• La psicoanalista y ganadora del 5° Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas publicó su primer libro Lo demás es voz, para la editorial de La Poeteca. En entrevista para El Diario, cuenta cómo la escritura se convirtió en el medio para sumergirse en el pasado de su familia y romper con el silencio de sus fantasmas

“¿De qué es madre un lugar vacío en la memoria?”, se cuestiona la psicóloga y poeta venezolana Kaira Vanessa Gámez (Caracas, 1990) al revisar los fantasmas que brotan de sus raíces en Valera, estado Trujillo. De esos espíritus que cargan con su infancia y madurez, intenta descifrar sus silencios en su primer poemario, titulado Lo demás es voz.

El libro forma parte de la colección Primera Intemperie de la Fundación La Poeteca. Este sello, enfocado en la publicación de óperas primas, viene también de haber lanzado en marzo de 2021 los libros Rotos todos los cielos, de Euro Montero, y Simetría del hematoma, de Flora Francola.

La presentación de Lo demás es voz fue el 8 de diciembre en la sede de La Poeteca, en Caracas, con palabras de Susana Strozzi y Carmen Verde Arocha. A partir de esta fecha se puede descargar gratuitamente en la página web de la editorial. Desde mediados de noviembre también se puede comprar en físico en librerías como Kalathos, El Buscón e Insomnia.

En entrevista para El Diario, Gámez reconoce que la emoción que le produce ver su primera obra materializada es una mezcla de alegría y miedo que solo puede procesar a través de la propia palabra escrita. “Desde que lo tuve en mis manos he estado conmocionada. Han sido días de preguntarme cómo eso tan íntimo llegó allá afuera y también qué destino tendrá, si será leído y cómo será leído”, dice.

Espejo

Kaira Vanessa Gámez: “Mi libro se concibió originalmente como un diálogo con los ausentes”
Foto: Cortesía

Gámez es egresada de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), donde fue coordinadora académica de la Escuela de Psicología. También posee un magíster en Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad Central de Venezuela (UCV). En los últimos años ha ido labrando su nombre poco a poco en la escena poética venezolana. Sus textos se han publicado en antologías como Exilios y otros desarraigos (2018) de Letralia, y en revistas como El Cautivo, Casapaís (Uruguay) o Santa Rabia Magazine (Perú). 

Destacó tras ganar en 2020 el V Concurso de Poesía Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas por su texto Sin mí. Un texto dedicado a su abuela, Auxiliadora Márquez, y en el que se plasman elementos que luego serían recurrentes para Lo demás es voz, como la soledad, el aferrarse a la casa como símbolo de la memoria y el sentimiento de orfandad. “Abuela/ hace frío en esta casa/ oigo espejos sin hondura/ -creo que no me mienten-/ Cada mañana soy la única letra de mi nombre”, reza en un fragmento.

Para ese momento, la autora ya se encontraba trabajando en el libro. Cuenta que el poema surgió precisamente de esas sesiones de escritura, por lo que comparte el mismo espíritu que el resto de la obra. “Por un tiempo consideré usar el poema del Premio Cadenas como el último poema de este libro. Me pareció que era un final, pero luego no fue así. Digamos que es muy nostálgico, hay allí una especie de padecimiento y el libro me pareció que tomó otro rumbo”, explica.

Voces ausentes

A pesar de su título, en Lo demás es voz son los silencios los que prevalecen. No solo como una palabra recurrente en sus múltiples significados y conjugaciones, sino también como un leitmotiv que sintetiza la forma en que Gámez se relaciona con su pasado familiar. De hecho, asegura que inicialmente el libro se llamó Otro silencio, aunque luego bautizó así su poema abridor, Ars Poética.

“El libro nació jugando un día con ciertas palabras. De repente escribo algo dirigido a mi abuela, con la imaginación de que yo estaba visitando su época y el lugar donde nació, que es Valera. Como una especie de viaje en el tiempo. Al ver que era un texto dirigido a ella, me hice la pregunta ¿por qué no continuar dialogando con las figuras de mi familia? Pero sobre todo, con los ausentes. Creo que este libro se concibió originalmente como un diálogo con los ausentes”, detalla.

Así, el libro va narrando en cada poema una historia que, como los Buendía de Cien años de soledad, se extiende por cada generación como un legado. Un rompecabezas de nombres y dramas que Gámez arma en su primera parte, titulada Anteayer. Luego sigue el Ayer, donde explora a las figuras femeninas de su familia, mudas por los ciclos perpetuados en el tiempo, a las decide dar voz mediante sus versos.

“Mi abuela no conoció a su madre, y por supuesto yo no tenía ninguna información sobre quién fue mi bisabuela. De alguna manera, ese vacío fue gestando en mí la necesidad de hablarles”, acota.

Pero no solo se limita a dialogar con los ausentes del pasado. Gámez señala que aprovechó también la ocasión en Hoy para revisar las relaciones familiares con las que creció. Su madre en un papel central, pero también su padre, tíos y personajes que si bien físicamente estuvieron su vida, aunque de alguna manera manifestaron otros tipos de ausencias. “Supongo que así es siempre. Nunca se puede estar del todo presente”, agrega.

