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- Nicolás Osilia, Sergio Rodríguez, Jesús Hevia y Carlos Rodríguez forman parte de la delegación que viajó a Zúrich, donde se reunirán más de 900 participantes de 90 países. Amalia Torrealba, su entrenadora y también presidenta de Avoquim, explicó a El Diario el desafío que supone desarrollar nuevos talentos científicos entre tantas dificultades económicas y logísticas
A pesar de las dificultades, una delegación de cuatro jóvenes venezolanos participará en la la Olimpiada Internacional de Química (IChO) 2023, que se celebrará entre el 16 y el 25 de julio en Zúrich, Suiza. El grupo partió el 15 de julio luego de una larga y complicada campaña de recolección de fondos para su pasaje. Un reflejo más de todos los retos y obstáculos que han superado para llegar hasta este momento.
La IChO es una competencia anual que reúne a los estudiantes más destacados en el área de ciencias de educación media. Allí, los participantes realizan diferentes exámenes teóricos y prácticas de laboratorio para probar sus conocimientos, evaluados por un comité científico. Este año cuenta con 900 participantes, mentores y voluntarios de 90 países. Por América Latina, participan Argentina, Brasil, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, México, Perú, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela.
La delegación venezolana está conformada por Jesús Hevia Sarmiento, de 17 años de edad; Nicolás Osilia Taborda, de 18 años; Carlos Rodríguez González (16) y Sergio Rodríguez Fernándes (16). El equipo recibió el apoyo de la Asociación Venezolana de Olimpiadas de Química (Avoquim), la cual desde hace 22 años representa al país en este tipo de eventos.
“No es cualquier viaje, es una oportunidad de representar a su país en algo que les gusta, en algo que les ha llevado un esfuerzo de meses. Lo hacen con mucha motivación y compromiso, y yo creo que eso es lo más importante. Lo que nos identifica a todos (como delegación) es la capacidad de poder asumir retos”, declaró en entrevista para El Diario Amalia Torrealba, presidenta de Avoquim.
Preparación
Los cuatro jóvenes fueron seleccionados por su desempeño en la Olimpiada Venezolana de Química 2022, en la cual compitieron estudiantes de tercer a quinto año de bachillerato. Torrealba acota que ese año participaron 53 planteles educativos de 12 estados.
A partir de allí, los jóvenes recibieron un arduo entrenamiento para las Olimpiadas Iberoamericanas que se realizaron ese año de forma remota, aunque con México como organizador. Posteriormente, en enero de 2023, comenzaron a prepararse para la IChO.
Torrealba explicó que cada seis semanas los jóvenes realizan una prueba para medir sus fortalezas y debilidades a partir de los temas y cuestionarios enviados por los organizadores en Suiza. Entre exámenes, reciben semanalmente clases teóricas y prácticas por parte de sus entrenadores. Para los experimentos, normalmente ensayan en los laboratorios de la Universidad Simón Bolívar (USB) y la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Aunque a veces también se reúnen en los laboratorios de colegios privados aliados de Avoquim.
La docente indicó que el nivel de las pruebas en la IChO equivale al contenido de tercer año de la carrera de Química en la universidad. Por eso cuentan con un equipo de entrenadores conformado por Erwin Mora, para química orgánica; y Fernando Rodríguez, para inorgánica; y Miguel Modestino, para electroquímica.
Agregó que a diferencia de años anteriores, esta edición cuenta con mayor cantidad de matemáticas en sus ejercicios, por lo que reciben apoyo del ingeniero mecánico Carlos Berrío, además del ingeniero químico Jesús Zambrano en lo referente a cinética y fisicoquímica. Todos fueron en su momento olímpicos.
En el caso de Torrealba, además de supervisar las clases, se encarga de la parte práctica. “Para mí es muy importante que ellos vengan claros con los conceptos teóricos para que después puedan abordar de manera correcta la parte experimental. El laboratorio no es nada más la parte de las destrezas manuales, es cómo ellos interpretan los resultados y hacen los cálculos”, acotó.
Jóvenes promesas
Desde la plaza Bolívar del municipio El Hatillo, en el estado Miranda, Jesús y Nicolás conversaron con el equipo de El Diario sobre las expectativas que tienen del viaje. Ambos ya habían participado antes en la Iberoamericana de México, aunque debido a la pandemia de covid-19 debieron competir a distancia. Esta es la primera vez que viajan fuera del país para unas olimpiadas.
Jesús vive en Táriba, estado Táchira. Estudió en el Colegio Nuestra Señora de la Consolación de esa localidad, donde gracias a un profesor fue invitado a participar en las Olimpiadas Venezolanas de Química cuando estaba en tercer año. Era 2020, y aunque la declaración de cuarentena por la pandemia no detuvo las olimpiadas, Jesús sí debió retirarse. Lo volvió a intentar en 2022, ya en quinto año, logrando el primer lugar nacional. Sin embargo, debido a que se graduó el año pasado, esta será su única vez en la IChO.
