• Durante sus 27 años como papa, el polaco Karol Wojtyla revolucionó a la Iglesia Católica al trascender su papel como institución eclesiástica, y devolverle su peso en el mundo. Visitó cientos de países, tanto como líder espiritual, como soberano del Vaticano, lo que lo convirtió en una de las figuras más importantes del siglo XX. Ahora, como santo, sigue siendo un símbolo de universalidad para sus devotos

El 30 de marzo de 2005, el papa Juan Pablo II se asomó por última vez por la ventana de su estudio, en el Palacio Apostólico del Vaticano. Aferrado al mismo podio donde solía dar cada domingo el ángelus, levantó la mano derecha para bendecir a los feligreses que aguardaban en la plaza de San Pedro. Apenas podía hablar a causa de la traqueotomía que se había realizado dos meses antes y aún presentaba dificultades para respirar. Su estado de salud era ya delicado, y se complicó en las horas siguientes, cuando una septicemia lo dejó postrado en su habitación.

Cada vez más devotos llegaban a la plaza para la vigilia por su salud. Pero tras dos décadas de dolencias y el agravamiento de su enfermedad de Parkinson, al pontífice de 84 años de edad ya le quedaban pocas horas de vida. Las dedicó a despedirse de sus colaboradores y volver a bendecir a la multitud, esta vez desde su lecho. Luego se sumió en un profundo sueño. Todavía no se habían silenciado las letanías del rosario la noche del 2 de abril, cuando el cardenal Leonardo Sandri le dio al mundo la noticia: Juan Pablo II había muerto.

La respuesta fue un mar de aplausos. Una mezcla de velas, lágrimas y banderas de todos los países que acordaron de forma espontánea despedir así a quien fue por casi 27 años líder de la Iglesia Católica y referente de la historia contemporánea. El segundo pontificado más largo de la historia, y el primero en siglos ostentado por un obispo nacido fuera de Italia. Nacido en Polonia el 18 de mayo de 1920 con el nombre secular de Karol Wojtyla, en vida fue un símbolo tanto de fe, como de resistencia ante los autoritarismos del mundo. Y luego de su muerte, se mantuvo en la plegarias de los fieles hasta su canonización en 2014 por el papa Francisco.

Funeral multitudinario

17 años de la muerte de Juan Pablo II: el papa viajero que se convirtió en santo
Una de las últimas fotos tomadas a Juan Pablo II durante su convalecencia. Foto: Cortesía

Los aplausos se repitieron la mañana del 8 de abril de 2005, cuando los sediarios pontificios sacaron el ataúd de Juan Pablo II de la Basílica de San Pedro. Se estima que más de 300.000 personas se habían concentrado desde la noche anterior en la plaza y sus alrededores. Sin embargo, en las calles de Roma, Italia, se registró alrededor de un millón y medio de personas que acudieron para despedirse. Varias pantallas se habilitaron en diversos puntos de la ciudad, que permaneció paralizada viendo la homilía.

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Los principales líderes mundiales de ese entonces también acudieron para rendir sus condolencias. Estuvo el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, junto a los expresidentes George H. W. Bush y Bill Clinton; el rey de España, Juan Carlos I, y su jefe de gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; el príncipe Carlos de Gran Bretaña, junto al primer ministro, Tony Blair; o el presidente de Brasil, Luiz Inacio “Lula” Da Silva. En representación de Venezuela fue el canciller Alí Rodríguez Araque.

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Foto: Cortesía

Incluso fuera de la esfera cristiana occidental, mandatarios de otras culturas presentaron sus condolencias. Por ejemplo, el secretario general de la Liga Árabe, Amr Mussa; el rey Abdallah II de Jordania; el presidente de Irán, Mohammad Khatami, o el presidente de China, Chen Shui-bian. También líderes espirituales de otras religiones emparentadas al catolicismo, como la Iglesia Ortodoxa en sus diferentes corrientes.Entre ellos, el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, o el arzobispo de Canterbury (jefe de la Iglesia anglicana), Rowan Williams.

u0022Podemos estar seguros de que nuestro amado papa está ahora en la ventana del Padre, nos ve y nos bendiceu0022, dijo el cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien fue el encargado de la misa. Días después, en el cónclave para elegir a su sucesor, Ratzinger sería proclamado como el nuevo papa, Benedicto XVI.

