• En entrevista para El Diario, el artista plástico explica cómo nació su conceptualización fotográfica. “Cuando empecé a realizar fotos con más regularidad, siempre tenía en mi mente que eran escenas de películas que no existían”, dice. Sus fotografías se han convertido también en una rara avis en medio de Twitter: las críticas suelen ser positivas

Fabio Rincones ha encontrado en las solitarias calles de Mérida, cubiertas de neblina en una oscuridad constante con tenues atisbos de luz, el espacio ideal para plasmar las escenas perfectas de sus películas inexistentes. Quizás sean imágenes del pasado o del futuro. En cualquier caso, su fotografía, dice, no es ni cruda ni objetiva. Es esa, justamente, la conceptualización fotográfica de un joven cuyo bagaje artístico es cuestión ya de consanguinidad.

Aunque fue la condición acaso cinematográfica de la ciudad y de los pueblos andinos en donde encontró la inspiración para dar el salto a una fotografía profesional, sus orígenes están en las antípodas en cuanto ambiente se refiere: nació en Barcelona (1987), estado Anzoátegui, parte de su infancia la vivió en Puerto La Cruz y luego se fue a Lechería. Fue allí, sin embargo, en donde se nutrió de la visión artística y estética.

Sus primeras referencias lo llevaron al mundo del teatro. Su padre fue el director fundador del teatro universitario de La Universidad De Oriente; su madre, además de profesora y de ingeniera química, fue actriz y directora. En sus dos hermanos, en cambio, encontró los filmes y la música, aspecto que hoy marca el tempo de sus fotografías. “De alguna forma, diría que tener esas referencias directas permeaban mucho la forma en cómo percibía mi entorno independientemente del lugar”, dice para El Diario desde una entrevista vía email. Las llamadas telefónicas, se excusa, no son lo suyo.

Con el arte ya en casa, se dedicó a trazar su propio camino. En cuestiones tan primarias como el modelado y el dibujo, encontró su forma de relacionarse con el mundo. De pronto dar forma a cosas, dibujar o componer se convirtió en un hábito y, muy pronto, también en una profesión. Esas cualidades las intentó formalizar estudiando diseño gráfico (antes pasó por arquitectura), pero su carácter es más bien intuitivo.

El aire cinematográfico de Mérida trasciende en el lente fotográfico de Fabio Rincones
Fabio Rincones

Sus obras han desfilado en múltiples exposiciones. Solo por citar unos ejemplos, en el año 2013 presentó la muestra Kenosium en la Galería de Arte y diseño latinoamericano CasaDúo de Lecherías; en 2014 la llevó al Museo Anzoátegui de Barcelona en Venezuela. Asimismo, en 2017 expuso Inexistente y permanente en el Museo Alejandro Otero; en 2018 participó en 2018 participó en el 21° Salón Jóvenes con FIA y el 14° Salón Nacional de Jóvenes Artistas del Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (Maczul) y la exposición Forma [Apariencia] en la galería Abra. Y en estos días de abril, mientras se toma un tiempo para responder a las preguntas de El Diario, prepara una exhibición de artistas de Mérida en El Bloque, un espacio cultural que gestiona junto con la artista María Niño.

Así, la fotografía, que llegó a su vida simplemente como un medio para registrar sus trabajos escultóricos y que ocasionalmente empleaba para grabar a sus amigos mientras patinaban, se ha convertido en un éxito más de su carrera artística. Sus fotografías de Mérida, que comparte en su Twitter e Instragram, suelen ser una rara excepción a las críticas negativas que abundan en las redes sociales.

La visión fotográfica

—¿Ser artista plástico ayuda a hacer mejores fotos?

—Pienso que tener un acercamiento a otras áreas de arte, nutre la forma de realizar una imagen. Desde ver y acercarse a temas con un enfoque más amplio, componer la imagen, entre otras cosas, no diría que facilita, pero da más herramientas o perspectivas sobre cómo aproximarse a esta práctica.

—Dicho eso, ¿qué es para usted el arte? ¿Qué visión tiene de ella?

—No tengo una definición de lo que es el arte y realmente no tengo un interés particular en definirlo. Desde mi perspectiva, con el tiempo se hace más difusa alguna forma de definición o quizás más bien se amplían las posibilidades y los accesos a herramientas para hacer obras artísticas.

—¿Qué ha descubierto usted gracias a la fotografía? Imagino yo que lo ha llevado a relacionarse de manera diferente con la ciudad, pero además no sé yo si ha sacado cosas de usted que quizás también desconocía. Hábleme de ello.

—Me ha permitido reafirmar y ejercitar más algunos hábitos que ya tenía de observar mucho cuando recorro lugares.  En esencia me ha hecho más observador y me ha ayudado a tener conciencia del lugar y las personas.

—Detrás de una de sus fotografías de Mérida, confieso que veo una historia. Es algo más cinematográfico, documental. Quizás es algo que no encuentro en todas las fotos de otras personas, sin que eso la hagan necesariamente malas o menos buenas. ¿Es ese su propósito en la fotografía, contar una historia más que dejar una imagen inmóvil? Si es así, ¿por qué? ¿Cree que todas las fotos deben contar historias?

