• La dj y productora dio un concierto en el que resignificó el sentido de la venezolanidad y se consagró como icono cultural, entre las bendiciones de sus hijos

Arca definitivamente no parece humana. Podría ser una mutante, un ser interdimensional o una cyborg salida de una fantasía ciberpunk, pero el punto es que hay algo en ella que va más allá de lo humano. Quizás es la sugestión tras horas de escuchar su música antes del concierto, con sus ruidos sacados de futuros distópicos. O aquella imagen misteriosa para muchos venezolanos que solo la conocían por videos y artes conceptuales, y que le daban una esencia de ser irreal.

Pero Arca es real, y se manifestó el 16 de marzo en Caracas, en la Concha Acústica de Bello Monte. Fue la primera vez que la dj, cantante y compositora se presentó en su tierra natal bajo su verdadera forma, luego de haber emigrado más de una década atrás. Allí recibió la bendición de sus miles de hijos, quienes desde hace años la han asumido como su madre y bandera de la comunidad queer. 

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Una de esas hijas era Destiny. Conoció su música en 2018 a través de un grupo de Facebook, y su propuesta artística no solo le atrapó, sino que le ayudó en su propio proceso de aceptación personal. “Ella me ayudó a representar más de mi identidad. No sabía exactamente lo que era yo, pero ella con su arte y su identidad de género me ayudó demasiado a descubrir quien soy, y todavía sigo en ese camino”, comentó desde la escalera del anfiteatro horas antes de iniciar el concierto.

A pesar de su destacada trayectoria, en la que ha colaborado con artistas de la talla de Björk o Rosalía, traer a Arca a Venezuela había sido por años una tarea complicada por diferentes razones. Sin embargo, tras largas conversaciones, la productora Cusica se convirtió en el organizador de su concierto y profeta de su venida. La ocasión era propicia, pues Caracas servía como escala antes de su presentación en el festival Estéreo Picnic de Colombia, el 21 de marzo.

Bajo el mismo sol

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Un sol intenso golpeaba el concreto. El logo de Amnistía Internacional en un arco inflable amarillo anunciaba la entrada a un espacio seguro para la diversidad de almas que se congregaban allí. Aquella fiesta era la comunión de todo lo freak de la ciudad: pintas góticas, industriales y andróginas mezcladas con transparencias y neones. Era el desfile de lo no binario, lo drag y lo alternativo. El orgullo disidente de todas las piezas que jamás encajaron en el rompecabezas unidas bajo una gran bandera multicolor. 

Bastaba con caminar de un lado a otro en la explanada de la entrada para sentir los ánimos subir entre risas y gritos. Abrazos por cada saludo con elogios por el maquillaje o el outfit exhibido, cada uno más extravagante que el anterior. Al fondo, sobre unos cartones, un grupo bailaba y hacía pasarela mientras el círculo aplaudía y coreaba. 

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

El ambiente era de emoción, casi incredulidad por la experiencia que estaban a punto de atestiguar. “Esto es un momento histórico para nuestra comunidad y para Venezuela, porque Arca es un icono mundial”, comenta Kaizen, tomando la palabra dentro de su grupo de amigos. La escarcha de su rostro hacía brillar su barba y hombros descubiertos, con mallas en los brazos. Conoció a Arca a través de su colaboración con Rosalía en la canción “KLK”, y desde entonces se enamoró de su arte. “Ella es empoderamiento, es  fuerza, es amor, es liberación”, apuntó.

Todas esas pieles expuestas parecían ir a tono con el calor de la temporada, aunque también resultaba contrastante ver atuendos llenos de cuero, látex y cadenas resistir las inclemencias del trópico. Solo en la medida que fue cayendo la noche el lugar se fue llenando, y para las 8:00 pm, todas las condiciones estaban listas para comenzar la ceremonia. El último set del dj telonero fue el llamado final para que todos dejaran lo que estaban haciendo y corrieran a las gradas.

Madre Arca

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Los minutos previos a la venida de Arca estuvieron llenos de todo, menos de silencio. Había una energía extraña en el ambiente, algo eléctrico que llenaba a la gente de un fervor casi religioso. En el escenario, la mesa de dj estaba dispuesta como un altar lleno de flores exóticas. De pronto un silencio. La pantalla se encendió para la llegada de la madre y el foro estalló en júbilo. 

Una imagen de Arca hablando en un inglés ininteligible apareció, pero estaba llena de interferencias y glitches, como una señal intervenida desde otro mundo. Cuando la Arca verdadera apareció a un costado de la tarima, ni siquiera alcanzó a dar las buenas noches, pues un grito unánime arropó el lugar. Llevaba un vestido blanco y tacones altos, y unos lentes que luego se quitó al momento de iniciar su presentación.

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

La madre estaba en tierra, finalmente estaba en casa, frente a todos. Aunque la Arca física caminaba por el escenario, en la pantalla se podía ver lo quizás era la proyección de su espíritu, que en cada canción se podía difuminar en un cielo estrellado, un haz de luz, o una combinación de colores estroboscópicos. 

Tomó el micrófono y desde la plataforma más alta comenzó a cantar “Tonada de luna llena”, de Simón Díaz. Su voz convirtió la euforia en un silencio tranquilo, e incluso ahuyentó los últimos resquicios de calor de la tarde para atraer una suave neblina que se formó entre las montañas alrededor de la gente. Era una voz lenta y serena, que arrullaba sus movimientos de bailarina de porcelana. Siguió con “Caballo viejo”, el tema más reconocido de Tío Simón.

