• La cantautora venezolana trabaja en la producción de un disco sinfónico en homenaje a Aquiles Nazoa, mientras disfruta el reconocimiento de su primer álbum solista Cantos de miel y romero. Además, lleva adelante proyectos artísticos con el objetivo de disminuir problemáticas sociales como el embarazo precoz y desarrolla programas de formación infantil como Mi Juguete es Canción. Foto: Nicola Rocco

Andrea Paola Márquez está en uno y mil lugares a la vez. Su vida se basa en un eterno proceso de crear y creer, como ella y el equipo de músicos que la acompaña, entre los que destaca su esposo, el mandolinista Jorge Torres, suelen decir. Su historia está ligada a la música venezolana, en la que no solo trabaja por el desarrollo de la mujer sino de los niños, “esa cosa sagrada que tenemos que preservar”, apunta. 

Nacida en La Guaira, la cantautora, pedagoga y productora musical conoció las melodías de la tradición cuando estaba en la escuela y desde entonces no se ha separado. Un disco sinfónico en homenaje a Aquiles Nazoa es su más reciente proyecto, junto con Jorge Torres y Andrés Barrios (Los Hermanos Naturales). La intención es llevar a la música cuentos del autor venezolano como La ratoncita presumida, La Cenicienta al alcance de todos y la fábula de Las Lombricitas. La iniciativa recoge la experiencia del concierto que bajo este formato presentaron el año pasado.  

“Arrancamos este año 2020 grabando nuestro disco sin tener medio en el bolsillo, pero con un equipo totalmente ganado al sueño, a la esperanza de poder hacer un material único en la historia del país para los niños. Además, coincidía con el centenario de Aquiles Nazoa. Entonces fue como una cosa muy providencial, como si él nos hubiera estado viendo y pusiera todo para que saliera de esta manera”, cuenta Andrea Paola en exclusiva para El Diario

Pero se atravesó el coronavirus y llegó el confinamiento. El equipo estaba en plena búsqueda de apoyo económico ante diversas instituciones. “Tuvimos que detener la grabación del disco, que ya estaba por la mitad. Y no logramos retomarlo sino a partir de las flexibilizaciones; lo hemos hecho de una manera muy controlada, tomando todas las medidas. Recibimos a unos chamos después de casi ocho meses de encierro, con unos estados anímicos diferentes que gracias a Dios y a la música fuimos recuperando a lo largo de la grabación; y todo con mucha alegría, tan contagiosa que nos motiva a seguir adelante”, señala la cantautora de 30 años de edad. 

Bajo la producción de Mi Juguete es Canción y Kumaco Producciones, y con la participación de la orquesta Gran Mariscal de Ayacucho y su directora Elisa Vegas, la materialización del álbum involucra a más de un centenar de personas.

“En un año de pandemia, en el que la actividad laboral para el sector de las artes ha estado totalmente opacada, se hace aún más urgente hacer un disco que reivindique a todo el mundo, desde lo emocional y lo económico”, continúa. Por ello, decidieron lanzar una campaña de GoFundMe para terminar de reunir los recursos y llevar a feliz término el proyecto.

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“Cuando estudias y entiendes la naturaleza de las canciones empiezas a tomar más control de los factores sin alterar la espontaneidad que tiene que haber en lo creativo”, dice la artista | Nicola Rocco

“Hemos tenido buena receptividad dentro de Venezuela. Hemos recibido apoyo del ciudadano común, lo que nos ha ayudado con la parte operativa del cierre: la ejecución de medidas de seguridad, por ejemplo. Hay que pensar en cómo llega un niño que vive montado en un barrio al estudio de grabación sin que eso represente un riesgo físico ni sanitario. Se debe generar una estrategia de traslado y alimentación. Hasta ahora vamos con buen pie, pero necesitamos un esfuerzo un poquito mayor para poder continuar y que el disco sea una realidad en los oídos para el primer trimestre de 2021”, apunta Márquez e invita a las personas a visitar la campaña en la plataforma online

Materializar un sueño

Andrea Paola Márquez ya ha tenido la experiencia en el mundo discográfico desde que hace cuatro años inició la grabación de su primer trabajo como solista: Cantos de miel y romero, que a comienzos de 2020 estuvo en su etapa de diseño, mezcla y masterización, ya se encuentra disponible en plataformas como Spotify, iTunes, Deezer, YouTube Music y Amazon.

