- En el conjunto residencial Isla Dorada, ubicado en la ciudad de Maracaibo, los residentes están en peligro de quedar incomunicados por el deterioro de los puentes de acceso. El equipo de El Diario conversó con varios vecinos sobre la situación
El conjunto residencial Isla Dorada se inauguró en 1986 con la estructura imponente de 10 edificios de viviendas multifamiliares caracterizados por la vista impresionista del Lago de Maracaibo, la vegetación y fauna que, a su vez, era parte de la zona y, sobre todo, por la brisa marabina que se colaba por los grandes ventanales. Un hito arquitectónico que, además de brindar un hogar a miles de personas, representaba un paso más de la modernidad del país. Ahora, 34 años después, los puentes que conectan la isla residencial con la ciudad están cercanos al colapso y más de 500 familias peligran, a las orillas del lago, por un naufragio provocado por el olvido gubernamental y la ausencia de servicios públicos.
La zona se llama Lago Mar Beach y se divide en tres islotes: Caracas, Maracaibo e Isla Dorada. En los dos primeros hubo un crecimiento progresivo de urbanizaciones pequeñas que, en tan solo una década, pasó de 20 a 54 comunidades residenciales. Esto produjo la aducción del servicio de agua potable de parte de Hidrolago, la institución hidrológica del estado Zulia.

Para Romero el deterioro de los tres puentes que conectan los distintos islotes del conjunto residencial se debe a dos factores principales. La falta de mantenimiento y el paso constante de camiones cisternas. El peso producido, tanto por los camiones de agua como por los camiones de gas doméstico, ha producido un desgaste considerable en las columnas que los sostienen.
Estas columnas, al mismo tiempo, presentan un deterioro en el área de “salpicaduras”, donde la marea del lago golpea la estructura, por el olvido gubernamental. El mantenimiento de los puentes debería ser constante, pero desde hace 10 años ninguna de las tres estructuras recibe el cuidado adecuado. Además, los pescadores de la zona, en algunas oportunidades, han roto las tuberías que están debajo de la construcción para recoger agua potable. Esto, comenta Romero, ha provocado que las zonas de conexión entre la estructura de concreto y el asfalto se erosione.

Además, la zona residencial que comprende los tres islotes ha sufrido la sobrepoblación y, sobre todo, la invasión de terrenos pertenecientes a la gobernación o a las zonas comunes de la residencia. Uno de ellos estaba destinado para la construcción de una planta de potabilización de agua, pero un día, dice el ingeniero civil, se empezó a erguir una casa. La alcaldía y la gobernación hicieron “la vista gorda”.
La junta de condominio envió una carta al gobernador Omar Prieto el 3 de febrero de 2020. Un mes antes de la llegada de la pandemia por covid-19 al país. Esto para notificar el estado actual de los tres puentes y exigir el mantenimiento necesario. “Son reparaciones fáciles, que se pueden hacer en 15 días”, comenta Romero. Pero no hubo respuesta y, con el pasar de los días, el tránsito de los camiones cisternas continuó ensanchando el deterioro.

Ese proyecto ideado bajo la gobernación de Manuel Rosales, según Romero, pretendía la recuperación de los 10 edificios y áreas comunes de la residencia. Todo con el fin de resaltar su carácter histórico. Pero ahora la ausencia de los servicios públicos es una constante y el talante cosmopolita de la construcción está escondido bajo los escombros de la desidia.
Más riesgos
Si alguno de los puentes llega a colapsar significaría, comenta Romero, la incomunicación total de 597 familias con los servicios básicos. No habría agua, gas o siquiera la posibilidad de comprar alimentos. Sin embargo, este no es el único peligro que enfrenta la comunidad. De acuerdo con Yolis Freites, presidenta de una de las torres residenciales, la isla ha perdido en los últimos años más de 30 metros de orilla. Esto por la falta de mantenimiento de los dos muros de contención que fortalecen las bases de la edificación.
Esto causaría, poco a poco, el hundimiento de las bases de los edificios. Lo que pondría en peligro la vida de 2.500 personas que habitan en Isla Dorada. La respuesta de la gobernación ante el requerimiento de los vecinos no ha sido consecuente. Freites presentó una serie de soluciones para la refacción de los muros. Las aceptaron, según ella, pero no se han puesto en práctica y con el pasar del tiempo el daño es mayor. Podría ser hasta irreversible.

Beatriz Arrieta, profesora jubilada de la Universidad del Zulia y habitante de Isla Dorada desde 1993, comentó en exclusiva para El Diario que desde hace 4 años no tiene servicio de Internet por cable. Desde hace un tiempo tampoco pasa el camión de la basura y las caminerías y zonas aledañas, anteriormente caracterizadas por la vegetación, están áridas y rebosantes de residuos y escombros. Así, poco a poco, la calidad de vida de las familias de la isla se ha deteriorado.
Un efecto dominó de dificultades se agravó con la aparición de la pandemia por covid-19. El estado Zulia, hasta el día 22 de julio, contabilizó 2.030 casos y 46 fallecidos por el virus. La realidad hospitalaria y la falta de servicios básicos como el agua agrava la vulnerabilidad de la población.

Isla Dorada, como otras edificaciones alrededor del país, es un hito de un pasado reconocido por la nostalgia. Romero agrega que “es un paraíso que no cambiaría por ningún lado de Maracaibo”. Arrieta, desde su hogar, comenta que la imagen colorida del Sol que muere cada tarde, entre distintos tonos, es una vista que engalana sus ojos. Tanta belleza y talante de modernidad, junto a la vida de sus residentes, se encuentra en peligro por el olvido y la falta de respuesta gubernamental. El naufragio de Isla Dorada es una metáfora que, poco a poco, puede convertirse en realidad.
Este artículo de El Diario fue editado por: Irelis Durand |José Gregorio Silva |Génesis Herrera.