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Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

“Ella simboliza una especie de nacionalismo muy nuevo. No es el nacionalismo venezolano que nosotros conocemos como Simón Díaz o Aldemaro Romero. Ella representa un espectro muy nuevo de lo que puede ser Venezuela, y siento que eso nos da mucha esperanza, sobre todo a los más jóvenes”, dijo María Antonieta Morales, quien la conoció a través de su trabajo con Björk. 

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

“Arca, cuatro y maraca”, comentó un muchacho entre el público. Para muchos, aquella figura blanca y espectral sobre el escenario era la conexión que los mantenía orgullosos de un país que todavía desconoce sus derechos.

“Quítame la piel de ayer/ No sé caer/ Los árboles mueren de pie”, contó Arca con una voz de ultratumba.

(Neo)perreo

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Descendió a las gradas para abrazar a sus seguidores y recibir una ofrenda de girasoles. También danzó entre orquídeas y rosas que adornaban su mesa, tomando un ave del paraíso entre sus dedos.

El set pasó a canciones como “Desafío”. Rodeada de láminas acrílicas, las fue derribando una a una mientras repetía su lamento. Una gran mancha roja quedó sobre una de las láminas y en la mano de Arca, quien fue tiñendo también su muslo y vestido. Al final, todo sacrificio requiere de su cuota de sangre (falsa o no), y en ella estuvo la invocación para la siguiente forma de Arca.

Luego de una pausa de varios minutos, la artista volvió al escenario totalmente cambiada. Ya no era la Arca muñeca, sino la Arca empoderada con tiras de cuero y correas alrededor de su cuerpo con una clara inspiración BDSM (sadomasoquista, pues). Era el resultado del ritual de la carne, y dispuesta a repartir sonidos más estridentes al más puro son del neoperreo. 

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Inició con “Prada/Rakata”, himno de las discotecas. Pasó de lo angelical a lo profano, arrancando las flores para lanzarlas al público y descendiendo una vez más para sentir el roce de la gente. “¿Quién me jaló el pelo?”, exclamó mientras subía de nuevo a la tarima. “Mamaguebo. Me gustó”, remató con picardía. 

La suavidad del primer acto se cambió por la intensidad de sonidos duros de reguetón. Solo Arca podía poner a personas con la actitud más gótica y punk a perrear hasta el suelo con canciones como “Machote” o “Incendio”. En ese momento ella era Saturno devorando a sus hijos, abriendo las piernas sobre un columpio de cadenas y volviendo a calentar el aire. 

Alejandra

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Arca no paraba de dar las gracias cada vez que terminaba una canción. Se veía un poco nerviosa, incluso torpe a ratos cuando pasaba de un set a otro, aunque el público perdonaba todo y reía con la gracia tierna con la que salía al paso de cada contratiempo. No era para menos. Para ella, que había compartido tarima en España con Madonna y Beyoncé, esa presentación tenía un significado muy especial. 

Era la Caracas donde nació Alejandra Ghersi en 1989, con un nombre e identidad que dejó atrás hace tiempo. Fue donde se inició en la música a los 14 años de edad bajo el alter ego de Nuuro, haciendo mezclas de sintetizadores para bandas de rock mientras se convertía en una figura de culto dentro la movida electrónica underground. La Caracas que abandonó en 2011 para buscar su propio camino. Y que a pesar de convertirse en una figura solicitada dentro de la industria internacional, con nominaciones al Grammy, aún la veía como una extraña y desconocida, más allá de los nichos de la comunidad LGBTIQ+ y los amantes de la música.

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Pero en el amor que recibió de sus hijos en la Concha Acústica encontró la razón por la que valió la pena volver. “Siempre he querido ser madre. Que me digan así es terapéutico”, dijo conmovida. Tomó un cuatro, instrumento que aprendió a tocar a los 7 años de edad, y tras afinarlo con un poco de incomodidad por su traje comenzó a tocar. 

Puede que Arca no sea humana, pero es venezolana. 

Despegue

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Ya entrada en confianza, Arca (o quizás Alejandra) decidió volver a su nave nodriza. Sobre su mesa de mezclas, se abrió a su lado más experimental, jugando con los sonidos de la percusión sobre un barril y una plancha de zinc, o tocando los sintetizadores. Un sonido celestial salió de sus manos, marcado por luces alrededor de su mesa de dj para su ascenso, mientras la gente solo contemplaba en silencio la manifestación de su verdedero ser. 

Más que la cantante y modelo, la verdadera Arca estaba en esos ruidos extraterrestres e industriales. Una mezcla que va desde el synth pop hasta el noise y el raptor house, aunque con toques de ritmos venezolanos. Ese era su lado más nerd e introvertido. Era Arca desnuda antes de partir. “Gracias por aceptarme en todas mis formas”, afirmó, para luego despedirse haciendo rimas con los estados de Venezuela en su tema “Tiro”.

Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Su nave no viajó muy lejos. Esa misma noche, en una discoteca de Los Cortijos, siguió pinchando pistas como dj en un evento organizado por la plataforma británica Boiler Room. Allí, suelta en su hábitat natural, se volvió una con su gente antes de continuar su gira en otras tierras. Por una noche entera, Arca regresó a casa. 

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