• Las ventas informales de productos de primera necesidad se han convertido en la alternativa económica de los tachirenses para sobrevivir y generar ingresos en medio de la pandemia causada por el covid-19

Tras 27 semanas de confinamiento, el comercio informal se convirtió en la principal vía de escape en el estado Táchira. Es común observar mesas con víveres, verduras, artículos de limpieza y productos de higiene personal nacionales e importados a la venta en las calles de San Cristóbal y en las afueras de algunos hogares de la entidad andina.

Algunas personas hacían de la informalidad su trabajo diario incluso antes de la pandemia, mientras que otras se han aventurado en esta labor a raíz de la cuarentena porque sus ingresos mensuales no son suficientes para costear gastos propios y de familiares durante el confinamiento, que ha ocasionado pérdida de empleos y paralización de actividades comerciales.

Fidel Quintero, de 42 años de edad. Un ingeniero civil al que la pandemia ha obligado –junto con su esposa– a reinventarse y hacer de su hogar su espacio de trabajo.

Hace mes y medio él y su pareja invirtieron sus ahorros en víveres, artículos de higiene personal, confitería y armaron una venta al frente de su casa. De esa manera encontraron una alternativa para generar ingresos y tener su propio negocio.

“La situación nos llevó a reinventarnos porque yo antes trabajaba en una cadena de comida rápida muy conocida en la entidad, pero el sueldo no era suficiente”, dijo Fidel en entrevista exclusiva para El Diario.

Venta de víveres: el nuevo resuelve del tachirense
Foto: Carlos Franceschini

Fidel era encargado de una de las sucursales de la empresa de comida rápida “El Catire Hot Dog”. Renunció porque su sueldo –pese a ser en moneda extranjera– era insuficiente para solventar los gastos de su familia. Aunado a ello, el transporte público escasea por la falta de combustible y eso le dificultaba movilizarse desde casa hacia el trabajo.

Previo a eso, Fidel ejerció su profesión en la entidad andina y otros estados del país, aunque asegura que ahora no es factible dedicarse a la ingeniería porque el sueldo es muy bajo.

Yo trabajé en grandes empresas a nivel nacional como en el sector del ferrocarril para una empresa italiana, pero ahora toda mi familia tiene los títulos guindados. Son un adorno, una herramienta de trabajo que no se usa”, enfatizó.

Por otro lado, Ruth, su esposa, tenía –a través de redes sociales- su propio emprendimiento confeccionando ropa y accesorios para bebés. Sin embargo, debido a la cuarentena las ventas disminuyeron y ya no ve esa actividad laboral como su principal fuente de ingresos.

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“Nosotros nos la ingeniamos con la venta de comida y también hacemos chorizos criollos y artesanales”, expresó Fidel.

Reinventarse en medio de la pandemia

Para Fidel y su esposa la situación económica del país hizo que trabajar en la informalidad sea más factible que laborar en una empresa donde el salario en bolívares se devalúa rápidamente.

“Esta situación ha llevado a más de uno a montar lo que llaman vulgarmente ‘un chuzo’ (venta improvisada de algún producto) en las casas, en la calle o en cualquier lado”, indicó.

La mayoría de los productos que tienen en venta son colombianos. Los compra en La Concordia (zona comercial de San Cristóbal), pues el cierre de frontera les impide cruzar por el Puente Internacional Simón Bolívar a la ciudad de Cúcuta, Norte de Santander.

Venta de víveres: el nuevo resuelve del tachirense
Foto: Carlos Franceschini

“Si vas a Colombia por los caminos verdes o trochas te cobran a cada rato vacunas (pago ilícito que le exigen a particulares –en este caso- para permitirles transportar alimentos) y sale más caro el producto”, explicó Fidel.

Asegura que su negocio le ha permitido mejorar su poder adquisitivo y comprar alimentos para proporcionar una nutrición más completa y balanceada, especialmente a sus hijos que están en etapa de desarrollo.

“No lo voy a negar, mis chamos han recuperado peso, ellos ya venían presentando deficiencia en eso, también anemia y falta de vitaminas. Ahora hemos podido brindarles mejor alimentación”, comentó Fidel.

Los ingresos que obtienen de las ventas rondan los 250.000 pesos (unos 71 dólares), mientras que los gastos varían entre 700.000 pesos (200 dólares) a 800.000 pesos (unos 228 dólares) incluyendo la compra de mercancía para surtir el negocio.

