• La Fundación La Poeteca publicó Pequeña lámpara gemela, que recoge dos de los libros más importantes de la autora. Gonzalo Arnao, hijo de Luz Machado, conversó con El Diario sobre el vasto legado que dejó la poeta, diplomática y pionera del feminismo en Venezuela

Luz Machado nació bajo el presagio de un futuro brillante. Esa tarde del 3 de febrero de 1916, un eclipse solar se pudo ver en Ciudad Bolívar, donde la escritora dio su primer respiro justo cuando el Sol comenzaba a aparecer de nuevo. En esos rayos que rompieron la oscuridad encontraron sus padres la inspiración para su nombre, y en los márgenes del río Orinoco, la nostalgia de un perpetuo flujo de agua que se convirtió en su voz poética.

Machado dejó una vasta producción que agrupa poemarios, ensayos, artículos periodísticos y crítica literaria. Fuera del ámbito creativo, también brilló como diplomática, activista política y defensora de los derechos de la mujer. Por ese motivo, preservar su legado no solo es una forma de reivindicar su papel como una de las intelectuales más importantes de Venezuela en el siglo XX, sino también un deber con la poesía.

Como parte de ese trabajo de exaltación de su memoria, la Fundación La Poeteca presentó a principios de febrero el libro Pequeña lámpara gemela, como parte de su colección Memorial. Este compila los poemarios de Machado La espiga amarga (1950) y La casa por dentro (1965), considerados por expertos como los más representativos de su obra. Su nombre viene del poema Ruego a la poesía, que plasma en un verso: “Oh, mi pequeña lámpara gemela, poesía, /ante quien solamente me arrodillo, /pecadora”.

El libro está disponible en Caracas, en las librerías Insomnia, Sopa de Letras, El Buscón y Kalathos. También se puede adquirir en formato digital por la plataforma de Amazon, o descargar gratuitamente en la página web de La Poeteca.

Homenaje

El concepto de Pequeña lámpara gemela se ha venido gestando desde hace varios años. El arquitecto Gonzalo Arnao, hijo de Luz Machado, explicó en entrevista con El Diario que en el año 2019 inició un ciclo de conferencias organizadas por el poeta e historiador Rafael Arráiz Lucca. También destacó un homenaje realizado durante el acto inaugural del XIV Encuentro Internacional de Escritoras (EIDE), celebrado en Caracas en noviembre de 2021.

“Forma parte de una promoción creciente que ha venido tomando cuerpo, y que forma parte de un movimiento muy importante que agradecemos desde la familia”, indicó.

Todo ese trabajo para rescatar la obra de Machado para las nuevas generaciones se concretó con la asociación de sus herederos con La Poeteca. Para este libro, se tomó la edición original de La espiga amarga publicada en 1950 por la editorial Ávila Gráfica, así como la de La casa por dentro de 1965, del sello Editorial Sucre. Ambos fueron cotejados con una antología publicada en 1980 por Monteávila Editores, en la que la autora introdujo varias correcciones y adiciones que fueron tomadas en cuenta para este libro. De igual modo, se realizó un trabajo de actualización de algunas formas gramaticales, principalmente del uso de signos y acentos propios de su época.

Poemarios gemelos 

El eterno resplandor de Luz Machado
Foto: Cortesía La Poeteca

Machado comenzó a escribir a los 15 años de edad, cuando se casó con el político y escritor Coromoto Arnao Hernández. A los 25 años publicó su primer poemario, Ronda (1941), con el cual se sumó a una ola de escritoras como María Calcaño, Olga Luzardo o Enriqueta Arvelo Larriva, quienes irrumpieron en una escena dominada totalmente por los hombres. 

Arnao Machado destaca que de toda su producción literaria, los favoritos de la autora eran precisamente los dos recogidos para Pequeña lámpara gemela, así como Vaso de resplandor (1946) y Canto al Orinoco (1953). Este último tuvo una segunda edición en 1964 y una versión en francés titulada Chant a L’Orinoque (1955). No obstante, estos no fueron incluidos pese a su valor sentimental.

