• El antropólogo y exdecano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales aspira a convertirse en rector de la UCV tras la segunda vuelta de las elecciones de autoridades, el 30 de junio. En entrevista exclusiva para El Diario, habló sobre su la necesidad de dialogar con el régimen de Nicolás Maduro sin atentar contra la autonomía universitaria, y su plan para renovar la institución y volverla más productiva. Fotos: José Daniel Ramos

Víctor Rago camina por el pasillo de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (Faces) de la Universidad Central de Venezuela (UCV). En pleno corazón de la Ciudad Universitaria de Caracas, el pasaje nunca deja de estar concurrido por personas que van a paso lento o apurado, sorteando los andamios por los trabajos de reparación en sus techos ondulados. Por más de cuatro décadas ese pasillo ha formado parte de la cotidianidad del antropólogo y profesor, quien fue decano de esa facultad entre 1999 y 2008.

A su paso, una joven lo aborda para hacerle una entrevista, probablemente para alguna materia. Rago, como muchos profesores de larga data en el campus, aún viste de saco y camisa, aunque usa calzado deportivo. Esto último resulta necesario para la gran carrera que tiene por delante, una que ha recorrido precisamente por cada escuela, dependencia y núcleo exterior del campus universitario. Es la carrera para convertirse en el próximo rector de la UCV. 

En las elecciones de autoridades universitarias celebradas el 10 de junio de 2023, Rago pasó a la segunda vuelta con el 22,78 % de los votos. Se medirá con el físico Humberto Rojas en los comicios definitivos, que se realizarán el 30 de junio. Indistintamente del resultado, ambos tendrán una tarea titánica por delante: levantar a una universidad que por más de una década había sido imposibilitada de renovar a sus autoridades. Y que actualmente está en crisis por la falta de recursos. Algo que ha deteriorado enormemente toda su vida académica e incluso a su estructura, declarada en el año 2000 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Hay que entender que la crisis universitaria forma parte de la crisis educativa general del país, y que esa situación es parte a su vez de la enorme y descomunal crisis nacional que afecta la existencia del país en todos los órdenes. Hay que contextualizar el problema en ese marco de crisis general para que nos podamos formar una idea de cuán grave es esta situación”, declara Rago en entrevista para El Diario.

Vocación temprana

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Rago afirma que siempre le apasionó la música popular venezolana, especialmente la llanera. Nació en San Juan Bautista de Espino, estado Guárico, y pasó su infancia en Caripito, Monagas. Aprendió a tocar el arpa en su adolescencia; sin embargo, más que la música, le interesaba el impacto que esta tenía en la gente como una manifestación de su propia cultura e identidad. 

Por eso durante el bachillerato comenzó a asistir a varios talleres y conferencias sobre cultura venezolana. Una de ellas, del antropólogo e historiador Miguel Acosta Saignes, dictada justamente en la UCV, fue la que le hizo decidir cuál era su vocación. “No sabía cuán amplia era la carrera, lo aprendí después, pero creo que hice una elección perfectamente en sintonía con mi inclinación natural. Y no me arrepiento en lo más mínimo a estas alturas de la vida”, comenta.

Desde entonces la universidad ha formado parte esencial en la vida del académico. Fue director de la Escuela de Antropología (1987-1993), coordinador académico de Faces (1993-1999) y posteriormente decano. También es cofundador del Programa de Cooperación Interfacultades. Posee un doctorado en Lingüística de la Universidad de La Sorbona, en París (Francia) y ha sido profesor en la Escuela de Letras de la UCV.

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Un detalle en la formación de Rago es que, a diferencia de la mayoría de ucevistas, no se graduó en el Aula Magna. Relata que era comienzos de los años setenta, y la universidad se encontraba intervenida por el gobierno de Rafael Caldera. Oswaldo De Sola era el rector interino designado por el Consejo Nacional de Universidades (CNU), lo cual no era bien visto por esa generación de estudiantes. Rechazaban aquella violación de la autonomía universitaria. Por eso la promoción de antropólogos a la que perteneció Rago se negó a recibir sus títulos por parte de una autoridad que ni siquiera despachaba en el campus.

“Fuimos convocados varias veces y nos negamos. Finalmente, presionados por la circunstancias, acordamos asistir a una convocatoria en la Quinta Silenia. En signo de protesta, no le dimos la mano al rector De Sola y mantuvimos esa suerte de dignidad en rechazo a la intervención de la universidad. Nos graduamos sin toga ni birrete”, recuerda.

