• Luis Ángel Parra se encuentra detenido en el Eje de Homicidios del Cicpc en Caracas. Debido a su delicado estado de salud, su familia implora que lo trasladen a un centro médico, un beneficio que le han negado los funcionarios policiales

El infierno se vive dentro de las paredes de los calabozos policiales de Venezuela. Los centros de detención preventiva son lugares de paso, donde los detenidos no deben pasar más de 48 horas, debido a que son sitios en el que esperan el procesamiento judicial.

Sin embargo, las personas pasan años recluidas en estos lugares que hacen las veces de penales, a pesar de no tener las instalaciones adecuadas. Esto genera una numerosa cantidad de problemas que van desde el hacinamiento, retardo procesal e incluso la muerte de reclusos por enfermedades contraídas en los calabozos. 

Luis Ángel Parra, de 28 años de edad, lleva dos años detenido en el Eje de Homicidios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) de El Llanito, en Caracas. Desde hace cinco meses ha vivido el horror que implica enfermarse en un lugar como este. Padece tuberculosis y se contagió de covid-19 debido al hacinamiento, según denuncian sus familiares. Su madre y su padrastro no han podido verlo, solo saben de su estado de salud por comentarios de funcionarios y otras personas. 

“Hay una orden para que lo saquen para El Llanito (Hospital Domingo Luciani) y lo hospitalicen porque tiene coronavirus y tuberculosis. Pero no lo quieren sacar. Él está muy mal, hemos escuchado que otros muchachos (presos) dicen que está tirado en el piso muy mal”, explica para El Diario Juan Jiménez*, padrastro del hombre privado de libertad. 

Cada vez que los familiares les piden a los funcionarios que lo trasladen a un centro de salud, no reciben una respuesta concreta. La situación para su familia es cada vez más complicada puesto que Parra requiere tratamiento para su enfermedad, por lo que su mamá y su padrastro trabajan diariamente para conseguir los medicamentos y enviarlos al Cicpc. Jiménez afirma que al menos 7 personas han muerto enfermas en esos calabozos.

El clamor de la familia de un preso venezolano con tuberculosis y covid-19

“A veces dejamos de comer para comprarle sus medicinas todas las semanas”, comenta. Jiménez señala que como no han podido verlo no saben con certeza si le están suministrando los medicamentos que necesita. En ocasiones, en medio de la desesperación, su madre le grita desde la entrada del recinto policial y logra escuchar que su hijo le responde.

Todos los días la madre de Parra se traslada a las instalaciones policiales donde está recluido su hijo con la esperanza de que le permitan verlo para saber cómo se encuentra de salud. Pero el dolor, aunado al agotamiento, le roba las fuerzas a esta mujer, quien recientemente perdió una hija debido a la delincuencia. 

El ímpetu y firmeza con la que habla Jiménez se aminora y se le entrecortan las palabras cuando habla de su esposa. 

Esto es muy duro. Ella lo que hace es llorar todo el día e incluso me ha dicho que si llega a perder a su hijo va a buscar matarse. ‘¡No vale!, ¿Cómo vas a hacer eso, le digo. Esto es muy doloroso”, dice mientras las lágrimas corren por su rostro.

Situación complicada

Luis Ángel Parra padece de amnesia, por lo que olvida momentos de su día a día, así lo informó la ONG Ventana a la Libertad, que le ha hecho seguimiento de su caso y ha advertido sobre su delicado estado de salud. Su padrastro afirma que ha recibido tratamiento psiquiátrico debido a su condición mental.

Los tribunales lo sentenciaron a 10 años de prisión por homicidio. De ese tiempo, durante dos años ha estado detenido en los calabozos del Cicpc y no se ha procesado su traslado a un penal.

“Lo que él hizo uno lo reconoce y está bien que pague las consecuencias, pero tampoco es para que esté ahí muriéndose. Tiene derecho como ser humano a ser llevado a un hospital. No lo han querido sacar, no sé por qué”, comenta su padrastro. 

Hacinamiento y tuberculosis en las cárceles 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que la tuberculosis en las cárceles pueden representar hasta el 25% de la carga de morbilidad de un país. Señala que “la transmisión de la tuberculosis se ve favorecida por el diagnóstico tardío, el tratamiento inapropiado, el hacinamiento, la ventilación deficiente y los repetidos traslados”.

En las cárceles venezolanas la tuberculosis se ha convertido en un problema generalizado. El poco espacio, desnutrición, enfermedades preexistentes y falta de atención médica son parte de los factores que han ocasionado que esta enfermedad acabe con la vida de un gran número de privados de libertad en el país. 

Cifras El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) contabilizó la muerte de 42 reclusos en seis estados del país por tuberculosis durante los años 2019 y 2020.

Desde el año 1999 murieron 7.270 privados de libertad en las cárceles venezolanas, según cifras del OVP. Durante el primer semestre del año 2020 murieron 104 reclusos, de los cuales 66 fallecieron por desnutrición y tuberculosis. 

La tuberculosis, desnutrición y hacinamiento son algunas de las dificultades que viven los privados de libertad en Venezuela y que se han intensificado con la llegada de la cuarentena por la pandemia de covid-19. Quienes también sufren el infierno del sistema penitenciario son los familiares.

Ellos exigen un procesamiento acorde a la ley y el respeto de sus derechos. El caso de Luis Ángel Parra es un reflejo de la situación carcelaria en el país, donde muchos reclusos y sus familiares batallan contra las enfermedades, falta de alimentos y también la indiferencia del Estado.

*El nombre del entrevistado se modificó para proteger su identidad.

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