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- En sectores como San Jacinto y La Candelaria florecen nuevas franquicias y restaurantes de alto perfil, mientras algunos comerciantes tradicionales luchan para resistir entre el alto costo de los servicios y arrendamientos. El economista Leonardo Vera y el activista Carlos Julio Rojas explicaron a El Diario qué implicaciones trae este fenómeno al casco central | Fotos: José Daniel Ramos
Al mediodía, en el centro de Caracas fluye el tráfico y el paso apurado de la gente. El sol encandila rostros serios que se abren paso entre los buhoneros hasta desaparecer en alguna estación del Metro, en un local de ventas al mayor. Sin embargo, en medio de ese caos, hay una isla de tranquilidad. En pleno casco histórico, un grupo de personas se toma selfies con sus copas de vino en la plaza El Venezolano.
Esperan su pedido en un restaurante que abrió recientemente en un edificio colonial, justo al lado de la Casa Natal de Simón Bolívar. En ese espacio durante años operaron varias piñaterías, hasta que fueron desalojadas en 2018 por la Alcaldía de Caracas, por ser patrimonio histórico y cultural de la ciudad, al igual que el popular restaurante La Atarraya. Desde entonces emprendió un proceso de remodelación del edificio, que ahora alberga cafeterías, tiendas de accesorios y artesanías, e incluso de la marca colombiana de gomitas Trululú.
No es el único. Del otro lado de la plaza, una franquicia de pastelerías abrió una nueva sucursal, mientras que a una cuadra de allí, cerca de la plaza Bolívar, un banderín anuncia un restaurante y lounge ubicado en una terraza, discretamente oculta por una cortina de arbusto. Abajo, un hombre con una bolsa de plátanos se detiene a ver el precio del menú escrito en una pizarra de tiza, antes de seguir su camino con mirada resignada.
El centro de la capital parece estar tomando un segundo aire luego de un largo periodo de declive social y económico. En los últimos dos años ha estado en la mira de inversiones de capital privado que han hecho emerger nuevos locales, la mayoría restaurantes y cafeterías para clientes con alto poder adquisitivo.
Interés turístico
El economista Leonardo Vera indicó en entrevista para El Diario que este fenómeno obedece a un esfuerzo por parte del régimen de Nicolás Maduro por potenciar el turismo en el caso histórico. “Ha habido un esfuerzo de inversión pública para rescatar el sentido patrimonial del centro, mejorar el urbanismo, y ese esfuerzo vino acompañado de una inversión privada para aprovechar su valor turístico”, declaró.
Aunque esta inversión no se ve en todas las calles del centro, ciertamente las autoridades se han concentrado en zonas puntuales de alto valor histórico, como la Plaza Bolívar y San Jacinto para promover su proyecto de impulso turístico. Se ve en los trabajos de reacondicionamiento de espacios públicos como la esquina de Gradillas o el pasaje Linares. Este último fue desde 2019 un punto popular entre los habitantes, quienes acudían a tomar fotos bajo su techo de paraguas, recientemente removidos.
Vera señaló que actualmente existen agencias que organizan tours por el casco central, con visitas guiadas que se suelen realizar a pie o en vehículos como el Pana Bus de la Alcaldía de Caracas. Muchos de esos turistas son residentes de la propia Caracas, pero que desean aprender sobre sus edificios históricos o tenían años sin pisar el oeste de la ciudad. Los recorridos tienen un costo promedio de entre 10 y 20 dólares por persona, y en los últimos años se han extendido a otros sectores populares como La Pastora o San Agustín.
Agregó que esto ha resultado positivo para esas zonas, donde el interés turístico por redescubrirlas atrae también a empresarios y emprendedores que invierten en servicios especializados para esos turistas. De allí que predominan especialmente los restaurantes, cafeterías y tiendas de recuerdos. También que tengan un perfil orientado a consumidores de clase media alta.
¿Reactivación o burbuja?
Donde el fenómeno es quizás más evidente es la parroquia La Candelaria, a unas cuadras de la plaza El Venezolano. Durante décadas fue un distrito gastronómico y parte importante de la vida nocturna caraqueña, pero la crisis económica, sumada a la alta inseguridad, mermaron su brillo de antaño. No obstante, en los últimos años parece haber recuperado un poco de su antigua vida, sobre todo tras la inauguración del centro comercial Sambil en diciembre de 2022, luego de 14 años expropiado por el oficialismo.