—¿Cómo fue el proceso compositivo? ¿Qué temáticas y géneros musicales llamaron a tu cabeza?

—Las canciones que son de mi autoría provienen de un proceso más intuitivo de creación. Por ejemplo, en los casos de “El acto simple” y “Mi atardecer” las letras tienen una importancia muy grande; pero en “Para ti” tenía rato tratando de componer un merengue, pero no sucedía; tanto le di que la musa llegó. “Miel y romero” es un tambor de Guatire lento. Recuerdo que me senté con Aquiles Báez y dimos con ese sonido, que terminó siendo un gran acierto dentro de la canción. Hoy en día trato de generar un proceso mucho más controlado de la composición. He estudiado para eso, y cuando estudias y entiendes más la naturaleza de la canción empiezas también a tomar más control de los factores sin alterar la espontaneidad, lo intuitivo, que tiene que haber en lo creativo. 

—¿Cómo se graba un disco en la Venezuela actual?

—Requiere, primero, de mucha paciencia, inteligencia emocional y práctica para buscar las alternativas que permitan materializar el sueño. En el caso de Cantos de miel y romero, la pandemia retrasó un poco su salida pero, paradójicamente, eso jugó a su favor. Porque si bien este 2020 ha sido un año difícil, también nos ha enseñado a detenernos. A detenernos a escuchar. Y en un mundo de tanto ruido, de tanta angustia, que salga un disco de un ánimo suave, reflexivo, contemplativo, termina siendo una cosa pertinente. Para mí ha representado una gran satisfacción poder ofrecer con mi música, con el trabajo que vengo haciendo, sin quererlo ni buscarlo, ese abrazo que muchas personas estaban buscando en este momento. 

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La cantautora trabaja junto con Jorge Torres y Andrés Barrios en la producción de un disco en homenaje a Aquiles Nazoa | Diora Salazar

—¿A qué dificultades se enfrentan los músicos jóvenes que desean sacar sus trabajos discográficos?

—Una de las mayores dificultades que tenemos en Venezuela es que, por un lado, la empresa privada está muy desvalida para apoyar los proyectos que surgen, porque el país no ha dejado de tener grandes iniciativas musicales. Hoy en día es complejo que la gente priorice la música, aunque sí: está entre las primeras necesidades, pues durante la pandemia se ha demostrado que tenemos una injerencia directa en la salud mental de la gente. Por otro lado, tampoco existen plataformas en la que se pueda uno sostener para inscribir proyectos musicales y llevarlos adelante.

Además del reto económico, existe otro importante: en el mundo hoy en día casi no existe el disco físico, sin embargo en los mercados musicales sigue siendo importante: el Grammy aún tiene la categoría de Diseño, por ejemplo. En Venezuela no existe la posibilidad de impresión de discos originales, las empresas especializadas ya no lo están haciendo y todos son discos, digamos, quemados. Entonces, si queremos hacer réplicas físicas que tengan los niveles de calidad e impresión adecuados, debemos hacerlo con empresas extranjeras. 

Melodías con piel de mujer

Andrea Paola comenzó en este 2020 un proyecto llamado Todas las Flores, con el que busca mostrar que a través de la práctica artística se pueden disminuir problemáticas sociales asociadas al género como el embarazo adolescente. Una de sus líneas de acción es Mujeres en la Música, una serie de entrevistas que la cantautora realiza desde Instagram a personalidades del sector: cantantes, compositoras, instrumentistas, directoras y productoras cuyo ejemplo inspire a otras jóvenes de la región para la mejora de su calidad de vida. El formato ya cuenta con más de 40 entregas. “Estamos ávidos de lugares donde podamos conocer los testimonios, quizás desde el punto de vista más humano, de quienes protagonizan la música. No abundan los espacios para hablar de eso”, afirma.

—¿A qué mujeres venezolanas de la música admiras?

