• La artista venezolana encontró en la música una manera de conectar con sus vecinos durante estos días de cuarentena. Interpreta desde la ventana canciones de músicos que admira, un gesto que es agradecido por quienes se asoman a verla

Linda Briceño viven en una de las ciudades más afectadas por la pandemia de Covid-19.  “Tú sabes, en Nueva York”, contesta cuando se le pregunta cómo transcurren sus días en esa metrópolis, que ahora es noticia por la soledad y los estragos de la enfermedad. 

Las primeras semanas de cuarentena fueron muy difíciles, pero recientemente se han convertido en una bendición para ella. No solo ha tenido la oportunidad de terminar asuntos pendientes, esos que se suelen postergar cuando la rutina apunta a otros vaivenes, sino también de conectar mucho más con vecinos.

A principios de abril, en las redes empezaron a comentar y difundir las publicaciones en Instagram de la artista. Videos en los que la trompetista interpretaba canciones desde la ventana del apartamento en Harlem en el que pasa el aislamiento. “Me estoy quedando temporalmente en casa de mi mánager. Vivo en una residencia en Columbia, pero evidentemente nadie quiera pasar una cuarentena solo. Tengo mucho tiempo viniendo para acá, y había caras familiares, pero no había conectado con ninguna”.

Linda Briceño estaba muy afectada porque en el caso de los músicos, no pocos sintieron que el mundo se venía abajo por la falta de conciertos. Su agenda, por ejemplo, estaba ocupada con presentaciones en lugares como el Lincoln Center, donde tenía previsto tocar el 16 de abril. Entre sus planes también estaba organizar una gira por Europa.  

“Me encontraba muy deprimida. Un día que estaba abatida, mi mánager me despertó. Me dijo que las personas iban a empezar a aplaudir a las 7:00 pm para agradecer a los doctores. Recordamos a dos de nuestras mejores amigas que están ahí luchando por nosotros. Salimos y aplaudimos, pero la gente estaba tímida. Pensé que mejor era sacar la trompeta. Lo hice, pero al principio todo el mundo se asustó, porque acá cuando tocan el himno nacional, se asustan”. Pero al rato, hubo aliento y agradecimiento. 

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Al segundo día interpretó temas de Louis Armstrong, Mahalia Jackson, jazz tradicional y así comenzó una tradición en el que los aproximadamente 10 edificios que hay alrededor se han convertido en un teatro que la trompetista ha improvisado en el vecindario.

“Ha sido una bendición. Los vecinos son súper solidarios y responsables. Se les ve otro semblante. Qué bonito que sea gracias a la música. Es un momento de tensión para cualquier artista, pero estoy convencida de que las cosas suceden por algo. Después de que se retome la rutina, todo será más especial porque la gente estará más sedienta. Espero ver a todos mis vecinos, a quienes les he agarrado tanto cariño”. El registro de ese gesto, de ese abrazo en notas, llegó a medios como CNN en Español y Univisión. 

Al momento de elegir, la cantante se desquita por las veces que no ha podido interpretar sus favoritos en las fiestas de sus amistades, que suelen escuchar reguetón, según cuenta. Además, como la cuarentena la está pasando en Harlem, zona de jazz, góspel, y en la que además se ubica el mítico teatro Apollo, hay química inmediata con unas calles en las que se siente libre. A esos apartamentos, les lleva también a Earth, Wind & Fire, Whitney Houston, The Police, Queen. Pero también hay cabida a peticiones, como un repertorio de música infantil que hubo hace unos días. “Trajimos el mundo de Disney y fue un momento realmente mágico”.

¿Pero qué ocurre después de cada presentación? Pues cuando va al supermercado, hay gente se quiere tomar fotos con ella, le han pedido “Bésame mucho” y un vecino se ofreció para enviarle una caja de vino. 

Más bien yo soy la que estoy agradecida con ellos por revivirme. Me sacaron de la depresión en la que estaba sumergida”.
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Por eso, afirma, cada día que sale trata de hacerlo mejor. “Nunca había estado en una situación tan incómoda, en un clima, por ejemplo, que poco favorece al instrumento que toco. Incluso, jamás en mi vida me había presentado en pijama. Me estoy poniendo a prueba y es fascinante la oportunidad”, relata por teléfono cuando afuera, en las calles la temperatura es de 12º centígrados. “Por eso dudo que salga a tocar hoy. Está muy frío y hay que cuidarse del bicho, como dicen en España”, remata. 