Hijo de una profesora de Química, indicó que su interés por la ciencia comenzó a los 10 años de edad, viendo los experimentos que ella enseñaba en clases. “Hizo que viera la química como un mundo mágico y que me enamorara de toda la parte experimental”, recordó. Dice que su campo favorito es la química analítica y le gustaría estudiar Ingeniería Química o Química pura cuando ingrese a la universidad.
Al ser el único participante que reside fuera de Caracas, ha tenido que afrontar el doble reto de prepararse desde la distancia, con las complejidades de conexión a Internet y cortes de electricidad que eso conlleva. Normalmente realiza sus prácticas en el laboratorio de su colegio en Táriba, aunque en las últimas semanas tuvo que viajar a Caracas para las prácticas conjuntas con todo el equipo en la USB y la UPEL. “Ha sido complicado, pues es un costo que a veces mi familia no se encuentra en capacidad de abarcar”, comenta.
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Al igual que Jesús, Nicolás se graduó en el Colegio Santiago León, en Caracas, poco después de participar en las nacionales. También las conoció en tercer año, y aunque no clasificó, lo tomó como un aprendizaje para intentarlo de nuevo tras la pandemia. Así, logró mención honorífica, lo que le permitió formar parte de la delegación venezolana.
En octubre de 2022 obtuvo medalla de bronce en la Iberoamericana de México. Y en abril de 2023, participó en la II Lavoisier International Chemistry Olympics (Licho), organizadas también a distancia, en la que ganó otra medalla de bronce. En esa competición su compañero, Alberto Alava, obtuvo la medalla de plata.
Nicolás cuenta que siempre le interesó saber cómo funcionaban las cosas a su alrededor, pero lo que le cautivó fue el mundo microscópico. Soñaba con algún día ver moléculas y todas aquellas reacciones invisibles al ojo humano. “Me gusta ese funcionamiento del mundo, pero en lo biológico. Cómo funcionan los procesos del cuerpo, de las plantas, la fotosíntesis y la glucólisis. Todos esos procesos, pero vistos desde lo muy micro”, relata.
Esto le ha llevado a sentir especial interés por la química orgánica. Apunta que su plan es estudiar Medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde dice que todo lo aprendido le dará ventaja en materias fundamentales como Bioquímica. “En el colegio no se aprende mucha química orgánica. Entonces entender cosas como el ciclo de Krebs, el de Calvin, o todo lo que conlleva oxidaciones y reducciones dentro del cuerpo, me permitirá tener una visión diferente”, dice.
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Torrealba destaca que Carlos y Sergio son las nuevas adhesiones del equipo. Ambos, de 16 años de edad y del estado Miranda, todavía están en bachillerato, afirma que tienen una carrera prometedora dentro de las olimpiadas.
En el caso de Sergio, estaba tercer año cuando ganó el segundo lugar en las olimpiadas nacionales, siendo su primera vez en un evento de ese tipo. Ese año también ganó un concurso de crecimiento de cristales realizado por Avoquim. De igual forma, ganó medalla de plata en las olimpiadas regionales de matemáticas. Actualmente curso cuarto año.
Por su parte, Carlos ganó también medalla de plata en las nacionales de 2022 cuando cursaba cuarto año, además del premio a Mejor Prueba Experimental. En su momento también ganó el concurso de crecimiento de cristales, además de obtener medalla de oro en las regionales de matemáticas.
¿Qué es Avoquim?
Originalmente la Olimpiada Venezolana de Química era organizada por la fundación Centro Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia (Cenamec), adscrita al Ministerio de Educación. Sin embargo, en 2002 el ministerio decidió suspender sus programas de olimpiadas, por lo que un grupo de docentes del Cenamec decidió crear Avoquim para asumir su organización y representación ante instancias internacionales.
Torrealba, quien es entrenadora desde 1996, y en 2006 asumió la presidencia de Avoquim. Indicó que la primera vez que Venezuela participó en la IChO fue en 1992 como observador, y a partir del año siguiente se incorporó como delegación. Solo en dos años dejó de asistir debido a problemas económicos: en 2014 y 2016, pues no consiguieron fondos suficientes para viajar.
En sus 20 años participando en diferentes olimpiadas internacionales, Venezuela ha ganado 3 medallas de oro, 21 de plata, 45 de bronce, 12 menciones honoríficas y 4 premios a la mejor prueba experimental.
¿Cómo participar?
La presidenta de Avoquim afirma que cualquier institución educativa, pública o privada, puede participar en las Olimpiadas Venezolanas de Química. Explica que la escuela debe nombrar a un profesor como representante ante la asociación. Este docente sería a su vez el encargado de preparar a sus estudiantes para las pruebas.
Igualmente, Avoquim realiza talleres especiales para profesores y alumnos antes de cada prueba, en los que se les instruye sobre los diferentes problemas que abordan en las olimpiadas. “Nosotros hacemos un acompañamiento y lo que se necesita es un profesor que tenga la disposición de prepararlos”, agrega.
