• Juan Berríos Ortigoza, codirector de Codhez, explicó para El Diario que ante la falta de medidas para solventar la situación de país, el acceso a los alimentos se dificultará aún más con el paso del tiempo

El calor que se asienta sobre los techos de zinc de las casas marabinas es casi tan potente como el hambre que embiste los estómagos de sus habitantes. Los maracuchos no solo deben enfrentarse a una crisis eléctrica que los arropa por completo, sino que también deben hacerle frente a una lucha casi impensable por su alimentación en la entidad que alguna vez fue conocida como el centro de la industria petrolera en Venezuela.

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Mientras el régimen de Nicolás Maduro y la oposición venezolana disputan sobre el futuro del país, en medio de un colapso económico que ha permeado de forma considerable el acceso a los alimentos, medicinas e incluso el combustible, millones de venezolanos se enfrentan a sus jornadas diarias con un vacío en el estómago. Los zulianos no escapan de esta realidad.

De acuerdo con un reporte de seguridad alimentaria, La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estimó que entre 2016 y 2018 aproximadamente 21,2% de la población venezolana presentaba desnutrición. Parte de este porcentaje, que se mantiene en un ascenso alarmante, lo comprueba Juan Berríos Ortigoza, codirector de la Comisión para los Derechos Humanos del estado Zulia (Codhez) y quien realiza el seguimiento y estudio sobre seguridad alimentaria en Maracaibo.

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Juan Berríos Ortigoza, codirector de Codhez | Foto: Alejandro Bonilla

“Nosotros realizamos una encuesta sobre seguridad alimentaria en 800 hogares de las 18 parroquias de la ciudad y descubrimos en que 8 de cada 10, ni adultos ni niños están teniendo una alimentación saludable”, explica para El Diario.

Ortigoza detalla que este estudio también evidenció que en los hábitos alimentarios de consumo “las proteínas brillan por su ausencia”, pues apenas 8% de los hogares reportó consumir algún tipo de proteína cárnica durante el almuerzo.

“Si se hace un estudio más a fondo en materia nutricional, nos vamos a dar cuenta de que hay dificultades nutritivas en toda la sociedad que afectan a todos los estratos socioeconómicos”, agrega.

Niño de Maracaibo alimentándose en la fundación CEPIN, dedicada a brindar ayuda educativa y alimentaria | Foto: Alejandro Bonilla

Además de las deficiencias alimentarias, las encuestas realizadas por Codhez revelan otros datos que permiten obtener una perspectiva más amplia respecto a cómo están haciendo las familias marabinas para repartir los gastos y medianamente cubrir sus necesidades básicas.

“En uno de cada dos hogares se reciben ayudas para la compra de alimentos de familiares que se encuentran en el exterior. Esto, además, se sirve de otra cifra y es que en la mitad de los hogares marabinos se reporta que algún familiar está en el exterior”, detalla.

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Ortigoza recalca que este panorama demuestra un problema de posibilidad de acceso, pues el esfuerzo propio no garantiza que una persona trabajadora pueda acceder a proteínas, a una alimentación saludable o al consumo de frutas y verduras.

El alto costo de los alimentos ha ocasionado que el hambre suponga una de las principales razones para el éxodo masivo que sufre el país desde hace algunos años. Más de 4 millones de venezolanos han tenido que abandonar el país — de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) — y para los que aún permanecen en territorio venezolano, la situación alimenticia se hace cada vez más peligrosa.

Miguel Blanco, de 25 años. Habitante de Maracaibo con desnutrición e hidrocefalia | Foto: Alejandro Bonilla

Precios del hambre

Cada quincena el equipo de Codhez hace una revisión de los precios de los alimentos, en 46 establecimientos distintos de la ciudad de Maracaibo, para verificar cuánto varía el costo de la comida más importante para las familias marabinas. Si bien no hacen una evaluación de la canasta alimentaria completa, tasan los alimentos protéicos, cárnicos, vegetales, harina de maíz, queso blanco, margarina y huevos .

El resultado que obtienen es siempre el mismo: los ingresos por el trabajo no son suficientes para comprar alimentos.

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A esta situación se le suma la escasez de ciertos productos, que entre octubre de 2018 y mayo de 2019 alcanzó 68%, y el alto costo de los que no escasean, que en ese mismo periodo presenta un incremento de 14.400% en sus precios. El codirector de Codhez explica que esta variación en los costos se debe a distintos factores como la última reconversión monetaria que llevó a cabo el régimen de Maduro, los distintos aumentos de salario que se han registrado y también la crisis eléctrica que ha afectado a todo el país, especialmente a la región zuliana.

“En el mes de marzo Maracaibo se paralizó por completo. 14 de los 26 establecimientos en los que realizamos nuestro monitoreo cerraron”, explica Ortigoza.

Las fallas en el servicio eléctrico afectaron sobre todo los sistemas de pago en los establecimientos, lo que incrementó el uso de dólares americanos y pesos colombianos en efectivo, situación que dificulta aún más el acceso a los productos. “El uso de estas monedas empezó en ciertos sectores de la ciudad, pero después de los apagones del mes de marzo se generalizó”, refiere el también documentador de Codhez.

Todo este panorama ha ocasionado que en la “ciudad de La Chinita” hayan cada vez menos comercios para ofertar alimentos. Mientras algunos bajan los precios para incrementar las ventas, otros se han visto en la situación de cerrar sus santamarías de forma permanente.

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Tanto en Maracaibo como en el resto de las ciudades del interior de Venezuela, la cantidad de afectados por el hambre y las fallas en los servicios básicos sigue aumentando, cifras que revelarán posteriormente los distintos informes sobre derechos humanos. Para muchas de estas personas, tener una comida o pasar un día con agua y electricidad en sus hogares se han convertido en metas prácticamente inalcanzables.

Cocina de la casa de María Delgado de Pol, en el barrio Altos de Milagro Norte, Maracaibo | Foto: Alejandro Bonilla

De acuerdo con Ortigoza, ante la falta de medidas para solventar la situación de país, el hambre se incrementará. “En 3 de cada 4 hogares de Maracaibo son incapaces de saciar el hambre”, lamenta.

Distintas organizaciones humanitarias advierten que Venezuela afrontará diversas consecuencias de desnutrición crónica a largo plazo, especialmente los niños, quienes están comiendo solo arroz, pasta y si acaso algunos vegetales o frutas. Mientras esto ocurre, los marabinos y el resto de la población venezolana sigue luchando comida tras comida, día tras día, para llevar a cabo su jornada y esperar el fin de esta situación que solo les ha traído enfermedades, hambre, separación e incertidumbre.

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