Para el coordinador del Frente en Defensa del Norte de Caracas, Carlos Julio Rojas, si bien se ha registrado un leve crecimiento económico en la zona, ha sido bastante superficial. En entrevista para El Diario, celebró la apertura del Sambil y los beneficios que trajo para la reactivación de sus alrededores, pero recordó que el 60 % de sus establecimientos pertenecen a grandes franquicias y cadenas internacionales.
De igual manera, indicó que en otras zonas de Caracas como Sabana Grande, su organización registró que durante el año 2021 hubo una reapertura de 40 % de comercios. Aunque la mayoría volvió a cerrar a los pocos meses, siendo reemplazados por otros en un ciclo continuo. En lo que respecta a los negocios locales tradicionales, todavía sortean a duras penas la situación económica venezolana. Y muchos han perdido ya la pelea.
Indicó que la aparición de nuevos restaurantes no es señal de una economía saludable. Mencionó el caso de un bar y lounge que abrió en la esquina de Ferrenquín. Justo a su lado quedaba la Tasca Real Madrid, la cual cerró hace algunos años. Al frente estaba también El barco de Colón, otro popular local que se convirtió en una venta de tortas. Aseguró que el propio bar, pese a atraer curiosos en sus primeras semanas, actualmente suele pasar sus tardes vacío. “Es un pequeño espejismo”, acotó.
Como en el este
El periodista y activista comparó lo ocurre en el centro de Caracas con la burbuja comercial que se creó en 2020 en zonas del este como Las Mercedes y Los Palos Grandes. Allí también surgieron rápidamente locales lujosos, de los cuales varios quebraron tiempo después por su insostenibilidad. De hecho, explica que la burbuja del este coincidió con la fecha de aparición de algunos de los primeros locales en el centro.
Incluso, aunque no dio nombres al reconocer que no posee evidencia, tampoco descarta que existan algunos negocios producto del lavado de dinero, como ocurrió en los municipios Baruta y Chacao, donde edificios completos fueron incautados por la Policía Nacional contra la Corrupción.
“Sabemos que en La Candelaria hay muchos negocios que han sido reimpulsados por comerciantes que llevan años aquí o que han llegado para emprender. Y nosotros siempre hemos defendido la importancia de la propiedad privada, por lo que los apoyamos. Pero tampoco es muy difícil sospechar cuando ves el capital desmedido que se ha invertido en algunos locales y que no corresponde con el perfil socioeconómico de la zona”, completa.
Por su parte, Vera no cree que la burbuja del centro sea similar a la que se formó en el este. No solo por un tema de tamaño, pues la cantidad de locales nuevos en Libertador es mucho menor y no tan lujosa, sino también por el tipo de público al que están dirigidos. Si bien ambos apuntan a clientes de clase media alta, tienen modelos diferentes. “El target de Las Mercedes es para población que busca recreación, pero más a un nivel de restaurantes y clubes nocturnos, mientras que la oferta en el centro es más turística”, precisó.
Los afectados
Rojas indicó que, a diferencia de los emprendimientos locales, e incluso franquicias comerciales populares, el problema con algunos de los nuevos establecimientos de alto perfil es que se convierten en un lujo difícil de costear para el habitante promedio del centro. Si acaso para ocasiones especiales, pero sus precios se alejan de la realidad de un salario mínimo de 130 bolívares, que apenas equivalen a $4,6 a la tasa de cambio oficial.
Pero el mayor peso se lo llevan los comerciantes tradicionales. Indicó que la crisis económica persiste en muchos locales, donde a las bajas ventas se suma el pago de aranceles y tributos que generan pérdidas. Afirmó que actualmente en los negocios del centro pagan alrededor de $100 solamente en Aseo Urbano. Casi igual a lo que cobra la empresa privada Fospuca por el mismo servicio de los municipios Baruta, Chacao y El Hatillo. Añadió que solamente los comercios de gran capital como franquicias pueden pagar por esos servicios.
A esto, el activista le suma el pago de vacunas a policías o colectivos oficialistas, así como de sus compromisos con el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) y otras instituciones estatales. “Hubo un local reconocido en la avenida Universidad al cual constantemente multaban acusándolos de especulación. Al final quebró y en su lugar abrieron un bodegón, el cual también cerró en menos de un año”, contó.