Resalta que también pueden recibir a estudiantes sin profesores que deseen participar por iniciativa propia. “Muchas veces no reciben apoyo de su colegio, entonces nosotros lo que hacemos es que, dentro de nuestros docentes olímpicos, le asignamos uno que lo pueda apoyar geográficamente hablando”, asevera.
De hecho, cuenta que muchas veces docentes de otras escuelas forman participantes que no son estudiantes suyos por solidaridad, sobre todo cuando ya se trata de la etapa de entrenamiento para una competencia internacional.
Recuperar el apoyo
En 2002, el Ministerio de Educación ordenó prohibir los programas de olimpiadas de física, química y matemáticas. Consideraba que promovían la formación de “élites intelectuales”, por lo que pidió al Cenamec que dejara de organizarlas.
Aunque con el tiempo esta decisión se fue diluyendo, Torrealba reconoce que todavía la presencia de escuelas públicas en las olimpiadas es mucho menor respecto a las privadas. Sobre todo, en los últimos años, debido a la falta de apoyo docente y la poca preparación que reciben los estudiantes en el campo de ciencias. Aun así, aclara que precisamente la idea de sus talleres es brindar una actualización y refuerzo a los docentes para que puedan estar al día con los contenidos.
“Estamos convencidos de que hay talento en todos. De hecho, nuestro entrenador de orgánica viene de un proyecto que hicimos en liceos públicos. Hay talento en todas partes, pero tenemos que apoyarlo”, dice.
Esto también repercutió en el apoyo económico. Hasta 2002, la industria petrolera financiaba los programas de olimpiadas. En el caso de las de química, por parte de Petroquímica de Venezuela (Pequiven). Debido al paro petrolero de ese año, la empresa estatal no pudo continuar con el apoyo, por lo que la recién nacida Avoquim fue acogida por la Sociedad Venezolana de Química y la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.
Sin embargo ese apoyo solo era institucional. Sus miembros debían trabajar de forma ad honorem, además de buscar fondos a través de donaciones. En 2019 lograron una alianza con la Gobernación de Miranda y en 2023, luego de dos décadas, Torrealba celebra que volvieron a retomar la asociación con Pequiven.
Explotar el talento
Torrealba señala que el propósito de las olimpiadas es describir y captar a jóvenes con talento excepcional para la química. Sin embargo, no cree que se trate de un evento para élites, al menos desde el sentido peyorativo que se le intentó dar años atrás. Por el contrario, afirma que busca integrarlos a un modelo educativo que estimule sus capacidades, además de brindar orientación a sus profesores y familiares sobre cómo abordarlos desde un enfoque psicopedagógico.
“Son jóvenes, al igual que otros, pero con otro tipo de destrezas, como un deportista o un artista. Por ejemplo, un músico tiene a El Sistema, que lo apoya y le permite desarrollar su talento. Pues quienes tienen talentos científicos también lo merecen”, defiende.
De hecho, la docente señala que gran parte del éxito de Venezuela en olimpiadas se debe a su capacidad para sobreponerse a los desafíos que supone esta falta de apoyo estructural. Desde conseguir reactivos e insumos, la obsolescencia de ciertos equipos de laboratorio y hasta la lucha de conseguir recursos para los pasajes de avión. Cosas que no existen en países que, incluso antes de la pandemia, ya tenían el uso de la educación a distancia y nuevas tecnologías como parte de su metodología.
Brecha educativa
Esto resulta especialmente importante, sobre todo ante las serias carencias que posee el sistema educativo actual. A pesar de venir de la educación privada, Nicolás y Jesús reconocen la abismal diferencia que existe entre los temas que estudian en su entrenamiento para las olimpiadas, y el que vieron en clases. Ambos advierten que, por ejemplo, la enseñanza de la química orgánica en el último año es muy superficial, limitándose apenas a ver la nomenclatura de los compuestos, pero sin profundizar en su variedad de reacciones y fenómenos.
Explican que esto, lejos de promover el interés por la ciencia, hace que los jóvenes se aburran de ella. Y más en el caso de escuelas que, por restricciones de espacio o presupuesto, ni siquiera tienen un laboratorio para poder apreciar en vivo la magia de ver a los compuestos calentarse sin fuego, cambiar de color o generar precipitados.
Torrealba señala que esto forma parte de una profunda crisis de formación de docentes. Una que ya se veía desde hace años en el campo científico, pero que ahora se ve incluso en otras materias como inglés. “Hemos detectado que el problema de los estudiantes no es solo que no sepan química, sino que tampoco saben leer o explicar un resultado. Y creo que esto pasa por la profesionalización de los docentes y la necesidad de formular políticas”, lamenta.
Aun así, Torrealba también destaca que de los participantes de las olimpiadas anteriores han salido jóvenes que luego han ingresado a universidades importantes de Venezuela y el mundo. Hoy en día muchos de ellos cursan doctorados o son profesionales reconocidos. Por eso insiste en su trabajo, y ve en los cuatro olímpicos que compiten en Zúrich una generación de relevo que mantendrá encendida la llama del conocimiento.