Por eso asegura sentirse reflejado en esa otra generación de ucevistas que tampoco pudo graduarse bajo las Nubes de Calder, esta vez por el cierre técnico del Aula Magna y la pandemia de covid-19. Promete que, de resultar electo, realizará una serie de actos simbólicos para aquellas promociones que tuvieron su graduación bajo esta contingencia.

15 años de deterioro

Recuperación UCV
Imagen del pasillo techado de Tierra de Nadie, poco después del colapso de uno de sus segmentos. Foto: Víctor Salazar / @Vaskdc

En 2011, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) emitió una sentencia que ordenaba suspender las elecciones de autoridades en las universidades autónomas hasta nuevo aviso. Eso hizo que la gestión de la rectora Cecilia García Arocha, iniciada en 2008, se extendiera por 15 años. En este tiempo tuvo que afrontar presupuestos cada vez más reducidos enviados por el Estado, a la par que el país se sumergía en una profunda crisis económica.

La relación entre el oficialismo y la UCV siempre fue accidentada, llena de episodios de confrontación e incluso violencia en la medida que la universidad se convertía en un símbolo de resistencia contra una revolución que promovía el pensamiento único. Pero tras 15 años, el desgaste evidente se hizo presente en los laboratorios derruidos o el éxodo de profesores y estudiantes. En junio de 2020, un segmento del pasillo techado en Tierra de Nadie colapsó, como una señal de que ya la universidad había alcanzado su punto crítico.

Esta situación llevó al régimen de Nicolás Maduro a crear una Comisión Presidencial para intervenir en el mantenimiento y reparación de los espacios deteriorados de la Ciudad Universitaria. La iniciativa fue acogida por las autoridades universitarias, marcando un momento de colaboración entre ambos lados que no se había visto en años. 

Rago cree inevitable y necesario el diálogo con el régimen de Nicolás Maduro. Acota que esta relación debe volver a plantearse desde términos estrictamente institucionales, separando el perfil académico de la UCV de su perfil político. Esto, por supuesto, sin renunciar al papel que juega la universidad dentro de la sociedad civil como espacio promotor de la democracia y el libre pensamiento.

“Un diálogo entre diferentes debería, al menos en teoría, compartir el interés fundamental por el servicio al país. La universidad no es una institución al servicio de ningún gobierno. No porque los gobiernos no nos gusten y menos este en particular, sino porque en la definición misma de la institución está la vocación de servicio a la sociedad. La universidad es un proyecto social y no de los gestores temporales del aparato del Estado”, afirma.

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Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

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—Viendo la forma en que el régimen de Maduro ha aprovechado los trabajos que realiza con la Comisión Presidencial para hacer propaganda política, ¿dónde pondría usted los límites para proteger la autonomía universitaria?

—La autonomía universitaria es un principio fundamental que está en la base misma de la existencia de la institución. La autonomía universitaria no es un principio negociable. El gobierno ha conculcado algunos aspectos del principio autonómico, sobre todo en el ámbito financiero y administrativo. Nosotros debemos expresarle nuestra convicción de que la autonomía debe ser restituida en pleno. Decimos también que la autonomía no es solamente un medio con el cual la universidad se precave de la injerencia externa, de las presiones indebidas, como en este caso podrían serlas y provienen del propio gobierno, sino que también es un principio de transformación de la institución. Y promover cambios para que la institución se modernice y mejore es un ejercicio claro y legítimo de autonomía universitaria. Y nosotros vamos a ejercer ese derecho. 

—¿Cómo serían esos mecanismos de presión para hacer que el régimen le de un presupuesto justo a la universidad?

—Vamos a invitar al gobierno para examinar las bases sobre las cuales debe funcionar la relación necesaria. Vamos a procurar esgrimir argumentos sólidos que se traduzcan en oportunidad al gobierno para que entienda cuáles son los planteamientos de la universidad. Insisto en el carácter de proyecto social que la institución tiene. 

El gobierno debería poder entender esto claramente, y si no lo hace, no vamos a dejar de decírselo con firmeza. Nosotros no pretendemos eximir al gobierno de la obligación constitucional y legal que tiene de proporcionarle los recursos a la institución. 

