- La última década estuvo marcada por el cierre de muchas librerías icónicas debido a la crisis económica. Ahora, tras la pandemia de covid-19, El Diario hace un repaso por un grupo de negocios que se mantiene en pie, como pilares de la actividad cultural caraqueña
Hubo un tiempo en que Caracas era una meca para los escritores. Figuras como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes o Julio Cortázar visitaron el Gran Café de Sabana Grande, donde también se reunían grupos literarios como la República del Este y el Techo de la ballena. Aunque gran parte de aquellas tertulias se realizaban en los bares y cafeterías del bulevar, muchas comenzaban en la librería Suma.
Intelectuales de toda Latinoamérica veían en Suma un templo de peregrinaje durante sus viajes a Venezuela. Allí podían comprar libros que no se encontraban en sus respectivos países. Eran tiempos de bonanza para la industria editorial venezolana, y también para las librerías como espacios culturales y de encuentro para cualquier amante de la lectura.

Pero, tras más de seis décadas de actividad, Suma cerró en 2018. Esto luego de varios años de dificultades económicas. Antes de eso, librerías importantes como Lugar Común, Lectura o Templo Interno también bajaron su santamaría, como parte de una fuerte crisis que azotó a todo este mercado. En los años siguientes, otras como Estudios y Entrelibros también sucumbieron como consecuencia de la pandemia de covid-19.
De acuerdo con la Cámara Venezolana del Libro (Cavelibro), desde 2013 el sector se redujo más de un 80 %. De 110 negocios afiliados que tenía el gremio hace 10 años, en la actualidad apenas sobreviven 20. La mayoría se concentra en el este de Caracas, mientras en las regiones muchas ciudades quedaron prácticamente sin librerías.

Pero aquellas que aún se mantienen abiertas, lo hacen como un auténtico acto de resistencia. En una Caracas donde emergen restaurantes y tiendas de tecnología, las librerías son un espacio valorado por un nicho ciudadano que las apoya y protege, aún a la sombra de una posible nueva recesión.
Un laberinto de libros

Una ristra de ajos y tres manzanas cuelgan de la entrada de la La Gran Pulpería del Libro Venezolano, en la avenida 3 de Las Delicias, en Sabana Grande. Pasa desapercibida en medio del tránsito de vehículos que suben de Chacaíto a la avenida Solano, aunque su estrecho pasillo esconde una verdadera madriguera de conejo.
Al descender por aquel pasaje lleno de libros antiguos (algunos incluso del siglo XIX), botellas vacías y demás artilugios que recuerdan al bar El Torero de Catia, el lugar se expande en un sótano con un laberinto de estanterías en las que se aglomeran ejemplares sobre cualquier temática: novelas, historia, arte, derecho o sociología. Muchos están en otros idiomas, y más de una primera edición se aloja entre sus pilas de páginas amarillentas.

Rómulo Castellanos es el encargado de aquel espacio sacado de una novela de realismo mágico. En entrevista a El Diario, indicó que La Gran Pulpería abrió hace 42 años, aunque originalmente se encontraba en el Pasaje Zingg, en el centro. En el año 2000 se mudaron a su sede actual, de 832 metros cuadrados que ya se quedaron pequeños para los 2 millones de ejemplares que alberga.
Precisamente allí afirmó que radica la clave de la supervivencia de la librería, pues no importan ni dependen de distribuidores. “Siempre hemos trabajado con el libro de ocasión, el libro de segunda mano y nos seguimos manteniendo con ese secreto”, comentó.

