• El equipo de El Diario conversó con Edixon Gelvez, quien contó todos los detalles de los cinco días que duró su viaje a través de la selva del Darién

En los primeros siete meses del año ingresaron a Panamá 71.012 personas a través de la selva del Darién, según cifras recientes del Servicio Nacional de Migración de esa nación publicadas el 9 de agosto de 2022. De estos, 44.943 son de nacionalidad venezolana, es decir, un 63,28 %.

Desglosando un poco más esos números, unos 10.144 ciudadanos cruzaron al mes, 338 lo hicieron a diario y 14 cada hora.

Edixon Gelvez, un tachirense de 27 años de edad, hace parte de ese número de migrantes que arriesgó su vida en busca de un futuro mejor.

A finales de junio de 2022 salió de La Fría, municipio García de Hevia, en el estado Táchira, con un grupo de seis personas más (cuatro hombres y dos mujeres) y un objetivo claro: llegar a Estados Unidos para iniciar una nueva vida aunque en su andar tuviera que enfrentar ciertos riesgos.

“Decidí irme porque quiero tener mi casa propia, estabilidad económica y oportunidades que en Venezuela nunca iba a tener. Allá (en La Fría) sólo ganaba lo justo para comer”, dijo Edixon en exclusiva para El Diario.

“Muchas personas lloran y otras se desmayan”: el relato de un tachirense que atravesó la selva del Darién

La ruta hasta la selva

Edixon ya había escuchado historias de amigos y conocidos que atravesaron previamente la selva del Darién y asegura que iba asesorado en cuanto al panorama y los peligros a los que podría exponerse en los cinco días que estuvieron allá adentro.

“Digamos que iba preparado, aunque no niego que fue feo, fuerte, es un lugar realmente terrible”, admitió.

Él y su grupo llegaron a Cúcuta, departamento de Norte de Santander, y de allí tomaron un autobús rumbo a Medellín, Antioquia. El siguiente destino en Colombia sería Necoclí, punto en el que pagaron 320 dólares cada uno por un paquete que incluía el hospedaje de una noche en esa ciudad, traslado en lancha al día siguiente hacia Carreto (en Panamá) y el guía que los orientaría durante el paso por el Darién.

Edixon relata que los guías que llevan a los migrantes a través de la selva son guajiros.
“El día que comenzamos el trayecto habían como 900 personas más intentando pasar pero se forman varios grupos y cada uno debe pagar para que los guíen y no perderse”, indicó.

Días de incertidumbre

La travesía comienza en Carreto, Panamá. Allí los dejó la lancha, agarraron sus pertenencias y caminaron aproximadamente ocho horas hasta llegar a un sitio donde acamparon a orilla de río. Edixon comenta que el terreno estaba enlodado y llovió fuertemente esa noche.

A la mañana siguiente desayunaron, recogieron sus pertenencias y continuaron el trayecto por la selva.

Ese día subieron la loma de “La Muerte”, una de las etapas más difíciles del Darién porque deben caminar por un cerro empinado durante varias horas sin descanso alguno.

Cuando descendían vieron a una persona muerta. Cuenta que era un hombre que sufrió una caída, ésta le ocasionó fractura de fémur, su grupo lo abandonó y quedó a su suerte hasta morir.
“Muchos se agotan porque es un tramo exigente, lloran y se desmayan del cansancio”.

Al salir de allí descansaron aproximadamente 40 minutos para recuperar fuerzas y continuar con destino a “El Cañón de La Llorona”, otro cerro que pone a prueba las condiciones físicas y mentales de los migrantes que la atraviesan, debido a su dificultad y altura.

“Es una subida realmente terrible pero gracias a Dios nuestro grupo salió ileso, no tuvimos problemas”, recalcó Edixon.

Tras esa odisea llegaron a otro punto para pasar la noche a orilla de río nuevamente. A la mañana siguiente decidieron apurar el paso para salir rápido de la selva pero cometieron un error: abandonaron al guía, y si bien lograron avanzar un poco debido a que -según dice- los guajiros marcan el camino con bolsas azules, llegaron a un punto en el que se perdieron.

