Blockchain es una realidad indiscutible.

El nuevo avance tecnológico que permite descentralizar procesos y el registro de información sigue cautivando a miles y miles en el mundo.

Bitcoin, las demás criptomonedas, los NFT, el metaverso y las DAO son términos que se están generando en un nuevo ecosistema: las Finanzas descentralizadas o DeFi (por sus siglas en inglés).

Por primera vez en la historia, las personas contamos con una tecnología robusta y eficiente que nos permite prescindir de cualquier intermediario o gestor para hacer nuestras actividades.

Blockchain propone un cambio de paradigma donde nos olvidamos de los organismos que históricamente han regulado y controlado la sociedad, para devolvernos a todos nosotros el poder de decidir y hacer, que hace siglos venimos cediendo a terceros de confianza. 

Esto es justamente la descentralización.

Blockchain está configurando una alternativa al mundo actual e invitando a que migremos, con justas razones, a un modelo social descentralizado.

Y esto lo saben los grandes intermediarios que hoy rigen nuestra sociedad: los Estados, las entidades financieras y las grandes empresas monopólicas.

De este grupo, gran parte de los Estados ya ha fijado posición sobre el mundo que está emergiendo con las criptomonedas. 

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Estados y criptomonedas

Aunque algunos como El Salvador reconocieron públicamente el valor de bitcoin hasta hacerlo moneda oficial, otros como China lo han condenado hasta sus últimas consecuencias. Mientras que otro grupo está dispuesto a competirle al criptomundo con una propuesta más moderna para su economía, como es el caso de Rusia, la Unión Europea y hasta Venezuela.

Sí, Venezuela es un país donde naturalmente se han adoptado las criptomonedas. Ya hemos desmenuzado este tema anteriormente. Pero también es bien conocido el interés del Estado venezolano en aprovechar la tecnología de las criptomonedas para mantener su poder.

Un primer intento fue el Petro, la primera cripto emitida por un Estado en el mundo. Después vino el bolívar digital, el último bautizo a la moneda nacional en una nueva reconversión monetaria, con la cual aparentemente se quiere migrar a un dinero 100% digital.

Pero el último indicio de que Venezuela quiere explorar una nueva reforma al dinero tradicional fue la propuesta de Nicolás Maduro en la reciente reunión de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestro América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TPC).

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El dirigente socialista expuso desde el Palacio de la Revolución en La Habana la necesidad de otorgarle un carácter virtual al SUCRE, esa moneda regional que funciona entre Estados de esta alianza, pero que casi nadie usa en sus países.

No son criptomonedas

Aunque Maduro no dio más detalles sobre su idea, podemos prever que este proyecto se puede convertir en una CBDC o Central Bank Digital Currency (por sus siglas en inglés).

Las CBDC son las mal llamadas “Criptomonedas del Estado”, pero en realidad no son más que una versión netamente digital del dinero que ellos siguen controlando desde los bancos centrales. 

CBDC, la competencia de las criptomonedas creada por los Estados

¿Y por qué no es una criptomoneda? Porque, por naturaleza, una cripto es descentralizada; no depende de un Estado ni de ningún ente que la controle. Para la creación de las criptomonedas se usa la tecnología blockchain y en ella puede participar cualquier individuo de todas partes del mundo.

Sin embargo, las CBDC pretenden tomar ciertas funcionalidades de blockchain para tener un dinero digital más eficiente que el actual. Estas podrían ser: usar criptografía para registrar transacciones de forma anónima, distribuir los registros contables con una red de computadores distintos y monitorear el curso de todo el dinero gracias a la cadena de bloque.

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Con estas nuevas funcionalidades, los Estados se ahorrarían los costos propios de la emisión, distribución y resguardo del efectivo, pero también podrían enfrentar delitos como el lavado de dinero, el narcotráfico y el financiamiento terrorista. Al menos en teoría.

Lo cierto es que las CBDC son una respuesta lógica del sistema financiero tradicional al auge de un sistema paralelo que se está construyendo gracias a blockchain y desde las masas. Pero que, sobre todo, sigue sumando adeptos a un ritmo muy acelerado.

Sin ceder poder

Los Estados son los máximos rectores que históricamente ha tenido un país y se están enfrentando al riesgo de perder su poder en materia política al ceder el manejo de un dinero (criptomonedas) que ellos no pueden intervenir.

Por eso, Rusia ya está trabajando en un prototipo para su rublo digital, La Unión Europea está discutiendo la creación de un euro digital, La Reserva Federal de Estados Unidos está evaluando implementar una CBDC y China lanzará su yuan digital el próximo año.

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Pero en la región la tendencia es la misma: Bahamas cuenta con su CBDC desde 2020, Perú anunció que transformará su sistema de pago digital, México pretende tener un peso mexicano digital para 2024 y Brasil ya tiene un proyecto piloto para su propia CBDC. Mientras que países como Uruguay, Chile y Venezuela están considerando seriamente la idea.

La carrera de las CBDC ha iniciado, pero no se trata de una competencia entre países sino de un intento por no perder el control de una nueva economía que se está empezando a volcar hacia el individuo.

Blockchain es libertad individual y en la libertad individual poco tienen que hacer los Estados.

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