Venta de víveres: el nuevo resuelve del tachirense
Foto: Carlos Franceschini

“La reposición de mercancía se mantiene porque manejamos moneda internacional, lo malo es pagar en bolívares porque cada día valen menos”, indicó Fidel.

La devaluación del bolívar ha llevado a los comercios en la entidad andina a establecer el peso colombiano como la moneda más usada para la compra y venta de productos y así evitar que la devaluación en Venezuela desplome sus ingresos.

También hemos aplicado la política de vender económico porque hemos estado del otro lado del mostrador y sabemos la situación. Lo hacemos no solo para competir, sino para ayudar a los demás”, manifestó.

Fidel tiene tres hijos, uno de 14 años de edad y unos morochos de 10 años de edad. Se aproxima la vuelta al colegio y su preocupación aumenta por la compra de útiles escolares, uniformes y pago de las instituciones educativas.

“Estamos con el problema de la inscripción en el colegio y el gasto es fuerte, pero hacemos el sacrificio porque el nivel de educación pública es una experiencia que no nos gustó”, puntualizó.

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El inicio del período escolar 2020-2021 será online, tal como lo anunció Nicolás Maduro el pasado domingo 13 de septiembre debido a la pandemia por covid-19. Por ello Fidel y Ruth esperan tener el tiempo suficiente para ahorrar el dinero que les permita adquirir los uniformes de sus hijos.

Reinventarse en medio de los riesgos

En cuanto al covid-19 Fidel asegura sentir temor pero cada día procura cumplir con todas las medidas de bioseguridad necesarias para atender su negocio y tener contacto con otras personas.

“Es un peligro, nosotros salimos con máscaras de acetato, tapabocas, hipoclorito, alcohol y parece que fuéramos a la guerra”, indicó.

Él está consciente del riesgo al que se enfrenta, aunque sabe que de no trabajar sería un camino cuesta arriba conseguir lo necesario para mantener a su familia.

“Todos salimos a buscar la forma de sobrellevar la crisis, corremos riesgo, pero tenemos que hacerlo incluso con el rosario en la mano porque ayuda del gobierno no hay y con el supuesto CLAP nadie vive”, acotó.

Fidel ha visto la emergencia sanitaria causada por el coronavirus como una alternativa para crear sus propias oportunidades e incluso emprender en un área diferente a la que estaba acostumbrado.

“Esto ha sido una forma de reinventarnos, de volver a empezar y lo vimos como una alternativa de negocio no solo por ahora sino a futuro, todo tiene un trasfondo, no solo es vender es también enseñarle a la gente que no podemos parar”, expresó.

Más rostros afectados por la cuarentena

Esperanza Lugo también ha encontrado nuevas opciones en medio de la pandemia. Ella tiene 44 años de edad, cinco hijos pequeños que mantener y la cuarentena obligatoria anunciada el pasado mes de marzo por el régimen de Nicolás Maduro paralizó sus actividades económicas.

Antes de la pandemia, Esperanza trabajaba en el terminal de pasajeros de San Cristóbal. Allí tenía un local comercial donde ofrecía recargas telefónicas y productos de higiene personal, pero ahora el puerto terrestre está cerrado y por ende los negocios que ahí se encuentran no pueden abrir.

A raíz de la pandemia tuvimos que salir del negocio, yo duré los dos primeros meses cumpliendo la cuarentena pero como ya no había para comer decidimos salir a trabajar”, dijo Esperanza en entrevista exclusiva para El Diario.

Por eso, Esperanza decidió montar una venta improvisada de víveres y otros productos en La Concordia. Allí trabaja de martes a domingo desde las 6:00 am hasta la 1:00 pm, durante las semanas radicales. Hasta las 3:00 pm en las semanas de flexibilización.

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Venta de víveres: el nuevo resuelve del tachirense
Foto Carlos Franceschini

“Los productos que vendo los consigo a través de proveedores que los traen de Colombia. Son señores que vienen, ofrecen y vamos comprando lo que se puede”, explicó.

Esperanza asegura que no ha sido fácil cambiar de ambiente y pasar de trabajar bajo techo durante 24 años a estar en la calle. Está expuesta al Sol y la lluvia desde hace dos meses y medio.

“Ha sido un poquito difícil, pero nos hemos reinventado. Yo guardo a diario para la comida, para los servicios y creo que todos los venezolanos estamos ahorrando. Donde se encuentre todo más barato es donde compras las cosas”, añadió.

