• En dos ocasiones el sumo pontífice recorrió el país y sus pueblos. Rafael Guanipa y Luis Pulido describen para El Diario sus experiencias conociendo de frente al ahora santo en dos épocas diferentes. Una visita de la que incluso salió un posible milagro que fue investigado por el Vaticano

Hace 18 años la plaza San Pedro del Vaticano estalló en un fuerte aplauso. Esa noche del 2 de abril de 2005, el cardenal Leonardo Sandri salió al balcón del Palacio Apostólico para dar cuenta de que el papa Juan Pablo II había fallecido a los 84 años de edad. Millones de personas que se congregaron allí en vigilia por su salud aplaudieron espontáneamente en lugar de guardar silencio, como una despedida para un hombre que había predicado el valor de mantener la alegría incluso en los momentos más oscuros.

Nacido en Polonia con el nombre secular de Karol Józef Wojtyla, durante 27 años fue el jefe de Estado del Vaticano y cabeza de la Iglesia católica. Fue el encargado de abrirle las puertas del nuevo milenio a esta religión, fijando postura ante acontecimientos como el ocaso del comunismo y las guerras. Aunque mantuvo sus posturas conservadoras en otros temas que no se amoldaron tan bien al cambio de los tiempos. 

Sin embargo, lo innegable fue su rol como renovador de la Iglesia, y gran parte de ello se debió a su labor, diplomática y pastoral, viajando por el mundo para predicar su mensaje. Hablaba con fluidez 13 idiomas, y a lo largo de su vida recorrió 104 países, incluso aquellos con culturas muy diferentes al cristianismo occidental, como muestra de un carácter conciliador.

En Venezuela estuvo en dos oportunidades. La primera fue en enero de 1985, durante el gobierno de Jaime Lusinchi. El segundo, en febrero de 1996, en la segunda presidencia de Rafael Caldera. En ambas visitas atrajo a millones de venezolanos que se reunieron para intentar tocarlo, escucharle hablar en español y sentirse más cerca de su fe. De allí surgieron varias historias y personajes que llegaron a verlo de cerca y estrechar la mano de quien décadas después sería proclamado como santo.

Primera visita

16 años sin San Juan Pablo II: el papa que visitó Venezuela en dos ocasiones
Juan Pablo II en Ciudad Guayana. Foto: Cortesía

Juan Pablo II besó la pista del aeropuerto internacional de Maiquetía el 26 de enero de 1985. Es la visita más recordada del papa a Venezuela, ya que durante su estadía de tres días visitó las principales ciudades del país. En Caracas congregó a millones la mañana del 27 de enero en un terreno frente a la Conferencia Episcopal Venezolana, donde hoy está la urbanización que lleva su nombre. 

Esa misma tarde voló a Maracaibo, Zulia. Allí dio otra misa ante la imagen de la Virgen de Chiquinquirá en el antiguo Aeropuerto Grano de Oro. Sin detenerse, siguió su trayecto y la mañana del 28 de enero aterrizó en Mérida, donde desayunó en el Palacio Arzobispal y luego se dirigió para una tercera misa en el sector La Hechicera, cercano a la cordillera. “Puede decirse con razón que los Andes constituyen la reserva espiritual de la nación”, dijo ante la multitud.

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Allí sembró un pino en donde se erigiría luego una capilla en conmemoración de su visita. Posteriormente voló de regreso a Caracas, en donde sostuvo un encuentro ante más de 40.000 jóvenes en el Estadio Universitario de Caracas. Cerró su visita en Ciudad Guayana, estado Bolívar, donde escuchó al niño Adrián Guacarán dedicarle la canción “Soy peregrino” en la explanada de Alta Vista.

A la perfección

Juan Pablo II: dos visitas a Venezuela que marcaron a generaciones
Foto: Cortesía

Para ese momento, Rafael Guanipa era el comandante del destacamento 6 de Tránsito Terrestre. Su responsabilidad fue encargarse de garantizar la seguridad vial de la caravana del papa en su ruta hacia La Hechicera. También de evitar el congestionamiento de la entonces pequeña ciudad, además de facilitar el traslado de los feligreses.

En entrevista para El Diario, señala que los días previos se reunió con el general José María Troconis Peraza, quien era el jefe de todo el operativo de seguridad. A él le correspondió la parte vial. Indicó que todo estuvo milimétricamente planificado, al punto de que se arreglaron todas las carreteras y se asfaltaron las calles para la llegada del pontífice.

Todo resultó de acuerdo con el plan. No hubo problemas de disturbios ni accidentes de tránsito, nada que perturbara a los funcionarios desplegados en la vía. Cuatro años antes el papa había sufrido un atentado, por el que sus protocolos de seguridad eran más rigurosos y viajaba siempre en vehículos blindados, pero el ambiente esa mañana les hizo descartar cualquier amenaza contra su integridad.

“No hubo accidentes ni problemas de orden público ni exceso de alcohol. La gente estaba concentrada en ver al papa, ir a la misa y en asistir de forma sana y tranquila, como lo es la gente de los Andes”, evoca.

