• Con presentaciones en el Teatro Teresa Carreño y el Centro Cultural BOD, la Fundación Compañía Nacional de Danza rindió homenaje al evento que a lo largo de 30 años sirvió de plataforma de reflexión, investigación y desarrollo de esta disciplina en el país. Su fundador, Carlos Paolillo, también fue reconocido. Además, expertos hablan sobre el significado de este encuentro, la situación actual de los bailarines y los nuevos proyectos

Tras el miedo al encuentro, al roce, a la cercanía a causa de la pandemia, un grupo de bailarines venezolanos decidió salir y (re)elaborar los discursos desde el cuerpo. El objetivo: indagar en las narrativas que los han acompañado en las últimas tres décadas. Así, el equipo encabezado por la Fundación Compañía Nacional de Danza (CND) produjo y presentó este mes el espectáculo Homenaje al Festival de Jóvenes Coreógrafos y a su fundador, Carlos Paolillo, cuando se cumplen 37 años de su creación. Las funciones fueron en el Teatro Teresa Carreño y diversos espacios del Centro Cultural BOD.

A lo largo de sus ediciones, el festival se constituyó como una plataforma para la exploración, diálogo y proyección de noveles coreógrafos, bailarines y artistas de diversa índole en torno al movimiento. Se realizó de forma ininterrumpida entre 1985 y 2015 e incluyó eventos paralelos como muestras de documentales, videoarte y sesiones orientadas a la investigación y difusión de la danza. 

La muestra de este año, realizada en coproducción con el Teatro Teresa Carreño, el Instituto de Artes Escénicas y Musicales y el Ministerio de Cultura, incluyó nueve piezas contemporáneas. La selección respondió a tres elementos: debían ser de coreógrafos que hubiesen tenido participación destacada en el festival, que posteriormente se hubieran convertido en coreógrafos de relevancia y que estuvieran viviendo en el país. 

“Cuando comenzó el año nos pareció que era una muy buena apuesta de espectáculo para arrancar nuestra programación y así hacer un trabajo en comunidad con distintos actores del movimiento dancístico de la ciudad. Qué mejor momento que trabajar en un proceso colaborativo y de creación entre varios coreógrafos que hicieron e iniciaron su trabajo creativo en el festival. Entonces allí entró Carlos Paolillo que generó la curaduría de los que estaríamos en el programa, una selección cronológica de los creadores que estamos activos en la danza en esta ciudad. Hubiéramos querido abarcar un poco más allá e invitar gente que todavía sigue creando en las regiones, pero las condiciones no las teníamos claras después de todo este proceso de pandemia. Al principio la interpretación solo estaría a cargo del elenco contemporáneo de la compañía nacional, pero cada coreógrafo fue buscando el perfil de sus intérpretes y nos pareció idóneo, pues así era la esencia del festival, intérpretes diversos de distintas compañías”, señala Anaisa Castillo, presidenta de la Fundación Compañía Nacional de Danza, para El Diario.

Los coreógrafos que estuvieron presentes a través de sus creaciones fueron Juan Carlos Linares, también arquitecto, bailarín y fundador del THOT. Su obra Como todos los días (1985) habla de la liberación de la rutina diaria de un ser sin rostro. La interpretó el bailarín Gabriel De Ávila. 

Festival de Jóvenes Coreógrafos: un tributo a siete años de su despedida

Rafael González presentó Intervención (1989). A través de esta pieza, el también director artístico y maestro de danza, fundador de la compañía Espacio Alterno, indaga en aquello que tiene de ritual el escenario, las posibilidades de la luz y la plasticidad de los cuerpos en movimiento. Los intérpretes fueron José Lugo y Dimas Ramírez. 

Caricato en pena (1994) fue la obra creada y escenificada por el coreógrafo Miguel Issa, actual director escénico de la Compañía de Ópera Teresa Carreño. La pieza, elaborada a partir de un poema de Rafael Castillo Zapata, muestra a un personaje cuya alma quedó penando en el escenario y cuyo anhelo era recibir una rosa de algún espectador para disipar su dolor. 

La bailarina e investigadora Claudia Capriles, directora del proyecto multidisciplinario Plan-Cero, participó con La otra orilla (1994), que reflexiona sobre la idea del ciclo vida-muerte a partir de dos personajes que buscan la trascendencia. Con música de Duke Ellington y texto de Georges Bataille, contó con los intérpretes Sain-ma Rada y Bryan Landaeta.

Félix Oropeza, bailarín y director de Teresa Danza Contemporánea, mostró Ausencia (1998), que fue su primera coreografía dentro del festival y está basada en El hombre de la rosa de Umberto Eco. Los intérpretes fueron Luz Gómez, Sain-ma Rada, Indira Márquez, Ronny Méndez, José Lugo, Dimas Ramírez, Anthony Taborda, Ildemar Saavedra y Melina Di Giorgio.

