericano no le pasa lo mismo cuando ve una serie de otro lugar del mundo. Te pregunto: ¿Cuántos desnudos ves en las series de HBO? ¿Y cuánto tiempo tienen esos desnudos en HBO sin importar el género en que se hayan contado esas historias? En Los Soprano sale una teta a cada momento, y no conozco a nadie que esté conflictuado con eso.

La telenovela siempre ha generado prejuicios. El propio Cabrujas lo comentaba siempre en sus entrevistas. ¿Lo llegó a ver usted alguna vez con prejuicios?

—La telenovela es sin dudas un guilty pleasure. Yo nunca quise estar ahí como goal, es decir, como meta. La forma como se hacían en Venezuela, a mí no me parecían atractivas. ¿Ser un míster, con el pelo secado? No lo juzgo. No lo digo de manera despectiva, pero no me sentía conectado con esa energía de lo que representaba ser parte de una industria en Venezuela. Mi cosa iba por otro lado. Y mi objetivo no iba por nada de ese camino. Por eso he comentado que no quería ser el malo de la novela ni el bonito, ni el gordo ni el bueno. No me interesa encasillarme. Yo quiero ser el que me toque ser en ese momento.

—Su carrera comenzó en el mundo del modelaje. Y en Cuba. ¿Puede explicar cómo es eso?

—A los 17 años me fui a La Habana a estudiar percusión. Esto no lo van a entender en México, pero en Venezuela sí. Yo me involucré con las gaitas del colegio desde que estaba en sexto grado. No en quinto año, como suele suceder, sino en sexto grado. Tenía ocho o nueve años. Y fastidié a mi mamá hasta más no poder para que me comprara en el centro (de Caracas) una tambora. Fui la pesadilla de mi familia durante mucho tiempo hasta que aprendí a tocarla. Era bueno. Fui desarrollando habilidades en la percusión. Era la manera más cercana que tenía de expresarme artísticamente. No sé qué edad tenía, pero escuché que alguien dijo que la mejor universidad para estudiar percusión era la de La Habana, y desde los doce años empecé a decir: “Cuando me gradúe me voy a Cuba a estudiar percusión”. Y así lo hice durante dos años. De los 17 a los 19. De 2000 a 2002. No tuvo nada que ver con una decisión política ni con Chávez. Absolutamente nada.

—Pero digamos que pudo ver usted de cerca un modelo político que definitivamente ha tenido mucho que ver con Venezuela.

—Pero sin lugar a dudas, no voy a entrar aquí en nada que tenga que ver con política. Lo único que puedo decir al respecto es que es la primera vez que sentía que hacía lo que amaba en la vida, que estaba conectado con las artes. Yo estudiaba con daneses, japoneses, bolivianos…. El que todo fuera arte, fue una etapa maravillosa en mi vida. Sentía que estaba empezando realmente mi vida. Lo otro era el proceso que había que cumplir: el colegio… En ese contexto, la experiencia fue maravillosa.

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—Se fue como músico, pero hizo carrera como modelo.

Digamos que conocí a una chica… Para conocerla, empecé a trabajar de modelo en una casa de moda que había  en La Habana y donde hacían desfiles todas las noches, de Givenchy, de otras firmas…  Estaba muy de moda en ese momento ir a Cuba y grabar campañas. Era muy barato. Era exótico. Era mejor plan que hacerlo en un estudio. Y bueno, ahí hice muchos comerciales, campañas. Hice una campaña de ropa mexicana y son ellos los que me traen luego a México.

Alejandro Nones ¿Quién mató a Sara?

—¿Es cierto que usted llegó a la actuación por azar? Dicen que fue a un casting para acompañar a un amigo…

No, eso no es cierto. Yo siempre tuve inclinación por esto. Pero el análisis que yo hago es que era más difícil entenderme como actor en esa relación que sentía mi alma y mi cuerpo por las artes. La música estaba más cerca de mí en ese entonces. Pero yo siempre veía las series de moda en Venezuela y pensaba: “Yo podría hacer eso”. Esto no lo he contado nunca, pero recuerdo que una vez estaba en el metrobús y alguien me preguntó: “¿Tú no eres actor? Están haciendo una serie y creo que tú podrías hacer allí un personaje”. Yo era un chamo. Fui a hacer el casting. Me acompañó mi hermana, y lo que sentí al hacer esa escena fue maravilloso.

—¿Con qué sueña?

—Con hacer una película o una serie en España. Invertí el 2019 en sembrar semillitas para llegar a España en el futuro. Llegó la pandemia y eso está un poco en espera.

—¿Con quién le gustaría?

No hay un nombre específico. Por supuesto que me encantaría hacer algo con (Pedro) Almodóvar, pero también con (Alejandro) Amenábar. A mí me gusta el cine español. Una de mis cualidades es que siempre he sido muy bueno con los acentos. Y es de los procesos que más me gusta en la creación de personajes. Pero el límite está en tu cabeza.

—¿Qué relación tiene con Venezuela?

—Mi relación con Venezuela es la de un amor. A diferencia de lo que muchos puedan pensar, yo soy venezolano. Y cuando te digo que soy venezolano, es que pienso, vivo y siento en venezolano. O sea, la gente cree que porque hablo como mexicano ya me desprendí. Y donde me pare, digo: “Soy venezolano”. Mi grupo de amigos sigue siendo el de toda la vida, y todos los años nos vemos. Tengo 21 años afuera. Intentaba ir siempre, pero eso fue disminuyendo y la última vez fue hace año y medio. Quizás un poco más. 

—Por cierto, mucha gente que ha visto ¿Quién mató a Sara? no se imagina que usted es venezolano y hasta se lleva una sorpresa. ¿Qué le parece? ¿Usted puede ver eso como un elogio?

—Sin lugar a dudas, claro. 

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