- Tras días de resistencia ciudadana, represión y jugadas políticas que provocaron el desgaste tanto del gobierno como de la oposición, el país parece estar en pausa mientras solo avanza el frente en el ámbito internacional | Foto: EFE
Las elecciones presidenciales del 28 de julio dejaron una herida abierta en la política venezolana. El Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Nicolás Maduro para un tercer mandato en un proceso actualmente cuestionado por la comunidad internacional por su falta de transparencia. Mientras tanto, la oposición liderada por María Corina Machado asegura que el ganador fue el candidato de la Plataforma Unitaria, Edmundo González. Esto basado en las actas recogidas por sus testigos electorales y publicadas en una página web.
Los días siguientes al primer boletín del CNE estuvieron marcados por la volatilidad. Un estallido de protestas contra el resultado oficial se desató en varias ciudades del país y sectores populares de Caracas, llegando a unas cuadras del Palacio de Miraflores. También hubo una ola de violencia que dejó al menos 23 muertos y cientos de heridos, muchos presuntamente a manos de funcionarios de seguridad y colectivos armados oficialistas.
Por otro lado, la persecución política ha dejado hasta ahora más de 1.860 presos políticos, 68 de ellos menores de edad, de acuerdo con la organización Foro Penal. Este recrudecimiento de la represión, sumado a otras violaciones de derechos humanos han sido denunciadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU), mientras varios gobiernos cuestionan la legitimidad a Maduro por la ausencia de pruebas de su triunfo, y otros como Ecuador y Panamá abiertamente reconocen a González como presidente electo.
Ahora, a dos meses del 28 de julio, sigue siendo complejo. A lo interno, la oposición busca probar nuevas estrategias para movilizar a la ciudadanía, evitando más represión, aunque sin las grandes marchas vistas en los últimos días de la campaña. Por su parte, el gobierno trata de vender una narrativa de vuelta a la normalidad y de “pasar la página” del capítulo electoral, aunque sintiendo cada vez la presión de la comunidad internacional.
Deseos de cambio
Para el politólogo Walter Molina Galdi, actualmente Venezuela se encuentra en un punto de quiebre. En entrevista para El Diario, indicó que en este momento se mantiene el pulso entre fuerzas políticas para definir el futuro del país, con dos posibles desenlaces. El primero, sería la perpetuación del oficialismo como poder de facto, lo que empujaría a 4 o 5 millones de personas a emigrar, de acuerdo con un sondeo de la firma Meganálisis en abril.
El segundo escenario, es en el que la oposición logra conducir una transición democrática, la cual afirma, “puede ocurrir bien sea por la vía del quiebre de la coalición dominante o por negociaciones con la nomenklatura”. Es decir, de las élites políticas y económicas que sostienen a esa coalición en el poder.
Por su parte, el director estratégico de la consultora Politks, Enderson Sequera, afirma que el país está en este momento en una disyuntiva entre sus aspiraciones de libertad y el temor de expresarlo públicamente por las políticas represivas del gobierno.
“Persiste un estado de ánimo que es una mezcla entre indignación, miedo, incertidumbre y una esperanza/desesperanza que oscila de acuerdo a los hechos políticos. Es un país que votó masivamente por el cambio, sabe que ganó y aspira cobrar, pero teme que el chavismo se imponga, una vez más, y le robe la voluntad popular”, declaró a El Diario.
Atrincherados
Tras dos meses de lucha política en diferentes terrenos, Sequera reconoce que tanto el oficialismo como la oposición se han visto severamente debilitados. Afirma que González logró una victoria contundente, pero que no se ha logrado traducir en una transición política. Esto sumado a la persecución contra varios de sus líderes como Freddy Superlano, Perkins Rocha o Biaggio Pilieri, así como de activistas y colaboradores, lo que ha mermado la capacidad operativa de los partidos.
Pero el principal factor de debilitamiento de la oposición, señala, es el mismo paso del tiempo. A dos meses del estallido del 28 y 30 de julio, sus secuelas comienzan a diluirse en una sociedad que, aunque no ha pasado la página, sigue con sus vidas y actividades mientras espera acciones más contundentes por parte de la dirigencia opositora.
Del lado del gobierno, las acciones de la comunidad internacional como el desconocimiento de los resultados del CNE despojó al oficialismo de la razón por la que en primer lugar permitió a la oposición competir en las elecciones: recuperar su legitimidad en los mercados financieros internacionales. A esto se suma también la reanudación de sanciones y solicitud de órdenes de captura contra Maduro y su entorno, dejándolo cada vez más aislado en el mundo.