La maestra y performista Carmen Ortiz presentó una adaptación de Después de las primeras lluvias (1997), con una estética que fusiona elementos venezolanos y africanos. Incluyó un elenco completamente femenino: Melibai Ocanto, Marcela Lunar, María Gómez, Natividad González, Mayby Ugueto, Yeceni González y Bárbara Acacio.

Efecto (2008) fue la propuesta de Pedro Alcalá, intérprete y coreógrafo que ha formado parte de compañías como Caracas Roja Laboratorio y fundador de UM gramo-nueva danza. Su pieza está inspirada en el transitar espiritual en torno a la verdad en la mente y el cuerpo. Los bailarines fueron Anthony Taborda, Edwin Palacio, Ian JCor y Michelle Arias.

D.Q.Edition (2014) es la pieza con la que participó el coreógrafo y bailarín Armando Díaz, actual director de Sieteocho Danza. Está basada en el pas de deux del ballet Don Quijote e incluyó a los intérpretes Kelvin Ortiz e Indira Marqués. 

Finalmente, Anaisa Castillo presentó Melocotón manzana (2000), que consiste en un juego con el espacio y el movimiento a partir de cuentos infantiles de guerra. El performance lo realizaron las bailarinas Melinadi Giorgo, Natasha Cádiz, Heysell Leal y Paula Rojas.

Espacios para la danza

Festival de Jóvenes Coreógrafos: un tributo a 7 años de su despedida
Fundación Compañía Nacional de Danza

Además de las funciones que tuvieron lugar en el Teatro Teresa Carreño, el espectáculo se presentó durante un fin de semana en el Centro Cultural BOD, que está ubicado en La Castellana. De acuerdo con el gerente de programación corporativa del centro, Ezequiel Vásquez, la intención de la institución es abrir puertas a las manifestaciones de danza, como lo hicieron en años anteriores con eventos como el Festival Ciudad en Movimiento, que tuvo cinco ediciones.

 “Comenzamos a pensar otra vez en danza y durante la pandemia hicimos el programa Danza en Fragmentos, que incluyó varios cortos que se grabaron en diversos espacios, propuestas intervenidas por el arte visual. Este año decidimos hacer Agosto en Danza. Yo fui bailarín, vengo de la compañía DanzaHoy, y en esa época el Festival de Jóvenes Coreógrafos fue muy importante. Entonces yo vivía en Maracaibo y vine a Caracas a participar en una de las ediciones, hace unos 25 años. Estamos muy contentos de poder ser parte de esa celebración y convertirnos en sede”, cuenta Vásquez.

La idea, añade, es armar un circuito de presentaciones en el centro cultural que incluya áreas como la Sala de Conciertos, los espacios abiertos y el PH. El fin de semana del 20 de agosto tendrán a la compañía Teresa Danza Contemporánea con Relatos nocturnos, de Félix Oropeza. “El centro cultural ayuda a producir y acompañar a los creadores de la danza, apoyarlos, permitirles tener esas aventuras. Para mí es celebrar la creación”, finaliza.

Festival de Jóvenes Coreógrafos: un tributo a 7 años de su despedida

Un homenaje necesario

u003cpu003eEl crítico de danza, investigador y actual coordinador del Ballet Teresa Carreño, Carlos Paolillo, es el foco del homenaje. Asegura que esta generosa iniciativa permite rememorar y, de alguna manera, realzar el aporte que hizo el festival al desarrollo de la danza en el país a lo largo de sus ediciones: “Creo que lejos de ser un acto nostálgico o evocativo, que también tuvo algo de eso, fue más bien reafirmativo de una plataforma en la que se formaron al menos tres generaciones de coreógrafos de danza. Aparte de los creadores que de allí salieron: bailarines, músicos, diseñadores escénicos, videoartistas, fotógrafos, productores, gestores, vestuaristas, escenógrafos, iluminadores”.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003ennu003c!u002du002d wp:paragraph u002du002du003enu003cpu003ePaolillo recuerda que la decisión de finalizar el festival, hace siete años, respondió a múltiples factores, ligados a cambios políticos y sociales en el país. “Evidentemente coincidió con el inicio del proceso migratorio que afectó a la danza. Muchos bailarines se fueron poco a poco, por distintos motivos. La disciplina comenzó a vivir procesos de detenimiento, primero; de expectativa sobre lo que podía ocurrir, después. Los bailarines comenzaron a dedicarse a otras cosas como modo de supervivencia, otros se fueron al exterior, y eso trajo un debilitamiento y escasez de coreógrafos con los cuales poder seguir el festival. Entonces, los que trabajábamos en el festival vimos que quizás era tiempo de parar. Porque en verdad hubo momentos de gran importancia y lucidez, y era mejor dejarlo allí antes de ver un deterioro y regresión”, dice.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003ennu003c!u002du002d wp:paragraph u002du002du003enu003cpu003eY ante la idea de reactivar el evento, el investigador señala que pueden contar con su aporte: “Se ha planteado ese escenario, en el Teresa Carreño me lo han dicho también. Yo creo que hay posibilidad de generar una plataforma nueva, con nuevos coreógrafos, con el mismo objetivo pero adaptándolo al contexto actual, al país actual. Los tiempos cambian y las situaciones son distintas. El festival ya cumplió su ciclo y es factible que se genere una alternativa para el desarrollo de coreógrafos”.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003e