Hay en mí el ayer/ y una ermitaña/ heredera de una voz desconocida./ De ambos llevo el rostro/ y el destierro”, expone en uno de sus poemas.

Compañeros de mesa

Kaira Vanessa Gámez: “Mi libro se concibió originalmente como un diálogo con los ausentes”
Foto: Cortesía Kaira Gámez/Prodavinci

“Hablar es difícil para mí y la poesía me permite hablar”, comenta Gámez, quien remonta su cercanía con el género a cuando tenía 12 años de edad. Entre los escritores fundamentales para ella está Alejandra Pizarnik, a quien cita en su libro. También autores venezolanos como Armando Rojas Guardia, Yolanda Pantin, Hanni Ossott, Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, Jaqueline Goldberg y María Auxiliadora Álvarez. “Cuando escribo, sus libros son los que me acompañan ahí junto a la mesa”,  añade.

Reconoce que generalmente es difícil de describir un estilo cuando se refiere a su propia escritura, aunque gracias a su editora, pudo identificar varios elementos recurrentes en su libro. Indica que se trata de temas como la familia, la ausencia, la voz y, por supuesto, el silencio. 

“Mi búsqueda poética está marcada por ir tratar de visibilizar, poner en palabras la experiencia del que escribe, a sabiendas de que el que escribe no sabe nunca lo que está haciendo. Sin querer, voy rondando siempre en ese agujero, ese punto de desconocimiento del propio yo al momento de escribir, tratando de traer a la página eso que se escabulle siempre. Más cuando se trata de hablar de la propia historia, del pasado, de cosas que ya no están”, afirma.

Búsqueda interior

Gámez es psicoanalista en formación, asociada a la Nueva Escuela Lacaniana del Campo Freudiano. Creada por el francés Jacques Lacan, reforma las ideas del psicoanálisis de Sigmund Freud y se centra en el lenguaje como pieza clave para descifrar los deseos e inquietudes del subconsciente. Explicado de una forma simplificada, consiste en practicar una escucha activa del paciente y remarcar frases puntuales con el fin de profundizar en su significado y hacer que reflexione sobre lo que dijo.

En este aspecto, lo que la autora hizo con sus poemas fue un proceso muy parecido al de sus terapias. “Creo que mi formación y ejercicio como psicoanalista sin dudas ha influido, porque digamos que es un trabajo con la palabra, y como tal, también es un trabajo con el silencio. Se trata de escuchar, de trabajar con lo que ha sido el pasado de cada uno y ver qué se puede hacer con eso”, precisa.

Apunta a que la poesía se convirtió en ese ejercicio catártico de hablar en silencio. Pero en sus análisis, asegura haber descubierto que su pasión por la lectura y escritura también influyeron en su posterior vocación profesional. “Por una u otra vía, digamos que la palabra ha sido lo fundamental, y me ha llevado tanto a la poesía como al psicoanálisis. Es el denominador común”, asevera. 

Versos comprimidos

Kaira Vanessa Gámez: “Mi libro se concibió originalmente como un diálogo con los ausentes”
Foto: Cortesía

Cuando se anunció el veredicto que la proclamaba ganadora del Concurso de Poesía Joven, todavía el mundo estaba sometido a la incertidumbre de la pandemia de covid-19. Fue en una ceremonia completamente virtual en la que el jurado reconoció por unanimidad su voz rítmica y madura. Ahora, dos años después, celebra con la calidez de la presencialidad el bautizo de su primer libro.

En su primer intento, en 2019, Gámez logró quedar en el cuadro de finalistas. Un año después se alzaba con el premio, del que han emergido otras figuras emergentes en la poesía venezolana como Cristina Gutiérrez o Carlos Iván Padilla. De este modo, sus poemas aparecen en las antologías de ambas ediciones. 

Creo que mi participación en el Cadenas, los dos años que lo hice, fue una oportunidad para mi de mostrarle al otro lo que estaba escribiendo. No tenía ninguna expectativa porque me parecía que la gente que quedaba allí históricamente tenía un nivel de escritura muy pulido y desarrollado, y yo sentía que estaba apenas comenzando”, rememora.

Aun así, admite que si bien esto le permitió mostrar al mundo los textos que tenía guardados y darles valor como creaciones poéticas, no influyó en su decisión de terminar Lo demás es voz. “Venía con la determinación de publicar esto algún día, creo que por un asunto personal más allá de que encuentre lectores o sea bien recibido. Necesitaba decir lo que está en ese libro. Necesitaba que eso saliera, hacer ese acto de hablar”, precisa.

Con ese impulso creativo, Gámez observa que desarrolló una tendencia a escribir ahora de forma mucho más reducida. Como si su primer libro hubiese soltado un nudo acumulado por varios años en su pecho y ahora fuera capaz de expresar más con menos palabras. En paralelo a su labor como psicóloga, trabaja en un nuevo poemario donde dice que le gustaría explorar ideas sobre el amor y lo femenino, con una mayor inclinación hacia la crónica. Una oportunidad de estrenar también su nueva forma de escribir. “Ir más al hueso de las cosas es lo que percibo con este libro”, adelanta.

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