“Se puede decir que está atrincherado, aislado y sentado encima de las armas que ha usado contra el 90 % del país que quiere un cambio. Nicolás Maduro no es más fuerte hoy que antes del 28 de julio y el chavismo ha quedado electoral y políticamente destruido y por ello ha profundizado lo único que le queda: el terror y los crímenes. Eso no es una muestra de fortaleza, pero tampoco se puede decir que sea una muestra de debilidad”, opina Molina al respecto.
Líder en el exilio
De acuerdo con los expertos consultados, uno de los factores que más afectó a la oposición moral y operativamente fue el exilio de Edmundo González a España a principios de septiembre. Tanto Molina como Sequera coinciden en que ese episodio representó un duro golpe para el ánimo opositor. No solo por ocurrir en un momento de frustración poselectoral, sino también por representar la pérdida de un símbolo de unión entre partidos y depositario de la voluntad de alrededor de 8 millones de votantes.
Molina cree que si bien la noticia causó impacto en su momento, con el tiempo las declaraciones de González desde el exterior y sus reuniones con importantes líderes de la política europea, como la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, han permitido calmar las aguas.
“Estamos en una nueva etapa donde la presión internacional en todos los sentidos posibles debe articularse como un reloj suizo, y efectivamente lo que puede hacer González Urrutia en ese sentido, siendo además un diplomático de carrera, es sumamente importante. Todo ello mientras la líder de este proceso, María Corina Machado, sigue dentro del país”, dijo el politólogo.
Sequera recuerda a su vez que González debió salir del país no solo por la persecución judicial en su contra por parte del Ministerio Público, sino tras amenazas y coacciones durante su resguardo en la Embajada de España. Estos factores permiten comprender el contexto real de su salida. “En Colombia, Pablo Escobar ofrecía plata o plomo. En Venezuela, el chavismo ofrece cárcel y tortura o exilio”, apuntó.
No obstante, también reconoció que el hecho de comprender las razones de su salida no quita que un sector tenga críticas alrededor de su desarrollo y de las consecuencias para la moral de la causa.
“Es evidente que González, por razones políticas, morales y humanitarias, es más útil a la lucha vivo y libre haciendo diplomacia de alto nivel en España, que preso y torturado en El Helicoide. Pero el daño a la moral de la base opositora ya está hecho, daño que se refuerza con cada día, semana o mes que pasa desde el 28 de julio y no hay una solución política a nuestro drama”, acota.
Presión interna
El 26 de septiembre, más de 30 países publicaron un comunicado conjunto sobre Venezuela. Allí se pronunciaron para exigir la liberación de los presos políticos y la realización de una auditoría independiente y transparente de los resultados que, a dos meses ya, el CNE no ha publicado de manera desglosada por mesas de votación en su página web ni en Gaceta Electoral. Igualmente, durante la Asamblea General de la ONU, la situación del país ha sido un tema recurrente en varios de los discursos de líderes mundiales.
A pesar de que existe un consenso general de apoyo a la causa venezolana en el mundo, con mecanismos en curso contra el gobierno de Maduro, el problema está al momento de ejercer la misma presión desde adentro. Un problema que en su momento enfrentaron otras instancias opositoras como la Asamblea Nacional electa en 2015 o el gobierno interino de Juan Guaidó, y que ahora le toca resolver a Machado y la Plataforma Unitaria.
El director de Politks explica que hasta el momento la estrategia de Machado se ha enfocado en realizar protestas esporádicas que si bien no destacan por ser masivas, buscan mantener vivo el deseo de cambio de los venezolanos, evitando a su vez una represión masiva o la activación de los aparatos de terrorismo de Estado contra sus dirigentes. “Si bien parece una estrategia adecuada para evitar mayores costos en la represión, no parece estar dando resultados a la hora de generar quiebres en la coalición dominante”, opina.
En este sentido, señala que si bien el país parece haber entrado de una fase de lucha más a largo plazo, es necesario que la gente pueda ver hechos tangibles y “pequeñas victorias” que permitan mantener la expectativa de cambio. Hasta el momento esto solo se ha visto en el plano internacional, aunque Molina cree que no dejan de ser avances importantes para lograr que sectores del oficialismo decidan negociar la transición.
“La presión debe ser estructural, debe ser desde todos lados y debe ser, tanto en el ámbito legal y diplomático, como en lo que recientemente desarrolló María Corina Machado, que es afectar su flujo de dinero ilegal”, afirma.