Vera reconoció que uno de los mayores problemas para los comerciantes es tener una serie de costos fijos como impuestos, servicios y alquileres, los cuales tienen que pagar indiferentemente del desempeño de sus ventas. Sin embargo, aclaró que no es una situación exclusiva del centro de Caracas, sino que existe, con sus diferencias particulares, en todo el país.
“Es un sector que está trabajando a muy baja capacidad. Es una carga muy fuerte de costos fijos tienen que pagar toda la voracidad tributaria que se ve en la actualidad. Eso está afectando a los comercios formales, empujándolos cada vez más hacia la informalidad”, dijo.
¿Gentrificación?
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la gentrificación se define como el “proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo”.
El Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos lo ejemplifica con un fenómeno relativamente reciente, en el que personas de clase media alta se mudan de los suburbios a sectores populares de la ciudad, por el bajo costo de la vivienda y su ubicación. Al hacerlo, inyectan en la zona un capital que se traduce en la remodelación de infraestructuras y reactivación comercial. Aunque esto suena positivo, involuntariamente provoca también un incremento en el valor de las propiedades, lo que hace que sus habitantes originales deban irse al no poder costear el aumento de los alquileres y servicios.
Entre 35.000 y 50.000 dólares
Es el precio actual de un apartamento cerca del Sambil de La Candelaria, de acuerdo con la plataforma Mercado LibreRojas explicó que este fenómeno se suele ver principalmente en el sector inmobiliario. En el caso del centro de Caracas, no cree que exista aún un fenómeno de gentrificación. Acotó que el Sambil de La Candelaria sí recuperó el valor de sus edificios cercanos, aunque lo ve más bien como algo positivo. Sobre todo considerando que el precio de esos apartamentos se había desplomado antes de 2022, debido a la inseguridad que reinó mientras el centro comercial fue un albergue de damnificados.
En cambio, indicó que en gran parte del municipio Libertador se ha reportado un incremento en la compra de inmuebles, pero producto de la migración interna del país. Familias que residían en ciudades de otros estados como Mérida, Zulia o Falcón, y se mudan a Caracas escapando de los pésimos servicios públicos y la falta de oportunidades de empleo.
Pese a esto, el activista compartió una estadística que consideró grave: el 25 % de las viviendas y comercios del municipio Libertador están actualmente desocupadas o bajo el cuidado de familiares. Esto porque sus dueños originales fueron desplazados, no por la gentrificación, sino por la emergencia humanitaria compleja que los llevó a emigrar.
Oportunidad de inversión
Aunque no tiene registros de una gentrificación de las viviendas en el centro de Caracas, Rojas admitió que el término sí podría aplicarse en el caso de los comercios. Acotó que el aumento de los aranceles y servicios públicos, los cuales solo pueden ser costeados por negocios de gran capital, ha provocado el cierre y desplazamiento de muchos comerciantes que tenían décadas en sus zonas.
Recordó casos como el de las piñaterías de la plaza El Venezolano, las cuales fueron reubicadas en un edificio cercano al mercado de San Jacinto, donde no han vuelto a tener la misma visibilidad ni compradores que antes. Mismo caso con los dueños de La Atarraya, quienes no han sido notificados por la Alcaldía si podrán volver a su local, a pesar de que sus trabajos de rehabilitación están por concluir.
Por otro lado, Vera estima que todavía es muy pronto para hablar sobre un proceso de gentrificación. Sobre todo porque la recuperación del casco central apenas tiene unos pocos años. Sin embargo, aseguró que la reactivación económica, tomada como la inversión pública y privada para mejorar temas como la seguridad, los servicios públicos y el mantenimiento de espacios, puede resultar en algo positivo para los comerciantes.
Tomando como ejemplo el desarrollo turístico del casco histórico, acotó que la recuperación urbana y la seguridad hacen que los sitios se vuelvan más concurridos, por lo que atraerán más clientes. “En la medida que esos espacios sean más habitables, será mejor para los comercios tradicionales”, dijo.
También indicó que el centro de Caracas cuenta con una ventaja estratégica: su bajo costo. “Al comparar el precio de venta del metro cuadrado entre locales del centro y del este hay una gran brecha. Y esto se puede extrapolar también a los arrendamientos”, explica. Al revisar plataformas como Mercado Libre, efectivamente se aprecia que el alquiler de un local en La Candelaria puede oscilar entre los $600 y $2000, dependiendo de su tamaño y ubicación, mientras que en el municipio Chacao, la mayoría no suele bajar de los $1.500.
