• Expertos consultados por El Diario aseguran que Venezuela no cuenta con suficiente producción de proteína animal para atender a su mercado interno y mucho menos para mantener una exportación sistemática

“Exportar carne es posible, pero solo en detrimento del consumo nacional”. Esa es la posición de Armando Chacín, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga), frente al anuncio realizado por Nicolás Maduro esta semana, relacionado con la eventualidad de exportar 3.700 cabezas de ganado a Irak.

Chacín explica para El Diario que vender dichas reses es factible debido a que hay excedentes de carne, porque los venezolanos no cuentan con el poder adquisitivo necesario para poder comprar el producto.

Señala que, si se produjera una mejora del salario del venezolano, el rebaño de casi 9.000.000 de cabezas de ganado con las que cuenta actualmente el país sería insuficiente para satisfacer la demanda interna. 

Si hoy hubiese poder adquisitivo, no daría tiempo de llenar los anaqueles. Hay carne y leche porque el venezolano no tiene cómo comprarlos”. Armando Chacín, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela

Chacín dice que es esa caída en el consumo la que hace eventualmente posible exportar carne pese a la baja producción del rebaño vacuno venezolano.

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El economista y experto en temas agrícolas, Wilfredo Briceño, detalla que actualmente el consumo de carne en el país se encuentra por el orden de los 4 kilos al año, cifra significativamente inferior a los 18 kilos a los que estaba acostumbrado a ingerir en otros tiempos, en donde no había un proceso hiperinflacionario.

El experto sostiene que, para volver los 18 kilos de consumo anual de carne por persona, “se necesita producir aproximadamente 19.200.000 cabezas de ganado; lo que tomando en cuenta los actuales niveles de producción del rebaño nacional nos ubica en un escenario deficitario de 54%”

“¿Si no tenemos un rebaño que nos permita consumir lo que nos corresponde, ¿cómo es que ahora vamos a ser un exportador?”, cuestiona Briceño.

Apunta que tradicionalmente Venezuela no se ha caracterizado por ser un país exportador de carne, a diferencia de otros países del continente como Argentina o Uruguay. 

Añade que “la carne bovina y la de pollo son los productos que más aportan consumo de proteínas y en Venezuela no hay producción sostenida. En este contexto, no deben estimularse exportaciones, al contrario, se deben producir las correcciones necesarias para que el venezolano consuma más carnes rojas”.

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¿Por qué exportar?

El presidente de Fedenaga manifiesta desconocer los motivos que llevaron a estudiar la posibilidad de vender carne a Irak. Sin embargo, dice que la decisión debería estar orientada a crear oportunidades que beneficien a la industria nacional.

Sostiene que no está en desacuerdo con que Venezuela comience a exportar carne; no obstante, “ello tienen que traducirse en un impulso económico para los productores del sector. Si esto no pasa, no sé cuál es el objetivo (de esta política)”, comenta.

Plantea que una posibilidad que traería mayores beneficios a la industria cárnica nacional es el realizar las matanzas en el país y luego exportarlas refrigeradas. “Eso se traduciría en más puestos de trabajo”.

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Señala Briceño que los motivos que llevaron a esta medida (exportar a Irak) tuvieron componentes tanto económicos como políticos. Argumenta que esta decisión permite que los productores vendan sus animales a un precio superior al que percibirían en el mercado nacional.

“Mientras que el régimen de Nicolás Maduro compra barato las reses en bolívares las vende a precios internacionales, puede vender la idea de que Venezuela se encuentra en una situación de absoluta normalidad. Esto le permite construir una narrativa contraria a la que prevalece en cuanto al estado de zozobra social que vivimos todos los venezolanos”, sostiene.

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Briceño asegura que trascendió entre los sectores productivos que sí hubo exportación de reses criollas a Irak. “La cifra fue superior a la anunciada por el régimen pues en lugar de los 3.700 animales negociados se habrían enviado unas 5.000 reses las cuales presuntamente fueron canceladas a 1,1$ por kilogramo en pie”.

Según las estimaciones de Armando Chacín,  el precio de lo exportado podría haber sido menor, al situar el monto pagado a los productores en 0,85 dólares por kilogramo del ganado en pie.

El especialista en economía agrícola comentó a este medio digital que el déficit de producción agrícola y pecuaria en el país se inició desde el año 2000 cuando comenzó la política de expropiaciones del régimen liderado por Chávez, además de la masificación del contrabando de extracción hacia Colombia y el hurto de reses. 

Todos estos factores contribuyeron a que, desde la llegada del chavismo al poder, el rebaño nacional disminuyera en promedio de 2,8% anual.

Solo en tiempos de la Guerra de la Independencia y en tiempos de la Guerra Federal se vivió una situación parecida” Wilfredo Briceño

Condición crítica

El dirigente empresarial considera que, debido a todos estos aspectos, “la actual situación del campo venezolano es, cuando menos, catastrófica”.

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Indica Chacín que en estos momentos algo tan elemental como el poder trasladarse a las unidades de producción no es posible debido a la escasez de combustible.

Agrega que los productores se ven obligados a matar más animales de los que deberían para poder cubrir sus gastos debido al ínfimo valor que perciben por cada una de sus reses. 

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“Si nosotros pudiéramos hacer la exportación para que el productor agropecuario se beneficie y pueda traer desde otros mercados insumos para poder de alguna manera engrandecer la producción del país, podría ser un objetivo claro que beneficie al sector. En caso contrario, hay un pequeño grupo que está comprando ganado a precios muy económicos, para ponerlos en un mercado a precios mucho más costosos”, asevera.

Por su parte, Briceño asegura que en estos momentos no es rentable producir en el campo pues mientras que todos sus costos están calculados en dólares el Estado los obliga a vender a precios en bolívares, lo cual impide que el productor nacional tenga una ganancia razonable. 

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