En río revuelto
La salida del país de Edmundo González ha sido interpretada por algunos sectores de la oposición como una vacancia del liderazgo, pese a que Machado continúa dirigiendo la estrategia desde la clandestinidad. Esto se ha traducido en la aparición de actores políticos que intentan asumir las riendas de la lucha democrática, al menos en redes sociales.
“Hay una parte, muy pequeña, pero que hace ruido en redes sociales, y que desde la escogencia de Edmundo González como candidato hasta estos últimos días, simplemente evitó enfrentarse a la ola que lidera María Corina Machado. Pero ya creyendo que no habrá cambio (y varios de ellos así lo prefieren), vuelven a lo suyo: tratar de convencer a la gente de que se necesita una jaula más grande, no libertad”, aporta Molina.
Asegura que esta agenda normalizadora es promovida por “lobistas, analistas, propagandistas y dirigentes políticos” que ya asimilaron la narrativa oficialista de pasar la página con las presidenciales. En cambio, prefieren que los esfuerzos políticos de la oposición se centren en reorganizarse para las elecciones programadas para el año 2025.
No obstante, Sequera recuerda que las acciones del CNE hirieron gravemente la ya cuestionada credibilidad del sistema electoral, por lo que la ciudadanía ya no ve el voto como una herramienta efectiva de cambio. “Organizarse para las parlamentarias y regionales sin haber resuelto el fraude del 28J es la mayor traición a la voluntad popular, y marcaría la definitiva muerte política de quiénes se enrumben en esa tarea”, sentencia.
Quiebre
Sobre el punto anterior, un fenómeno que generó controversia fue la renuncia del exgobernador de Miranda, Henrique Capriles, de la junta directiva del partido Primero Justicia (PJ). Esto tras profundas diferencias y discusiones con Julio Borges, pero que también asoma un choque entre facciones con visiones distintas sobre la estrategia opositora y el liderazgo de Machado.
Sequera vaticina que esto pudiera ser síntoma de un quiebre no solo en las filas de PJ, sino en toda la Plataforma Unitaria. Señala que esto dejaría a la oposición con dos sectores: uno que siga en la línea de Machado y persista en su presión para forzar la salida de Maduro en una transición pacífica; y otro de carácter más moderado, que precisamente apele a ganar espacios en futuras elecciones para hacerle contrapeso al gobierno, desconociendo su carácter antidemocrático.
“Una mezcla de supervivencia política, coacción, cobardía y odios personales contra Machado en el seno de la oposición explican esta estrategia. Sin embargo, en el actual contexto venezolano, ella sigue siendo la gran electora. Cualquier estrategia, electoral o no electoral, que no cuente con su aval está destinada al fracaso”, sentencia.
Molina coincide en este punto y cree que este quiebre, o depuración si se quiere, podría ocurrir incluso antes de enero, cuando corresponde la juramentación del presidente para el periodo 2025-2031. Reitera que detrás de estas escisiones precisamente están los mismos sectores que apoyan continuar con la cohabitación y apelar a una institucionalidad del oficialismo que ya no existe.
Después de enero
Si el panorama político a dos meses de las elecciones está lleno de incertidumbre, para los próximos meses no promete ser mejor. Sequera cree que Maduro seguirá en el poder al menos lo que resta de año. Sin embargo, a partir del 10 de enero podría escalar una crisis diplomática si el CNE para la fecha sigue sin publicar las actas electorales ni permitir una auditoría. Ejemplo de ello se ve en aliados del chavismo como Colombia y Brasil, cuyos presidentes acordaron no reconocer a Maduro, aunque tampoco a Edmundo González.
Indica que para lograr que González asuma la presidencia en enero, se requiere la confluencia de tres factores: mayor presión internacional, la cual ya está en marcha; movilización ciudadana contra el fraude, algo complicado en el contexto actual y con la proximidad de la temporada navideña; y un quiebre dentro del chavismo, que tampoco ve muy probable. Molina hace la misma lectura, y coincide en que probablemente el candidato opositor no tenga su juramentación el 10 de enero como ha prometido Machado.
Sequera añade que, partiendo de la experiencia del gobierno interino de Guaidó, el gobierno activará todos sus mecanismos de inteligencia y contrainteligencia para frustrar cualquier gran movimiento en el seno opositor. Aun así, deja abierta la puerta a la posibilidad de que ocurra algún hecho insólito que cambie por completo el tablero: “En Venezuela, también aplica eso de que la historia no se repite dos veces de la misma manera”.