El libro cuenta con fragmentos de críticas literarias hechas por Yolanda Pantin, Ana Teresa Torres, Arturo Gutiérrez Plaza y Rafael Arráiz Lucca. Además de textos de Gina Saraceni y Reynaldo Cedeño Serrano escritos especialmente para esta edición y fotos inéditas de Luz Machado de su archivo familiar. 

Precisamente en esa parte, Arráiz Lucca explica por qué los libros seleccionados son considerados como los que sintetizan mejor su obra. Señala que la obra de Machado comienza y termina con la escritura de sonetos, inspirada fuertemente por sor Juana Inés de la Cruz. En su primera etapa, encuentra en La espiga amarga la madurez de su estilo, aunque un tanto anacrónico. Sin embargo, es luego de su divorcio en 1961 cuando parece romper el molde con La casa por dentro. Con influencias de Pablo Neruda, cambia a un estilo más vanguardista y osado.

Es un libro de lenguaje directo, pero no por ello de elaboración simple. Todo lo contrario; en él, la voz de Machado se singulariza de tal manera que no logra retomar ese centro genuino en intentos posteriores, donde más bien retoma la veta clásica del soneto, junto a otros discursos distantes de esta joya de la exactitud entre metafísica y doméstica”, comenta el intelectual.

La casa

“Y me dije: por habitarla y por vivirla he de salvarla”, anuncia la propia Machado en las primeras líneas del prólogo original de La casa por dentro. Torres y Pantin observan que desde su primer poemario se aprecia en la autora una recurrencia por los temas domésticos. El hogar como una suerte de prisión donde explora la condición de sacrificio inherente a su papel de madre y esposa. 

“En todo caso, Luz Machado tiene en La casa por dentro una lúcida conciencia del apartado lugar de la mujer frente al sujeto heroico masculino, del sometimiento a la ley, primero del padre, y luego del esposo; ley de la que puede escapar sólo en el sueño o en el poema”, agregan.

Arráiz Lucca destaca también el valor especial que tiene por darle vida a los objetos cotidianos como centro de su creación poética, algo poco visto en ese tiempo. Así, cosas como una engrapadora, agujas o la antena de la televisión se convierten en poderosas imágenes que engloban las inquietudes de una mujer venezolana por mantener el control sobre ese microcosmos que la rodea.

“Con este libro, sin la menor duda su máximo aporte, Machado logra la alquimia de lo casero en celestial, de lo vegetal en paradisíaco, de lo instrumental culinario en arma secreta, de las prendas femeninas en segunda piel. Maravilloso caso de transmutación de lo simple en extraordinario, de lo accidental en centro”, indica.

El eterno resplandor de Luz Machado
Foto: Cortesía

Dentro de la casa

Al respecto, Arnao Machado afirma que si bien la crítica ve en la poesía de su madre un aura de sufrimiento, padecimiento y limitación, estos no se correspondían con su personalidad en el día a día. “Ella era una persona optimista, con alegría de vivir. Muy objetiva con los pies en la tierra, pero capaz de soñar porque era su vocación desde niña”, dice.

En cada lectura, el arquitecto nota que la poesía de Luz Machado está impregnada de una fuerza afectiva capaz de evocar todo tipo de emociones. “Ella tiene una manera dramática de expresar los sentimientos con sus imágenes. No son superficiales, agradables ni ligeras, sino que ella le da un énfasis emotivo”, añade. 

Acota que su madre era capaz de encontrar inspiración en todos lados, y principalmente en las artes plásticas. Lejos de adherirse al feísmo imperante en aquella época, asegura que ella prefería apreciar la belleza, sobre todo en la escultura. Aun así, al momento de escribir, lo hacía con un estilo directo, sin adornos. “Se cuidaba mucho de lo cursi en su apreciación de la belleza”, comenta.

Por eso en sus obras, además de la melancolía de un alma atrapada en su rol de ama de casa, los poemas de La casa por dentro asoman un sentimiento que alterna entre una rebelión pasiva contra ese estatus asignado por una sociedad patriarcal, y una resignificación del espacio que la empodera como dueña de su propio mundo. Incluso se permiten asomos de erotismo, deseo y añoranza. Todo que evidenciado en versos como el del poema que le da nombre al libro:

“La casa necesita mis dos manos./ Yo debo sostener su cal como mis huesos, /su sal como mis gozos, /su fábula en la noche /y el sol ardiendo en mitad de su cuerpo”.