—A muchas. Es difícil mencionarlas a todas en una sola entrevista, porque las mujeres que hacen música en el país han logrado hacer un espacio y son increíbles. Una de mis grandes referentes es Conny Méndez, porque ella se plantó a componer y a hablar de otras cosas que no eran frecuentes en las canciones de su generación. Era una tipa multifacética en las artes y súper valiente. Esa es una valentía que espero que muchas de nosotras podamos heredar.

Admiro mucho también a Betsayda Machado, me parece que es una persona que ha ganado unos espacios impresionantes, a punta de honestidad y ha ganado espacios muy importantes en el país y afuera. Por supuesto, están Cecilia Todd y Lilia Vera, que son dos grandes maestras, grandes referentes del canto de la segunda mitad del siglo XX de Venezuela. Admiro muchísimo el trabajo de Amaranta Pérez, me parece que es una de las cantautoras más importantes de nuestra generación, también son grandes referentes para mí el trabajo de Pomarrosa: Marina Bravo y Zenaida Rodríguez, de las nuevas generaciones de la música instrumental.

Por otro lado, está Luisana Pérez, que me parece en este momento una de las intérpretes más completas que hay en la escena venezolana. Otras mujeres que quizás no hacen música de manera directa pero que hacen posible la música y son venezolanas también, hay dos productoras que merecen mi admiración por todo lo alto: Lorena Rodríguez Morales, con Kumaco Producciones; Gunilla Álvarez, que es un referente de la producción musical de este país; y Valentina Sánchez, que es iluminadora, ella hace magia. Y cuando estás en presencia de combinaciones tan asertivas como un buen producto musical, una buena producción y una buena iluminación lo que sucede es música muy potente por todas partes, porque la música es también lo que sucede detrás del telón.

—¿Cómo observas la participación de la mujer en el ámbito folclórico y tradicional?

—Es muy complejo, de hecho, porque es difícil unificar un criterio. No es igual la manera en la que la mujer ha ido incorporándose en los últimos tiempos, desde una mirada diferente, al elemento folclórico. En la tradición, la mujer ha sido una gran intérprete, tenemos casos como el de María Rodríguez, cantora cumanesa. Hoy en día es para nosotros mucho más común ver mujeres que componen dentro de la música tradicional, incluso dentro del folclore.

No estoy diciendo que antes no pasaba. Por ejemplo, los cantos del pilón son una manifestación de nuestro folclore totalmente femenina y es un proceso de composición popular. Pero las nuevas generaciones, inspiradas en trabajos que nos preceden, hemos tomado partida como cantautoras, utilizando estos elementos de la tradición. Y esto está generando un aporte. Nosotras hemos replanteado lo compositivo, porque somos diferentes, vemos el mundo y la relación humana de manera distinta y eso está bien. Y además está bien que se diga. 

Dejando de lado la pandemia, ¿existe en la actualidad oportunidades y espacios para la mujer en la música?

Desde el punto de vista de los espacios, ni que seas hombre o mujer hay suficientes. Existen pequeños bares que honestamente todavía no tienen una estructura dispuesta para el artista o los grandes teatros. No hay una infraestructura de desarrollo para las carreras musicales, es muy complicado. En cuanto a las oportunidades, igual: para todos hace falta.  Y cuando eres mujer, por supuesto vienen otras cosas que están muy vinculadas a la manera como es percibida la opinión  de la mujer dentro de la música.

Es algo que las nuevas generaciones estamos asumiendo de muy buena manera. Pienso que cada vez más nos encontramos en presencia de una generación que está consciente de que las mujeres podemos tener un criterio tan bueno como un hombre a la hora de tomar decisiones en la música, que no siempre fue así”

Un espacio para los niños

Pero la cantautora no solamente enarbola la bandera de lo femenino en la música, también se ha dedicado durante la última década al trabajo con los niños. En esta carrera de pedagogía musical, surgió Mi Juguete es Canción, que cumple ya 6 años. Actualmente, además, como parte de La Torre de Grillos, proyecto que lleva junto a Jorge Torres, produce el disco Cuentos cantados. Es un conjunto de canciones infantiles latinoamericanas en formato voz y mandolina. También forma parte de la Coordinación de Comunicación y Educación de la Organización Nacional de Trasplantes de Venezuela, en especial con los niños de la unidad de Nefrología del Hospital JM de los Ríos. 