El reto de ser vendedor informal

Algunos días son mejores que otros para Esperanza. Cuando empezó a trabajar en la calle se enfrentó a distintos obstáculos, entre ellos ventas bajas y pérdidas por la variación en el costo de los productos.

“A veces no se vendía casi nada, los ingresos eran malos. Al principio comprábamos un producto que costaba 3.000 pesos (unos 0.85 dólares) y al otro día había que venderlo en 2.900 pesos (unos 0.82 dólares), entonces teníamos pérdidas pero uno va aprendiendo”, indicó.

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Foto: Carlos Franceschini

Al inicio ella y los otros vendedores informales que hacen vida en La Concordia también tenían que enfrentarse a las restricciones de las autoridades. No les permitían trabajar en la zona por la aglomeración de personas y el riesgo de contagio por covid-19.

“Hace como un mes nos corrían de todos lados. Pero gracias a Dios ahorita nos han dejado trabajar bien, tanto la semana flexible como la radical, pero tenemos que respetar el día lunes”, comentó.

Sobre sus ingresos semanales, estos rondan los 50.000 pesos (unos 14 dólares) y sus gastos son de aproximadamente 35.000 pesos (10 dólares). Aunque Esperanza no pierde la fe en que todo vuelva a la normalidad y pueda regresar a su antiguo trabajo.

“Yo espero que la situación mejore aunque esto nos ha enseñado que podemos ver las cosas de una manera distinta. No ha sido fácil, ser buhonero es una de las tareas más difíciles que hay. Se debe que estar en los zapatos para aprender de esto”, finalizó.

En contraparte, Wilfredo Caldera se ha dedicado a la venta informal incluso desde antes de la pandemia. Pero ahora la situación se ha tornado complicada. Las restricciones limitan la movilidad de personas por la zona donde tiene su mesa con víveres y eso a su vez impacta en sus ventas.

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Venta de víveres: el nuevo resuelve del tachirense
Foto: Carlos Franceschini

Wilfredo tiene 30 años de edad y desde hace dos meses decidió ofrecer artículos de perfumería junto a su esposa en la avenida Rotaria de San Cristóbal. Esto con la finalidad de generar ingresos que les permitan mantener a su hija de nueve años y a ellos mismos.

Ha sido difícil porque debido a la cuarentena no pasa casi gente por aquí, especialmente en la semana radical y las autoridades nos molestan, nos dicen que tenemos que desalojar antes de la 1:00 pm”, aseguró Wilfredo en entrevista exclusiva para El Diario.

Haciendo referencia a los productos que tiene en venta, los adquiere en el mercado de los pequeños comerciantes ubicado en La Concordia. El cierre de frontera le impide cruzar a Cúcuta para comprarlos allá.

“Aquí es más difícil porque aumentan los precios y se hace más complicado conseguir las cosas. La mayoría las traían de allá (Cúcuta)”, indicó Wilfredo.

Una carrera contra la devaluación

Él no duda que su comercio improvisado sea más factible económicamente que ser empleado de algún establecimiento. Allí gana en moneda extranjera y así el dinero no se devalúa como sí ocurre con los bolívares.

Venta de víveres: el nuevo resuelve del tachirense
Foto: Carlos Franceschini

“Semanalmente hacemos unos 50.000 pesos (unos 14 dólares) y nuestros gastos son más o menos la mitad de eso”, indicó.

Pero los egresos de Wilfredo van más allá. Su hija está por iniciar un nuevo año escolar y pensar en el costo de los útiles, uniformes o inscripción es motivo de preocupación.

“No he averiguado cuánto cuestan todas sus cosas para el colegio, pero sé que es caro”, precisó.

Su familia es el motor que lo anima a seguir. Aunque siente miedo por el covid-19 sabe que de no trabajar no tendría cómo mantener a su esposa e hija.

Da miedo pero a fin de cuentas tenemos que salir porque nos morimos por la pandemia o nos morimos de hambre en la casa”, dijo Wilfredo.

La venta informal es la vía de escape para el tachirense en estos momentos. Tiempos en los que la pandemia por covid-19 paralizó la economía y dejó a muchas personas sin trabajo.

La venta de víveres, artículos de limpieza o de higiene personal en puestos creados con mesas y sombrillas a las afueras de los hogares tachirenses o en las principales vías de la ciudad de San Cristóbal se convirtió en el “resuelve” de los ciudadanos.

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