Gloria pasada
Para principios de los años ochenta, el centro de Caracas todavía era el alma económica y comercial de la ciudad. De hecho, existían planes para convertir al eje de la avenida Andrés Bello, entre La Candelaria y San Bernardino, en un distrito financiero. Allí se erigieron sedes de bancos como Mercantil y BBVA Provincial. Sin embargo, la crisis bancaria de 1994 truncó ese plan. Solo dejó como recuerdo a la torre de Confinanzas, a medio construir, posteriormente invadida y ahora desalojada, pero con un destino incierto.
Lo mismo pasó con el distrito gastronómico de La Candelaria, o los clubes y centros empresariales de la avenida Urdaneta. Todo ese flujo económico migró hacia el este, donde ahora el motor financiero está en los rascacielos de La Castellana. Mientras, los precios de la denominada Milla dorada, entre El Rosal y Los Palos Grandes se disparan. En cambio, durante los últimos 20 años el centro se plegó sobre sí mismo, hermético entre esquinas calientes y zonas de seguridad de ministerios.
Este fenómeno se ha visto en muchas grandes ciudades de Latinoamérica, explicó Vera. Sobre todo en la medida que el centro se convierte solo en un espacio para oficinas e instituciones públicas, pierde su sentido comercial y hasta residencial. Esto hasta quedar al final de la tarde sin vida, pues sus empleados salen del trabajo directo a sus hogares en los suburbios, o a los distritos donde se concentran el entretenimiento y el comercio.
En el caso caraqueño, relató que esto ocurrió desde hace décadas debido a falta de inversiones públicas, lo cual deterioró enormemente espacios como plazas, parques y avenidas. Esto sumado a la inseguridad y a la crisis económica, terminó de apagar la vida que quedaba allí. Incluso, actualmente, pese a la leve reactivación comercial, apuntó a que el centro sigue sin ser una opción rentable para los ciudadanos, debido a que es una zona difícil de acceder por las deficiencias del sistema de transporte público.
“Habría que empezar por crear soluciones urbanísticas para problemas como la accesibilidad y el transporte. Aunque el centro puede resultar atractivo para ciertos servicios, no puede competir contra otros sectores del Área Metropolitana. Basta comparar al Sambil de La Candelaria con el de Chacao para ver que son realidades completamente distintas”, sentencia.
Expectativas
El economista y profesor universitario comentó que todavía es muy pronto para hacer pronósticos sobre el destino de los nuevos negocios que han abierto en el centro. Indicó que si bien existe allí un gran potencial de inversión a futuro, es necesario someter este fenómeno a un proceso de observación de cinco años para saber si será sostenible. Algunos ya han superado ese plazo con éxito, otros no. Depende de sus contextos particulares.
Aun así, señaló que 2023 ha sido un año difícil para el sector comercial. La devaluación del bolívar, que derivó en una caída en el poder adquisitivo, sumado a la alta competitividad que existe en ciertos rubros, quizás podrían acelerar la consolidación o caída de estos comercios. “Si este ambiente no cambia, va a ser muy difícil alargar la vida de estas aventuras comerciales”, advirtió.
Por su parte, Rojas argumentó que no se puede tapar con un dedo la realidad económica y social de Caracas. Aseveró que en el centro aún persisten problemas graves de inseguridad tanto personal como de propiedad que no han desaparecido.
Recordó que el 56 % de los casos de invasiones en el centro han sido de comercios, siendo actualmente más comunes que en las propias viviendas. Puso como ejemplo un edificio ubicado en la esquina de La Pelota, en la avenida Urdaneta, que fue ocupado hace años por un colectivo oficialista, y que actualmente alquilan sus locales de la plata baja para la venta y reparación de teléfonos.
“El motor de la recuperación de Caracas es el respeto a la propiedad privada. El centro puede tener pequeñas burbujas o grupos a los que les va bien, pero queremos ver eso para toda Caracas. Hay una distorsión entre crecimiento económico y estos negocios producto del lavado de dinero. Las políticas públicas se deben orientar a favorecer a aquellos comerciantes de toda la vida que han sido golpeados por la crisis”, apuntó.
