• Comprar pasaje podría resultar una tarea titánica para quienes deseen trasladarse, por lo que los ciudadanos sucumben al cumplimiento de medidas ajenas a la legalidad de los trámites tradicionales

Un viaje a la isla de Margarita, en el estado Nueva Esparta, pareciera ser una experiencia turística de principio a fin, pero conseguir un pasaje puede resultar una tarea complicada y desmedida, sobre todo cuando transcurren las fiestas decembrinas.  

Eran las 10:00 am del 24 de diciembre. Desde el Aeropuerto Internacional de Maiquetía solo volaba una aerolínea para Porlamar y, según los empleados que se encontraban en el counter, no había disponibilidad de adquirir boletos para esa fecha, y en el caso de que se liberara algún cupo porque algún pasajero faltase se le daría prioridad a las personas de la tercera edad, embarazadas y discapacitados. 

A la 1:40 pm cerraban el vuelo. A esa hora también les darían respuesta a quienes no tenían boleto y esperaban una solución desde hacía varios días para viajar. La primera en entrar fue una mujer de la tercera edad en silla de ruedas.

Los trabajadores de la aerolínea decían que no había disponibilidad; sin embargo, un joven se acercó —llevaba al menos 20 minutos cerca del mostrador— al área de venta de boletos, y posteriormente le emitieron su pasaje. Él había logrado su cometido. 

Otro hombre, canoso y de vestimenta sencilla, no corrió con la misma suerte. Llevaba una maleta grande que le costaba mover en la que decía llevar los juguetes “del niño Jesús” para sus nietos. No pudo embarcar a pesar de que tenía dos días en espera. 

A la escena se sumaron dos mujeres que viajaban desde Maracaibo, estado Zulia, y hacían escala en Maiquetía, pero tampoco contaban con boleto. Residen en la isla y deseaban pasar las navidades en casa. Una de ellas tenía 18 años y era la primera vez que estaría sin su familia durante la festividad navideña. Lloraba sentada en un escalón, mientras su hermana trataba de consolarla. 

El 25 de diciembre, a las 5:00 am, cuando el sol aún no se asomaba por el horizonte, ya había personas inscritas en lista de espera tratando de conseguir un pasaje, aunque la aerolínea aseguraba que no manejan ese tipo de sistemas. Indicaban que si alguien decidía  aguardar era “bajo su propio riesgo”.

Un joven esperaba sentado solo en una esquina. Luego de pasar un rato al lado del punto de control de la aerolínea, logró entablar conversación con dos empleados. Uno de ellos no paraba de ver hacia los lados. 

En cuestión de minutos le dio su pasaporte y el empleado se dirigió a la caja, habló con la supervisora de turno y ella dio una señal afirmativa con la cabeza. El hombre guardó el pasaporte en el bolsillo de su pantalón. 

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Cuando el vuelo cerró, le dio el documento de identificación a su jefa y se acercó nuevamente al joven rubio, quien logró efectuar la compra del boleto. Al entrar a la sala de espera le dijo a una de las pasajeras: “Tenía cinco años sin venir a Venezuela, pero estaba claro que si no pagaba, no me montaba”.

Si bien los trabajadores de la aerolínea aseguraban que no había cupo, “que el vuelo estaba full”, la respuesta era diferente para quienes ofrecían algo a cambio. 

Una segunda pasajera que llevaba dos días intentando embarcar presenció todo. El primer día no lo logró; sin embargo, los dos años que llevaba distanciada de su familia fueron suficiente para ofrecer “lo que sea” a cambio de montarse.  

Al asomar la posibilidad de que podría dar dinero, le dijeron que a pesar de que había 14 casos como el de ella, lo iban a considerar. 

En menos de 10 minutos ya se encontraba haciendo la fila para pagar el boleto junto a otras personas que seguían el mismo procedimiento “bajo cuerda”.

No menciones nada de dinero en el mostrador, que no pueden escucharte ofreciendo plata. Yo les dije que yo les daba lo que ellas pidieran”, le recomendó su contacto dentro de la aerolínea.

Pidió que se le dieran $30 porque sus compañeras eran tres, además del pago previo del boleto que costaba 1.114.000 bolívares. $20 en efectivo y el equivalente en bolívares de $10 de acuerdo con la tasa paralela del día. Dos de las empleadas no quisieron dar sus datos para la transacción, pero un cuarto personaje apareció y fue quien recibió el dinero en un restaurante ubicado frente a la puerta de embarque. 

“Flaca, gracias, y si quieres yo te monto de primerita porque voy a subir una silla de ruedas. Te vienes conmigo”, le dijo el hombre. Así fue, la pasajera subió con él. 

El retorno 

Los primeros días de enero, muchos de quienes fueron a Margarita a pasar sus vacaciones decembrinas deben volver a sus rutinas. Pero son días en los que hay pocos vuelos programados, a pesar de que algunas aerolíneas agendan vuelos especiales, y vendedores clandestinos pueden llegar a ofrecer pasajes que cuestan entre 50 y hasta 100 dólares. 

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En una agencia de viaje ubicada en Porlamar, el boleto de avión podía costar 53 dólares si se pagaba en la divisa extranjera, y mucho menos si el pago se hacía en bolívares. Dos líneas aéres programaron vuelos especiales, pero solo había disponibilidad para una sola de ellas.

La encargada de la agencia le aseguró a una cliente que quedaban cinco cupos disponibles y que cada uno costaba 53 dólares si se pagaba en el establecimiento, por lo que recomendaba ir directamente al Aeropuerto Internacional General en Jefe Santiago Mariño para comprar el boleto, pues el precio se pagaba en bolívares a un costo aproximado de 1.000.000.

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“Ve y lo cancelas allá y así te sale mucho más barato. Acá me aparece en sistema que tienen disponibilidad”, aseguró la encargada. 

15 minutos después la cliente se dirigió al aeropuerto, pero en la aerolínea le informaron que el vuelo estaba completamente lleno. Entre reclamos y acusaciones ninguna de de las partes cedió. No hubo pasajes para la venta. 

Una segunda línea aérea abrió un vuelo especial a las 4:15 am. Abordarlo costaba Bs. 2.550.000, y dependiendo de quien lo vendiera o con quien se hiciera el contacto para cancelar el monto, podría llegar a costar un poco más, pues cada quién le ponía un precio distinto. 

Una vez emitido el boleto y llegada la hora de embarcar, otra odisea comenzaba. 

Los encargados empezaban a chequear los boletos a las 2:30 am y aseguraban que el vuelo tenía una hora de retraso. Saldría a las 5:15 am. Sin embargo, los pasajeros terminaron abordando el avión a las 7:00 am, y nadie dio respuesta concretas. 

El alto costo de los boletos aéreos y el incumplimiento de los horarios de vuelos son constantes en los aeropuertos del país. Esta es una situación que se repite con viajes a cualquier destino de Venezuela.

En Venezuela la corrupción pareciera ir de menor a mayor escala. Los ciudadanos terminan por sucumbir al cumplimiento de medidas ajenas a la legalidad de los trámites tradicionales para consolidar un abrazo familiar, reunirse con sus seres queridos o visitar su hogar después de mucho tiempo.

Acciones como estas se presentan a diario y la ley parece no tomar las medidas apropiadas para acabar con ellas; mientras tanto, los venezolanos deben lidiar con los retos de una crisis económica sin precedentes, medidas irregulares para el cumplimiento de distintos trámites y el peso de las dificultades de no poder viajar, ni siquiera dentro de su propio país. 

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