—¿Cómo ha evolucionado Mi Juguete es Canción luego de aquel primer concierto en el Centro de Arte Los Galpones?

Lo que empezó como un proyecto con una visión pedagógica muy formativa terminó siendo un espacio de construcción ciudadana a través de la identidad nacional, de las artes, de la práctica artística, de una alternativa psicológica para los niños que son parte del proyecto y para los que lo reciben como público. Lo que escuchamos en la música a nivel de discurso juega un papel determinante en los adultos que seremos más adelante. 

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Para la productora musical es fundamental el trabajo pedagógico con los niños, que lleva a cabo con programas como Mi Juguete es Canción | Nicola Rocco

—¿Qué es lo más difícil de sostener en el tiempo un proyecto de este estilo?

—Los recursos económicos. Porque estamos en una realidad compleja y nosotros tenemos la filosofía de que ningún niño se queda sin formar parte de este proyecto por no poder pagar.

Aunque en realidad el costo de pertenecer a Mi Juguete es Canción no es alto. Detrás hay un equipo de ocho docentes que me acompañan. Y tengo un programa de apadrinamiento que se llama Pa’ los Chamos, personas particulares que cada tanto tiempo hacen aportes a la agrupación.

—¿Qué desafíos crees que enfrenta la infancia venezolana desde lo cultural?

—Nos encontraos en un momento demasiado complejo. La infancia venezolana tiene en este momento dos matices: la que está creciendo fuera del país y la que crece dentro. Los que crecen fuera se tienen que enfrentar a diferentes realidades, el choque cultural, en algunos casos a la xenofobia y en los casos más afortunados a la aceptación de sistemas culturales distintos que ahí surgirán nuevas visiones. Y sobre la infancia que crece en Venezuela me preocupa la percepción que puede tener sobre su país.

Es muy importante para una cultura del país, sin importar donde estés, que tengas una relación armoniosa con tu tierra, que la puedas ver con afecto. Porque el afecto nos lleva a construir, a sentir empatía por el otro, nos lleva al sentido de pertenencia. Y uno de los grandes retos culturales con los niños es, a pesar de cualquier cosa que pueda estar pasando, poder mostrarles la cara positiva: los elementos culturales, quiénes son esas personas que podemos admirar, nuestras costumbres, nuestra gastronomía, las tradiciones familiares internas.

Hay muchas cosas que están en juego en la actualidad y creo que hay que hacer una toma de conciencia como colectivo para que el día de mañana tengamos ciudadanos que construyan desde el amor, que estén dispuestos a generar iniciativas que favorezcan a los demás, que incentiven el trabajo, el esfuerzo, la motivación”.

—¿Crees entonces que se ha desdibujado la identidad cultural?

—Sí. Y ni la globalización o el Internet tendrían que ser un problema si tuviéramos un sistema educativo más contundente en ese sentido. Yo lo veo por mi experiencia personal. Yo no vengo de una familia de músicos, ni donde se escuchara música venezolana. Y la música que me generó una identidad musical como venezolana la conocí y la viví en la escuela. Para mí fue determinante la profesora Matilde Sánchez en ese proceso porque nos la puso al alcance. Estamos en una era donde esa información no está y no se recibe de una manera natural, sino como una cosa de un museo, como algo de los abuelos. Y no es así. Eso es parte de nosotros. Y no forma parte de la dinámica pedagógica con entrega porque, aunque pueda estar reglamentado en un pensum, tienes que formar al docente también. Y los docentes tampoco están capacitados para eso. 

—¿Qué reflexión haces del trabajo de rescate de los sonidos venezolanos que llevas a cabo?

—Para mí el término rescate para lo que nosotros hacemos no necesariamente me encanta. Entiendo que la palabra se usa desde un lugar bonito. Pero eso más bien te rescata a ti. Creo que la rescatada aquí fui yo. Una gran reflexión es que lo que nosotros hacemos es sobre todo disfrutar la música, porque merece ser difundida; porque ella está ahí, sigue existiendo, forma parte de nosotros, de nuestra piel, de nuestra sangre. Está tan dentro de nosotros que en realidad no sentimos que estamos haciendo un rescate, sino una manera de vivir. 

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