El librero señala que, si bien su negocio logró sortear con éxito la crisis económica, durante la pandemia vivió momentos difíciles que los llevaron a adaptarse. “La pandemia lógicamente golpeó muchísimo a todas las empresas y emprendimientos, más la del libro y nosotros que no teníamos una base de datos. Tenía que acudir a la librería para poder llevar los libros en bicicleta a los clientes y poder pagar el alquiler”, recordó.
Hoy en día, La Gran Pulpería se ha actualizado con una cuenta de Instagram para mantener sus ventas en línea. Castellanos resalta también que el perfil de sus clientes siempre fue de investigadores, historiadores o coleccionistas de libros antiguos, pero en los últimos años acuden cada vez más jóvenes, algunos que aún no pasan los 20 años de edad. En parte atraídos por su atmósfera retro, y por las actividades literarias que organiza cada sábado en sus espacios.
El último bastión

Castellanos reconoce que los últimos años han sido difíciles tanto para la industria editorial como para los libreros. Como miembro de Cavelibro, sabe que las ventas se han reducido dramáticamente en los últimos años. Incluso, tras hacer un repaso mental de las pocas librerías que aún quedan en pie, asegura que probablemente La Gran Pulpería es la última de su tipo que queda en el municipio Libertador.
Esto sin mencionar otros nichos como los libreros del puente de la avenida Fuerzas Armadas, quienes también comercian con libros de segunda mano, aunque últimamente enfocados más en la venta de textos escolares. O los libreros de la Universidad Central de Venezuela (UCV), cuyos puestos se ven cada vez más reducidos al caminar por su pasillo.
El padre de Rómulo, Rafael Ramón Castellanos, fue, entre otros oficios, un reconocido librero, historiador y escritor que no solo fundó La Gran Pulpería en 1981, sino también Primicias Literarias (1955) e Historia (1962). Esta última, cerca de la plaza Bolívar, entre las esquinas Gradillas y Sociedad, era reconocible por una gran figura de cartón de Gabriel García Márquez que daba la bienvenida a los clientes en su puerta.

Era administrada por Luis y Jonás Castellanos, tíos de Rómulo. Durante años fue un referente para académicos e investigadores por su vasto inventario de libros de historia, política y geografía. Un espacio frecuentado por intelectuales como el expresidente Ramón J. Velásquez. Sin embargo, debido a la avanzada edad de sus dueños, y sin una generación de relevo entre sus hijos, Historia cerró a principios de 2023.
Gran parte de sus libros, e incluso la imagen tamaño real de García Márquez, terminaron en la Gran Pulpería, resguardados por Rómulo, como último bastión del legado familiar, y las pulperías caraqueñas.

Muerte y nacimiento

En el Centro Plaza, en Los Palos Grandes, alguna vez hubo un importante núcleo literario. Allí quedaba Templo Interior, pero cerró en 2016. También Noctua, cuyo fantasma persiste frente a las minitiendas, exhibiendo todavía libros en su vitrina. A veces esto da esperanzas de no ser un cierre definitivo, pero la librería no ha abierto desde 2018, cuando una inundación afectó el local. Solo sigue abierto en ese centro comercial la Librería Americana, aunque los libros deben compartir espacio con juguetes y artículos de papelería.
A unas cuadras de allí, frente a la plaza Francia de Altamira, una franquicia de farmacias se encuentra en el local donde, hasta 2018, estuvo la librería Lugar Común. Una marca que llegó a tener sucursales en Las Mercedes, Plaza Venezuela y en Mérida, todas también cerradas hoy.
Pero no todo son cierres. En esa misma cuadra, en la torre Mene Grande II, se encuentra La Poeteca, primera biblioteca de Venezuela especializada en poesía. Dentro de su sede, como una iniciativa independiente, abrió en diciembre de 2021 la librería Insomnia. Es administrada por Jesús Santana, librero de larga trayectoria que trabajó en la extinta librería Estudios de La Castellana.