El peregrino

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Juan Pablo II, en su primera visita a Venezuela. Foto: Cortesía

Como un papa no romano, Juan Pablo II le dio un carácter universal a su cargo. Hablaba fluidamente 13 idiomas, e hizo del mundo su templo con sus viajes constantes. Durante su pontificado visitó 104 países, entre ellos Venezuela. De hecho, en dos oportunidades vino al país quien en vida se conoció como “el papa viajero”, o “el peregrino”.

El 26 de enero de 1985 pisó por primera vez el aeropuerto internacional de Maiquetía. Como acostumbraba al llegar a un país, besó el suelo mientras era recibido por el presidente Jaime Lusinchi. En tres días visitó tres ciudades: Caracas, Maracaibo y Ciudad Guayana. En la capital hubo dos actos monumentales. Uno en terreno de la urbanización Montalbán, frente a la sede de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), donde años después se construyó un complejo residencial que hoy lleva su nombre. Allí se hizo recordada la actuación del niño Adrián Guaicarán, quien le dedicó al papa la canción “Soy peregrino”. Al cerrar su gira, fue recibido por 40.000 jóvenes en el Estadio Universitario de Caracas, en un evento animado por el periodista José Visconti.

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Simón Díaz le regala un cuatro al papa, en su segunda visita a Venezuela. Foto: Cortesía
Vengo a la tierra de Simón Bolívar, cuyo anhelo fue construir en este continente una gran nación. Me trae un objetivo bien preciso: tratar de consolidar aquella siembra evangélica que se operó en las playas de Cumaná y que halló pronta extensión en la primera diócesis, la de Coro. Declarada ciudad pontificia por uno de mis predecesores”, dijo el pontífice en español.

Pasaron 11 años para su segunda visita, el 9 de febrero de 1996. Esta vez lo recibió como presidente Rafael Caldera, en su segundo mandato. La agenda nuevamente fue de tres días, en los que visitó el Retén de Catia, apenas unos días antes de su demolición, para dar un mensaje de esperanza y perdón a los pobres. Luego viajó a Guanare, Portuguesa, donde bendijo el Santuario Nacional de la Virgen de Coromoto en su inauguración. Cerró en un acto en el Teresa Carreño, donde recibió un cuatro del compositor Simón Díaz.

Símbolo de la paz

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El papa de visita en Auschwitz, Polonia, en 1979. Foto: Cortesía

Antes de ser papa, Karol Wojtyla atravesó la crudeza de un convulsionado siglo XX. Apenas era un seminarista cuando vivió la invasión nazi a Polonia, uno de los detonantes de la Segunda Guerra Mundial. Formó parte de Unia, un grupo de resistencia pacífica que ayudaban a los judíos y perseguidos a salir del país, hasta que le tocó refugiarse de los bombardeos en los túneles subterráneos del Arzobispado de Cracovia. En 1945, el Ejército ruso llegó a Polonia para desalojar a los alemanes, pero no para liberar a los polacos. El país fue ocupado por la Unión Soviética (URSS) de Stalin, quien ordenó enviar a los sacerdotes católicos a campos de concentración, conocidos como gulags. Wojtyla se salvó de ese destino casi mortal, pues al saber tanto ruso como alemán y su natal polaco, los soldados lo usaron como intérprete.

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Este hecho, en el que 18 de sus compañeros sacerdotes murieron en los gulags de Siberia, generó un fuerte rechazo del futuro papa hacia el comunismo. Durante su paso como arzobispo de Cracovia en 1964, fue un férreo opositor del régimen soviético que se había instalado en Polonia, el cual trataba de promover el ateísmo dentro de una población mayoritariamente católica. Su partida a Roma en la década de los setenta se tomó como una especie de exilio, pues no pudo visitar el país hasta 1979, un año después de convertirse en Juan Pablo II.

