• El joven caraqueño contó su experiencia en el gremio de tatuadores en el extranjero y su motivación para regresar a Venezuela

Desde pequeño Javier Lucena estuvo rodeado del mundo artístico. Sus padres fueron la influencia para que años más tarde destacara en el mundo del tatuaje tanto en el país como en el extranjero, pero su historia no solo lo define como artista, sino también como uno de los millones de migrantes venezolanos. 

“Me deslumbró ver cómo los artistas plasmaron su arte en la piel de manera permanente, fue como ver un cuadro pero que camina y se expresa por sí mismo”, dijo para El Diario, quien comenzó a tatuar a los 19 años de edad luego de ir a una convención en el CCCT ubicado en Caracas. 

El  método de aprendizaje que utilizó fue peculiar, describe esos primeros tres años en el mundo del tatuaje como “difíciles”. Javier practicó con su propia piel para luego dedicarse de lleno, se instruyó en páginas de Internet y viendo documentales en plataformas de streaming.

Tuve que comenzar sin ningún mentor, no conocía a ningún tatuador con experiencia que pudiera enseñarme”.
Los primeros tatuajes de Javier Lucena
Foto: Cortesía

La barrera más complicada que tuvo el joven tatuador fue la situación del país, la crisis política, económica y social influía en la dificultad de generar ingresos con su arte.

“No fue fácil, sobre todo porque yo no trabajaba en una tienda, mi clientela se reducía solo a mis conocidos. Me tocó obsequiar trabajo para poder adquirir experiencia y conocimiento, con los pocos ingresos que tenía en el momento reponía los materiales, en ocasiones eran difíciles de conseguir por la escasez de productos que había”, señaló. 

Un arte que emigró 

“Para mí ya no era factible vivir con los ingresos que generaba”, reconoció. Lucena tomó la decisión de dejar Venezuela cuando tuvo referencia de las ganancias de sus colegas en otros países, pero eso no fue lo único: las ansias de llevar su arte a otras fronteras también le dieron un empujón. 

Lo vi como una manera ganar experiencia, tanto laboral como personal”, agregó.

El destino fue cercano pero muy diferente a lo que había vivido hasta el momento. Colombia lo recibió como uno más de los migrantes venezolanos en el país vecino, pero su estadía pronto iba tener altibajos. “No tengo ninguna queja porque la experiencia me sirvió de mucho aprendizaje ya que yo nunca había vivido solo, fue útil para adquirir experiencia laboral ya que nunca había trabajado en una tienda”. 

Javier pudo conocer colegas de otro país que lo ayudaron a expresar de otra manera su arte, a pesar de la competencia se sentía en confianza para ganarse el respeto de su gremio. “Tuve la oportunidad de ir a una Expotattoo en Bucaramanga”. 

Tatuaje de Javier Lucena
Foto: Cortesía

En cierto punto la nostalgia le ganó al reconocimiento que tenía Javier en Colombia. Luego de dos años de experiencia tomó la decisión de regresar con su arte al país que vio sus primeros pasos en el mundo del tatuaje. 

Ya tenía dos años sin ver a mi familia y quise volver a casa. Por otro lado tenía mucha gente esperándome en Caracas para tatuarse. Esto me dio energía y me llevó a tomar la decisión de volver”, resaltó.

Tinta para reinventarse en cuarentena 

Ya en la capital Javier volvió a sentir la alegría de estar en Venezuela, ya había dejado la nostalgia que lo invadió en Colombia, pero también se encontró con un lugar que para él había cambiado en comparación a lo que era su hogar. 

“En lo personal mi trabajo y mi clientela mejoraron mucho, llegué a un país diferente al que yo dejé dos años atrás. De alguna manera ahora las personas se tatúan con más frecuencia”, dijo Javier, quien se mostraba sorprendido por la cantidad de divisas que circulan en la calles venezolanas. 

Tatuaje de Javier Lucena
Foto: Cortesía

Con sus ahorros y nuevos ingresos Javier pudo adecuar una parte de su casa para hacer un estudio, un nuevo emprendimiento que le tomó más de un mes. Ya con el pensamiento en el país y en seguir cosechando experiencia el tatuador se encontró con la situación que paralizó el mundo: la pandemia por el covid-19.

“Para todos es algo grave porque el mundo está paralizado, comprar materiales es un problema, el traslado de los clientes al estudio y eso agregado que las personas no están generando tantos ingresos como para hacer gastos que no son básicos como lo es un tatuaje”. 

Esto no ha detenido a Javier, pues ha buscado la forma de seguir atendiendo a sus clientes, más en una labor donde el contacto humano es inevitable. “Trabajo solo tres citas semanales con un día de por medio para limpiar y desinfectar todo con lo que pudiese tener contacto el cliente. Las personas que ingresen al estudio deben hacerlo con tapabocas, antes de ingresar se les coloca jabón antibacterial y luego se deben lavar las manos con jabón antiséptico”. 

El joven sigue instruyéndose no solo en mejorar su arte, sino en prestar sus servicios en medio de una pandemia. Ha buscado la manera de seguir adquiriendo conocimientos para así asegurar su salud y la de sus clientes. “Planeo colocar mi tienda de tatuaje en un sitio céntrico de la ciudad donde todas las personas que quieran tener plasmada mi arte en su piel tenga la posibilidad de hacerlo”. 

Javier Lucena no descarta la posibilidad de vivir nuevamente en el extranjero si se le presenta una buena oportunidad de trabajo pero reconoce que Venezuela es un país con mucho potencial para generar ingresos y sobre todo para adquirir conocimientos. 

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