Siendo quizás el caso de un nacimiento entre una ola de funerales, Insomnia es actualmente una de las pocas librerías de Caracas que importa libros desde España. Esto le permite mantener un catálogo actualizado con novedades de editoriales como Acantilado, Alfaguara, Pre Textos, Random House, Anagrama, Seix Barral, Visor y Planeta. Algo inusual en el país, sobre todo tras la salida, hace varios años, de las grandes casas editoriales como Penguin Random House. También cuenta con una modalidad para traer libros por encargo.
Populares

A pesar de la pérdida de algunos sitios icónicos, las librerías han resistido mejor el paso de las crisis en el este de Caracas. Sopa de Letras, referente de la literatura infantil y juvenil, aún se mantiene en la Hacienda La Trinidad, en el municipio Baruta. También la librería Kalathos, en el Centro de Arte Los Galpones, entre la avenida Ávila y la 8va Transversal de la urbanización Los Chorros, municipio Sucre.
Precisamente por su ubicación, entre todas las galerías que integran el complejo de Los Galpones, Kalathos sigue siendo un lugar bastante visitado, y en donde se realizan con frecuencia conversatorios y presentaciones de libros, a veces cobijados en el jardín de su cafetería interior. De su vitrina no cuelgan manzanas, pero sí mariposas de papel que adornan las pocas novedades editoriales que llegan allí.

Junto a El Buscón, es de las pocas librerías a donde llegan los libros que imprimen las editoriales que aún quedan en el país, como Eclepsidra, Oscar Toddman Editores, Dahbar, Ekaré o Ediciones Curiara, entre otras. También obras de autores venezolanos, impresas en el extranjero, y traídas en tirajes de apenas 20 a 50 unidades.
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Esta estrategia también ha sido clave para El Buscón. Ubicado en el corazón del Trasnocho Cultural, en el centro comercial Paseo Las Mercedes, es uno de los espacios más cotizados de la ciudad para hacer todo tipo de eventos literarios: desde bautizados de libros, presentaciones y charlas con escritores. También cuenta con un catálogo donde destacan obras de la editorial Alfa, así como libros de arte, cine y fotografía.

“Ser librero es uno de los oficios más nobles que existen en el mundo. Es también un compromiso, una responsabilidad, porque de alguna forma unimos espíritus del presente y del pasado. Pero sobre todo ser compañía, que finalmente como un médico de cabecera se convierte en un médico para sus lectores”, indicó Katyna Henríquez, gerente general de la librería, en una entrevista previa a El Diario en 2020.
Aunque sus actividades se vieron interrumpidas durante la pandemia, donde debieron implementar una modalidad de entregas por delivery, actualmente se han recuperado tratando de organizar eventos cada miércoles, mientras clientes pasean por sus mesas repletas de libros antes de entrar a alguna función de cine o teatro.

Como el fénix

En algunos casos, librerías que se creían muertas pueden resucitar. Así ocurrió con Libroria, una de las primeras grandes librerías que cayó ante la crisis económica en 2012, cuando cerró su sede en la calle París de Las Mercedes. Desde entonces se había mantenido virtualmente, aunque a mediados de 2023 su fundador, Ignacio Alvarado, abrió el Museo del Libro Venezolano, el cual le ha dado un segundo aire a Libroria en su sede, en la quinta Anduriña de la urbanización San Román.
Otro caso es el de la librería Alejandría. Con 25 años de trayectoria, por un tiempo llevó la marca de la franquicia Lugar Común hasta 2018, cuando retomó su nombre en sus dos sedes ubicadas en la torre Polar de Plaza Venezuela, y en el Paseo Las Mercedes. Sin embargo, durante la pandemia la primera cerró, y en marzo de 2023, luego de meses de liquidaciones de mercancía, la sede de Las Mercedes se despidió con un mensaje en su cuenta de X (antes Twitter).

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Pero el luto duró poco. Unos meses después, el 15 de agosto, Alejandría anunció su regreso, ahora ubicada en un moderno local del centro comercial Líder. Xariell Sarabia, director de la librería, señaló en entrevista a El Diario que esta nueva locación ha traído un nuevo público, sobre todo de jóvenes que pasean por el mall, además de sus viejos clientes.
Apuntó a que la crisis del sector editorial y la falta de distribuidores aún impide actualizar la oferta de libros, pero trabajan para renovar su catálogo a partir de diciembre. No solamente con títulos de las editoriales nacionales, sino también con algunas importaciones.