“Volvimos a acampar en las mismas condiciones y a eso de las 7:00 pm nos dimos cuenta que venían de regreso dos guías y los agarramos, aunque nos tocó pagarles 5 dólares cada uno para que se quedaran y nos ayudaran. Éramos 40 personas en ese momento”.

Dos días para llegar al final

A las 6:00 am del cuarto día, los guías con los que se toparon la noche anterior, los llevaron hasta un punto llamado “La casa del abuelo”. Allí acamparon esa noche y compraron un pasaje que les costó 25 dólares para viajar en canoa a la mañana siguiente hasta una zona donde se encuentra el Ejército panameño.

En cada canoa había capacidad para trasladar de 10 a 15 personas y el recorrido duró unas cinco horas hasta llegar a su siguiente destino. Tiempo en el que no podían moverse dentro del bote porque hasta la más mínima acción podría voltearlo.

“Luego llegamos a un río muy grande, era peligroso porque a las orillas se veían caimanes, era una locura”.

Una vez desembarcaron, autoridades de Panamá los trasladaron en un convoy hasta un punto en que hicieron trasbordo a un autobús que los dejó en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU) Panamá. Llegar a ese lugar lo inundó de felicidad y esperanza, pues representó el final de su viaje a través de la selva del Darién, de donde logró salir ileso junto a los seis compañeros con los que partió desde el estado Táchira.

“El día que salí me sentí feliz de la vida gracias a Dios, fue la mejor sensación del mundo. Estaba cansado de tanto caminar y de tantas cosas terribles que se pasan ahí adentro”, enfatizó Edixon.

En lo que va de 2022 se tiene registro de unos 14 venezolanos fallecidos en ese tramo entre Colombia y Panamá, según informaciones divulgadas a través de redes sociales o por los seres queridos de las víctimas. La cifra no es oficial dado que algunos cuerpos son abandonados en la selva o no identificados. De ese número, al menos dos víctimas mortales son tachirenses.

Asimismo, hasta el mes de julio más de 70 venezolanos habían desaparecido en la selva de acuerdo con un registro de familiares y periodistas que siguen el rastro a los que atraviesan el tramo.

Preparación y alimentación

Quienes se arriesgan a cruzar a través del Darién llevan consigo elementos y alimentación necesaria para sobrevivir a varios días a la intemperie bajo condiciones climáticas difíciles. Quienes se aventuran a realizar el recorrido deben saber que se enfrentan a jornadas diarias de caminata que oscilan entre 8 y 10 horas.

“No se podía caminar de noche porque era muy peligroso. Normalmente caminábamos hasta campamentos donde acampábamos, armamos las carpas y descansamos para seguir al otro día”, expuso Edixon.

Carpas, chaquetas, encendedores, hornillas, guantes, botas resistentes, medicamentos esenciales para controlar fiebre o resfriados y morrales amplios donde guardar todo lo anterior, son algunos de los insumos que llevan consigo los migrantes.

Nosotros nos preparamos con atún, galletas, arroz, sal, café (…) llevamos una cocina con gas enlatado y de tomar teníamos agua, bebidas en sobre y además mucho dulce para aportar energía. Fue muy feo todo lo vivido allá adentro pero lo logramos”, apuntó.

Tras esa ardua experiencia por la selva, Edixon llegó a su destino: Texas, Estados Unidos, allí está trabajando enfocado en iniciar una nueva vida y materializar las metas y anhelos que no pudo en Venezuela.

Entre tanto, los peligros siguen latentes para otros miles de migrantes que aún toman la arriesgada decisión de atravesar el Darién pese a los testimonios desgarradores de quienes lograron pasar y las cifras desoladoras de quienes fallecieron en el camino.. De hecho, se proyecta que para finales del año 2022 crucen unas 160.000 personas por ese tramo, entre ellos, 32.000 niños y adolescentes y aproximadamente 500 mujeres embarazadas.

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