Su trabajo resultó clave, pues ese día acudieron cientos de personas de todo el estado Mérida, además de Lara, Trujillo, Táchira y Barinas. Incluso conoció casos de feligreses que venían de Colombia para ver a Juan Pablo II. “Todo el mundo lo admiraba y era algo muy especial”, acota.

Mucha paz

Juan Pablo II: dos visitas a Venezuela que marcaron a generaciones
Foto: Cortesía

Guanipa recuerda que ese día lo único que sentía en las calles de Mérida era una profunda paz. “La gente estaba feliz, tranquila, llena de gozo. Eso es lo irradiaba el sumo pontífice”, comenta.

Juan Pablo II pasó el resto del día en el Palacio Arzobispal con el entonces arzobispo de Mérida, Miguel Antonio Salas Salas. Los acompaña el entonces obispo auxiliar, Baltazar Porras, quien presidió la comisión encargada de organizar toda la visita al país. Esa tarde se preparó un encuentro donde el papa agradeció por su servicio a todos los funcionarios desplegados en su recorrido. 

Fue entonces cuando Guanipa tuvo al papa de frente. Se inclinó y besó el anillo de su mano, como dicta el protocolo. Le regaló un rosario que se convirtió en uno de sus tesoros más preciados. El oficial de tránsito sintió algo inexplicable. “Uno siente una emoción y una grandeza espiritual muy grande. Yo particularmente, siendo católico, fue algo que no puedo describir tan fácil. Sentí mucha alegría y paz. Es un recuerdo inmenso”, relata.

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Agrega que Juan Pablo II en ese momento estaba lleno de vida, pero era capaz de transmitirle paz a quienes estaban con él. Un sentimiento que, efectivamente, muchas personas afirman haber sentido en sus encuentros. 

“A pesar de que ha habido muchos papas que han dejado marca dentro de la religión católica, yo creo que Juan Pablo II sale de lo normal. Fue más allá por su forma de ser y la época le permitió viajar a muchos países, antes no se acostumbraba que el papa saliera de Roma. Eso lo hizo grande para el pueblo”, asegura Guanipa.

Segunda visita

Juan Pablo II: dos visitas a Venezuela que marcaron a generaciones
Foto: Cortesía

El papa viajero visitó Venezuela por segunda vez el 9 de febrero de 1996. En su salida del aeropuerto, hizo una primera parada bastante particular. Su caravana se detuvo frente al retén de Catia, donde le dio la bendición a los reclusos y una invitación a abrazar la esperanza de reformarse. También reclamó al gobierno venezolano que garantizara condiciones de vida dignas para sus presos, fomentando la reeducación antes que el castigo. Un año después el centro fue demolido.

A la mañana siguiente fue a Guanare, Portuguesa, donde inauguró con una misa el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto. Allí ratificó a la imagen como patrona de Venezuela y le obsequió un rosario de oro. Esa misma tarde regresó a Caracas para celebrar un encuentro en el Teatro Teresa Carreño con personajes destacados de la cultura y educación, en el que el reconocido cantautor Simón Díaz le regaló un cuatro al pontífice.

La agenda cerró el 10 de febrero con una misa multitudinaria en la Base Aérea de La Carlota.

Conocer al papa

Juan Pablo II: dos visitas a Venezuela que marcaron a generaciones
Luis Pulido, con sus padres, conociendo al papa Juan Pablo II. Foto: Cortesía

El periodista Luis Pulido recuerda con especial cariño la segunda visita del papa. Tenía 14 años de edad y estudiaba en el Instituto Cumbres de Caracas, administrado por la congregación de los Legionarios de Cristo, cuando una tarde el director interrumpió una clase para llamarlo. Le preocupaba haber hecho algo mal, pero tras rezar en la capilla del colegio, el religioso le puso la mano en el hombro y lo felicitó.

“Luis, eres el orgullo del instituto porque vas a ser representante de esta comunidad y vas a conocer el papa”, le dijo.

Escuchó que había sido seleccionado para participar en los actos protocolares que se realizarían a su llegada al aeropuerto de Maiquetía. El abuelo de Pulido, Manuel Silva Guillén, fue un reconocido diplomático y empresario que en 1985 había formado parte del comité organizador de la primera visita de Juan Pablo II junto a Vicente Irazábal y José Domínguez. Para la segunda visita, el ahora arzobispo Porras los había vuelto a convocar.

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Sus padres también colaboraron con los preparativos, por lo que el joven los ayudaba los fines de semana con tareas como sacar copias o llevar documentos. Incluso el día de la misa en La Carlota, estuvo desde la madrugada en el hotel Eurobuilding con su mamá repartiendo las acreditaciones a todo el personal que estaría en la tarima que fungía como altar. 

