• La esperanza de algún día mejorar es lo que le da fuerzas diariamente. Con hipertiroidismo, diabetes y enfermedad gástrica crítica, además de complicaciones como pérdida de la visión, Cruzmely Rivas contó para El Diario que mantiene la fe de poder obtener el tratamiento que requiere

Cada paso que da Cruzmely Rivas lo hace con mucho esfuerzo. Se apoya de las paredes con sus brazos para no caerse, pues su cuerpo no tiene las fuerza suficiente para movilizarse. Con más de 40 años, Rivas pesa 26 kilos. Los huesos de sus costillas se marcan. Lo mismo ocurre con los de sus rodillas y hombros. Sin embargo, la esperanza de mejorar no se esfuma de su rostro. 

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Cruzmely Rivas vive en una sencilla casa de Cagua, estado Aragua. Es un hogar con una sala pequeña al entrar, un mueble de madera, un pequeño pasillo donde se ubica el baño, la cocina y la habitación.

Fue diagnosticada con hipertiroidismo, lo que le generó posteriormente diabetes. Ambas enfermedades hicieron que la mujer perdiera peso rápidamente, además la falta de recursos para adquirir el tratamiento para la diabetes le ha ocasionado complicaciones graves propias de la afección. 

“No tengo fuerzas, me he caído intentando llegar al baño o a la cocina. Tengo mucho cansancio y dolores de cabeza. Cuando me dan esos dolores, se me baja la tensión. Es complicado porque no puedo trabajar y los medicamentos son muy costosos”, explica para El Diario mientras se acomoda en la silla, movimiento que le genera dolor y se evidencia en el gesto de su rostro. 

El diagnóstico no fue la única mala noticia que recibió. A Cruzmely la obligaron a retirarse de su trabajo por decisión del patrono hace dos años, el mismo tiempo que lleva esperando una pensión. Las  enfermedades que desarrolló le impedían cumplir con su trabajo como camarera de un hospital. Desde el momento que se retiró espera por el pago de su indemnización laboral.

Cruzmely se convirtió en insulinodependiente. Requiere insulina para controlar su diabetes, pero la falta de recursos le dificulta el proceso. 

“La insulina para mí es como la gasolina para los carros”, detalla. Cuenta que a veces le donan el medicamento, pero cuando no tiene asegura que no sale de su casa pues los mareos son muy fuertes. Una persona que usa insulina debe administrarse la hormona todos los días, pues esto regula los niveles de glucosa en la sangre. Cuando ella consigue un frasco de insulina NPH, trata de rendirlo al máximo utilizando una dosis deficiente. 

Las complicaciones aumentan cada día. El mal tratamiento que lleva le ha provocado el desarrollo de otras afecciones como retinopatía y problemas en los riñones. 

“El otro día me caí y se me rompieron los lentes, así que estoy casi ciega”, explica. Luego de una hiperglicemia de 480 perdió la visión. “Utilizo un ojo al máximo y por el otro solo veo sombras. Cuando son las 6:00 pm es imposible moverme de la puerta de mi casa porque no veo nada”. 

Cada día es más difícil para ella. Cuando tiene una crisis de diabetes o el dolor corporal resulta insoportable acude a ambulatorios y a Centros Diagnósticos Integrales (CDI), donde atienden las complicaciones. Sin embargo, ella anhela que un médico especialista la vea y le asigne un buen tratamiento que la ayude a recuperarse.

“No he podido asistir a un especialista porque las consultas son costosas y si no tengo dinero para comer, mucho menos tengo para pagar consultas”, asegura. 

Además de las enfermedades que ya padece, Cruzmely desarrolló problemas en el estómago: todo lo que come lo evacúa inmediatamente, lo que no le permite a su cuerpo adquirir los nutrientes de cada uno de los alimentos. Esta deficiencia la ha llevado a la desnutrición que actualmente padece y a una deshidratación constante.

La falta de recursos le impide cumplir con una dieta que le permita recuperarse adecuadamente. “Debo tomar suero y yogurt todos los días pero es muy caro”. También debe consumir proteínas de origen animal, hecho que por sus propios medios es imposible hacerlo por lo costosa que resulta la compra.

Comprar sus medicamentos y alimentos, además de costear los exámenes médicos que debe realizarse, es una tarea casi imposible para Cruzmely, pero afortunadamente cuenta con el apoyo de la fundación Solidaridad Venezuela, que la dota de alimentos cada 15 días. 

“Estoy muy agradecida con ellos, le pido a Dios que les dé mucha salud a estos jóvenes para que sigan cumpliendo esta bonita labor”, dice con una sonrisa. 

Pero su enfermedad no es su única preocupación, su madre tiene epilepsia y tras varias crisis perdió la habilidad motora y su capacidad para recordar. Su hermana se encarga de ella y cuando Cruzmely tiene un poco de fuerzas para caminar, la visita. Sin embargo, la falta de dinero para darle a su mamá los medicamentos que requiere es un hecho que la llena de frustración.

Pero la esperanza es lo único que diariamente le da un poco de fuerza. Mantiene firme el optimismo de que puede recuperarse, pero requiere de ayuda para poder tratarse. Con una sonrisa siempre en su rostro asegura que se puede recuperar.

Mientras dice esto se levanta de la silla para despedirse. El dolor no logra opacar su sonrisa, esa que a pesar de las dificultades es la que le da la vitalidad que diariamente necesita. 

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