—Cuando empecé a realizar fotos con más regularidad, siempre tenía en mi mente que eran escenas de películas que no existían. No buscaba hacer una fotografía cruda, de tipo fotoperiodismo o de buscar la imagen de alguna forma objetiva, sino darle un tono casi ficticio y de mucha ambigüedad. Esas imágenes podían ser de otros tiempos pasados o de algo futuro, de otros lugares que no están cargados de una idiosincrasia en particular y lo he entendido como una forma de escapismo.

—De esas historias se desprenden –o al menos esa es mi sensación, dirá usted si me equivoco- sentimientos de nostalgia, de soledad. En ese sentido ha encontrado en la calle, en la noche, en la niebla, en la lluvia, y posiblemente en la cuarentena, unas aliadas. Por momentos es como ver una pintura de Edward Hopper. ¿Cuáles son sus referencias a la hora de hacer sus trabajos fotográficos, cuál es inspiración y cómo lo relaciona con esas sensaciones que le comenté?  

—Usualmente es música lo que me da pie a pensar en una imagen o a sentirme de algún modo antes de buscar hacer fotos, pero en realidad al momento de salir a caminar o recorrer lugares y hacer fotografías mi reacción es como un reflejo, no es algo que puedo planificar completamente. He estado desde hace algún tiempo conversando con un amigo que se encuentra en Argentina y con mi hermano para musicalizar esas imágenes, más como proyecto personal y para entretenernos.

Al crear banda sonora a esas escenas y en ese sentido pienso que la música que me gusta y que compartimos tiene mucho que ver en el tipo de imagen que he ido realizando. Aun así la imagen se nutre de las circunstancias actuales y de aspectos políticos (éxodo masivo y ausencia de personas en la ciudad, la pandemia, etc.) En otro sentido, a modo de referencia, he pensado en fotógrafos como Anton Corbijn de quien tuve conciencia sobre su trabajo por su relación con bandas como Depeche Mode o retratos de muchos otros músicos y por el tipo de fotografía que hace. En realidad, siempre espero que la referencialidad y relaciones lleguen después de la imagen y no antes de realizar las imágenes.

—Me referí antes a la calle, y allí quiero detenerme en esta pregunta. ¿Plantea usted, de alguna forma, una nueva relación con la calle? Muchas veces se desestima ya sea por cuestiones lógicas como la inseguridad, pero también porque pocos ven arte en una esquina con poca luz, en una cancha vacía, en un piso mojado, etc. ¿Por qué encuentra usted sus referencias en la calle? ¿Cómo se relaciona con ella?

—No diría una nueva forma de relacionarse. No es algo nuevo. Más bien retomar un poco la conexión con el lugar donde estamos más allá de las necesidades diarias y cotidianas. Sumado a las circunstancias actuales, es mucho más difícil detenerse a detallar y conectar también con las cosas que nos motivan y nos hacen imaginar o disfrutar el lugar de muchas otras maneras. Actualmente trabajo directamente en la calle porque pienso que es un espacio que compartimos todos o donde podemos conectar de muchas formas y que además acá en Mérida, a pesar de todo, aún es un privilegio poder recorrer a pie muchas zonas.

—Antoine D’ Ágata, famoso fotógrafo y cineasta, dijo alguna vez que “lo importante no es como el fotógrafo ve el mundo, sino su íntima relación con él”. ¿Cómo es su relación con el mundo?

—Supongo que a través de lo que hago. A través de muchas maneras de hacer arte o cosas relacionadas al arte, es como el motivador principal o la forma en que me he sentido más natural para mí.

—¿Ha pensado en llevar ese mismo estilo y enfoques al video? ¿Qué diferencia elemental para su trabajo tiene que sea fotografía y no video?

—Sí, ya he realizado poco a poco varios videos que tienen que ver con las fotografías de las calles, pronto espero realizar nuevos proyectos. Desde hace mucho me he relacionado con realizadores audiovisuales y los he ayudado o trabajado con ellos. En paralelo también he documentado talleres de artistas para un proyecto que gestiono junto a la artista María Niño, donde realizamos proyectos artísticos y exhibiciones acá en Mérida y uno de los principales recursos es generar archivo audiovisual de las actividades y de los talleres de artistas. Primordialmente la diferencia es que el video requiere más tiempo de postproducción, edición, sonido… La fotografía es un ejercicio que hago casi de inmediatez. 

—Puede que sea una pregunta en exceso cliché, pero acaso necesaria para entender su visión de la fotografía: ¿cuál cree usted que es el secreto de una buena fotografía?

—No tengo idea. Anteriormente mencioné a Anton Corbijn y precisamente él recurre mucho a los errores al momento de realizar fotografías y eso la nutre mucho. Es una cuestión subjetiva o que depende del tipo de fotografía que quiera hacer.

—“En realidad creo que hay cosas que nadie vería si yo no las fotografiara”. La frase es de Diane Arbus. ¿Qué ha visto hoy que merezca ser fotografiado y que nadie más ha visto?

—A diario existen muchísimas imágenes y momentos que se escapan, muchas veces no tengo mi cámara encima o el teléfono móvil y lamento no haber capturado la imagen, pero en ese caso basta con haber estado presente.

—Por mera curiosidad, ¿por qué le es más cómodo escribir que hablar?

—No me gustan mucho las llamadas telefónicas, y creo que en una llamada telefónica probablemente habría obviado algunas de las cosas que menciono acá o no las habría dicho de la forma en que las pensé.  

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