Indescriptible

Juan Pablo II: dos visitas a Venezuela que marcaron a generaciones
Misa de Juan Pablo II en La Carlota, el 10 de febrero de 1996. Foto: Cortesía

Con 75 años de edad en ese momento y varios problemas de salud, Juan Pablo II ya no podía inclinarse en el suelo como acostumbraba al llegar a un país. Sin embargo, se preparó un mapa de Venezuela con tierra de sus diferentes regiones para que pudiera besarlo. Luis originalmente iba a ser el niño encargado de sostenerlo y ser la primera persona con la que el papa iba a interactuar en tierras venezolanas. Pero por decisión del obispo de La Guaira, se decidió que sería otro niño de la zona, por lo que le cambiaron de responsabilidad.

Pulido fue el oferente de la misa en La Carlota. Subió al escenario con otras dos adolescentes, llevó el copón con las hostias. Se arrodilló, le besó el anillo y se lo entregó. “Él me puso la mano en el hombro y me dijo algo, pero en ningún momento supe qué era lo que me estaba diciendo. Se te bloquean los sentidos, es una sensación muy grande. Nunca en mi vida había sentido que una persona irradiara ese carisma, esa sencillez, y esa representación real de Cristo en la tierra”, narra.

Pulido tuvo la oportunidad de ver al papa de cerca dos veces. La noche antes de la misa se celebró un breve encuentro en la sede de la Nunciatura Apostólica con los colaboradores del evento, donde estuvo por primera vez frente a él y le dio la mano. Lo cuenta y se le eriza la piel nuevamente. “Se siente una emoción importante, una situación que como creyente es indescriptible”, acota.

Milagro en vida

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Imagen de archivo del papa Juan Pablo II. Foto: EFE

Pulido cuenta un acontecimiento que ocurrió en su familia durante la visita de Juan Pablo II en 1985, y que podría considerarse como un milagro. En ese entonces su madre estaba embarazada de su hermana Andreína. Sin embargo, meses antes, le habían diagnosticado un quiste que se desarrollaba más rápido que el feto. Tenían la opción de operar para sacar el quiste, pero había un 50 % de riesgo de muerte del bebé y ella no quería correr ese riesgo.

Para ese momento Guillén ya trabajaba con Porras en la preparación de la visita papal, por lo que Pulido afirma que su mamá se convenció de que si tocaba al papa, su hermana se iba a salvar. Señala que su abuelo intentó buscar una oportunidad para que ella pudiera saludarlo, pero la jornada en Montalbán sería demasiado riesgosa para una embarazada por las aglomeraciones de gente empujando y corriendo. Fue entonces cuando se le ocurrió llevarla al encuentro con personajes destacados, que esa tarde se celebró en la Catedral de Caracas.

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Pulido dice que su mamá esperó en la sacristía de la iglesia. Llegado el momento, le dio la mano a Juan Pablo II con la vista empañada por el llanto, esperando que esa fuera la solución. Luego, entre lágrimas y casi desmayándose, caminó varias cuadras hasta encontrarse con su esposo, quien lo esperaba del otro lado del cordón de seguridad. Cuando volvieron a la consulta con el obstetra semanas después, el quiste había desaparecido.

“Para la segunda visita se hizo un informe médico y teológico que se envió al Vaticano”, asevera Pulido. Sin embargo, no prosperó debido a que la Iglesia no toma en cuenta los milagros hechos en vida para su proceso de beatificación. Aun así, no duda de que ese expediente contribuyó a la causa de Juan Pablo II, quien desde el primer día después de su muerte ya tenía seguro su paso a los altares. 

Por su parte, su hermana Andreína estuvo con él en la misa de La Carlota. Tenía 11 años de edad, y el papa le dio la comunión, quizás sin saber que para su familia, también le había dado la vida.

Explosión de juventud

Juan Pablo II: dos visitas a Venezuela que marcaron a generaciones
Foto: Cortesía

Pulido recuerda que las calles de Caracas eran una locura los días en los que estuvo el papa. Grandes aglomeraciones de gente que corría para ver, aunque fuera por un segundo, el papamóvil en su recorrido. Incluso la noche en la que el pontífice se hospedó en la Nunciatura, un grupo de jóvenes pernoctó afuera haciendo una vigilia con música y oraciones. Al más puro estilo de una estrella de rock, estallaron gritos cuando se asomó por el balcón a saludarlos.

Después de la misa de La Carlota, Pulido y su hermana se fueron a Los Próceres. Allí se celebraría el encuentro del papa con los jóvenes. Comenta que la tarima estaba en el Patio de Honor de las Academias Militares, pero la multitud llegaba hasta más allá de los monolitos. Juan Pablo II llegó horas después, y aunque su movilidad era mucho más reducida que antes, intentó llevar el compás de la música en los conciertos que se hicieron en su honor. Se despidió y esa misma tarde se dirigió al aeropuerto, por lo que ese fue el último acto que hizo en Venezuela.

“Para mí es una de las personas más influyentes en la historia del siglo XX, equiparado a personas como Nelson Mandela. Sobre todo por su carisma, su humildad, y por levantar la voz ante quien tenía que levantarla”, resalta Pulido, al recordar al papa viajero.

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