Ya adentro, en casa, desempolva escritos de hace cinco años. El 1º de mayo saldrá un sencillo que estaba pendiente, además han surgido otras obras inspiradas en este encierro. 

Otra definición

La experiencia para Linda Briceño también ha redefinido el objetivo y el rol del músico ante su entorno.  “Tengo rato haciendo música para reflejar los tiempos que vivimos. Creo que este es un momento de reflexión para todos los artistas. La industria de la música estaba muy alejada de la realidad y distraída. En estas situaciones nos hemos visto forzados a poner los pies sobre la tierra. Ver que nadie es indispensable y todos, tanto ricos como pobres, estamos es riesgo. Debemos unirnos y ser responsables con el mensaje que comunicamos. Creo que toda mi vida me he preparado para este momento. Espero seguir teniendo la oportunidad de llevar un mensaje de amor. De eso trata la música. Estamos vivos por amor. Los doctores que dan su vida en los hospitales o los trabajadores de los supermercados están haciendo una labor de amor”.

En noviembre de 2018 fue la primera mujer en ganar el Latin Grammy como Productor del Año. No fue tanto un cambio profesional, sino personal. Para ella, ha sido una oportunidad de darle visibilidad a otras mujeres en áreas como la producción y la ingeniería. 

No es que hubo una lluvia ofertas de disqueras. Eso no es cierto. Hay mucho por hacer. Toca abrir mucho camino para las muchachas jóvenes que vienen”.

En estas semanas de pandemia se ha hablado mucho de la nueva realidad que surgirá. Un futuro incierto en demasía, más que antes, cuando todo parecía estar bajo control. “Hay desafíos, pero en una época digital, y con las herramientas que tiene cualquier músico, hay muchas maneras de darle la vuelta y sacar algo positivo. Es muy evidente que no existen suficientes instituciones que ayuden a los músicos en emergencias globales. Tengo la fortuna de vivir en Nueva York, donde hay organizaciones que apoyan a los músicos que crearon grants para estos momentos. En el caso de Venezuela es complicado porque el Ministerio de Cultura está politizado y no hay oportunidad si no estás directamente con el gobierno. O sobrevives o te arrodillas”, asevera. 

También hay quienes se aventuran a decir que la introspección de muchos en el confinamiento conllevará a mejores comportamientos, pero es temerario hablar por tantos. “No puedo decir que vamos a reflexionar porque no tengo manera de argumentarlo. Pero creo que hay que vivir en agradecimiento. Todas las noches me acuesto y doy gracias a Dios porque es un día nuevo. He aprendido a ser más agradecida y solidaria con el vecino. En Nueva York la gente no se toca, no se habla ni se mira a los oídos. Pero una vez salga de esto, va a añorar abrazar y tocar a la gente. Creo que es una enseñanza muy hermosa. Hay que mantener el optimismo. Llorar cuando es necesario, vivir el duelo y salir adelante”. 

Hace una semana Joaquín Sabina declaró en una entrevista que la soledad no era una preocupación para él en estos días. “Yo he llevado muy bien la soledad y puedo estar en casa en un rincón leyendo un libro. La soledad no es el problema, sino la prohibición de besar o abrazar a la gente que amas”, le comentó vía Skype a Jordi Évole el cantautor español, quien también se recupera de la caída que sufrió en febrero. Linda Briceño escucha la cita, y coincide: “Sí, es lo más duro de todo. Para mí el lenguaje del amor es el physical touch. Extraño mucho abrazar a la gente. Hay un libro maravilloso que se llama Los cinco lenguajes del amor, que es cristiano, pero muchas personas que no tienen esa fe lo han leído. Uno de mis lenguajes es abrazar y me gustan que me abracen, que me toquen y hagan cariño. Pero también recuerdo las veces que no quise salir de casa o me dio flojera ver a un amigo. Son muchas cosas que uno reflexiona. Los recuerdos de estos días se quedarán con uno hasta que tengamos los nietos”.

Mientras, ve en cada nota de trompeta una forma de abrazar a ese vecino que sale a su ventana. “Claro que sí. Y para mí, los abrazos son las sonrisas de esas personas. ¿Qué más?”. 

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