Cuerpo en movimiento: la danza actual

Festival de Jóvenes Coreógrafos: un tributo a 7 años de su despedida

Al hablar de la situación que atraviesa la Compañía Nacional de Danza, en sus elencos tradicional y contemporáneo, Anaisa Castillo cuenta que retomar el trabajo luego de los dos primeros años de pandemia ha sido difícil, pues las realidades de muchos cambiaron de distintas formas: “Nuestros elencos se redujeron y dos años sin entrenamiento constante es un desastre para un bailarín. No sabíamos cómo comenzaríamos ni qué medidas debíamos tomar. Fuimos poco a poco hasta retomar completamente. Puedo decir que después de siete meses es que comenzamos a vivir con cierta normalidad la realidad de trabajo de una compañía de danza. Eso con relación al elenco contemporáneo, porque el elenco de danza tradicional se ha venido activando para funciones puntuales, ahora es que vamos a retomar con más rigor”.

Asegura que el grupo contemporáneo ha estado más activo recientemente. En abril estrenó la pieza Botánica de Rafael González, con la que participaron en el Festival Internacional de Teatro Progresista, organizado por Fundarte. Y desde hace unas semanas están remontando La consagración de la primavera, de Ígor Stravinsky  con coreografía de Claudia Capriles. Las funciones están previstas para finales de septiembre.

“Al comenzar el año teníamos nueve bailarines, para La consagración hicimos audiciones y de 60 participantes quedaron once para la obra, además tenemos cinco invitados. Entonces hablamos ahorita de un elenco de 25 bailarines. La línea de la compañía, desde que se formó, ha sido de repertorio; su premisa es mantener vivo el repertorio de danza contemporánea de nuestro país”, explica Castillo.

Festival de Jóvenes Coreógrafos: un tributo a 7 años de su despedida
Portada mima

La gestora y coreógrafa considera, además, que actualmente el sector experimenta una movilidad interesante, principalmente en el hecho creativo y la necesidad de hacer. Cree que la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte) es un nicho formativo que se debe mirar de cerca: “Debemos desde la institución bregar por generar espacios de diálogo, de proyección y, por qué no, de movilidad. Creo que hay que inyectar desde las instituciones un poco de sinergia con los creadores que están ávidos de generar contenidos, productos artísticos, espacios de comunicación, confrontación y diálogo. Creo que hay una juventud ávida de espacios, de generar discurso y creo que desde la danza y la institución hay que  abrir esos canales. La gente quiere hacer, quiere ver, quiere…”.

Paolillo coincide en este resurgir, luego de años complejos para el país y el arte: “La cultura está tratando de retomar espacios. Hay bailarines de las nuevas generaciones que se han formado diferente a como era antes. Ahora existen estudios universitarios en danza, que antes no. La danza alcanzó un estatus académico que, si bien no asegura un buen bailarín, de alguna manera ayuda a una formación más completa, integral. Los bailarines ahora son distintos y eso permite pensar que en un futuro bastante próximo podamos, quizás, reactivar el movimiento de la danza. No volver a lo que era, porque los períodos se acaban; es iniciar una nueva etapa, creo que las condiciones están dadas”.

Sobre la narrativa que tiene esta disciplina en la actualidad, el investigador hace diferencia entre las expresiones de los últimos años: la danza de ahora es distinta a la de hace un lustro, incluso a la que tomaba los escenarios mucho antes. “La de los años 2010-2015 venía de una visión muy sólida, de mucho compromiso, de una manera de vivir más que como una profesión o trabajo cualquiera. Era un modo de existir. Y aún en esos años que  fueron tan difíciles, y los que vinieron después, creo que se mantenía ese espíritu. Hoy en día es mucho más pragmática. La juventud en general tiene un sentido más práctico de la vida y de la subsistencia. No es que no haya compromiso, sino que hay una manera distinta de abordar el acercamiento a la danza”.

La danza contemporánea actual, complementa Castillo, tiene múltiples discursos y versatilidad: “Creo que hay mirar con agudeza que está queriendo decir la gente. Creo que carecemos de espacios de trabajo colaborativo y siempre estamos esperando el apoyo de las instituciones, que debe estar, pero creo que existe la necesidad imperiosa de decir, puede ser algo simple o muy complejo, pero tengo la seguridad que hay muchas cosas que decir”.

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