La razonable presión que debe ejercerse sobre el gobierno exige que la comunidad universitaria en su conjunto participe en ella. La sociedad civil organizada en sus distintas formas debe ejercer presión también sobre el gobierno, porque sabe y entiende perfectamente que la universidad le pertenece y es una institución vital. Las luchas gremiales que además convocan a otros sectores de la administración pública y del ámbito laboral del país son también un escenario importante a través del cual el gobierno va a recibir la demanda de que a las universidades hay que atenderlas debidamente.

Universidad autosuficiente

Investigadores de la UCV trabajan en hidrogel cicatrizante a base de cáscara de camarón
Foto: EFE/Rayner Peña

—Usted ha dicho que la universidad no solamente debe depender del presupuesto que asigna el Estado, sino que también debe buscar sus fuentes de ingresos propias. ¿Qué medidas concretas piensa tomar para que la UCV sea más autosuficiente?

—Es cierto que la universidad debe convertirse en una institución productiva, pero hay que entender que lo que la universidad produce en forma primaria y natural es conocimiento. La universidad investiga y produce conocimiento que se pone al servicio de la formación profesional en las distintas carreras, pero también constituye una oferta interesante de desarrollo tecnológico de diferentes bienes y servicios que pueden ofrecerse y ponerse a disposición de los sectores productivos nacionales e internacionales. Eso significa que la universidad debe desarrollar pericias y capacidades institucionales para promover esa actividad. El conjunto de estas cosas forma parte de las relaciones que la universidad debe cultivar con el mundo extrauniversitario y debe ser objeto de políticas que se formulen de manera explícita para que la productividad universitaria concebida como intercambio con la sociedad pueda llevarse a cabo.

El exdecano señala que la universidad cuenta con instrumentos que podrían permitir que se genere dinero sin depender de los recursos del Estado. Menciona la Fundación Fondo Andrés Bello y a la Fundación UCV, las cuales se encargan de comercializar los productos intelectuales y de investigación de la universidad, así como gerenciar las donaciones e ingresos que recibe. También señala que se puede concurrir a concursos y proyectos de financiamiento internacional, o invertir en el desarrollo de emprendimientos locales cerca del campus.

“Hay una gama completa de posibilidades, pero eso significa un aprendizaje para la institución y no va a ocurrir de la noche a la mañana. Hay que concebir esto como parte del esfuerzo que la institución hace, y para eso se necesitan políticas explícitas, expresamente formuladas”, agrega. 

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Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

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—Y mientras se buscan los recursos, ¿qué medidas se pueden tomar para mejorar las condiciones de vida de los profesores y trabajadores universitarios?

—Lo primero es que haya una convocatoria a que la comunidad universitaria se reconstituya. La energía institucional que se necesita para que este reclamo sea cada vez más viable y produzca resultados depende de la capacidad de movilización que la propia comunidad universitaria tenga. A través de las autoridades, de los diferentes mecanismos de agrupación, de los gremios y de los sindicatos universitarios, con el respaldo de la sociedad civil. El primer paso es eso, colocar en un lugar prioritario de la agenda universitaria la necesidad de cese el estado de privación material al que la UCV se ve sometida por las políticas antiuniversitarias del gobierno. 

Por otra parte, habrá también que revisar las finanzas internas y ver cuál es la situación, con qué nos vamos a conseguir ahí. Pudiera ser que la disminución de la dimensión universitaria con la diáspora profesoral y de empleados permita encontrar algunos recursos que están allí inutilizados y que puedan ponerse al servicio del mejoramiento de las condiciones de remuneración del personal.

No sabemos exactamente con qué nos vamos a encontrar, pero pudiera ser que hayan recursos para utilizar aunque sea provisionalmente para paliar alguna de las urgencias que la universidad tiene en este momento. Es un problema difícil, es conveniente tener clara conciencia de la magnitud de ese problema, y no sería sensato hacer ofertas sin fundamento que creen ilusiones y expectativas que no van a poder materializarse después”, completa.

Renovación universitaria

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Tanto Rago, como Humberto Rojas, han manifestado durante sus campañas la urgencia de modernizar a la UCV en todas sus instancias. Desde sus equipos obsoletos y planes de estadio desfasados, hasta la forma misma en la que se concibe su estructura como institución. Esto como una necesidad para volver a competir ante otras casas de estudio, principalmente privadas, que han logrado mantenerse vigentes en cuanto a innovación académica.