“Creo que hay libros para rato. Estamos pensando también en el futuro, el presente quizás no es el mejor, pero creo que eso sucede con otros rubros. Esto puede ser un renacimiento, y seguramente habrá cambios, otro tipo de libros porque son otras circunstancias, pero seguiremos con la misma calidad de siempre”, destacó.
La nueva Alejandría queda en el nivel Entretenimiento, donde también está la nueva sede de la galería Odalys, así como un café del mismo grupo. Sarabia destacó que con la reciente creación de una sala de cine de autor y la próxima inauguración de un teatro, esperan que ese piso se convierta en un eje cultural importante para la ciudad, donde las actividades de cada local se complementen, quizás de una forma similar a otros espacios como Los Galpones y Trasnocho Cultural.
Cadenas

A principios del siglo XXI, Caracas contaba con varias franquicias de librerías que prosperaron en cada centro comercial o avenida. Si bien proyectos como Lugar Común apuntaban a un público más selecto, otras más comerciales se encargaban de vender best sellers y géneros más populares, además de revistas de todo tipo. No obstante, la crisis económica también los afectó notablemente.
En 2022, Cavelibro registró el cierre de las 32 sucursales que quedaban de las librerías Nacho, así como 10 de Las Novedades, que ya había cesado sus operaciones en otras 70 tiendas en años anteriores. Franquicias más pequeñas como VDL Books, también conocida como Muchos libros, desaparecieron por completo del mercado. Incluso la Fundación Librerías del Sur, propiedad del régimen de Nicolás Maduro, ha cerrado en los últimos años muchas de sus tiendas.
Actualmente persiste la cadena Tecni Ciencia Libros, la cual pasó de 18 sedes a apenas 7 en Caracas y Valencia. Sin embargo, precisamente sucursales como las ubicadas en centro comerciales como el Sambil Chacao, San Ignacio, Ciudad Tamanaco (CCCT) y Lido aún conservan su esencia de antaño. Mismo caso con la cadena El Mundo del Libro, que conserva sus sedes en Sabana Grande y en el Paseo Los Ilustres.
Resistiendo

“La gente a veces viene buscando resmas de hojas y yo las mando a las papelerías”, contó Castellanos. Por eso en la entrada de la Gran Pulpería del Libro Venezolano hay un cartel con letras grandes que dice “No se sacan copias”.
Con el paso del tiempo, sin saber en qué momento ocurrió realmente, muchas librerías comenzaron a mutar en su concepto, convirtiéndose parcialmente en papelerías. Desde morrales y útiles escolares, hasta juguetes y bisutería, los libros cada vez ocupan menos espacio en estos locales, a veces solo con títulos que normalmente se piden en la escuela para clases de Castellano, libros de meditación y autoayuda o novelas juveniles.

Sin embargo, Castellano defiende la esencia original de su negocio. “¿Qué es una librería? Es donde se venden libros. En esto sí somos una resistencia”, resaltó. Aunque no juzga este modelo híbrido o el destino que tomaron algunas librerías para sobrevivir, Sarabia coincide en defender la integridad de los pocos espacios que aún se dedican exclusivamente a vender literatura en el país.

A pesar de esto, Sarabia no cree que el panorama para su gremio tienda a mejorar con el tiempo. Sobre todo mientras no mejore la situación de las editoriales y distribuidores, además de las bajas ventas, en parte por la pérdida de poder adquisitivo de los venezolanos. “Uno comienza a levantar cabeza, pero cae después el problema en los bolsillos”, admitió.
Aun así, el renacimiento de Alejandría y la apertura de Insomnia, aunque no son indicativos de un repunte de las librerías como en los años dorados de Suma e Historia, sí demuestran que el sector se niega a perecer. Y que el espíritu de la ciudad seguirá vivo mientras aún haya librerías abiertas.