Esta visita de dos días, en la que estuvo en el antiguo campo de concentración nazi de Auschwitz-Berkenau, tuvo un impacto significativo para el país. Que el papa fuera polaco despertó el sentimiento nacionalista de sus habitantes, y sus palabras animaron a varios sectores a rebelarse contra el sistema comunista. Uno de ellos fue el sindicato Solidaridad, el cual estaba inspirado en las ideas del pontífice y recibió su apoyo en varias oportunidades. La escalada de las protestas llevó en 1980 a que Moscú tomara cartas en el asunto, ordenando al gobierno la detención de los líderes de Solidaridad, y en 1981 declarando ley marcial ante las protestas.

Juan Pablo II escribió una carta al entonces jefe de la URSS, Leonid Brézhnev, exigiendo que cesara su intervencionismo sobre Polonia. También dirigió varios mensajes de radio y televisión en apoyo a la causa de Solidaridad, y defendiendo el valor del trabajo como vocación remunerada, más que un deber colectivo. En 1989, cae el régimen del general Wojciech Jaruzelski a través de un proceso de transición encabezado por Solidaridad. De este modo, Polonia se convirtió en el primer país del bloque soviético en abrirse al capitalismo y la democracia.

De hombre a santo

17 años de la muerte de Juan Pablo II: el papa viajero que se convirtió en santo

Una de las facetas quizás menos abordadas de Juan Pablo II fue su papel como jefe de Estado del Vaticano. Bajo esa condición logró abrirse paso en aquellos países sin influencia cristiana, y le permitió ejercer un carácter diplomático en la resolución de conflictos. Como en el caso de Polonia, su posición, tanto política como religiosa, fue clave para la caída de la cortina de hierro en 1989, y la eventual disolución de la URSS. El último gobernante soviético, Mijaíl Gorvachov, llegó a comentar sobre él a su esposa: “El papa es la autoridad moral más importante del mundo, y es eslavo”.

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Por su puesto, como todo ser humano, su pontificado también estuvo lleno de críticas y controversias. En primer lugar, por los múltiples escándalos de abuso sexual contra menores de edad que se destaparon en varias arquidiócesis de todo el mundo, y que fueron manejadas bajo un secretismo institucional. También su oposición a corrientes progresistas dentro de la Iglesia, como la Teología de la Liberación en Latinoamérica, a las que consideraba contaminadas por el socialismo. Igualmente, dentro de sus posturas conservadoras, fue crítico del uso de preservativos durante el sexo, pues aseguraba que este se debía practicar solo en el matrimonio. Esta opinión resultó polémica, especialmente durante la pandemia de VIH/SIDA a finales de los años ochenta.

Aun así, el día de su funeral, el clamor de la multitud era la canonización de Wojtyla. El proceso inició poco después, en mayo de 2005, aunque de acuerdo con el derecho canónico, tuvo que pasar cinco años para ser formalmente reconocido.

La investigación sobre sus virtudes en vida y milagros atribuidos tras su muerte se realizó en simultáneo, pasando por las etapas de siervo de Dios y venerable. Finalmente, en 2011 el papa Benedicto XVI lo declaró beato, superando a la madre Teresa de Calcuta como el proceso de beatificación más rápido de la Iglesia. Un proceso ratificado el 27 de abril de 2014, cuando el papa Francisco lo canonizó, en una ceremonia donde también se proclamó santo al papa Juan XXIII (1881-1963).

A lo largo de su vida, Karol Wojtyla fue muchas cosas. Fue políglota y teólogo destacado, viajero, soberano del Vaticano y símbolo de la lucha contra el comunismo. Como Juan Pablo II, cumplió su promesa de trascender al catolicismo de una iglesia romana a una universal, siendo además una las figuras que condujo no solo los cambios del mundo en una era cambiante, sino también en su tránsito hacia el siglo XXI. Supo perdonar a Mehmet Ali Ağca, el hombre que en 1981 casi lo asesina de varios disparos, los cuales dejaron serias secuelas en su salud. De acuerdo con el Vaticano, esa noche del 2 de abril, antes de sumirse en un sueño eterno, el papa dijo con un débil hilo de voz sus últimas palabras en su natal polaco: “Déjenme ir a la casa del Padre”.

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