Por eso el lingüista propone adaptar los regímenes de estudio a las tendencias globales contemporáneas. Una de ellas, apunta, sería la reducción de la duración de ciertas carreras de 10 a 8 semestres, o de 5 a 4 años de formación. Esto apoyado en una amplia oferta de posgrados que permitan al estudiante incorporarse rápidamente al mundo laboral y disponer de varias opciones de especialización para profundizar sus conocimientos.

“No se está proponiendo una amputación física de la carrera, sino que se trata de un redimensionamiento de la carrera, de una evaluación completa de esas condiciones para que se pudiera desembocar en el mercado laboral en un tiempo menor. Hay un conjunto de alternativas que la inflexibilidad de las estructuras universitarias actuales no han querido poner en práctica.

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Labores de restauración del Aula Magna de la UCV Universidad Central de Venezuela Sala de Conciertos Galería Universitaria Dirección de Cultura Empresa Racar Ingenieros C.A. El Diario Jose Daniel Ramos
Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

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—Ambas candidaturas han señalado la urgencia de modernizar la universidad. Con carreras que todavía tienen las mismas materias y contenidos de hace varias décadas, ¿cree que esta modernización pasa precisamente por una revisión de cada pensum para adaptarlos a las necesidades de este siglo?

—Claro, eso es fundamental. La paradoja de la universidad es cómo algo que progresa cotidianamente como el conocimiento no se refleja en los planes de estudio, que se fosilizan durante décadas. Esto produce el efecto de que con frecuencia los estudiantes llegan al mercado de trabajo y se encuentran con un conjunto de exigencias y problemas para los cuales no han sido debidamente preparados. Pero el asunto va mucho más allá que una mera actualización de los planes de estudio. 

Hay que hacer una revisión profunda del régimen académico de la universidad. En el caso de las carreras hay que revisarlas, evaluarlas y ver cómo se pueden flexibilizar para que respondan a las condiciones del mundo contemporáneo. Hay que ver cuáles carreras conviene que la universidad cree. Los planes de estudio y las carreras que la universidad ofrece se supone que responden a un estado determinado del conocimiento y la organización del mundo. Cuando ese mundo se transforma y cambia, se corre el riesgo de que los planes de estudio se queden atrás, como en efecto ha ocurrido. No hay que tenerle miedo al cambio, porque es necesario, y el cambio en la universidad es un ejercicio de autonomía. 

—¿Qué opina de esa tendencia actual de querer eliminar las carreras humanísticas y sociales en función de conocimientos mucho más prácticos y utilitarios?

—Eso sería un error de consecuencias funestas para las universidades. Es un enfoque completamente equivocado del asunto. Algo de eso parece haber pretendido el gobierno cuando establecía prioridades que favorecían a ciertas carreras en detrimento de  otras. Si prioridades hubiera que establecer, no pueden ser del tipo que liquidan una cosa para promover otras. Todas las carreras son importantes, e incluso hay carreras que debemos incorporar a la universidad actual porque son importantes también para el estado actual del mundo. Ahora, las humanidades y las ciencias sociales son importantísimas no solo para la propia existencia de la universidad, sino para el país. Pero eso no tiene que sentirse como un riesgo a la hora de revisar críticamente las carreras que tenemos, que es algo que la universidad debe hacer. 

La universidad y el país

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Rago explica que dentro de la Ley de Universidades está expresado el papel que debe tener la academia como orientador fundamental de la vida nacional. Aunque a su juicio, el perfil político y el académico de la UCV deben separarse al momento de negociar con el régimen, ambas caras de la misma moneda son indispensables para que la universidad retome su lugar dentro de la reconstrucción del país.

—¿Qué papel cree que debería jugar la UCV en la sociedad venezolana para los próximos cuatro años?

—Para nosotros, la presencia de la universidad en todos los escenarios del debate público nacional es indispensable. Forma parte del cometido fundamental de la institución. La universidad pertenece a la sociedad, extrae su legitimidad del hecho de ser parte de ella. No puede sustraerse a la obligación de estar presente en ese debate. Para hacerlo, por supuesto que la universidad debe reactivarse, reencontrarse con su cometido fundamental. La comunidad universitaria tiene que reconstituirse, y es muy importante entender que esa participación es plural. En la universidad todas las voces tienen posibilidad de convivir con la condición de que se formulen racionalmente y estén dispuestas a someterse al juego del escrutinio recíproco.  

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