Ícono feminista

Tras la muerte del dictador Juan Vicente Gómez en 1935, la lenta transición hacia un sistema más democrático cautivó a Luz Machado, quien comenzó a interesarse en la política. Su matrimonio con Coromoto Arnao le permitió vivir por un tiempo en Chile como agregada cultural, además de trabajar en el Congreso. Fue miembro de la Sociedad Bolivariana y dirigente estudiantil en la Universidad Central de Venezuela (UCV), aunque no pudo concluir sus estudios de Derecho y Filosofía. Arnao Machado recuerda dos episodios claves en la vida de la escritora, y que muestran la naturaleza de su activismo.

El primero ocurrió en febrero de 1944. El general Isaías Medina Angarita regresaba al país luego de su gira por Estados Unidos, siendo el primer mandatario venezolano en ser invitado a la Casa Blanca, por el entonces presidente Franklin D. Roosevelt. En su acto de bienvenida en Caracas, Machado, de 28 años de edad, leyó un discurso en el que públicamente exigió al gobierno permitir el derecho al voto a las mujeres. 

Machado apoyaba al gobierno de Medina Angarita, el cual ya había adelantado gestiones por el esfuerzos de muchas otras activistas feministas como Carmen Clemente Travieso, Argelia Laya, Cecilia Núñez Sucre y Eumelia Hernández. Así, organizaciones como la Agrupación Cultural Femenina, el Comité Pro Sufragio Femenino y la Asociación Venezolana de Mujeres lucharon para que el Congreso aprobara el 5 de mayo de 1945 un estatuto que reformaba el artículo 14 de la Constitución y permitía el voto femenino para elecciones de concejos municipales.

Sin embargo, el gobierno de Medina Angarita no alcanzó a aplicar su propio avance. Irónicamente la primera elección con sufragio femenino ocurrió el 27 de octubre de 1946, para elegir a los miembros de la Asamblea Constituyente tras el derrocamiento del general y la instauración de una Junta Revolucionaria de Gobierno. 

En esa nueva Constitución, aprobada en 1947, se estableció por primera vez en Venezuela el voto universal, directo y secreto para ambos sexos. Y se concretó en las elecciones presidenciales de ese año, en las que resultó electo el escritor Rómulo Gallegos. Fue un largo camino construido colectivamente, y en el que Machado hizo un valioso aporte.

El eterno resplandor de Luz Machado
Discurso de Luz Machado ante el presidente Medina Angarita en 1944. Foto: Cortesía

Solidaridad

El segundo episodio que cuenta Arnao tiene que ver con la creación del Estado de Israel en 1948. Venezuela fue uno de los 13 países latinoamericanos que aprobó en 1947 la resolución de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para fundar un país judío en el antiguo mandato británico de Palestina. 

A pesar de no tener ascendencia hebrea, Machado apoyó esta causa y el 12 de agosto de 1946 participó en la fundación del Comité Venezolano Pro Palestina. Esta agrupación contó no solo con miembros de la comunidad judía venezolana, sino también intelectuales como Andrés Eloy Blanco, Miguel Otero Silva o Mario Briceño Iragorry. Allí la poeta fungió como vocera, además de ser una de las firmantes de una carta dirigida al embajador de Venezuela ante la ONU, en la que se le solicitaba respaldar la resolución.

Arnao explica que su madre siempre había estado al tanto de la situación histórica del pueblo judío, además de solidarizarse con aquellas familias que en esa década llegaron de Europa escapando de la persecución nazi y la Segunda Guerrra Mundial. También fue cercana a varios escritores y figuras prominentes de Caracas de esta cultura.

“Fue una amistad que se prolongó por toda su vida. Ya en los años ochenta, Paulina Gamus Gallegos le hizo un homenaje en la sinagoga sefardita de Los Caobos. También era suscriptora de la prensa hebrea de Caracas”, añade.

Figura discreta

Luz Machado siempre fue una figura alejada del ojo público, a pesar de sus importantes contribuciones al campo intelectual venezolano. Por ejemplo, fue fundadora de la Asociación Venezolana de Escritores y del Círculo de Escritores de Venezuela. También cofundó la revista Contrapunto junto a Héctor Mujica, Alí Lameda, Pedro Díaz Seijas, entre otros. En 1946 ganó el Premio Municipal de Poesía por Vaso de resplandor, y el Premio Nacional de Poesía de 1955.

Fue reconocida por su trayectoria literaria en 1987 con el Premio Nacional de Literatura y con la Medalla de Plata de la Asociación de Escritores Venezolanos. Igualmente, obtuvo importantes distinciones como la Orden Francisco de Miranda (1993), la Orden Congreso de Angostura (1996) y un doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Experimental de Guayana ese mismo año.

Aun así, su nombre no suele figurar en el puesto que pareciera corresponder dentro de la historia contemporánea. Arnao Machado reconoce que su madre mantuvo siempre un bajo perfil dentro de un medio cultural que ya de por sí era bastante discreto si se compara con el de otros países como México o Argentina. Por ese motivo, su obra fue adquiriendo un matiz de nicho, siendo apreciada principalmente por las personas más allegadas a su círculo personal, como el escritor Juan Liscano.

“Ella era una persona tímida, que la generalidad del medio no lo apreciaba de esa manera, sino que la veían como alguien distante. Ella nunca buscó figuración”, asevera.

Madre y escritora

El eterno resplandor de Luz Machado
Foto: Cortesía

Arnao Machado recuerda a su madre como una mujer introvertida, pero sumamente disciplinada y organizada con respecto a su trabajo y las labores del hogar. Aunque admite que no intentó transmitir a sus hijos su sensibilidad artística, sí permeó en ellos todos sus valores a través de su ejemplo.”Era muy dedicada a su casa y respetuosa de las tradiciones y de representar su papel y su posición en la familia, pero con la sensibilidad suficiente para captar el mundo que la estimulaba”, recuerda.

Afirma que la escritora era amante de las artes plásticas y de la música, además de una hábil pianista. “En la casa se oía mucho música académica, toda la vida fue así. De niña aprendió a tocar el piano e incluso con su mayor edad, ya con dificultad para mover sus deditos, tocaba El diablo suelto, un baile provinciano que requiere mucha velocidad”, comenta.

También afirma que Machado solía quedarse mucho tiempo en casa, siendo capaz de dedicar horas a la contemplación de objetos pequeños y rutinarios, en los que encontraba la misma belleza que al ver una obra de arte. Agrega que en gran parte eso impulsó la escritura de La casa por dentro. “Como no podía salir y conocer, la casa también era motivo de inspiración”, dice.

El arquitecto destaca además el papel de su padre, quien siempre apoyó a Machado en su producción creativa, incluso después de su divorcio. Acota que al dedicarse principalmente a su labor política contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, gran parte de la obra literaria de Coromoto Arnao permanece inédita, siendo conocidos apenas sus textos periodísticos.

Ocaso

Luz Machado falleció en su residencia en Caracas, el 11 de agosto de 1999. Arnao, quien la acompañó en sus últimos momentos, afirma que la intelectual dio su último respiro al final de la tarde, justo cuando el sol comenzaba a ponerse llenando el cielo de esos tonos melancólicamente cálidos que preceden a la noche.

Su última obra fue Libro del abuelazgo, publicado en 1997. Luego de su muerte, no hubo nuevos intentos de compilar sus libros hasta Pequeña lámpara gemela. Y si bien sus poemarios aún se encuentran en bibliotecas, mucho de su trabajo de prosa y ensayo sigue inédito, al igual que un segundo tomo de su libro Soneterío, que quedó sin publicar.

Igualmente sus artículos periodísticos tampoco han sido recogidos en un libro pese a que escribió en diarios como El Universal, El Nacional, El Mundo o La Razón, y en revistas como Élite, Shell y la Revista Nacional de Cultura. “Toda la hemeroteca está prácticamente intacta, archivada con el mayor cuidado”, dice.

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